Hola! En este primer post hablaré un poco sobre el origen de la idea de este viaje y los preparativos, para la experiencia en sí podéis pasar al siguiente.
Previa
Os pongo un poco en antecedentes. He sido un sedentario de pro los primeros 40 años de mi vida, pero coincidiendo con la pandemia mi actitud empezó a cambiar y comencé a caminar con frecuencia. Pasado un tiempo me planteé actualizar a correr, ya que siempre había tenido 0 aguante. Conseguí mantener el trote algunos minutos, pero tengo las rodillas mal y el fisio me desaconsejó un deporte con tanto impacto, así que giré mi atención a la bicicleta.
Empecé a buscar una bici barata por wallapop y a finales de este marzo de 2021 me hice con una. Para la primera ruta de prueba iría al pueblo de al lado por senderos conocidos, me reservé todo el día porque no tenía ni idea de cuánto me llevaría. El camino fue bien, pero callejeando por mi destino me vino el click…he viajado bastante en moto y siempre me parecía un engorro el proceso de aparcar, quitarse casco y chaqueta, hacer ruido al arrancar…y con la bici era un bajarse y subirse tan sutil como inmediato y discreto, me flipó. Acabé echando unas 5 horas largas en completar la ruta de 33km.
Desde entonces me iba planteando nuevas rutas por los alrededores de mi pueblo, por la ciudad, etc…A finales de mayo me animé con ir a por la barrera psicológica de los 100km, la forma más sencilla que encontré fue bajando por el Canal Imperial desde Tudela hasta Zaragoza, me llevó 9 horazas y acabé con el culo destruido.
El caso es que no se me pasaba la tontería de la bici, así que iba buscando más caminos que recorrer. Uno con el que me topé fue el del Canal du Midi, pero días después descubrí que existía la Velodyssee, algo impensable que quizás en uno o dos años de pedalear pudiera plantearme hacer seriamente. Pues bien, se me quedó tan incrustado en la cabeza que los días que había pensado dedicar a la ruta del Canal du Midi+Garona los reubiqué para la Velodyssee, no quería esperar a saber si sería capaz.
Preparación
La bici de marzo era de montaña, una Berg trailrock 7.0 con ruedacas. Podía usar sólo 3 de las marchas sin que la cadena saltara, pesaba bastante y el cuadro era más pequeño de lo que me correspondía. En junio por fin conseguí hacerme con una Riverside 920 tras un tiempo comprobando stock a diario, el cambio fue radical a mejor y ya podía pensar en la equipación para viajes más largos.
Tenía un hueco de casi 20 días, y por precaución decidí aprovecharlos desde el principio. Como quería hacer el recorrido norte-sur y no había plazas para bicis montadas en las fechas que necesitaba acabé aceptando que tendría que llevármela a cachos. Para ello me cogí la funda de viaje más barata de amazon.
Para que el presupuesto no se disparara me planteé tirar de camping siempre que pudiera, leía que había una buena red de ellos por todo el recorrido así que invertí en una tienda unipersonal que amortizaría a la tercera noche de hotel evitada.
Los últimos días antes de partir fueron un festival de recibir paquetes para equipar la bici, llevar ropa adecuada y en definitiva, estar listo para un viaje tan diferente a cualquier otro que había hecho. Hasta me envalentoné a cambiar el neumático y le puse unos Schwalbe Marathon Mondial.
Al dejar todo empaquetado puedo comprobar el peso que llevaré: 5kg por cada alforja, 3kg de bolsa de manillar y 20kg de funda con la bici, 33kg en total.
Con la bici desmontada del día anterior y todo preparado en las alforjas, mi misión es levantarme temprano para salir con el coche sobre las 4am y llegar a Hendaya desde Zaragoza con tiempo de sobra. El tren sale a las 9.30 y quiero estar seguro de tener margen por si me paran en la frontera, o tengo que aparcar lejos, pincho…Pues me sobran un par de horas porque no reparan en mí al entrar en Francia y encuentro aparcamiento a escasos 100 metros de la estación.
Manejarse con la bici en su funda, las alforjas llenas y la ortlieb al hombro no es muy sencillo, y para colmo tengo que cruzar al otro lado de las vías para llegar a mi tren. Pregunto al personal cómo meto la bici y me dicen que la deje en el pasillo, bien enganchada al pasamanos. La veo un poco precaria pero parece que no hay mucha gente en el tren. Conforme va haciendo paradas camino a París se acaba llenando y voy imaginándome las decenas de personas que van pasando a su lado…pobre bicicleta.
En una de las estaciones puedo ver desde la ventana al equipo de seguridad intentando identificar la amenaza de un objeto que alguien había dejado en el arcén. No habrá ninguna noticia en los días posteriores, así que será una pieza de equipaje perdida.
Llego a París Montparnasse, hora de cambiar de tren. Estoy en uno de los vagones finales y el recorrido a la estación se me hace eterno. Tendré que repetir el camino en el nuevo tren porque mi vagón vuelve a ser el último. Durante todo el proceso de bajarme, caminar por una estación abarrotada y subirme la funda de la bici se lleva unos cuantos golpes, y cada uno lo voy sintiendo más en mi interior. Puede que haya sido un error traerla así y me paso el trayecto restante pensando que ojalá no la descubra muy dañada.
Llego a Morlaix a las 18h, el tren ha sido puntual. Me busco un rincón para mí fuera de la estación y empiezo con el montaje de la bici, en cuanto abro la funda comienza a llover. Al poco se me acerca un tipo preguntándome si es para competición, si quiero que me ayude…mi francés deja mucho que desear y prefiero no complicarme, así que le digo que no hablo su idioma y sigo a lo mío. Curiosea un rato más y acaba yéndose.
