Rodadas. Una comunidad de cicloturismo y viajes en bicicleta
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Un viaje por a Costa da Morte y un poco más ....

&tarr; PUBLICIDAD (lo que paga la factura)

  1. Siempre sucede que, cuando pienso en irme unos días de vacaciones, trato de imaginarme el lugar más inhóspito, solitario y alejado de cualquier sitio donde pueda llegar un coche con una familia dentro. El resultado suele ser algún paraje montañoso por el norte de España, pero este año había un problema: Pilar quería ver el mar.

    Pilar quería ver el mar y yo quería complacerla, pero ¿cómo encontrar un sitio con mar donde no llegue un padre de familia, con su mujer y sus hijos, con su coche, su sombrilla, su nevera portátil, con su estilo de vida y sus ruidos…? Yo pensaba y pensaba y no se me ocurría nada, hasta que recordé que hay un sitio en España donde nunca va nadie porque llueve, hace frío, el mar siempre está intratable y no tiene ese tipo de cosas necesarias para la gente corriente de ciudad. Un lugar donde, si acaso, lo único que vas a encontrar es una playa desierta con unos cuantos surferos chiflados que sólo buscan olas.

    Se me encendió la luz y encontré el nombre: A Costa da Morte.

    Pilar decía:

    -Pero, ¿por allí no hará frío verdad, ni lloverá?

    Y yo le contestaba: no te preocupes que seguro que tenemos suerte (¡ja, ja!). Y ella se lo creyó.

    Partimos en coche un domingo a las cuatro de la madrugada (yo no podía dormir con el calor de Madrid y para perder el tiempo, pues mejor en la carretera). 

    Llegamos A  Coruña y nos instalamos en un hostal que Pilar había reservado en el paseo marítimo.

    Por la tarde sacamos las bicis (ya no aguantábamos más), nos dimos una vuelta por la ciudad y el puerto (yo pintaba de todo en mi cuaderno de viajes y Pilar tomaba el sol). , Vimos una puesta de sol inmensa en el Faro de Hércules.

    Esa noche cenamos en un restaurante italiano y aprovechamos para mirar un poco el recorrido que íbamos a hacer mañana. El plan era sencillo: dejar el coche en A Coruña y bajar con las bicis por A Costa da Morte, pegados al mar todo lo que pudiéramos. Teníamos una ventana de buen tiempo de varios días, luego el tiempo empeoraría bastante. Llevábamos tienda de campaña y sacos, así que las etapas no estaban programadas. Se trataba de no hacer muchos kilómetros al día, sino de meterse por todas partes, conocer lugares nuevos y empaparse de las vibraciones de esta tierra que vive abrazada a su mar.

     

    Publicado hace 11 años #
  2. LUNES

     

    El lunes salimos hacia el sur por el paseo marítimo de A Coruña. Hacía un día espléndido y cuando dejamos atrás la ciudad, el paisaje era increíble. Estas primeras pedaladas siempre marcan el viaje. Te sientes libre, fuerte, feliz, te sientes infinitamente vivo, los problemas se esfuman y eres tú con toda tu alma. Es una sensación incomparable que todo el que viaja en bicicleta experimenta alguna vez.

     

     

     

     

    A la una de la tarde, cerca de Arteixo, y después de habernos despistado un poco de la costa, compramos la mejor empanada que habíamos comido en nuestras vidas. Empanada de bacalao y pasas. Paramos en una rotonda a tomar un café rodeados de carteles que decían cosas como: “XV fiesta del berberecho de Baldayo”, o “Gran cigalada san Roque, sábado 18 de agosto”. Carteles de este estilo veríamos durante todo el viaje.

     

     

     

     

     

    Comimos la empanada sentados en el puerto de uno de los pueblos más bonitos que conozco, y que se llama Caión. Un de esos lugares que tienen magia.

    A las siete de la tarde, cansados de trotar por esas cuestas, nos instalamos en un camping, en Baldaio. Conseguimos por muy poco precio, una caseta acondicionada a modo de bungalow que era perfecta.

    A veces se nublaba y entonces, aunque en Madrid se estaban muriendo de calor, allí hacía frío. Habíamos pasado todo el día rodando junto al mar, rodeados de bosques de eucaliptos, moras enormes y flores de color violeta.

     

     

     

     

    Esa noche dimos un paseo por la playa (Pilar llevaba puesto: una camiseta de manga corta, un forro polar, una sudadera mía con capucha…) Definitivamente habíamos escapado al calor sofocante de la ciudad.

     

    Publicado hace 11 años #
  3. MARTES

     

    A las nueve de la mañana estábamos desayunando al sol en la terraza del camping. El lugar es tan bonito que decidimos quedarnos un día allí. Es lo bueno de no tener reservas, ni planos, ni planes. Vamos a nuestro aire.

