De Suances a Ontaneda por la Costa Quebrada y Vía Verde del Pas.
Resulta que este fin de semana comenzaba yo mi último periodo de vacaciones del año. Tenía una idea para una ruta larga de unos 8 o 9 días pero al final, como de costumbre, me debatía en la duda de salir o no salir, el miedo de siempre a lanzarme a la "aventura". Así que llegó el viernes y todavía no había preparado nada. Ya me veía yo una vez más en casa comiéndome el coco y viendo pasar los escasos días sin atreverme a salir. Esas dudas son lo peor.
La cosa se precipitó para bien cuando me llamó Blendius para invitarme a rodar con Anasuan y él una preciosa ruta por la costa cántabra. También se apuntaría Free19776. Al contarle a Blendius que yo tenía la intención de subir el puerto de las Estacas de Trueba para pasar a la Meseta, él modificó su ruta muy amablemente para adaptarse a la mía. Iríamos por la costa hasta Santander y volveríamos por la vía verde del Pas. En Ontaneda, donde acaba la misma, ellos emprenderían el retorno a Suances y yo comenzaría mi pequeño viaje.
Este equipo de rodaderos no es la primera vez que rueda. De hecho, la primera etapa asturiana de La Espiral la realizamos precisamente nosotros cuatro. Ya hemos rodado unos cuantos kilómetros desde entonces. Mi contribución a La Espiral fue mi primer viaje largo en bici, mi "bautismo cicloviajero" y fui amadrinado por Free1976, detalle por el que siempre estaré agradecido a esta valiente viajera de alma sensible.
Nada más comenzar, antes de salir de Suances, nos paramos a contemplar esta espléndida panorámica desde uno de los miradores. Un día perfecto, soleado y con muy buena temperatura.
Luego viene una vertiginosa bajada de 70 metros de desnivel para llegar hasta la pista para bicis que discurre a lo largo de la ría de San Martín de la Arena, desembocadura del río Saja. Los frenos de la bici de Free1976 echaban humo
Fuimos paseando tranquilamente sin ningún esfuerzo por ese carril-bici recién inaugurado que tiene unas vistas preciosas. La ruta pasa junto a antiguas instalaciones de Asturiana de Zinc y restos de infraestructura industrial que van reconvirtiéndose para su aprovechamiento turístico. Casi al final de este tramo nos topamos con los participantes del Día de la Bicicleta. Da gusto ver que esta sana afición va ganando adeptos día a día.
Siguiendo con total despreocupación a nuestro líder y capitán, Blendius, que lo tiene todo en su cabeza, cruzamos el río para pasar a Barreda y allí yo me llevé una sorpresa. Ellos, que iban un poco por delante de mí, habían acordado pillar un tren para saltar un tramo poco agradable. Llegamos a la estación justo cuando llegaba el tren y nos subimos al furgón de cola inmediatamente. Yo no entendía nada pero confío ciegamente en Blendius así que tan tranquilo. El problema es que hicimos 11 Km en tren sin que nadie viniera a cobrarnos. Cuando bajamos en el apeadero de Boo, tampoco allí había dónde pagar. Nosotros encantados, el viaje cortesía de FEVE.
Ahora venía una pequeña rampa que nos permitió ganar altura para contemplar otro impresionante paisaje: la ría de Mogro, desembocadura del Pas.
Terminada la agradable subida, doblamos a la izquierda para bajar hacia el Parque Natural Dunas de Liencres. Una parada técnica en el aparcamiento a la entrada y luego a pedalear alegremente por la suave senda que atraviesa el pinar ¡Esto es disfrutar de la bici!
Free1976, haciendo virguerías para sacarnos una foto en marcha, casi se come un pino, pero no pasó nada. Enseguida se acabó el bosque y vimos el mar. Una gozada.
Seguimos por una pista que discurre por los altos de los acantilados de la ensenada de Somocueva. El paisaje es espectacular y el agua tenía un color increible. Todo luz y espacio abierto, nos acordamos mucho de los foreros del interior y comentamos lo mucho que disfrutarían de estas maravillas.
Luego saltamos hacia la playa de Arnía para contemplar los Urros de Liencres ¡Qué hermoso panorama!
Seguimos a lo largo de la costa. Un poco más allá llegamos a la pequeña playa de la Casuca. En la zona ajardinada que la rodea, paramos un buen rato a comer algo.
A la playita llega un pequeño canal que seguimos tierra adentro y tras cruzarlo por un puente de madera, tuvimos que portear las bicis subiendo una escalerita. Menos mal que era corta. Para ayudar a Ana, cogí su bici en volandas y la subí en un plis, pero cuando traté de subir la mía empujando... Afortunadamente Blendius me echó una mano, si no, hubiera tenido que quitar las alforjas.
Luego fuimos al paraje donde se encuentra la Ermita de la Virgen del Mar, ya a un paso de Santander, pasamos junto a una gran "Urbanización de la Gente Tranquila" (Blendius dixit) conocido por cementerio de Ciriego y tomamos el camino de Rostrio, desde el que se contempla la ciudad desde lo alto.
Enseguida bajamos de nuevo al nivel del mar y cruzamos el arroyo de la Tejona por un estrecho paso de cemento sin nada a los lados. No es que sea demasiado peligroso pero un despieste y te vas al agua.
El arroyo forma un canal bastante amplio.