El día anterior fue la primera vez que desmontaba una bicicleta, ésta es la primera que monto una. Voy lento pero avanzando, alegrándome de ver que no hay nada roto. Lo que más tiempo me lleva es colocar correctamente el adaptador de la ortlieb, perdiendo sobre la marcha un tornillo que se cae por una rejilla, listo de mí por ponerme al lado a trastear con herrajes.
Ya ha pasado casi una hora y aún me queda. Se me acerca un chico con una rueda preguntándome si tengo cómo inflarla, dejo el montaje y me dedico a buscar el inflador eléctrico en el equipaje. Una vez hecho el favor se me ocurre preguntarle si vive cerca y si tiene tijeras para poder agarrar el tornillo, se ofrece a entrar en la estación a preguntar y sale con unas que tienen la longitud justa. Cuesta un poco pero finalmente conseguimos sacarlo et voilà, un favor por otro.
Casi hora y media me ha llevado dejar la bici en su punto. Sigue lloviendo, voy a ir directo al aribnb que me cogí en Morlaix. El plan inicial era pedalear hasta Roscoff para amanecer allí pero los alojamientos eran prohibitivos y con la lluvia ni me molesté en buscar camping.
Aún me queda tiempo para hacer una compra de súper y buscar un vpn para poder ver las olimpiadas. Lo dejo todo cargando y me voy a dormir con la alarma puesta bien tempranito.
Gastos:
132.70€ Tren Hendaya-Morlaix
44.30€ Alojamiento Morlaix
11€ Comida
Zaragoza-Morlaix
Día 1, jueves 29 de julio
Me despierto antes de que suene la alarma y lo guardo todo para tener que bajar las escaleras sólo una vez y no hacer ruido. Son las 6.30 y en el salón me encuentro a la dueña de la casa, medio despierta. Dejo la bici preparada y mientras me preparo un té hablamos del viaje que quiero hacer, mezclando inglés y francés. Supongo que habrá pillado al menos un 50%.
Mi camino empieza a las 7am hacia Roscoff, decido ir por la costa para no repetir ruta cuando vuelva. La ciudad está vacía y especialmente bonita a primera hora, hago nosecuántas paradas antes si quiera de salir de sus límites. El camino sigue por carretera pero el arcén es generoso y yo estoy en pleno subidón, es mi primer viaje en bici!
Para las 9am estoy en Roscoff, no tengo ni idea de por dónde empieza al Velodyssee pero hay un flujo ligero y constante de cicloviajeros y no será difícil encontrarlo. Aprovecho para hacer una panorámica de la ciudad desde la ermita de Sainte-Barbe y bajo a callejear un rato. El sitio es bonito aunque no me paro mucho, estoy en modo hacer millas y sólo quiero estar subido y rodar.
Sigo a unos viajeros hasta el inicio del camino y desde ahí me paso unos kilómetros detrás de ellos en la distancia, sin prisa y con la tranquilidad que da el comprobar que la ruta está perfectamente señalizada. Lo que desde lejos lleva un rato pareciéndome una pareja de jóvenes con sus bicis perfectamente conjuntadas acaban siendo dos personas de +65años. Me ocurrirá varias veces, llevo tiempo sin moverme por Europa y estoy poco acostumbrado a la gente mayor activa, alta y delgada.
Sobre las 12 estoy de vuelta en Morlaix, paso por algunas de las calles que recorrí a primera hora de la mañana y sigo la ruta hacia el sur que deja atrás las carreteras y se vuelve una vía verde como las que tenemos por aquí. Tras una hora llego a una zona de merendero habilitada en una antigua estación, me llama la atención su buen estado en comparación con las estaciones que me he encontrado en las diferentes vías verdes que he hecho por España.
Dan las 14h y sigo avanzando sobre la bicicleta. Empiezo a acordarme de las fruterías que he dejado pasar en Morlaix, ya que no he comido nada desde la noche anterior. Decido salir de la vía para avituallarme en un supermercado que veo en el maps pero está cerrado, tardaré casi dos horas en llegar a Carhaix, donde ya sí podré asaltar un lidl cogiéndome un tipo de sandwiches y ensaladas que van a formar la espina dorsal de mi dieta durante el resto del viaje.
A las afueras de Carhaix me encuentro con un circo, otra visión que será bastante común durante mi recorrido.
Poco después llego al Canal de Nantes a Brest, con la mala suerte de que lo cojo en sentido contrario. Unos 3 kilómetros en dirección a Brest me doy cuenta y ya pongo el rumbo correcto. El canal me recuerda al Imperial de Aragón, pero más grande y verde. Cada pocos cientos de metros te topas con una exclusa numerada y una vivienda que suele estar habitada y muy, muy bien cuidada. Algunas de ellas son un verdadero festival de color con tantas flores.
Sobre las 17h de la tarde me doy cuenta de que llevo un buen rato sin cruzarme con cicloviajeros, pero sigo encontrándome con señalizaciones de Eurovelo 1 y voy en dirección a Nantes, así que continuo confiado. Aún no tengo alojamiento ni destino, al no saber cómo me iría en mi primer día no reservé ni me marqué ninguna meta, y ahí me encuentro pedaleando hacia adelante sin saber hasta dónde llegar.
Son las 19h y aún me siento con cuerda para rato. Exclusa por exclusa voy viendo rincones en los que podría plantar la tienda, o quizás pedirle a quienes las controlan que me dejen un hueco en su jardín y de paso les doy un enchufe con trastos para cargar. Al final, viendo que puede llover esa noche, me meto en booking y veo a 25km una habitación a 31€ que me permitiría dormir seco y amanecer con todo cargado, la reservo y para allá que me voy.
