DÍA II
Me desayuno unas lonchas de panceta a la plancha con pan y un té, y recojo el campamento.
Al ponerme en marcha me veo andando por un campo cuajado de setas

Robledo de la Mata desde arriba. Se ven los corrales que han usado todas las piedras del pueblo

Me cuesta un poco encontrar la pista que busco, pero la encuentro –creo que debí pasar tres veces por encima sin verla, pese a que en el mapa es igual de ancha que la buscada-, sólo para dame cuenta entonces de que los cambios no funcionan. Claro, desde que se rompieron no he cambiado de plato pequeño y piñón grande. Bueno, en realidad desde que se rompieron sólo he subido a la bici unos diez minutos, ésta mañana cuando por fin encontré el camino que llevaba a la pista. Y sólo subí por la negra honrilla, porque era como para ir andando.
Nada, llevo de todo, hasta cables si hace falta. Desmonto las alforjas y le doy la vuelta a la bici, y en un rato empieza a funcionar todo más o menos decentemente. En ese momento veo algo por el rabillo del ojo y al mirar para arriba tengo seis o siete buitres dado vueltas sobre mí a poca altura. Buff, son bonitos -mucho, y a esa distancia más-, pero espero que no sea premonitorio de nada. Les hice alguna foto que resultaron ser borrones muy sugerentes. Definitivamente tengo que empezar a aprender a hacer fotos bien.
Mi idea original era salirme de la pista principal cuando el valle del Sorbe gira casi en 90 grados a poniente, vadearlo y subir hacia el norte hacia la zona de Galve, y de ahí a Cantalojas pasando por los restos del castillo de Diempures, que tiene fantasma y todo.
Vale, os lo cuento…
***** El castillo encantado de Diempures ***************
Un viejo castro celtíbero que tendrá muchos más de dos mil años –al menos lo que queda de él-, que fue destruido y reconstruido muchas veces, siempre con pizarra como todas las construcciones de la zona (o las murallas de Lugo). De los pocos castillos de pizarra que hay, aunque en una isla de Irlanda he visto alguno contra los vikingos (los llaman fuertes).
Fue luego árabe y después cristiano. Parece que era punto fronterizo importante desde antiguo, con su puente sobre el sorbe y todo, hoy desaparecido. Imagino que al estilo de los puestos de peaje de las autopistas de ahora.
A principios del siglo XIV lo regentaba Don Iván de Zúñiga, casado con una joven y noble vasca emparentada con el señor de Guadalajara, Isabel de Mendoza. Dieron en coger a su cargo por caridad a un pariente lejano de ella de su misma edad que acababa de quedarse huérfano, Alonso de Vargas (entonces era común quedarse huérfano de la noche a la mañana, fuera por pestes o motivos más propiamente humanos, como dagas o espadas).
Por entonces el rey de castilla Juan I creía tener derechos por matrimonio sobre el reino de Portugal y se disponía a reclamarlos, pero los portugueses, o mejor dicho, ciertos nobles portugueses (todo el mundo sabe que un campesino no tiene preferencias, igual de hideputa es el lobo que se come sus ovejas, sea blanco o negro) pidieron ayuda a la pérfida Albion y se sacaron un rey de la manga, también llamado Juan I, cosa que economizaba mucho los gritos de guerra. Sólo había que turnarse un bando con otro para ir gritando “por el rey Juan I” y todos contentos. Y te ahorrabas una ronquera, oye.
No se sabe bien lo que cobraron los ingleses, que no suelen actuar de gratis, posiblemente más o menos lo que se hubiera llevado el castellano de ganar, pero al menos los que pagaron tenían seguro el puesto de lobo. El caso es que don Iván murió en batalla –la de Aljubarrota-.
Cuando las nuevas llegaron al castillo, nuestro querido huérfano pensó, tal y como ahora se dice, que las crisis son momentos de oportunidad, y aprovechó para ir enseñoreándose del lugar, aprovechando un poco la depresión post-viudedad de doña Isabel. Y cuando fue dueño del domus el paso siguiente es la dómina. Isabel rechazaba sus afanes hasta que una rijosa noche Alonso entró en su alcoba reclamando sus derechos de señor. Nuestra heroína escapó subiendo a la torre. (Estúpido, sí. En su defensa hay que decir que el castillo era muy pequeño y las puertas se cerraban de noche). Una vez los dos arriba Isabel prefirió clavarse su puñal a perder su honra, (aunque malas lenguas aseguran que el puñal lo llevaba él y en ciertas circunstancias uno no sabe dónde pone las manos). La cosa es que la razón llegó al cerebro de Alonso que, horrorizado, trastabilló hacia atrás con tal torpeza que cayó desde la torre, pasó el acantilado y dejó sus sesos en las piedras del río sorbe. Lo encontraron al día siguiente medio devorado por los lobos, y desde entonces se oyen sus gritos de arrepentimiento ulular por las noches en las cercanías.
Bueno…, un buen guión, ¿no?. No necesitan a ningún Shakespeare – aquí lo llamamos Sexpir - en la sierra de Aillón.
A partir de esa época los caminos cambiaron sus trayectos y el castillo fue quedándose en medio de ninguna parte, o al menos de ninguna transitada, y lo que queda de él es un gran portón con saeteras y los cimientos. Y el fantasma, claro… Bueno, y un montón de hoteles rurales que se llaman así.
******* fin del castillo encantado **************
Vale, que me disperso. Volvemos a la ruta.
Estábamos en que tenía que vadear el río, pero lleva demasiada agua y las rampas que veo al otro lado no ayudan, por lo que decido seguir la pista hacia el oeste y atravesar la sierra por el valle siguiendo la hoz del sorbe. Es una larga subida tendida hasta que llego a una especie de altozano o meseta donde, increíblemente, el camino es casi llano durante un tiempo. Además es precioso, tengo la impresión de pedalear por Suiza.
Hoz del sorbe. Impresionante



Barrita energética ibérica de Guijuelo