Y entramos en Santander rodando deprisa por el carril-bici siguiendo a nuestro guía Blendius. La infraestructura para ciclistas es estupenda en la parte norte de la ciudad. Un puente moderno salva la Vaguada de las Lamas y el carril continúa por las zonas ajardinadas junto a las universidades en dirección a El Sardinero. Todo muy civilizado y agradable.
Luego viene la espectacular zona costera de la Bahía de Santander, con las playas, las instalaciones deportivas y de ocio, los preciosos edificios... Circulamos por las pasarelas de madera sobre la arena de la playa hacia las dársenas del puerto. Allí nuestra pareja de rodaderos ex-kayakistas se encontraron con viejos amigos de la pala. Fué un encuentro muy agradable con gente muy agradable. Yo al menos no me sentí como un intruso sino al contrario. No en vano el kayak es la "bicicleta del mar".
Amarrado al muelle estaba un portentoso galeón. A mí siempre me han fascinado los buques de vela. Hubo un tiempo en que me dedicaba al modelismo naval y conozco bastante bien casi todas las piezas de un velero. Tuvimos que parar al menos para hacerle fotos. Lástima que la cola para entrar a visitarlo fuera kilométrica, pero aún sólo vista desde el exterior, la nave es impresionante de verdad. El galeón "La Pepa" conmemora el bicentenario de la Constitución de Cádiz.
Blendius estaba algo preocupado porque aún teníamos bastante camino para llegar al hostal donde nos había buscado alojamiento y temía que se nos hiciera de noche. Nos guió para salir de la ciudad, cosa por cierto bastante complicada, y pasando el puerto y rodeando el aeropuerto llegamos a El Astillero, donde empieza la vía verde. Una última parada para comer auclquier cosa y de nuevo en marcha. Recorrimos un buen trecho de vía verde, que aparece y desaparace como el Guadiana obligándonos a hacer de vez en cuando algún tramo por carretera. Cuando la luz fue insuficiente, nos pusimos reflectantes y encendimos faros y pilotos para rodar los últimos kilómetros a toda velocidad hasta llegar a La Penilla.
Pedro, el dueño de la pensión "La Campanilla", estaba esperándonos a pie de carretera. Nos trató muy amablemente y hasta reabrió para nosotros la tienda de comestibles que atiende, para que pudiéramos comprar algunas cosillas. La pensión está muy bien y tiene hasta una zona común con horno microondas. Como lugar de pernocta para una ruta en bicicleta, es ideal. Nos aseamos y salimos a cenar a una cafetería cercana. Luego, como buenos chicos, a la camita a descansar.
Al día siguiente la etapa se hizo muy corta. La vía verde sale de nuevo de allí mismo, en La Penilla, y enseguida alcanzamos Puente Viesgo, donde comienza la Vía Verde del Pas propiamente dicha.
Ya nos decían Blendius y Anasuan que íbamos a parar cada dos por tres a hacer fotos. En efecto, la primera parada en la antigua estación de tren.
Luego, a hacer fotos al río, que las merece.
Y luego, que si a ver la maqueta del pueblo de Penilla (sí, sí, hay otro Penilla).
Y en fin, charlando sobre si la ruta es llana o cuesta arriba psicológica, esquivando deposiciones vacunas y postecillos instalados para que Free1976 pusiera a prueba la resistencia de sus alforjas (¡Y mira que es sufrida la chica! Me temo que se hizo daño pero, como no hacía más que reirse, yo no acerté ni a bajarme de la bici para ayudarla, perdona, Noe) llegamos a Ontaneda y paramos a comer algo y a criticar a los imbéciles que usan las pista para circular a toda pastilla con sus ruidosas motos. Luego buscamos un bar para tomar algo. Me tocó allí despedirme de mis compañeros. A ellos les quedaba un buen tute para volver a Suances bajo el calor del mediodía. Yo empezaba mi pequeño viaje hacia el sur atravesando la Cordillera Cantábrica para llegar a la Meseta y seguir luego un buen trecho el Camino Francés. En la foto se nos ve sonrientes, pero nada más separarnos, ya los estaba echando de menos. Ese día hubiera debido pasar el puerto de las Estacas de Trueba, pero con el calor que hacía... El caso es que cuando me llamó Blendius unas horas después, simplemente por mi tono de voz ya adivinó que yo estaba cómodamente instalado en Vega de Pas, fresquito y descansado, mientras ellos sufrían con el calor y el esfuerzo de las subidas.
Fue un fin de semana estupendo gracias al tiempo y al paisaje, pero sobre todo gracias a la compañía. Noe y Ana son encantadoras. Noe decía que hacía tiempo que no cogía la bici pero lo cierto es que está en plena forma de tanto caminar por la montaña, aunque tal vez necesite visitar a un buen oculista... Ana aguantó como una campeona y siempre de buen humor la larga ruta con sus falsas cuestas psicológicas. Pepe es un hombre extraordinario. Es increiblemente inteligente y detallista y se preocupa, tal vez en exceso, de que los demás disfruten, incluso a costa de no disfrutar él tanto como se merece. Y se sabe de memoria montones de cosas, empezando por el guión completo de "La Venganza de Don Mendo", os lo aseguro.
Con compañeros así, se puede ir a cualquier parte.
Al día siguiente, bien temprano, empecé realmente mi viaje en solitario, pero esa es otra historia que ya os contaré con tiempo.