El camino del canal aumenta esa distancia pero no quiero salirme de él hasta el último momento. Sobre las 21h me desvío y empiezo la ascensión hasta el punto en el que el maps me indica que está el hotel, tragándome la subida más pronunciada de toda la jornada. Cuando estoy a 50 metros me llaman por teléfono, son los del alojamiento diciéndome que ha habido un error en booking y que no tienen estancias libres, imaginaos cómo me quedo. Estoy ahí al lado, así que les digo que voy igualmente y cuelgo. Cuando llego a la finca le pregunto a unos chicos por la recepción y me dicen que no estoy en el sitio correcto. Me mandan unos 3 kilómetros cuesta abajo, y antes de salir les pregunto si sabrían de algún lugar donde quedarme en caso de que el hotel estuviera lleno. Me ofrecen su jardín encantados.
Me voy un poco más tranquilo al hotel, una antigua abadía. Allí me explican que no tienen nada disponible y que me han avisado en cuanto recibieron la solicitud de booking, dos horas después de haber hecho la reserva. Primero me recomiendan un camping, luego se ofrecen a llamar a unos huéspedes que tienen reservada una finca que no se llenará hasta el día siguiente, pero al consultar por cuánto me saldría no saben darme respuesta así que rechazo la oferta, sé que son los chicos que acabo de conocer y si voy me dejarán estar sin más.
Y así es, tras casi una hora de haberles conocido vuelvo y les pido un rinconcito en su jardín, a lo que ellos responden ofreciéndome una cama, ducha y hasta cena. Resulta que ese finde van a celebrar un doble cumpleaños, pero el grueso de invitados no llega hasta el día siguiente. Agradezco su ofrecimiento y me comprometo a dormir en mi saco para no dejar ninguna cama usada, me quedo un rato de charla con ellos pero me retiro antes de cenar, eran ya las 22h y estaba molido.
Gastos:
Comida 8€
Morlaix-Roscoff-Bon Repos sur Blavet, 175km, 12 horas en movimiento.
Día 2, viernes 30 de julio
Vuelvo a despertarme antes de que lo haga la alarma. Ha sido una noche inquieta y no habré dormido más de 4, casi agradezco levantarme y empezar a recoger. Desayuno lo que sobró de la compra de ayer y bajo hasta la bici, que está encharcada en rocío.
El objetivo de hoy está claro, Nantes. Ayer pensaba que la tenía a unos 150km y que igual me daba tiempo de llegar, hoy veo que aún está a más de 200km, así que será ir hacía allí y ver por dónde me quedo. Mi camino se inicia un poco antes de las 7am bordeando el lago artificial Guerlédan, el más grande de Bretaña y origen del empapamiento de la bici. Durante unas horas pasaré frío aun llevando mi chaqueta, pero pedalear al amanecer en un entorno así compensa cualquier pena.
Una hora después el camino vuelve al Canal de Nantes a Brest, y la verdad es que me alegro porque me siento a gusto con la sencillez de seguir el trazo del agua. Cada vez lo veo más verde y bonito.
Sigo disfrutando de las casas que hay en las exclusas, cada una de su padre y de su madre.
Me encuentro con la primera zona de mantenimiento para bicicletas, algo sencillo pero agradecido. Está junto a un wc rústico que se mantiene a base de serrín.
También me topo con una de las pocas viviendas que veo entre exclusas, menuda choza se han procurado aquí. Estaban tomando el desayuno al sol, eso sí es vida.
Un poco después empezará a llover, al principio soportable pero luego aprieta y decido pararme a ponerme debajo el único jersey que tenía, y que quería reservar para salidas a pie. Me va a venir bien, porque ya son 3 horas pasando frio y la lluvia lo está empeorando. Tras algo más de media hora empapándome llego a la primera ciudad, Pontivy. Con la lección aprendida del día anterior busco un supermercado, y pierdo como media hora intentando encontrar el camino de vuelta a la velodyssee…estoy poco fino en ese momento.
Como curiosidad al llegar a Pontivy, lo primero que te encuentras es un camping y desde fuera veo un montón de cicloviajeros que están empezando a desperezarse. No puedo evitar sorprenderme, son pasadas las 10 de la mañana y llevo más de 3 horas pedaleando, qué han estado haciendo? Cómo pueden dejar pasar casi toda la mañana sin avanzar sobre la bici? Será una constante durante todo el viaje, salvo unos pocos casos contables con los dedos de una mano, no empezaré a cruzarme con viajeros hasta bien pasadas las 9 de la mañana.
Volviendo a la ruta, sigo por el canal en dirección a Rohan, vaya chulada de nombre. Por esa zona todo está en francés y bretón, un idioma cuando menos llamativo pero no llego a oír a nadie hablarlo.
Llega el mediodía y me voy encontrando con un canal muy diferente al de ayer, con más kilómetros sin exclusas lo que aumenta la cantidad de barcos en sus orillas. También contribuye a ello la cantidad de pueblos por los que pasa, al contrario que el tramo del día anterior.
Una hora tras otra sigo avanzando por el canal, y se me va diluyendo esa primera impresión que me llevé el primer día de que era una ruta para abuelos y paseantes. Ya son dos días completos en ella y me he cruzado desde familias hasta grupos, jóvenes y mayores, que estarán haciendo solo un tramo o la eurovelo al completo…una diversidad que eché de menos ayer por la mañana y que hoy me deja más tranquilo. Chorradas de novato inexperto, no le doy más vueltas.
La siguiente ciudad es Josselin, que se llama como yo y me da la excusa perfecta para hacer la tontuna del día. Pero aún más que por llevar mi nombre, es famosa por el imponente castillo que se iza sobre el canal. Buscadlo, es toda una visión.
