Desde siempre me ha interesado el tema de las colonias textiles catalanas (bueno, desde siempre, desde siempre... desde hace siete años, que es cuando comencé a conocer Catalunya de verdad ). Son un interesante fenómeno de aprovechamiento de los ríos como fuente de energía para las fábricas y de forma de vida de amos y trabajadores. Su abundancia y homogeneidad en Catalunya (especialmente a lo largo del río Llobregat), su estructura como auténticos pueblos autosuficientes, nos hablan de otras épocas, de industrias que han quedado obsoletas, pero de las que queda un patrimonio industrial que me parece de lo más interesante.
Kim me había hablado muchas veces de ellas y de una bonita ruta que él había hecho en varias ocasiones y que recorre las principales colonias del Llobregat, y yo la tenía apuntada en mi agenda de cosas por hacer (agenda que, por cierto, cada día está más llena, bufff...). Después de recorrer este verano el río Ter, aún me apetecía más conocer un poco más el otro río catalán por excelencia, así que cuando Kim me preguntó qué quería hacer este fin de semana yo le pedí que me guiara el sábado por la "Ruta de las Colonias Textiles del Llobregat". Y aceptó encantado, of course!
Madrugamos, cogimos el coche y nos fuimos a Berga, la capital de la comarca del Berguedà. Es el sitio perfecto para comenzar la ruta: dejamos el coche en el parking que hay a la entrada del pueblo y nos dimos una vuelta por el casco histórico, aprovechando para hacer un segundo desayuno. Berga es muy conocida por su Patum, la multitudinaria fiesta que se celebra cada año durante el Corpus Christi, declarada por la Unesco "Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad". La plaza del ayuntamiento (Plaça de Sant Pere) me recuerda un poco a la de Pamplona, en el sentido de que cuando ves imágenes de la Patum, con la plaza a rebosar, parece muy grande, pero cuando llegas allí, al igual que pasa en Pamplona, ves que es muy chiquitina. Nos quedamos a desayunar al lado del ayuntamiento, en el Café Patum, no podía tener otro nombre...
Desde Berga bajamos al río Llobregat para comenzar la ruta propiamente dicha. El acceso al río se hace por un camino asfaltado y en fuerte descenso, así que no puede ser más sencillo. La ruta oficial, no podía ser de otra forma, comienza en el río, en concreto en el precioso puente de Pedret:
Pero antes de seguir el curso del río ya hicimos el primer desvío para visitar la ermita de Sant Quirze de Pedret, del s.IX. No sólo me gustó mucho la ermita, sino que desde allí arriba se tenían unas vistas muy bonitas del Berguedà, algo de lo que no puedes disfrutar de igual forma desde el cauce del río:
La primera parte de la ruta, señalizada con las marcas blancas y amarillas del PR-C144, discurre por el antiguo trazado del Carrilet que unía Manresa y Guardiola de Berguedà. Es un trazado típico de vía verde: largas rectas, llanas y con túneles (tres). Una forma muy relajada de comenzar:
Estoy muy acostumbrada a ver el Llobregat en sus últimos kilómetros, ya que cada vez que voy a Barcelona el autobús pasa cerca de su desembocadura, y siempre asociaba Llobregat con aguas marrones debidas a las tierras arcillosas por las que pasa, pero a esta altura todavía es un río cristalino que me gustó mucho:
Tras los primeros kilómetros de “vía verde” el camino se hizo estrechito, una auténtica gozada pedalear por él:
Y claro, en una ruta que discurre a lo largo de un río no pueden faltar los puentes de todo tipo, como éste en las inmediaciones de la colonia de Cal Rosal:
Nuevamente nos desviamos del río para hacer una visita a otra ermita, la de Sant Vicenç d’Obiols, una prerrománica con indicios de que pudiera ser visigótica. Tuvimos la suerte de encontrarla abierta y una guía nos explicó todas sus curiosidades. Muy interesante:
Y nuevamente nos tocó atravesar otra colonia, en este caso la de la Plana. La estructura de todas es muy parecida: el canal por donde desvían el agua para conseguir energía, la fábrica, la torre del amo (más o menos lujosa según la importancia de éste), las casas alineadas de los trabajadores, la escuela, la iglesia… Aquí podéis ver las casas de trabajadores de la colonia de la Plana, actualmente unas viviendas impecables…
…Y su correspondiente canal.