    A las once y cuarto salimos de excursión a ver unas marismas y explorar unas dunas que se extienden entre las marismas y el mar durante cinco kilómetros y acaban en un pueblo que se llama Razo.

     

     

     

     

    En las dunas pasamos calor pero el paseo mereció la pena. En Razo paramos a comer en la playa y luego regresamos por la orilla del mar otros cinco kilómetros hasta Baldaio.

     

     

    De vez en cuando parábamos y Pilar se tumbaba a tomar el sol. Yo me dedicaba a pintar piedras y a internarme de nuevo en las dunas para ver las plantas y el paisaje.

     

     

     

    Publicado hace 11 años #
  4. MIÉRCOLES

     

    Esta mañana nos despertamos con ganas de pedalear así que continuamos nuestro viaje. La idea era hacer Baldaio – Razo – Buño – Malpica, pero nos despistamos en alguna parte y acabamos rodando hacia el interior. Cuando nos dimos cuenta estábamos en Carballo. Así que ese día hicimos: Baldaio– Carballo – Malpica – Ponteceso – Laxe.

     

     

    Este fue un día duro: hacía un calor tremendo y la carretera no paraba de subir y bajar. Se notaba un montón que íbamos cargados como burros, con la tienda y todas las cosas.

     

     

    Comimos en el puerto de Malpica medio deshidratados y continuamos a Laxe.

    En Laxe resultó que no había camping y el hostal era demasiado caro, así que, reventados, tuvimos que cruzar una montaña por senderos y acabamos en una playa de surferos en la que decidimos acampar. La playa se llama Playa de Soesto.

     

     


     

     

    Una cosa curiosa es que en medio de esa playa pasa un río de agua dulce, así que me pude dar un baño y quitarme todo el pringue de sudor mezclado con crema para el sol que llevaba de todo el día.

    Montamos la tienda, nos relajamos y luego fuimos a ver la puesta de sol a la playa.

     

     

    Sentados sobre una duna, el espectáculo era… pfff!! No encuentro las palabras.

     

     

     

    Metidos en los sacos, ya dentro de la tienda recordamos el día, escribimos en el diario lo que hemos visto y hacemos recuento de experiencias. Excepto el pequeño problema que tiene Pilar porque dice que tiene el pelo enredado, lo demás ha sido una maravilla...

     

     

     

    Publicado hace 11 años #
  5.  

    JUEVES

     

    Ese día me desperté a las siete de la mañana. Aún me resentía del cansancio de la etapa de ayer. Me fui a dar un paseo por la playa.

    A nuestro alrededor las montañas estaban cubiertas por la niebla, todo está empapado de rocío y rebosa humedad. A esas horas la playa era un lugar inhóspito y salvaje. En un extremo, allá donde desemboca el río, está posada una bandada inmensa de gaviotas. Mientras ando entre ellas, las olas atruenan el ambiente.

    Doy una vuelta abrigado con el cortavientos, con la capucha puesta. Este lugar, a esta hora, me recuerda esas playas que se ven en los documentales de la Patagonia.  

     

    De regreso a la tienda Pilar se ha despertado. La idea para hoy es dirigirnos a Muxía.

    Recogemos la tienda. Todo está empapado y salimos de la playa por una carretera pequeña. Rodamos algún tiempo entre bosques y llegamos por fin al primer bar abierto.  Después de varias horas de dar pedales necesitamos un café con urgencia.

    El bar está decorado con fotos de naufragios que han tenido lugar justo delante. Entre ellas destaca la foto de un bombardero americano que había tenido que hacer un aterrizaje de emergencia en la playa. (Esta foto está dedicada a Alfonso).

     

     

     

    La carretera hoy ha sido dura. Continuas subidas y bajadas y la sensación de no avanzar nada. Un calor sofocante y ni una gota de agua por ninguna parte.

    Al final, diez kilómetros antes de llegar a Muxía, en un pequeño pueblo llamado Quintans vemos una pensión y decidimos parar allí.

    Pilar se queda descansando un rato en la habitación. Yo me fuerzo a comer algo y al final me como un par de huevos fritos con patatas que recordaré toda la vida (mi cuerpo estaba necesitando eso pero yo no le entendía). Allí paso el tiempo escribiendo en una terraza y charlando con una mujer americana que viene andando desde Burgos y va a Muxia y Fisterra. Lleva la rodilla derecha echa polvo, con una tendinitis de las de abandonar, pero está decidida a seguir. Me cuenta muchas cosas y yo admiro su determinación. Me cuenta que conoció el camino de Santiago a través de una película que pusieron en su tierra que se llama. “The Way”. Es curioso como las cosas nos llevan de un sitio para otro. ¿Casualidad? ¿Destino?.. Todo es un misterio.

    A las seis de la tarde aparece Pilar fresca como una rosa.