Para las 17h dejo atrás Malestroit y empiezo a pensar dónde dormir. Parece que no lloverá esta noche y la siguiente ciudad, Redon, tiene camping municipal, así que me animo a probar y darle uso a la tienda que llevo dos días paseando en las alforjas.
Llego justo cuando están cerrando, me dicen que me ubique y pague mañana pero voy a salir temprano y prefiero dejarlo todo hecho. Me hacen el favor y se quedan unos minutos más para cobrarme 8€. Es mi primera vez en un camping, ahí me tienes preguntándole a la chica cómo funciona esto…me señala un trozo de césped en el que posarme, dónde están los baños y listo. Ahora viene la siguiente prueba, la tienda está tal cuál me llegó, no tuve ocasión de hacer un montaje de prueba. Por suerte hay red y me veo un tuto de youtube…me lleva unos 15 minutos dejar lista una tienda pequeña de una sola plaza.
Tampoco sé cómo usar el sistema propio de hinchado del colchón, y dedico otro buen rato a organizar las alforjas para tenerlas cerca sin llegar a meterlas en la tienda, porque no caben. Mi nuevo hogar es realmente pequeño, tengo la sensación de que tal vez me colé buscando algo ligero, pero como con todo acabaré acostumbrándome y pensando que fue la elección correcta.
Gastos:
Comida 14€
Camping 8€
Bon Repos sur Blavet-Redon, 154km, 10:30 horas en movimiento.
Día 3, sábado 31 de julio
Otra noche sin pegar mucho ojo, la gente era ruidosa y oía a los niños pulular alrededor de mi tienda. También tenía dudas sobre la bici, ya que la dejé tal cuál al lado, sin ni siquiera bloquear la rueda. Al menos tenía su sombra proyectada sobre la tela de la tienda, si al despertarme no la veo ya sé que tengo que hacer el resto del viaje a pie.
Me acabo rindiendo sobre las 5 y paro de intentar dormir más, desayuno y me levanto aún a oscuras para dejar todo recogido y partir a las 7am. Según voy guardando me doy cuenta de que no me va a ser posible guardar la tienda en su funda, y para no desesperarme decido hacerla un rollo y meterla tal cuál. Acaba entrando todo pero con menos margen que antes. También veo que uno de los cierres de la alforja de la ropa no engancha, tengo que hacer una chapuza con un palo para que me aguante.
Es fácil volver al canal y seguir sentido Nantes, que está a unos 80km. Por aquí la vía de agua está más encauzada, pierde un poco la belleza de días atrás. Aun así y para mi sorpresa, será en esta zona donde veré el canal más vivo, encontrándome innumerables castores, grullas, comadrejas, cisnes y más criaturas que han hecho de este río artificial su hogar.
Pasada la hora en ruta veo cómo el canal se ensancha hasta tener las medidas de un río grande como puede ser el Ebro. Por aquí lo que me conquista es el reflejo del cielo sobre unas aguas inmóviles.
Otro día en el que estoy pasando fresquete. Se nota en los audios que voy dejando grabados y cómo la lengua se me traba cada poco. Hoy esperaré casi a las 11 para hacer mi parada de avituallamiento e iniciaré una costumbre que no dejaré durante el resto del viaje, pillarme una baguette y meterla en una de las bolsas para botellas que tengo en el manillar. Me paso la siguiente media hora picoteándola, más feliz que todo.
A las 12.30 llega el momento de despedirse del canal. La ruta da un giro de 180º literalmente, te lleva al margen opuesto y te hace retrodecer unos centenares de metros, y puedo ver al otro lado cómo me observan algo confusos los viajeros a los que minutos atrás he adelantado. El camino cruza por un pueblo en el que acabas desorientado de tantos giros que da, y elijo pegarme a la cola de otros ciclistas para evitar esa sensación de estar dando vueltas sin rumbo.
Sobre las 15h llego a Nantes, mi primera gran ciudad en este viaje. Me sirve para darme cuenta de que no me gusta mucho esto de callejear por las afueras de una urbe de este tamaño, echo realmente de menos la sencillez y belleza del recorrido por el canal, pero hay que pasar página. No tengo planeado pararme mucho, ya he estado en Nantes y me apetece seguir la ruta. Vagabundeo un poco por el centro con el placer que es hacerlo en bici, me cruzo con una mani en contra del covid pass para los comercios y tras una corta parada para comerme una ensalada de pie sigo con mi ruta.
Es solo mi tercer día pero me está encantando esto de viajar en bici, empiezo a imaginarme recorriendo el Reino Unido, o hacerme la eurovelo6…me estoy enganchando.
El siguiente tramo de la eurovelo1 cambia su orientación y me lleva al oeste, siguiendo la desembocadura del Loira. Tenía bastantes expectativas con esta zona de cuando me recorrí sus castillos unos años atrás, pero lo que veo no me parece muy destacable, transcurre bordeado por cultivos y salpicado por zonas industriales y portuarias. Me doy cuenta de que salir de una gran ciudad me descoloca tanto como el entrar, da la sensación de que no avanzo.
Desde que entré a Nantes ha estado lloviendo levemente, seguirá así por un par de horas pero nada serio. Por fin en Le Pellerin encuentro un cartel que pone Saint Brevin a 41km. Es el destino que lleva en mi mente durante todo el día, me hace ilusión amanecer en el Atlántico. Son las 18h y me pregunto si llegaré antes de que se ponga el sol. Cuando empiezo a pedalear me topo con el viento de cara que llega directo del mar y el ánimo me baja unos enteros, tal vez debería plantarme un poco antes. Bueno, iré pensando en ello mientras pedaleo.
