No hacía tiempo para el baño, como era lógico, en esa preciosa playa, con lo que se realizaron fotos, y luego en un bar del lugar, me pusieron un sello de la credencial. Ya iba bien cargado de sellos, y estaba quedando chulo con tantos sellos.
Un poco más adelante, dejaría la carretera local de la costa, para coger la de la más interior, que era la general Nacional 634, y que luego, enseguida, se cogería otra nueva, la N-642.
Aquí en ese punto, cambiaría el viaje. Si ya había sido duro, lo que habría por delante sería tremendo. La costa Gallega tuvo demasiadas cuestas mantenidas, y en ese cruce de carreteras del día 11 de septiembre, entraría en la segunda fase del viaje... subir, bajar, volver a subir, y volver a bajar unas cuantas veces más.
Con el mar como compañero de viaje, iba avanzando pasando pueblos y playas hasta llegar a Burela. En ese pueblo costero, decidí ir a su ayuntamiento, o mejor dicho, Concello, para que me pusieran un sello a la flamante credencial.
Playa do Ril, Por Burela
Tras aquello, seguí por una carretera costera, para acabar en San Ciprián, donde en esa otra localidad, compré entre otras cosas, filetes de redondo, queso, pan y huevos en un supermercado, para luego comer. A la salida, encontré un merendero donde, con el hornillo, freí los filetes, y unos ricos huevos fritos.
Listo para romper los huevos en el cazo, y comerlos fritos acompañados de filetes
Una comida estupenda. Salió casi todo perfecto, salvo el tema de lavar los cacharros, ya que no había agua en el lugar, y le tuve que pedir que me llenara una botella de agua a un vecino próximo al merendero. El hombre muy amable, se prestó a colaborar.
Era hora de avanzar, y me fui dirección a Puerto de Morás, por una carretera local de unas fábricas, para luego acceder por otras con más cuestas y comarcales hasta llegar al mencionado lugar. Estaba lleno el suelo de rompeolas, tirados por el campo y junto al muelle. Curioso lugar para visitar.
Puerto de Morás. Unas cuantas T de hormigón había tiradas por la zona
Había que dejar el lugar, y adentrarse por una zona montañosa muy dura durante aproximadamente 25 kilómetros. En todo ese tramo, estaba la bonita playa de Portocelo, donde tenía en mente de bañarme, pero me llevé dos chascos. El primero, la marea estaba baja, y no cubría en absoluto. La segunda, el agua estaba llena de algas y suciedad, con lo que el baño fue hasta las rodillas, que faena.
Playa de Portocelo