Siento haberos hecho esperar, pero estaba dando un voltio con la 'burra' y el rotor -uno de esos sin punto muerto- ha dicho "basta" y ha entregado la cuchara. He vuelto a casa tarde, de mala manera y con un cabreo del 13.
Bueno, ahí va la anécdota. Eran aproximadamente las 23h30 del 31 de octubre de 2008. Acababa de sufrir el accidente mencionado más arriba, muy cerca de la confluencia de las calles Alameda de Osuna y Miguel Aguilar Muñoz.
Estaba tirado en la calzada sin poder incorporarme, porque el brazo derecho -el hombro derecho estaba roto por tres sitios- había cobrado autonomía y no me seguía cuando intentaba incorporarme. Además, los 'munipas' que acudieron tras el aviso al 112 no querían que me moviese ni un milímetro.
Sobre las 24h00 llegó la ambulancia. Dos chavales muy simpáticos que enseguida llegaron a la misma conclusión que yo: el brazo o el hombro estaban rotos. Tras tomarme una serie de datos me ayudaron a incorporarme, a subir a la ambulancia y rumbo a la Jiménez Días.
La verdad es que me hubiese gustado ir a toda pastilla y con la sirena, pero como no había nada de tráfico íbamos despacito y sin ruido. Tuve que sujetarme el brazo con fuerza durante todo el trayecto, porque el asfalto de Madrid está hecho una ruina. Cuando se lo comenté a los dos del Samur, asintieron. Uno de ellos me dijo: "Me encantaría tener que trasladar a Ruiz-Gallardón de punta a punta de Madrid con las dos piernas rotas, para que vea lo que es esto". No pude evitar reírme.
Tras más de 20 minutos de viaje -acabábamos de cruzar todo Madrid- llegamos a Urgencias de la Fundación Jiménez Díaz, también conocida como Hospital de la Concepción, en la Plaza de Cristo Rey.
Allí, los de la ambulancia me obligaron a sentarme en una silla de ruedas bastante destartalada. Sobre el regazo me colocaron el casco, el chubasquero, el jersey, los guantes y las tiras reflectantes que suelo llevar en los brazos. Me dejaron puestas las presillas reflectantes para sujetar el pantalón, ya que suelo utilizar uno de esos desmontables y con varios bolsillos que venden en Decartón.
Tras desearme suerte, los del 112 me 'entregaron' a un celador joven con pinta de surfero hawaiano de los 60, que se dirigió a mí en un tono aparentemente cargado de hostilidad. Me resultó extraño, pero pensé que había oído mal. Un par de minutos más tarde el de los Beach Boys me trasladó con la silla de forma un tanto violenta y me dejó 'aparcado' en un esquina, junto a un grupo de ancianas que habían acudido a Urgencias con dolencias de diversa índole.
Transcurrió otro cuarto de hora antes de que regresase el surfero. Me exigió la documentación (tarjeta sanitaria) con el mismo tono de un agente de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil. Dado que tenía el brazo derecho inutilizado, que debía sostener la ropa y, además, extraer con la mano izquierda la cartera que estaba en el bolsillo lateral derecho del pantalón, comencé a contorsionarme como Houdini.
El melenas, con ostensibles signos de impaciencia comenzó a urgirme para que le entregase la tarjeta sanitaria. Por lo general, soy un tipo tranquilo, pero aquel correlindes me tocó la fibra sensible, así que le pregunté que "qué co***nes" pasaba, que si no veía que no podía ir más rápido.
Y fue entonces cuando aquel 'parato' preguntó: "¿Pero al de la bicicleta, cuándo lo traen?". Gracias a que llevaba un calzoncillo ceñido, porque si no, se me caen los cojinetes al suelo. Fue entonces cuando le aclaré que 'el de la bici' era yo, mientras apuntaba con el dedo de forma sucesiva al casco, a los guantes, a las tiras reflectantes...
Inmediatamente el 'surfer' cambió el tono y el trato fue más amable. O sea, que si hay un accidente aéreo, este menda sólo atiende a los que llevan un avión puesto. ¡Qué fenómeno!
Luego pasé a Rayos X y a otras dependencias. Por un momento dejaron de atenderme para hacerse cargo de una ciclista de unos 30 y tantos que llegó a Urgencias con un raspón en el dedo meñique de la mano derecha debido a una caída y que no cesaba de llorar y de preguntar si aquello iba a dejar marca.
Luego le tuve que indicar al galeno cómo debía ponerme la férula para sujetar el brazo, porque el chaval -era un médico sudamericano en prácticas- no lo tenía muy claro y pretendía dejarme el brazo suelto, sin sujetarlo a la cintura.
Tras darme el diagnóstico, me proporcionaron una bolsa de basura para meter mis pertenencias y así, en camiseta de manga corta y con una temperatura exterior de dos grados, me hicieron abandonar del edificio por la salida de servicio, entre toneladas de basura. Afortunadamente, pude encontrar un taxi antes de cryogenizarme del todo y así llegue a casa sobre las 4h30.
Esta es la anécdota, espero que os haya resultado interesante.
Un abrazo a tod@s.
PD.- Por cierto Dortoka, en el hilo de los nicks dices que Dortoka es tortuga en castellano, supongo que querías decir en euskara ¿no?