Estos kilómetros se me están haciendo especialmente largos, hago un par de paradas para llevarme unas fotos que no quería perder pero por lo demás sólo pienso en avanzar para llegar al pueblo antes de que se haga de noche.
Por fin llego a Saint Brevin, son las 20.40 y mi prioridad es buscar un supermercado abierto para tener comida suficiente, ya que mañana es domingo. Me cruzo el pueblo de un punto a otro pero no hay nada abierto, he echado media hora extra pedaleando en vano pero por lo que sea tengo más energía que al principio del día y me subo las cuestas como si nada.
Siguiente misión, encontrar dónde dormir. Veo en el mapa un camping no muy lejos de donde me rendí buscando comida y voy hacia él. Son las 21.30, la recepción está cerrada. Entro igualmente y me topo con varias parcelas vacías pero no me fío, recordad que no sé cómo va el tema de campings. Me acerco a un puesto de comida y me acaba atendiendo una chica muy maja que me señala los números de las parcelas vacías que puedo ocupar. Me quedo con la más cercana, la 14. Cuando ya sólo me falta ir a plantar mi tienda le pregunto sobre el coste, me dice 45€ por mi persona, mi bici y mi tienda de uno. No voy a pagar semejante sablada, me disculpo por hacerle perder el tiempo y me voy.
Aquí se me presentan varias opciones, la primera es volver a colarme en este camping tan pijo y presentarme en la parcela 14 sabiendo que nadie más la ocupará. Pero…y si la chica me ve? También podría haber aceptado su precio, decirle que pagaría al abrir recepción e irme antes de que abra, a la hora de siempre. Aquí ya no me sentiría muy bien conmigo mismo, ni tampoco quiero que otro viajero se quede sin esa oportunidad porque un mindundi se les fue sin pagar anteriormente. Total, que decido probar suerte en otro camping cercano, unos 5€ más barato según veo en los precios a la entrada. Nadie en recepción, me cuelo. Éste está más apretado pero veo un rincón desocupado y decido quedarme ahí, sintiendo constantemente la mirada de todo el mundo, como si supieran que no correspondo. Es pura sugestión pero no me resulta fácil controlarla.
Monto mi tienda, voy al baño y a la vuelta aún nadie me ha dicho nada, parece que podré quedarme. Son las 22h pasadas. Me tumbo y apago el móvil porque no tengo dónde cargarlo y tengo los dispositivos al mínimo de energía. Me aíslo con mis cascos con cancelación y que sea lo que tenga que ser.
Gastos:
Comida 12€
Redon-Saint Brevin les Pines. 182Km, 13h en movimiento.
Estoy viendo que pasados unos días el foro no me deja editar los mensajes, seguiré por aquí con la crónica. Tampoco puedo cambiar el título del hilo para mantener el ritmo de las actualizaciones
Día 4, domingo 1 de agosto
El camping amanece silencioso, todo el mundo parece estar durmiendo. Recojo la tienda al alba y para las 6.45 estoy saliendo. Como esperaba la recepción está cerrada, ha sido un simpa con todas las letras pero al menos no he molestado a nadie.
Vuelvo a perderme a las primeras de cambio, me da rabia cuando pasa porque no me considero especialmente torpe en temas de orientación y tengo varios dispositivos con mapas a mi disposición en cada momento. Eso sí, ya estoy en modo ahorrativo de batería, no sé cuánto me van a aguantar. Otra cosa que noto nada más me pongo a pedalear es cansancio en las piernas, posiblemente de la combinación entre la poca costumbre, la kilometrada de ayer y no haber cenado. Se me acabará pasando.
Tras una hora de ruta por zonas suburbanas me encuentro con el primer «eligetupropiaaventura», dos indicaciones para llegar a Pornic, una de 12km por el interior y otra de 24km por la costa. Me decido por la segunda, quiero rodar por el Atlántico y 100 metros después llego al paseo marítimo. Ha sido la elección correcta.
Me llaman la atención esas casetas de pesca elevadas, no las había visto antes pero ya no dejaré de encontrármelas hasta la frontera. El camino por la costa está siendo muy relajado, y como tengo el altavoz cargando avanzo en silencio y se potencia aún más esa sensación de calma.
Ayer me planteé que esta noche debería descansar bajo techo a ver si duermo algo mejor y puedo dejar todo cargado. Busco un sitio a buena distancia para acabar el día y encuentro que una buena opción es Saint Gilles Croix de Vie, aún a más de 100km de mí. Los resultados de booking no son adecuados por precio, pero en airbnb sí encuentro una habitación no muy cara y dejo enviada la solicitud.
La llegada a Pornic cambia poco el paisaje porque llevo kilómetros y kilómetros pedaleando entre idílicas casa de playa, la de gente que vive en lo que para otros tan sólo es un sueño. Alcanzo la ciudad pasadas las 10 de la mañana, buen momento para hacer la compra y seguir bordeando su puerto. Las vistas son generosas.
Y sí, aun siendo domingo puedo hacer compra ya que me encuentro con algún que otro supermercado abierto en festivo por la mañana, sobre todo en zonas turísticas como la que estoy atravesando. Eso sí, parece que toda la ciudad ha ido a la misma hora, es puro caos y llega a ser agobiante, qué alivio supone salir de allí, volver a la bici y pedalear picoteando mi bollo de pan. Como curiosidad, me hacía ilusión pillar mi baguette del día en una bulangerie como debe de ser, pero todas tienen colas de 10-20 personas. Será algo con lo que me encuentre durante todo el viaje. Me da pena pero el pan del súper me acaba haciendo igual de feliz.