Y aquí podéis ver, al fondo, la lujosa torre del amo de la colonia de l’Ametlla de Casserres:
Yo pensaba que esta ruta iba a ser casi exclusivamente de “turismo industrial”, pero quedé gratamente sorprendida de lo bonito que era el camino entre colonia y colonia:
A media mañana llegamos a Gironella, la “Perla del Llobregat”. Tiene un encanto especial, en lo alto, con el río a sus pies, y las siluetas inconfundibles de su iglesia y su torre del reloj. Y, no podía faltar, su colonia textil a orillas del río: Cal Bassacs. Hacía mucho calor y aprovechamos para tomarnos un refresco en una terraza, junto a la torre del reloj, y disfrutar de las vistas del río desde arriba:
De nuevo en el río encontramos más señales del PR (sendero de pequeño recorrido) de las Colonias Textiles, con mapa, referencias kilométricas e indicación de los pasos por las colonias:
Como podéis ver en esta foto y en otras anteriores, los tramos del camino que discurren muy cerca del río suelen estar protegidos por vallas de madera que dan seguridad:
Y de vez en cuando hay también áreas de descanso, como ésta junto a la presa de Viladomiu Vell:
No toda la ruta es ciclable, hay pequeños tramos de escaleras en los que hay que cargar la bici (no es el caso de las de la foto), y otros que, por ser muy empinados o con terreno muy resbaladizo, hacen necesario empujar la bici, pero en ningún caso son tramos largos (calculo que el 95% de la ruta es ciclable).
Especial ilusión me hacían las pasarelas sobre el río:
Fue bonito atravesar y pasear un poco por la colonia de Cal Pons, por los bonitos jardines que rodean la torre del amo. En esta foto podéis ver la parte de la fábrica, y al fondo la torre:
He perdido la cuenta de las veces que cruzamos el río, pero de ésta me acuerdo bien, ya que sé de uno que se arriesgó a hacerlo pedaleando y acabó con los pies sumergidos en el agua, jejeje, más vale que hacía mucho calor ¿eh, Kimet?
Tanto calor que, en la colonia de l’Ametlla de Merola tuvimos que parar nuevamente a tomar un refresco, el agua de mi bidón parecía sopa…
Ya quedaba poco, pero lo disfrutamos hasta el final:
Y cuando tuvimos delante la inconfundible silueta del castillo de Balsareny supimos que, ahora sí, la ruta tocaba a su fin.
Pero bueno, terminaba la Ruta de las Colonias Textiles, pero justo allí empezaba otra, la de la Acequia de Manresa… Ésa la dejamos para otra ocasión. A nosotros nos tocaba volver a Berga a por el coche. Ya era bien entrada la tarde, hacía un calor de muerte y la alternativa de volver por carretera no era muy tentadora, así que optamos por lo cómodo: Kim cogió el autobús hasta Berga y vino a recogerme, a mí y a las bicis, a Balsareny.
En fin, una ruta muy recomendable (si no me lo pareciera no pondría la crónica aquí). Oficialmente tiene 32 kilómetros, pero a nada que te salgas un poco para visitar algo, la cosa se alarga (a nosotros nos salieron 47). Al discurrir por el cauce de un río, en el sentido de la desembocadura, lógicamente la tendencia es a bajar, pero no es una ruta rápida, ni mucho menos (nosotros hicimos de media 10 km/h, más o menos, para que os hagáis una idea). Es muy entretenida, muy divertida, y no tan sencilla como puede parecer a primera vista. Tiene tramos no ciclables, como os he dicho, pero no son largos, y otros un poco técnicos, pero nada del otro mundo. El tramo más complicado está entre Viladomiu Vell y Puig-Reig, así que éste pueblo es el perfecto para parar a comer, como hicimos nosotros. Es una ruta para tomarse con calma, para disfrutarla, para retrotraerse a formas de vida pasadas y, como no, gozar del pedaleo.