Dice Coelho que "si deseas algo con todas tus fuerzas el Universo entero conspira para que lo consigas". Pues yo, para mi lunes libre deseaba más que nada en el mundo un día soleado.
Y mi deseo se hizo realidad, el lunes amaneció en Llanes sin una sola nube. Mientras desayunaba decidía si me apetecía montaña o bici, jornada fotográfica o jornada deportiva…El café despertaba mis neuronas que decidían por mí, si puedes tenerlo todo ¿por qué vas a quedarte con una sola cosa?
Cualquiera que me conozca sabe que no soy persona de retos, pero hacía tiempo que rondaba en mi cabeza la mítica subida a los Lagos de Covadonga, pensaba esperar al “deshielo”, para estar algo más entrenada, pero….con el deshielo me iba a perder el paisaje nevado y un montón de fotos.
Para calentar en los primeros kilómetros de suave subida dejé el coche en Soto de Cangas. El frío por fin daba una tregua y la temperatura permitía simplemente disfrutar del paisaje, del olor a leña y de los cursos de agua.
En poco rato llegué hasta Covadonga, donde comienza la verdadera subida a los lagos, esa en la que mi viejo coche tenía que realizar paradas de descanso por sobrecalentamiento.
La pendiente es al principio cómoda. Según voy ascendiendo dejo atrás un bosque de hayas y avellanos desnudos, de flores que no entienden de calendario, de cunetas heladas… En poco tiempo Covadonga comienza a quedar atrás.
Disfruto como una enana la subida que a cada pedalada me regala una fotografía, de nuevo la luz de invierno me cautiva…voy despacio, paro en cada esquina y disfruto más que nunca el camino.
Según voy ganando altura el bosque desaparece y es sustituido por los primeros invernales, muestra de una ganadería aun vigente.
Continúo la cómoda subida, mi sonrisa de oreja a oreja, voy un poco “sobrada” tal vez, y pienso que la subida no es para tanto, hasta que a lo lejos diviso una cuesta imposible, veo como los coches inclinados “rufan” (¿se dice rufar?), leo un cartel que anuncia la cuesta, jamás vi una cuesta anunciada de esa manera, Cuesta de la Huesera (no me gusta el nombre pienso, eso está muy “pindio” continúo pensando…) y me enfrento a ello, me está bien, por sobrada. Sí, me enfrento, porque fue una guerra a todas luces, una guerra en la que me quedé sin armas, digo piñones, literalmente, le di al botoncio y…ayyy madre, que no me quedaban más…
Subida la Huesera el descanso me ofrece vistas de la Sierra del Sueve, el Cuera y el mar Cantábrico que se divisa con claridad.
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