    Salimos a la carretera y nos ponemos a hacer autostop. Nos paran y nos llevan a Muxía. ¿Cómo volveremos luego? Mmmm… El señor proveerá que para eso estamos en el Camino de Santiago.

    En Muxia, como unos turistas más,  visitamos la Iglesia de la Virgen de la Barca. Cenamos en el paseo y nos damos un homenaje en toda regla: (pulpo, mejillones, pimientos de Padrón…) Si no reviento hoy eso sí que va a ser un milagro y no lo de la Virgen.

     

     

     

    Publicado hace 11 años #
  6. que chulada de sitios a por otras como esta.

    Publicado hace 11 años #
  7. VIERNES

     

    Desayunamos y a las nueve y media ya estamos dando pedales. Tomamos una red de pequeñas carreteras que aquí llaman pistas.

     

     

    Yo estoy cansado de perderme en cada cruce, de que nada de esto aparezca en mis mapas ni en mi gps, así que decido moverme por aquí a base de brújula, como si atravesara un bosque, un desierto o estuviera en una montaña. Me marco un rumbo y a rodar a la buena de Dios. Preguntar a la gente es inútil. No sé porqué pero nunca nos enteramos de nada de lo que nos cuentan (en algunos pueblecitos ni siquiera entiendo la mayor parte de las cosas que me dicen).

     

     

    Esta red de carreteras es un laberinto. No hay ninguna señal ni rastro de personas por ningún lado. Sentimos que estamos en la Galicia profunda, lejos de las rutas turísticas o comerciales. Después de cada cuesta (A Cuesta da Morte, empezamos a llamar a este sitio), nos encontramos con un nuevo bosque, un horizonte verde o un pueblo en la lejanía que no sabemos reconocer en nuestro mapa.

     

     

    Yo me he empeñado en ver el Cabo de Touriñán, no por nada, sino porque parece el lugar más solitario y salvaje de mi mapa. Y pasamos gran parte del día tratando de llegar allí. Por fin lo conseguimos y el sitio es espectacular.

    La belleza de los lugares depende de muchas cosas: del modo en que llegues a ellos, de la disposición de tu espíritu, de lo que hayas sufrido para llegar allí o la forma en que hayas llegado… Hasta el tiempo condiciona la manera en que ves un lugar.

    Nosotros llegamos allí un día en el que lucía un sol espléndido, soplaba una brisa fresca y la luz tenía la magia que te abre el espíritu.

    Desde ese lugar se ve lo que queda del mundo, todo el mar, el futuro… Me embriagó ese paisaje. Mientras rodaba por allí pensaba en que ese era un buen lugar para morir, que volvería allí en otro momento o que quizás no volvería más porque jamás volvería a verlo de esa manera. A cien metros de altura sobre el nivel del agua, el mar era de un azul infinito.

    En fin; no me quiero enrollar. Después de ver aquello, todo lo demás se me quedó pequeño. Era un sitio mágico. Los lugares nos llaman. A veces uno llega a un lugar y siente algo extraño, como si hubiera llegado a su casa. Pues eso sentí yo.

    Continuamos camino y seguimos hacia el sur por los acantilados. Aquí la costa es muy abrupta. Las vistas son espectaculares.

     

     

     

    Al rato llegamos a la Playa de Nemiña y decidimos parar a comer y a tratar de asimilar lo que hemos visto. Sin duda esta ha sido la etapa más salvaje de nuestro viaje por la costa.

    Frente a nosotros la costa, muy lejana, se ve cubierta por las nubes. El tiempo va a empezar a cambiar en cualquier momento.

    La playa de Nemiña es otro de esos lugares con un encanto especial. Mientras comemos una ráfaga repentina de viento rompe de cuajo la tubería de sujeción de una sombrilla  que era gruesa como mi muñeca. Y sin embargo no hace viento. Sólo ha sido una ráfaga que pasaba por aquí. Me imagino este sitio en invierno.

     

     

     

    Después de comer continuamos viaje. Durante un rato seguimos el Camino de Santiago pero lo abandonamos pronto. Luego nos metemos en un lío de puertos de montaña, subidas y bajadas. A estas horas estamos reventados. En una cuesta yo me bajo de la bicicleta y camino un rato al lado de Pilar para descansar los riñones. Pilar se baja en la siguiente y a partir de ahí un rato a pie y otro a pedales… Hoy sí que estamos muertos de verdad.

     

     

     

     

     

     

    Pasadas las siete de la tarde llegamos a Fisterra.

    Conseguimos una pensión, lavamos la  ropa, nos duchamos, bebemos hasta hartarnos y aunque nos duele todo nos vamos a dar una vuelta.

    Cenamos en un pequeño restaurante en el puerto, frente al mar y bebemos Ribeiro. Hace fresco y nos recuperamos poco a poco.