Tras Pornic vendrán un par de horas más de paseo costero y de repente el entorno cambia, entramos en la Vendée. Es una zona de marisma extremadamente plana compuesta por un sinfín de campos de cultivo entre zonas inundadas atravesadas por rectas kilométricas. Es un paraíso ciclista con infinidad de rutas bastante bien señalizadas. Puede acabar resultando monótono pero al principio agradezco el cambio de paisaje y dejar atrás el callejeo urbano.
Sobre las 13h compruebo una vez más la reserva de airbnb, sigue sin respuesta. Paso, la cancelo y me conformo con otra algo más cara en la misma ciudad. Por suerte no tardan en confirmar, ya sé dónde pasaré la noche. Es el primer día que tengo un destino claro en mente.
Aún no son las 15h y tengo que aceptar que la batería del móvil no llegará al final del día. Puedo estar sin altavoz, sin navegador, sin reloj…pero el móvil es indispensable para orientarme, comunicarme, encontrar el airbnb y mantener strava funcionando. Salgo de la ruta en el siguiente pueblo con la idea de meterme en un café y tomarme algo mientras cargo. La suerte quiere que dé con una panadería cerrada que tiene en su fachada un enchufe tapado, ni idea de cómo lo vi desde la calle. Lo pruebo, funciona y allí que me planto, junto a una máquina expendedora de baguettes. Pasaré una hora parado aprovechando para comer una ensalada y…poco más, me desespera un poco no estar avanzando pero no tengo otro remedio. Durante todo ese rato desfilan por la calle una procesión infinita de caravanas y camiones, al principio no entiendo muy bien por qué hay tantos de golpe, luego comprendo que es un circo desplazándose, toda una pequeña ciudad en movimiento. Con el móvil al 60% decido que ya está bien y continuo mi camino.
A eso de las 17h dejo atrás la isla de Noirmoutier y sigo por una zona de pinares, otro cambio de paisaje. De aquí lo que más me llama la atención es que empiezo a ver grupos que aparcan en un rincón y se ponen a jugar a la petanca. Me encuentro con un montón de gente dándole al vicio, y parecen pasarlo realmente bien.
Sobre las 19h vuelvo a verme en un paseo marítimo, esta vez es el de la plage des Demoiselles. Larguísimo, a reventar de gente pero con un carril bici bien generoso y una playa que se pierde por ambos horizontes.
A las 20.30 llego a Saint Gilles, me paso por una gasolinera para darle un manguerazo a la bici y no tardo en plantarme en el airbnb. Es una casa en construcción de un señor mayor, amable pero con cara de pocos amigos. Sin ser un derroche de simpatía, me deja guardar la bici en la cochera y me enseña la habitación. Está en una segunda planta solo para mí, un lujo después de dos días tirando de tienda. Por fin puedo ducharme y mientras lo hago me doy cuenta de la mala pinta de las rozaduras que me ha provocado el sillín durante tantos kilómetros. Hasta ahora notaba la molestia pero no había llegado a tocar la zona, y no pinta nada bien.
Aprovecho que aún no tengo sueño y veo cómo voy en la ruta. Me doy cuenta de que estoy a 150km de La Rochelle, que está frente a la isla de Ré. Parece ser un sitio muy apreciado por los ciclistas, y no conozco La Rochelle. Veo que tiene bastantes cosas para hacer, destacando su acuario. Decidido, pasaré allí un día de descanso, así que me busco un airbnb para quedarme dos noches seguidas.
Ceno generosamente y tengo la feliz idea de lavar la ropa sucia en el lavabo, pero se queda toda empapada y los radiadores no funcionan. La dejo colgada toda la noche con la esperanza de que a la mañana siguiente esté mejor (spoiler, va a ser que no)
Gastos:
Comida 20€
Alojamiento Saint Gilles 61€
Saint Brevin les Pines – Saint Gilles Croix de Vie. 143Km, 12h en movimiento.
Día 5, lunes 2 de agosto
Me despierto temprano, pero molido. Y esto se debe a que he dormido más que los días anteriores, cuando abría los ojos y al momento ya estaba espabilado y listo. Desayuno un par de yogures que dejé de la cena, meto la ropa empapada en una bolsa y bajo al salón con todo listo. Allí estaba mi anfitrión, preparándose unas tostadas. Intento decirle que huelen genial, no sé qué entiende pero me responde «estoy vacunado». Las ganas de conversación se me van pronto porque tampoco le veo muy por la labor, así que cargo la bici y me despido.
Nada más salir la cámara me da problemas con la tarjeta principal, no puede leerla. Más tarde se confirmarán mis temores, dañada físicamente, todo perdido. Por suerte llevaba una segunda tarjeta metida haciendo backup, lo que me salvó el viaje.
Vuelvo a pie de playa para seguir mi camino, y al fondo me encuentro una gran nube negra que está descargando y que tarde o temprano tendré que cruzar. Será posible mi suerte que me va a llover todos y cada uno de los días en ruta…
La primera etapa de 46km transcurre sin más complicaciones, con una bici limpia y engrasada que va genial y las baterías cargadas, así que puedo disfrutar de mi altavoz otra vez. A veces me pongo música, otras un podcast, siempre agradezco la compañía que me hace.
Viendo que se va despejando saco la ropa mojada y la tiendo a lo largo del manillar, ahí se va a quedar buena parte del día y bien seca que acabará.
Conforme pasan las horas le voy dando vueltas al día de descanso que me espera mañana. Por un lado sé que mi físico lo agradecerá, y también me vendrá bien la caminata explorando una ciudad que no conozco y hacer algo más que pedalear. Por el otro, cada mañana siento la misma alegría de subirme en la bici para pasar el día haciendo kilómetros y acabar a lo más lejos posible a la puesta del sol, lo echaré de menos.
