El jueves salimos de Madrid a las siete y media de la mañana.
Tomamos la nacional IV y al rato paramos a tomar un café y, de paso, a ver la plaza mayor de Tembleque. Seguimos camino y llegamos a un pueblo llamado Cortijos Nuevos. Allí llamamos a los dueños del Cortijo que habíamos alquilado para la ocasión, y que se llama “La Veguilla”, una casa perdida en medio del monte, en un lugar con unas vistas preciosas a la que se accede por una pista que cruza un bosquecillo de cuento.
Sin darnos mucha prisa, llegamos desde Madrid hasta allí a la una y media, nos instalamos, nos relajamos y revisamos los mapas sin llegar a decidir que ruta haríamos al día siguiente.
Esa tarde cogimos el coche y nos fuimos a comer a Hornos de Segura. La sobremesa se prolongó hasta bien avanzada la tarde y cuando salimos de allí ya casi se ponía el sol …
El viernes era el día de ruta: las previsiones del tiempo nos daban sólo este día sin lluvia y había que aprovecharlo a tope. Alfonso nos despertó con la banda sonora de “El bueno, el feo y el malo”, luego sacó de alguna parte un trozo de papel arrugado que era una ruta, y que había sacado de no sé donde, y sin mirar muy bien de qué iba la cosa en cuestión nos pusimos a ello.
Con los coches nos fuimos a un lugar llamado Empalme Valle (un sitio cercano a Arroyofrío). Allí dejamos los coches y nos pusimos a pedalear. Eran las diez y media de la mañana.
Fuimos por una carretera de montaña hasta Vadillos y Puente de las Herrerías y luego tomamos una pista que, subiendo todo el tiempo, nos llevó hasta el nacimiento del río Guadalquivir.
Vimos algunos ciervos cruzando la pista a pocos metros de nuestras bicicletas. La pista ascendía siguiendo el curso del río, a media ladera, con unas vistas espectaculares del valle y las montañas.
A quinientos metros del nacimiento del río Guadalquivir tomamos otra pista a la izquierda que empezó a subir y no paró hasta llegar a un lugar llamado Collado Zamora, creo recordar. También pasamos por el Puerto Lorente, a 1600 metros de altura.
Coronamos la cadena de montañas y empezamos a descender por la otra vertiente. Paramos a comer en un observatorio de buitres, que está en un lugar que llaman El Chorro.
No paramos mucho tiempo.A esas alturas yo ya empezaba a pensar que, una vez más, nos estábamos metiendo en un lío. La ruta era circular, pero el círculo a mí ya me empezaba a parecer bastante grande, sobre todo porque ahora tocaba bajar por esta nueva vertiente y los coches estaban en alguna parte, al otro lado de unas montañas inmensas que dejábamos atrás.
Bajamos por una pista espectacular y cuando parecía que ya no quedaba nada más que bajar, enlazamos con un puerto que era el puerto más bestia por el que yo he rodado últimamente. Y bajamos y bajamos y no acabábamos de bajar, y yo miraba alrededor y sólo pensaba por donde demoniosíbamos a cruzar las montañas para volver al coche.
Al final del descenso acabamos en un pueblo que se llama La Iruela. Allí nos tomamos un café porque nos habíamos quedado helados con tanta bajada, y negociamos con un par de paisanos lo que nos quedaba para volver al coche. Fue un baile de cifras que acabó en un… y en medio tenéis que subir un puerto de diez kilómetros.
Serían las cinco de la tarde y ya no quedaban muchas horas de luz. Otra vez a pasar frío subidos en la bici, en medio de la oscuridad, pensaba yo.
Salimos del pueblo y la carretera empezó a subir y a subir y nos metimos en las piernas el Puerto de las Palomas.
Yo miraba en el gps las curvas de la carretera, mientras avanzábamos y pensaba: Aquí vamos a echar un par de horas; pero al final, el puerto se dejó subir bastante bien. Llegamos arriba y paramos en un mirador llamado Del Paso del Viento. Se hacía de noche.
Después del mirador, el puerto subía un poco más y llegamos arriba. Paramos a abrigarnos para la bajada y a poner todas las luces y reflectantes que pudimos encontrar en las alforjas porque ya estaba oscuro y hacía un frío que pelaba.
A la luz de los frontales nos dejamos caer puerto abajo y al rato llegamos a los coches. Llegamos dando gritos de alegría, celebrando el pedazo de ruta que nos habíamos hecho. Había sido una pasada.
Donde habíamos aparcado los coches había un merendero y la gente se quedó sorprendida al vernos llegar gritando de esa manera. Les contamos nuestra aventura y enseguida nos hicieron un sitio de preferencia al lado de la lumbre, lo que, a mis huesos helados, les salvó la vida.
Tomamos un café caliente y celebramos el pedazo de ruta que nos habíamos hecho.
Estábamos felices recordando los momentos que habíamos vivido.
Habíamos pasado por unos parajes espectaculares, subido hasta las nubes y bajado a la tierra un par de veces.
Creo que fueron en total 64 kms, y que tardamos en hacerlos unas nueve horas.
Esa noche en el Cortijo, cenamos sopa castellana y pinchos morunos en la chimenea que nos hizo Alfonso, y disfrutamos del calorcito del fuego de la chimenea. Nos lo habíamos ganado.
El sábado llovió todo el día de un modo exagerado, así que decidimos hacer turismo en coche a lo tradicional.
Fuimos de nuevo a Cortijos Nuevos, Horno del Segura, y de allí, por una carretera preciosa (puertos increíbles por parajes de ensueño, para rodar), llegamos a Pontones y al nacimiento del río Segura.
Cogimos setas, concretamente esta: “Melanoleuca Melanoleuca”, una seta que crece haciendo “corros de brujas” …… este Alfonso es un libro abierto.
Y tambien nueces …
Así pasamos el día…
Por la noche cenamos en la casa. El ruido de la lluvia y el viento era sobrecogedor. El agua caía por todas partes y el pequeño riachuelo del día anterior sonaba en medio de la oscuridad que daba miedo. Nos resignamos a la idea de que se había acabado el rodar.
El domingo nos volvimos para casa, ahumados y contentos (todo lo que tenemos huele a humo, hasta mi cuaderno de notas). Hemos tenido suerte; el tiempo nos ha respetado un día, y en ese día hemos vivido, reído y nos hemos dejado asombrar una vez más por la maravillosa naturaleza de esas tierras.
Gran cronica Angel, estuve en esa zona en mayo y la verdad que es una pasada. No iba en plan bici pero un dia no pude resistirlo y me separe del grupo de amigos para subirme el puerto de Tiscar desde Quesada y explorar un poco por alli. Toda la zona de la Sierra de Cazorla es una pasada. Una pena que la lluvia solo os diera un dia pero veo que aun asi lo aprovechasteis muy bien. Tengo yo ganas de volver por alli, que esa zona bien se merece 2-3 días rodando con la bici para conocerla a fondo. Un saludo.