Hacía tiempo que tenía ganas de pedalear desde el mar Mediterráneo hasta el mar Cantábrico o viceversa, a través de los Pirineos, así que este año era uno de mis proyectos, a pesar de que hay diferentes opciones para realizar la travesía, todas muy interesantes, yo tenía en mente hacer la Route des Cols, me motivaba ascender sus puertos míticos, además de cambiar de país, con lo que conlleva y aporta, también quería pedalear por la cara norte del Pirineo, más exuberante, gracias a su clima oceánico. Lo que no tenía muy claro era la fecha que iba a escoger, así que después de estudiarlo, me decidí por la segunda quincena de septiembre, evitando el calor estival, las tormentas y la mayor masificación de turistas posibles; en contra tendría, días más cortos y la posibilidad de tiempo más inestable.
Decidí realizarla en dirección Este/Oeste, no por nada en especial, simplemente por temas de logística a la hora de desplazarme hasta el inicio y regresar a casa al finalizar, ambas opciones son factibles e interesantes, con sus pros y sus contras. En principio tampoco tenía mucha prisa para realizarla, disponía de un mes completo, por lo que no me había planteado ninguna meta a la hora de realizar las etapas, quería empezar poco a poco, disfrutando del recorrido y decidiendo sobre la marcha los kilómetros y desnivel diario al que me iba a enfrentar según mis sensaciones.
En última hora se unió al proyecto mi amigo Alberto, así que con algún día de retraso sobre la fecha inicialmente prevista, partimos hacia Portbou vía Barcelona. Después de un largo y agotador viaje en autobús y tren, por fin llegamos a nuestro destino, el primer día a orillas del Mediterráneo nos lo tomamos de descanso, necesitábamos recuperarnos, queríamos empezar con plenas facultades, para disfrutar al máximo de la experiencia, desde el primer kilómetro. Así que aprovechamos para descansar, saborear la gastronomía local y también disfrutar de la temperatura del agua del Mediterráneo.