También me pregunto cómo es posible que vaya por el quinto día de viaje y siga sin solucionar lo del manillar. Desde el primer día de ruta me di cuenta de que lo había montado ligeramente torcido a la derecha, y así sigue desde entonces.
A media mañana aún sigo alternando entre zona playera urbana con otra más virgen, aquí hay para todos los gustos. Son las 12 del mediodía, estoy pedaleando por uno de los paseos urbanos y me da por hacer un vídeo corto con el móvil en marcha. Justo cuando termino oigo una voz a mi izquierda, me giro y es un coche de policía que me ha pillado con las manos en la masa. Acelera y yo interpreto que va a esperarme al final del paseo, donde pueda aparcar, para meterme un sablazo. Sin pensarlo mucho doy media vuelta y doy un rodeo de 20 minutos que acabo justo en la zona donde habrían estado al acecho, pero allí no hay nadie. O se cansaron pronto o todo fue producto de mi imaginación y me he hecho unos cuantos km adicionales porque sí, nunca lo sabré.
Ya en la segunda etapa, camino a Marans, la ruta se mete ligeramente hacia el interior transcurriendo por zona de marismas. Agradezco estos tramos más solitarios, sobre todo cuando te pasas un buen rato por rincones más playeros y turísticos.
Para las 16h hago la compra del día, la pillo con tantas ganas que me dejo llevar y acabo con un botín que ni me entra en las alforjas. Menos mal que no está lloviendo, porque ni las puedo cerrar. Aquí descubro que aparte de una baguette o dos manzanas, también me gusta llevar unos tomates cherry en el manillar para ir picando.
Son las 18.30, me siento a tope de energía y me encuentro con un cartel que sitúa La Rochelle a tan solo 29km, eso es nada! El chute de motivación extra le da más potencia a mi pedalada y me los ventilo como si nada.
La entrada en La Rochelle me recuerda un poco a la de Nantes, pero no tardo en alcanzar la zona del puerto. La primera impresión es muy positiva, aún más contento me quedo al comprobar que el alojamiento está pegado al acuario de la ciudad. El check in es automático, sigo las instrucciones y entro en la habitación haciendo caso omiso al garaje para bicis que hay en el patio del edificio…la mía va a dormir conmigo.
Ya lo tengo todo en su sitio y apenas son las 21h! Debe ser de los días que más pronto he terminado. Ya solo me queda pensar cómo echaré el día de descanso. Quiero visitar La Rochelle y recorrer la isla de Ré. Veo que lloverá por la mañana, y como no tengo paraguas elijo visitar la isla en bici a primera hora y tener así la tarde para callejear por la ciudad sin mojarme. Dejo los trastos cargando, me subo a la litera y a dormir.
Gastos:
Comida 25€
1ºnoche en La Rochelle 53€
Saint Gilles Croix de Vie – La Rochelle. 172Km, 12h en movimiento.
Día 6, martes 3 de agosto
Hoy duermo bajo techo pero igualmente me despierto a las 5 y me paso la hora y media siguiente desayunando mientras veo algo en el móvil. Ayer lo dejé todo preparado y tan sólo tengo que vestirme y al lío. Me paso dos minutos sin poder abrir la puerta de la calle y sólo soy capaz de salir cuando un vecino llega y empuja hacia dentro, tal y como se abre todo portal que se precie. Orgullo propio bajo mínimos, mejor empezar a pedalear y alejarse de allí.
Al contrario que el día anterior el puerto está vacío, no hay tráfico en las calles, es un momento ideal para pasear a dos ruedas. Mientras lo hago descubro un nuevo tipo de establecimiento, una biscuiterie que se puede traducir como una galletería. Debería pasarme esta tarde a saquearla.
Hoy es mi día de descanso y sólo tengo planeada una vuelta por la isla de Ré. Según el navegador tengo el puente de acceso a unos 40 minutos, que se hacen llevaderos por el poco tráfico y por una parada que hice a una bulangerie que estaba abierta a pesar de ser las 7 de la mañana. Mi meta es conseguir una baguette calentita y cumplen mi sueño, ya tengo para picar mientras me dirijo a la isla. Como dato curioso, es lo primero caliente que me meto en el cuerpo desde aquel té en Morlaix, mi ciudad de partida.
Me paso el último kilómetro hacia el puente esquivando infinidad de caracoles que hay por el camino, como si fuera aquello un campo de minas. El acceso por carretera se hace a través de peaje, yo soy una bici y no sólo tengo paso libre sino que todo el arcén derecho está protegido y reservado a bicicletas, cruzar sus 3km de longitud es más que seguro.
Nada más llegar a la isla mi primerísima impresión no es muy destacable, será en el paseo marítimo de Rivedoux cuando empiece a sentir el gusto de pedalear por un sitio bonico.
Esa sensación se va a ver multiplicada al llegar a La Flotte, qué monada de sitio! No puedo evitar pararme todo el tiempo a buscar la foto que refleje la sensación que me transmiten sus calles, una mezcla de caribe francés con pueblito cuqui europeo. Al ser poco más de las 8 de la mañana lo tengo todo para mí.
Las siguientes paradas las hago en la ciudadela de Saint Martin de Ré, y será en una de ellas cuando un paseante le echará un piropo a mi bici, lo que me hace sentir algo así como un padre orgulloso…qué cosas eh? Aquí también será donde empiece a llover más en serio.
Pasado Saint Martin el camino es de tierra y pasa entre campos y salinas. Sigue siendo temprano pero me cruzo con mucha gente en bici, algunos entrenando y la mayoría turistas que han alquilado sus ruedas en la misma isla para echar el día. Al no ser parte de la Velodyssee apenas veré a 2 ó 3 parejas de cicloviajeros, les llego a echar de menos.