    En la habitación, que es como una buhardilla con una ventana que da al tejado, casi se nos cuelan las gaviotas. El estrépito que arman es increíble. No paran de pelearse en toda la noche y yo, medio dormido, me imagino que soy una más, y que ando entre ellas disputándome un trozo de pescado que he encontrado en la playa. Cuando abro los ojos, lo primero que veo es una de ellas mirándome con curiosidad. 



    Publicado hace 11 años #
  8. SÁBADO

     

    Nos hemos despertado a las ocho y media. La ropa se ha secado. Bajamos a desayunar y antes de las diez ya estamos dando pedales.

     


    Ha amanecido el día con todo el paisaje cubierto de niebla. Subimos algún puerto envueltos en la niebla. Ponemos luces, nos colocamos los reflectantes. Los coches llevan las luces encendidas. De vez en cuando, el cielo se abre de repente y el espectáculo es abrumador. Después se cierra otra vez y no se ve nada. En Corcubión tomamos un café. Seguimos y luego pasamos por un pueblo precioso que se llama Ézaro.

     

     

     

    Sobre las tres llegamos a Carnota donde paramos a comer y damos un paseo. Llevávamos 40 kms sólo con un croissant  y dos cafés.

     

     

     

    Por el camino pasamos por lugares como estos:

     

     

     

    El plan para hoy es que sea una etapa tranquila para recuperarnos de la paliza de ayer.

    Seguimos la carretera de la costa hasta llegar a un pueblo que se llama San Francisco. Allí nos metemos en un camping. Montamos la tienda, bajamos a la playa, me doy un baño y luego nos vamos a cenar.

    Cenamos fruta en un parque junto al mar, rodeados de gaviotas.

    Ya en la tienda, repasamos lo que ha sido el día. Esta costa, aún siendo preciosa, no tiene nada que ver con lo que hemos vivido estos días pasados. Las carreteras son menos escarpadas y se ve gente de veraneo por todas partes. Me siento extraño, como si hubiera vuelto al mundo normal después de haber estado en Marte. 

    Publicado hace 11 años #
  9. DOMINGO

     

    A las siete de la mañana se ha puesto a llover a cántaros. Sobre las ocho paró y aprovechamos para salir de la tienda y recogerlo todo. Por suerte mis alforjas son impermeables y el resto lo tenía todo en la bolsa estanca. Pilar no ha tenido tanta suerte. Tendrá que pasar el día con los pies encharcados.

    Cuando vamos a pagar el camping tengo una discusión porque me dicen que el precio que me habían dado no incluía el IVA y que se les había olvidado ponernos una de las bicicletas. Pido el libro de reclamaciones y me dicen que vale, que lo que quiera, que no me cobran más de lo que me dijeron; así que me voy pagando lo que acordamos. El camping se llama A’Vouga (Ctra de Muros a Finisterre, km. 3) Así que, ya sabéis, peligro con esa gente. Yo no creo que fuera un mal entendido, creo que se lo montan así.

     

     

     A las nueve y media llegamos a Muros; el día se había arreglado. La idea de hoy era ir a Noia o tal vez a Santiago. Meternos en un hostal y dejar las bicis, luego regresar a A Coruña en autocar y traer el coche para acá. Pensamos esto así porque desde hace un par de días el pronóstico del tiempo dice que, por esta zona va a haber temporal de lluvia y mucho viento. La Costa da Morte ya estaba hecha y tener el coche aquí nos da la oportunidad de irnos a otra parte y continuar las vacaciones a partir de otro lugar.

    Al final, llegamos a Noia, vimos de nuevo el pronóstico del tiempo y decidimos quedarnos ahí. Nos buscamos un hostal y luego fuimos a la terminal de autobuses a mirar el horario.

     

     

    Publicado hace 11 años #
  10. LUNES

     

    A las siete menos diez de la mañana salimos en autocar para Santiago de Compostela, de ahí a A Coruña. Aprovechamos para dormir y descansar. Después de estos días resulta extraño este desplazarse sin esfuerzo.

    El autocar para en algunos pueblos. Suena música de los Bee Gees en la radio. Por la ventana se ven los bosques cubiertos por la niebla. Ya ha empezado a llover. Pilar está dormida. Siento esa vieja sensación de estar lejos de todo. Llegamos a A Coruña.

    Cruzamos la ciudad andando: parece que hace años que nos fuimos de aquí. Es curioso como se puede vivir tanto en tan poco tiempo. Ha sido un viaje extraño donde el tiempo se ha parado para nosotros.

    Con el coche regresamos a Noia pasando por Santiago de Compostela (llueve tanto que ni siquiera paramos), y luego pasamos por Padrón.

     

     

    En Padrón paramos a dar un paseo y me encuentro con unos conocidos. Tomamos un refresco y unos pimientos y pasamos unas horas charlando.

    Luego Pilar y yo seguimos hasta Noia.  

    Publicado hace 11 años #
  11. MARTES

     

    Ha llovido toda la noche y no tiene aspecto de ir a mejorar.

