Crónica Transnevada
Perdonad de antemano como quede esta mi primera crónica de viaje.
Ahora mismo están poniendo en la 2 de TVE un reportaje de Kepa Acero y su compañero Roque, con bici, carrito y tabla pequeña de surf por el camino de Santiago norte y dice cosas que me emocionan ( cosas tan tontas como “me duele el culo” o un fraile me dijo que por ahí era más corto y finalmente resultó un tormento”) … hay tanta identidad. Hace entrevistas a personas del camino, como Luigi, que donó sus 5 millones de euros a los Salesianos, se fué al Camino para siempre y desde entonces dice que ha recibido más que nadie (qué libre se debe de sentir uno así)....... os aseguro que no hay nada más gratificante y emotivo que escribir esta crónica viendo y escuchando a este compañero expresando sus vivencias. El programa concluye con la voz de Kepa diciendo “en definitiva te conviertes en una persona mejor”, toda una frase cargada de razón, porque entras en contacto con gente anónima, humilde, la mente se abre y aprendes a compartir más y a procurar dar lo mejor de tí a los demás, que yo creo que es a lo que aspiramos en esta vida.
Volviendo a la Transnevada, me han salido 481 kilómetros, siguiendo fielmente el recorrido oficial, con excepción de un tramo cerca de Trevelez en el que la pista está cortada y hay que ir por carretera. Ya hice el tramo el año pasado en mi ruta Benalmádena – Cabo de Gata por las Alpujarras siguiendo parte de la Transandalus, que coincide en recorrido en algunos tramos con la Transnevada. Por todo lo que me costó bajar a la carretera no quería volverlo a hacer porque cuesta arriba sería insufrible.
11.270 metros de desnivel acumulado positivo total.
Me han salido seis etapas (cinco días y medio).
Al final la autosuficiencia se ha reducido con la compra de comida dos veces, por temor al peso, que he cuidado mucho para este viaje, pues creo que es fundamental por lo duro del recorrido, sobre todo porque 4.000 calorías diarias (y útiles) pesan. No obstante el consumo calórico he perdido unos dos kilos. Me han ayudado mucho las moras y las almendras del camino.
Todo pista de tierra excepto un 5-10% de asfalto y un 1% a pie; todo esto calculado a ojo.
Por seguridad llevaba un teféfono y un GPS, sin cargadores ni pilas de recambio (por peso); de hecho las dos cosas las llevaba por seguridad, porque con las señales, mapa y pseudorutómetro oficial es suficiente en la mayoría de las ocasiones. Sólo abrí el gps para comprobar ruta en puntos dudosos. Tanta y tan precisa señalización me gustó al principio, pero ya el primer día eché de menos el buscarme la vida con el mapa, la intuición, y las preguntas a los lugareños. Dormía con tienda, sin saco, allí donde terminaba, procurando respetar las normas del parque en la medida de lo posible. Todas las noches tuve cobertura para mandar a mi mujer un sms con mis coordenadas.
Día 1 (etapa 1 oficial y parte de la 2).
Llego tarde al lugar de partida, Güejar Sierra, tras hora y media desde Benalmádena. Aparco el coche milagrósamente en buena calle y con un gran árbol que proporcionaría sombra la mayor parte del día. Empiezo con una fuerte subida por asfalto que rápido queda compensada por las vistas de los mejores picos de la Sierra como Alcazaba, Mulhacén y Picón de Jerez, primera y única jornada de vistas nítidas, ya que el resto de días fueron de bruma “abrumante” (valga el “rebuznamiento”) que provocó que hiciese muy pocas fotos, y que por otro lado habrían quedado de pena con el móvil, que es lo que tenía (por peso). Pues eso, vistas preciosas, primeros aromas, al aire, la soledad, ese tú y yo con la naturaleza que nos encanta a los medioermitaños frustrados. En parte fue una evocación de una ruta a pie que hice en junio desde Güejar Sierra a los Lavaderos de la Reina con el superandador Antonio, un gran rutero de pie... justo en pleno deshielo, una maravilla de ruta.
El deshielo contrasta con lo que sentí este primer día bajando dirección al pueblo de Lugros. Tuve que aminorar la marcha en un largo descenso no por el mal estado de la pista sino porque me quedaba sin carrillos. No es que agobiase el calor, sino que literalmente me estaba quemando la cara, me dolía.

Mirador de las Mulas, La Peza
Sólo este día me encontré con alforjeros... se nota que es agosto, aunque supongo que si hiciera la ruta en sentido contrario al oficial sí que me habría encontrado más gente. Iba hacia Lugros más de los 40º (eso seguro) y me encuentro con tres cicloturistas bajo uno de los pocos árboles no frondosos del lugar y junto a una tubería de agua de PVC que perdía un poco; se estaban refrescando la cabeza. Iban por el norte de la Sierra hacia el Cabo de Gata, una clásica para ellos, ruta parecida a la que hice el pasado verano pero por la vertiente sur en la que por cierto me encontré sorpresivamente con Pi y Bitelchus. Ya en Lugros íbamos a tomar café, pero con el calor no había nada abierto... a proseguir.

Creo que el pueblo de Polícar
Lo mejor del día la mañana, la tarde fue tan calurosa que tristemente hizo que no disfrutara tanto del paisaje. Finalizo con larga ascensión que entre sombras y tras pinchar (única vez) busco el mejor sitio disponible. Dispongo de agua para cena, desayuno y otro litro para el día siguiente, y si no a potabilizar con lejía cualquier cosa húmeda a la que me acerque (es un decir). Me pongo a pensar en los incendios, pero consigo borrar esa imagen. Es la única vez que siento cierto temor en toda la ruta, bueno no, el segundo día tuve otro temor que se convertiría en penoso acompañante del resto de los días, que ya contaré.
Envío coordenadas a la familia y a dormir en la profundidad de lo inmenso. No sé si las coordenadas podrían tener efectividad en su caso, pero supongo que es un punto de partida si algo pasara.
Siento no insertar más y mejores fotos, pero ni soy de hacer muchas ni llevaba cámara, sólo móvil de gama baja.
Intentaré continuar pronto.