Mientras se cruza la zona más estrecha de la isla se puede ver al fondo la inconfundible torre de la iglesia de Ars en Ré. A las afueras hay un mercado bastante bullicioso y lo veo como la ocasión perfecta para agenciarme un par de manzanas que ir picoteando mientras sigo el camino, pero no encuentro la cartera ni llevo dinero suelto, me tendré que quedar con las ganas. Unos kilómetros más adelante me doy cuenta de que tengo la cartera en el bolsillo de la chaqueta, cada día tengo el despiste tontuno de la jornada y el de hoy será éste.
Sobre las 11 llego al faro que hay al final de la isla. Es bonito, pero también está lleno de gente. Sin saber muy bien qué van a ver con tanto esmero decido seguir mi camino con la intención de regresar por la costa opuesta de la isla, pero no debo orientarme bien porque acabaré haciéndolo por donde he venido.
Por la zona de salinas te puedes encontrar algún que otro puesto desatendido de venta de productos locales, la mayoría imagino que son sal y derivados. El de la foto en concreto tiene un cartel avisándote de que estás siendo videovigilado, por si vas con intenciones piratas.
Al cruzarme de nuevo con el mercado decido parar a por mis manzanas, no será hasta la quinta frutería que consiga encontrarlas y me hago con un par de ellas que me mantienen entretenido mientras pedaleo bajo una lluvia cada vez más intensa.
Son las 12 y el chaparrón ya está siendo considerable, pongo la directa y me centro en volver sin hacer más paradas, dejando atrás innumerables turistas a los que el agua está fastidiando su idílico día en bici por la isla de Ré.
A las 14h por fin llego a la habitación. Tanto yo como la bici estamos empapados y embarrados, dudo por un momento si debo meterla dentro en esas condiciones porque me lo va a dejar todo perdido pero bueno…ya limpiaré cuando se seque.
Me paso las siguientes dos horas mediosesteando mientras se carga el móvil y se secan las zapatillas. Al despertar siento las piernas cargadas por primera vez en todo el viaje, me viene la tentación de quedarme el resto de la tarde ahí tirado comiendo y durmiento pero nooooo, hay una preciosa ciudad que conocer y pasar unas horas moviéndome sin pedales seguro que me sienta bien.
Salgo por fin y me encuentro el puerto a tope de gente, el contraste con esta mañana es máximo. Atravieso un mercadillo curioseando los puestos mientras pienso que de coger el covid en algún sitio habrá sido justo ahí.
No tengo ruta planificada, me voy dejando llevar por la curiosidad. Cruzo por una pequeña pastelería y veo algo que me tienta de más, un pastel de flan de chocolate. Me compro una porción y me la voy disfrutando como un gorrinico, qué cosa más rica por dios.
Más adelante veo una panadería con una oferta del 50% en el mostrador, hago una traducción rápida e interpreto que todo lo que hay expuesto está a mitad de precio. Me emociono y acabo comprando una jartá de todo para darme cuenta de que había traducido mal y el único ahorro ha sido un bollito que no me han cobrado, pero bueno, me voy a poner las botas que es lo que importa. De ahí lo que más me llama la atención es un tipo de empanadilla cuyo exterior sabía a galleta, un mindfuck riquísimo.
Para redondear la tarde calórica me hago con otro pastel de flan, esta vez de vainilla. Sin llegar al nivel del de chocolate sigue estando de muerte. Gracias a todas estas delicatessens no echaré de menos la biscuiterie que vi en la mañana.
A las 19h pongo fin al vagabundeo y voy al acuario, que sorprendentemente está abierto hasta las 23h. De camino me cruzo con una farmacia y decido hacer una parada para comprar una pomada que me han recomendado, porque no sé cuántos días más podré aguantar las secuelas de tantas horas en el sillín. Para evitar malentendidos se me ocurre usar el traductor de google y le enseño el móvil a la chica que me atiende, temiendo que como mínimo se rían de mí…en ese momento me siento como un atracador de bancos pero con mucha profesionalidad me traen lo que buscaba y que seguramente acabó salvándome el culo, literal. Lo de «ciclista en bicicleta» viene porque si ponía solo ciclista me lo traducía como caballero, de caballo. Por afinar.
Ya sí que sí, vamos al acuario. No veo colas en el exterior, bien. Al acercarme me llevo la decepción del viaje, hay que comprar la entrada por la web con antelación y no había disponibilidad el día siguiente. De haberlo tenido en cuenta podría haber tenido la entrada desde ayer. Con un poco de bajón en el cuerpo me retiro, viendo que la previsión de mañana es de más lluvia. Tengo la sensación de que los mejores días del viaje ya han pasado y ya sólo me queda arrastrarme hasta Hendaya. Todo psicológico por supuesto, realmente me hacía ilusión ver el acuario.
La Rochelle – Isla de Ré – La Rochelle. 90Km, 6 horas en movimiento.
Menudas etapas de gran tour que te metes, en kilómetros y horas, te habrás puesto como un jabato!!! Si te lo propones le las la vuelta al mundo en una vacaciones. 😯
Menudo kilometraje 😯 . Hice el trozo desde Nantes a Burdeos y me trae bonitos recuerdos: Nantes, La Rochelle, los paisajes, el atlántico, bosques, lagos, pueblecitos, buenas cazuelas de mejillones …
Tengo pendiente hacerla desde el norte de Francia, pero más tranqui que tú
Respecto a las rozaduras, alguna vez que me ha salido alguna y he usado una crema que se llama Menaderm (consejo de mi madre ) y es mano de santo.
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