    Las previsiones que da la televisión son muy malas, así que, por la mañana, hemos decidido cargar las bicis en el coche y bajarnos un poco hacia el sur.

    Con el coche, ya en plan turistas, fuimos de Noia a Riveiro.

    Lo vimos. Luego a una lonja de un pueblo del que no recuerdo el nombre y luego a Villagarcía de Arousa.

     

     

     

    Aquí el temporal se desató. Llovía a mares. Paramos a comer en la autopista, en un área de descanso, bajo un aparcamiento, en el capó del coche. Habíamos hecho bien en no seguir. No nos apetecía rodar con ese tiempo.

    Seguimos hacia el sur y, ya en Portugal, paramos en Valenca do Miño, donde nos dio el ansia de comprar y dimos mil vueltas por las tiendas.

    Al cabo de unas horas de locura, continuamos camino.

    El tiempo empeoró: el viento movía el coche y la lluvia apenas dejaba ver la carretera. Decididamente habíamos hecho bien. Era un temporal en toda regla.

    Así seguimos hasta Viana do Castelo. Se nos acababan las vacaciones y el tiempo no daba para más, pero queríamos intentar dar unas pedaladas por la costa Portuguesa.

    Nos metimos en un hotel.

    Sentados en la cafetería del hotel contemplábamos como la lluvia azotaba la piscina. Pilar se lamentaba de que era un desastre tener esa piscina y no poder usarla. Me hablaba de Cádiz y sus cuarenta grados a la sombra…

    Así nos fuimos a dormir. 

    Publicado hace 11 años #
  12. MIÉRCOLES

     

    Apunte de Pilar en el diario de viaje: “...¡¡¡HACE SOL!!!! Así que, de volvernos para España na de ná. Continuamos el viaje…”

    Mientras desayunamos en el ventanal del sexto piso del restaurante del hotel, con vistas a la ría, contemplamos el día radiante que ha amanecido y no nos lo podemos creer. De pronto el temporal ha pasado. Cargamos las alforjas en las bicis y continuamos viaje a partir de aquí por la costa de Portugal.

    Salimos de Viana do Castelo por un puente que cruza la ría con unas vistas espectaculares y rodamos por pequeñas carreteras que bajan hacia el sur en paralelo a la costa. Día fresco, soleado, con viento.

    En Esposende nos tomamos dos cafés y descubrimos que el café en Portugal está muy  barato (dos cafés = 1,20 euros).

    Más tarde pasamos por Estela y acabamos en Póvoa Do Várzim.

    Allí nos alojamos en el hotel Réve D’or (Praca Marqués do Pombal, 18). Un hotel barato y totalmente recomendable donde dejamos recuerdo de nuestro paso por allí en un mural que tienen para estos casos.

     

     

    Por lo demás este sitio es como una especie de Benidorm a la Portuguesa. Todo está lleno de gente y es un típico lugar de veraneo. Contrasta tremendamente con los paisajes que hemos visto estos días atrás. Si no fuera por la tromba de agua que cayó ayer, que fue tan bestia que hizo que se fueran muchos turistas, seguramente no hubiéramos encontrado alojamiento aquí.

    Pasamos la tarde paseando por el paseo marítimo y viendo tiendas. Pilar encuentra por fin un parche de Portugal que lleva buscando durante horas y se lo compra. Yo dibujo todo lo que veo.

    Se nos acaba el mapa que llevamos (como siempre).

     

     

    Publicado hace 11 años #
  13. JUEVES

     

    Nos levantamos con la idea de desayunar y comprar un mapa de Portugal pero está todo cerrado.

    Salimos siguiendo el paseo marítimo de Viana do Castelo y llegamos a Vila do Conde. Este sitio me gusta. Quizás es lo que más me ha gustado de lo poco que hemos visto de Portugal.

     

     

     

     

    Seguimos hacia el sur por carreteras secundarias y empezamos a darnos cuenta de una cosa muy peculiar: los coches nos pasan rozando de un modo alarmante.

    En un puente un coche me pasa a menos de un palmo de la mano a toda velocidad. En otro me salgo un poco a mi izquierda para que no haya duda de que no puede pasar y tenga que esperarse por narices y el hombre pita y me pasa a toda pastilla a escasos dos centímetros de mi. Alucinamos. En los pueblos (muchos de ellos en fiestas), hay muchos coches aparcados en el arcén y hay que esquivarlos; entonces los coches nos pasan rozando todo el tiempo, incluso, cuando apenas caben dos coches, nos cruzamos, el coche que hay a mi lado, el del lado contrario y yo. Estamos alucinados. Los coches y los camiones nos pasan rozando incluso cuando hay carretera libre y se pueden apartar. La cosa es tan extrema que no entendemos nada. Y sin embargo aquí hay mucha afición a la bicicleta. Se ven ciclistas por todas partes.

