Lasarte, Lasarte... Un pueblo que me trae recuerdos.
En el verano del 78 fui monitor, durante 15 días, de los hijos de los empleados de la fábrica Michelin. La colonia estaba en Estella. Sólo puedo decir que la mili fue un crucero de placer comparada con aquello. Jodó ke baska. De cada casa el mejor.
No me dejaron dormir más de tres horas diarias. Los peques eran una delicia, pero los de 12 y 13 años... ¡Coñe con los niños! En cuanto te dabas la vuelta ya se habían cambiado de cama y se estaban metiendo mano... en el mejor de los casos. No paraban hasta las tres o las cuatro de la madrugada. Y a las siete los peques ya estaban de pie corriendo por los pasillos y esmorrándose en los baños.
Tuvimos que llevar a tres o cuatro a urgencias para que los cosieran y tuvieran aspecto humano al devolvérselos a sus padres. A un puñado hubo que aplicarles curas de emergencia en heridas que parecían sacadas de una película bélica. Amén de cagaleras, vomitonas y de todo tipo e fluidos que puedan emanar de un ser humano.
Varios estuvieron a punto de ahogarse, la mitad de ellos de risa. Increíble, pero cierto. Se tiraban a la pisci, algo les hacía gracia y empezaban a tragar agua. Y como la risa es contagiosa, en un nada tenías a un grupo de chiquillos bebiéndose la piscina. El Phelps es un paralítico comparado conmigo en aquellos momentos. De joven fui nadador de competición, pero nunca imaginé que se pudiera nadar tan rápido.
Y, mientras tanto, las seis monitoras, en bikini tomando el sol, como si aquello no fuese con ellas. Y tres de los cinco monitores ligando con las titis y también ajenos al mundo. Como nos tocaban a 10 chavales por cabeza, nos tenías al otro gili y a mí corriendo detrás de ¡110 niños! Aterrador.
Y, al final, acabamos cogiéndoles cariño. Lloraban y todo cuando nos despedimos.
Cuando llegué a mi casa, entonces vivía en Bayona, casi no me reconocían de lo que había adelgazado. Eso sí que es un régimen en condiciones y no el de la piña.