     

     

    Según nos acercamos a Oporto el tráfico se hace más denso.

    Dejamos las carreras secundarias porque en el mapa que hemos comprado, unos kilómetros antes, todas acaban confluyendo en una general. Un camión me pasa a más de cien kilómetros por hora, tan cerca, que tengo la rueda trasera en mi oreja. Entra en ese momento en un bache y es como una explosión. Miro a Pilar que va encogida. Siento que nos la estamos jugando como nunca.

    Salimos a una nacional en obras y todo se pone peor. No hay arcén. Los carteles marcan cincuenta y los coches pasan a ciento treinta. Los camiones a más de cien. Debemos estar a escasos tres kilómetros de Oporto. Si estuviera paseando en bicicleta en medio de una carrera de camiones en un circuito me sentiría más seguro que aquí. Esto que estamos haciendo es una locura así que, en un momento dado, decido parar y nos refugiamos en un carril en obras.

    Salimos caminando de esa nacional-autopista de locos, por una salida en dirección contraria. Llegamos a un pueblo y paramos a comer en un parque. Estamos agotados de la tensión que ha supuesto rodar así. No tenía sentido; era una cosa de locos.

    A partir de ahí tiro de GPS y trato de seguir la costa de urbanización en urbanización. Preguntamos pero debe ser complicado porque no entendemos las explicaciones que nos dan. Siempre es algo asi como: “sigue derecho, una rotonda y sigue derecho”. Pero cuando hacemos eso, o no hay rotonda o si seguimos derechos nos vamos en dirección contraria al quinto pino.

    Al final vemos una estación de metro (Pedras Rubras).

     


    Cargamos las bicis y nos bajamos en una estación de tren que se llama Campanha.

    Allí decidimos que no nos apetece rodar más en estas condiciones. Todo esto es muy turístico y apenas nos quedan días de vacaciones para perderlos así.

    En Campanha sacamos dos billetes de tren para regresar a Viana Do Castelo. A la hora de coger el tren (¡corre que lo perdemos, pero corre, corre!!!) Nos damos cuenta por casualidad, después de tres días de andar por Portugal, que aquí es una hora menos. Pilar se parte de risa en el andén mientras trata de coger aire. Ya nos vale. Somos un caso; es lo que tiene vivir fuera del mundo. Ahora nos cuadran algunas cosas que nos han pasado estos tres días.

    La subida al tren Portugués también es un número. Me subo en un vagón que marca que es para bicicletas, sillas de ruedas y carritos de bebé.

    La verdad es que no me imagino como puede subir una silla de ruedas ahí, porque yo he estado a punto de caerme a las vías entre el tren y el andén.

    Cuando por fin estoy arriba aparece el conductor del tren y me dice que aquí no, que le sigamos. De nuevo a bajar las bicis y a subirlas al primer vagón. Quiere meterlas en un pequeño camarote detrás de su cabina donde no cabe ni un triciclo de niño. Todo el tiempo dice algo así como: “l...as bicis aquí, es complicado, es complicado…”

    Al final lo conseguimos. Pienso que para bajar va a ser un número. Literalmente el tren va a tener que esperar hasta que acabemos.

    A las cinco y media llegamos a Viana do Castelo. Pilar y yo hemos ensayado una coreografía como la de los boxes de los fórmula uno. La gente se arremolina en el andén cuando se detiene el tren, pero Pilar abre la puerta y les lanza las alforjas a la cabeza, luego se lanza ella y recoge las bicis que yo, desesperado le voy acercando desde la plataforma. Hay una altura considerable desde la plataforma del tren hasta el andén.

    Cuando acabamos nos tiramos en un banco del andén ¡qué estrés! Pero ya estamos de nuevo aquí.

     

     

    Vemos que están en fiestas y aprovechamos para darnos una vuelta por el casco histórico de la ciudad.

     

     

    … Y decidimos vestirnos con los trajes más adecuados para la ocasión …

     

     

     

     

    Ya en el coche, cargamos los trastos y las bicis de nuevo y regresamos a España. Conduciendo se nos hace de noche y nos salimos de la autopista. Paramos en Ribadavia, capital de la Denominación de Origen del vino de Ribeiro, y nos instalamos en un hostal. 

    Publicado hace 11 años #
  14. Y la lista de foreros para que vale?...

    Pudisteis dormir en nuestra casa,
    otra vez sera,


    Adjunto

    1. P3080221.JPG (638.7 KB, 0 descargas) 11 años antiguo
    Algún día , lo lograre.
    Publicado hace 11 años #
  15. VIERNES

     

    Nos despertamos temprano; desayunamos y damos un paseo por el pueblo.

     

     

    Nos gusta tanto que decidimos quedarnos un día más aquí y hacer alguna ruta. Así que regresamos al hostal, nos ponemos la ropa de faena y empezamos a dar pedales. Fuimos por una pista junto al río, entre viñedos …

     

     

    … rozando algunos pueblos que no llegamos a ver, metidos en un bosque…

     

     

    …tratando de seguir un camino que se hacía más y más estrecho…

     

     

    …hasta que nos pinchamos con ortigas…

     

     

    …y acabamos hundidos literalmente en la vegetación. 

     

     

    Al final, cansados, salimos a una carretera y acabamos en un pueblo que se llama Leiro. Allí comimos y luego descansamos un buen rato en un lugar agradable  junto al río.

     

     

     

     

    Al final regresamos por carretera a Ribadavia. Estábamos muy cansados; tanto que Pilar se bajó a caminar un rato. Llevábamos quince días sin parar ni un momento.

    Dejamos las bicis y nos fuimos a tomar algo en la Plaza del Ayuntamiento. Se estaba bien allí. Mañana regresaríamos a Madrid. Se había acabado nuestro viaje. Un viaje un poco extraño, tal vez un poco caótico y siempre improvisado, como suele pasar con mis viajes, pero un viaje intenso y divertido.

    Lo más importante de todo: volvemos cargados de experiencias, de mares infinitos, de lugares donde la naturaleza aún marca su ritmo y que nos dan esperanza. Esperanza de saber que aún quedan espacios donde uno puede encontrar la paz, que aún queda mucho bosque, que aún queda mucha costa, que aún queda mucho mar. Lugares donde uno puede buscarse y a veces, con un poco de suerte, hasta puede encontrarse.

     

    Publicado hace 11 años #
  16. Pues tienes razón Salvaguillade, pero otra vez será. Seguro que repetimos. Un abrazo y gracias por tu ofrecimiento. 

    Publicado hace 11 años #
  17. Sin duda alguna un viaje para recordar .... esos paisajes q hemos visto serán difíciles de olvidar .... todas las sensaciones, el olor de los bosques, esa infinita paz ... la sensación de estar solos en medio de esa maravillosa naturaleza, la fuerza del océano, las dunas de arena fina y blanca ... sin duda alguna un viaje para recordar ... gracias Angel por hacerlo tan especial...!!!!


     

    Y mil gracias a Alf, q nos dió muchiiiiiiiiiiiiiisimos apuntes para nuestro viaje, para q no nos perdiéramos nada de nada!!!
    Q sepas q queda pendiente un brindis con Ribeiro con vos ..... 
    Mil gracias Galannnnnnnnnnnnnnn !!!!!!    

    Salvaguillade ... no se nos ocurrió mirar el mapa de los foreros, pero .................... muchiiiiiiiiiiiiiisimas gracias por tu hospitalidad, lo apuntamos para la siguiente !!!! 

    "Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar."
    Publicado hace 11 años #
  18. ¡¡¡ Qué chulada de viaje !!!
    Huir del calor hacia el Norte es fantástico, lo digo con conocimiento de causa... 

    Salud y coronas,
    Javi.
    Publicado hace 11 años #
  19. Chulísima chicos!!! Me la apunto en favoritos!

    Precisamente estos días me preguntaba yo por dónde estaríais disfrutando vuestras vacaciones.

    Besines a ambos

    “No dejes que tu vida se convierta en un ritual muerto. Deja que haya momentos inexplicables. Deja que haya cosas misteriosas, que no puedas justificar con ninguna razón. Haz algunas cosas por las que la gente crea que estás un poco loco. “ Osho
    Publicado hace 11 años #
  20. Que preciosidad de viaje que os habeis marcado,que fotazas y que magistral narración....................uff ¡Que nos poneís  los dientes bien largos!......Como se nota que habeis disfrutado.............una gran ruta y hermosa tierra.Gracias chicos.

    Publicado hace 11 años #
  21. O sea, que lo que para ti era un problema, que pi quería ver el mar, se convirtió en una bendición (el mar siempre lo es, en realidad). Enhorabuena por el precioso viaje y por la forma tan sugerente de contarlo 

    ¡Bici, bizi, vici!
    Publicado hace 11 años #
  22. Gracias amig@s!!! 

    Publicado hace 11 años #
  23. Gracias. Pura inspiración. Muchas gracias.

    Publicado hace 11 años #
  24. Cuando hablábamos de rutas especiales, de sueños y aventuras nunca imagine que sería superado con creces por este que habéis realizado.... Sois unos magos de los sueños. Felicidades!!!!!

    Pd: sois la felicidad personificada.... Abrazos muy fuertes!!!!

    "No me sigas, que ya te he dicho que no se a donde voy ..."

    J.F
    Publicado hace 11 años #
  25. Hola pareja! Esto hay que guardarlo. Magníficas las fotos de los dias de tormenta.


    Tomo nota del camping A' Vouga (no para ni por asombro!)


    Espero que a estas horas ya se haya desenredado el pelo de Pilar. 

    Leonor, tu serás SIEMPRE la princesa...
    Publicado hace 11 años #
  26. Buena rutilla y buena narración. La costa gallega no suele defraudar, jeje.

    Publicado hace 11 años #
  27. Hola chicos, en julio recorrimos la costa Portuguesa desde Valença hasta Lisboa. Lástima que no acertarais la entrada a Oporto, hay una ruta pegada a la costa siguiendo carreteritas adoquinadas (incómodas pero sin tráfico) que evitan la autovía que describís en vuestro fantástico relato.


    Por lo demás la costa Portuguesa es un lugar bastante solitario, bonito y fantástico para recorrer en bici.

    Saludos y gracias por el relato.

    Publicado hace 11 años #
  28. Esta mañana, releyendo el diario de viaje, he escrito algo sobre lo que sentí cuando llegamos al Cabo de Touriñán. Fue un fogonazo que apenas duró un fracción de segundo, pero que en mi cabeza sonó más o menos así: 




        ...Y de nuevo, otra vez, cientos, miles de cosas iban quedando atrás. Yo había hecho el último gran viaje de mi vida -cada viaje siempre parece el último-. Un viaje interior al punto más profundo y oscuro de mi ser, al lugar donde yo había guardado todo mi dolor a través de los años, mis deseos, mis miedos. Un viaje largo y difícil, que me había llevado al lugar donde todo acababa. Miré a mi alrededor. Allí terminaba la tierra. Imposible seguir. No había nada más allá. Ahora estaba claro. Todo había quedado atrás definitivamente. Ya nunca más sería nada igual. No había un más allá, ningún sitio más lejos donde pudiera ir. 

       Era un día claro, corría una brisa fresca. El mar tenía un color azul intenso y se extendía  limpio y perfecto hasta fundirse en el horizonte con el cielo. El mundo entero parecía estar en calma, como si un Dios benévolo le  hubiera concedido alguna bendición. Respiré hondo y sentí como mi mente se rompía, y vi las cosas de una forma distinta. Todo el sabor del mundo, todo su sentido, cayó sobre mi alma de repente. Sentí una inmensa paz, como si me hubiera liberado de un dolor que estaba conmigo desde siempre. 

       Esa mañana, me sentía ligero, renovado. Siempre sucede así cuando superas algo definitivamente. Todo en la vida tenía una importancia relativa. Yo había hecho del dolor el centro de mi vida, y estaba equivocado. Sólo quería saber, y una vez más me había equivocado de camino. 

      Se tarda mucho en atravesar la puerta del conocimiento. Se tarda mucho en aprender. Requiere mucho tiempo y mucha voluntad. A fuerza de buscar, la búsqueda se vuelve una obsesión, enfermas, y ya no entiendes nada. A veces hay que olvidarlo todo y empezar desde cero. 

      Esa mañana comprendí que siempre resulta más sencillo quedarse a vivir en la tristeza, seguir un camino equivocado, llorar nuestro fracaso eternamente y perder de ese modo nuestra vida, pero yo había luchado. Había luchado desde siempre y no sé bien porqué esa mañana, mirando al horizonte, allá en el Cabo de Touriñán, sentí que había ganado la batalla. 

       La vida es una guerra de guerrillas. 

      La vida es una guerra de guerrillas y yo siempre había luchado contra mi, pero hoy me había vencido. Había comprendido que vivir o morir no me afectaba, que el futuro no es más que un mar visto desde un acantilado. Algo que puede ser azul, o gris, o algunas veces negro si te alcanza el dolor o el destino te aguarda en forma de catástrofe imprevista. 

      Yo quería vivir. Quería vivir con toda mi alma, desde ese mismo instante y para siempre. Vivir junto a este mar imaginario. Un mar que sólo veo yo, que sólo existe en mí, en mi interior, bajo esa brisa fresca, frente a ese gran futuro de horizonte, repleto de nubes y tormentas, de puestas de sol y amaneceres, donde no queda ni un sólo lugar para la duda, donde no hay nada más allá, ni miedos, ni tristezas. 

       Vivir es todo un arte y el arte es sobre todo valentía. 

      Miré a ese mar azul y de nuevo sentí que, cientos, miles de cosas iban quedando atrás y yo aún seguía vivo. 

    Publicado hace 11 años #
  29. Entonces felicidades por tu nacímiento, superviviente!!!



    Que los vientos alisios te acompañen siempre... Un abrazo

    Publicado hace 11 años #
  30. Enhorabuena a los dos por el viaje y gracias por compartirlo 
    pero  . . . . .  voy a quedarme con esta última reflexión.

    Has conseguido plasmar en palabras una instantánea de un momento concreto de tu alma con un paisaje de fondo, algo para atesorar.
    Chapeau Angel.

    Publicado hace 11 años #