Aprovechando que habéis reflotado el hilo, añado un par de rutas que hicimos la semana pasada, pedaleando por la abrupta Alicante...
Cuando hace unos años hicimos la ruta a pie para coronar la Sierra de Bernia nos acercamos en coche por una carreterita que se me quedó grabada en la retina, ésta hemos de hacerla en bici, pensé. Con el mapa en la mano diseñé la ruta para, saliendo desde casa (desde Altea) pedaleando, poder volver por esa carretera de las mil curvas. Y para allá que nos fuimos...
El día era claro y nítido. Eso de salir de casa pedaleando con sol y con la vista puesta en el Puig Campana y la Serra d'Aitana, qué placer...
Pero nuestro destino era otra sierra, la de Bernia, así que una vez pasado Callosa d'en Sarrià comenzamos a subir, nos esperaba nada menos que el Coll de Rates.
No es un puerto demasiado duro (aunque esté catalogado como de primera categoría), porque es tan tranquilo (poco tráfico) y las vistas son tan guapas que se sube casi sin enterarte.
Hombre, tiene algunas rampas algo durillas, pero cuando tienes a la vista ya el pueblo de Tárbena tu mente te ayuda a subir con un sólo pensamiento en la cabeza: croissant, croissant, croissant...
Porque es exactamente en eso en lo que estaba pensando en este mirador, más que en las espectaculares vistas.
Y es que en Tàrbena nos esperaba una pastelería que ya conocíamos de otra ocasión (repostería Signes) donde hacen unos croissants, buffff, qué croissants... Son tan buenos que ese día para cuando llegamos ya se les habían agotado, jejeje. Pero el trozo de coca que se comió Quimet y el brownie que me trinqué yo hicieron que se nos olvidara rápidamente el disgusto.
Con las pilas recargadas emprendimos la parte final del puerto, una parte que ya es de sube-baja, muy sencilla y preciosa. Los coches casi no existían, pero las bicis... Ni sé con cuántos ciclistas nos cruzamos. En su mayoría extranjeros que aprovechan la bonanza del clima y el chollo de las carreteras alicantinas (chollo por sus muchos puertos) para ponerse en forma.
Ya coronado el Coll de Rates hicimos la parada de rigor para disfrutar de las vistas... y de los pepinos de bicis que se gasta esta gente...
La bajada revirada, rápida, divertida y muy bonita. Sí, sí, desde allí mismo habíamos bajado...
Una vez que llegamos a Xaló (un pueblo con pinta de ser muy animado) nos desviamos por otra carreterita de esas que nos enamoran, estrechas, con buen firme e hipertranquila. Hasta se nos olvidó que se acercaba la hora de comer y las tripas comenzaban a ronronear...
Kilómetros de subida constante y no demasiado dura, una gozada.
Y justo después de coronar este puerto, ¡oh, sorpresa! Un restaurante en medio de la nada con una terraza espectacular y menús a 12 euros, ¿se podía pedir más?
Y si no os creéis lo idílico del lugar, mirad estas vistas a la Serra de Bernia desde la terraza del restaurante.
Comimos de maravilla, en plan slow food, como nos gusta, y emprendimos el descenso por la carretera que tenía yo en mi recuerdo y que fue la excusa para diseñar esta ruta.
Con la Serra de Bernia delante de nuestras narices...
Y kilómetros de encantadora carretera por delante. Si alguien no entiende por qué me gusta tanto la bici, esta carretera es una buena explicación.
Pero cuando ya tuvimos el peñón de Ifach al alcance de la vista comprendimos que quedaban pocos kilómetros para acabar. En definitiva, una preciosidad de ruta.
Acabamos en Benissa. Habíamos decidido coger allí el tren para volver a casa, porque acabar una ruta tan bonita por la apestosa nacional (apestosa por el tráfico intenso y escasos arcenes) no nos seducía lo más mínimo. Lo gracioso fue llegar a la estación y ver en un cartel que debido al corte de vía entre Calpe y Altea por obras, ese tramo se haría en autobús, estando prohibido subir bicis. ¡Vaya rollo!, exclamé yo, y enseguida me puse a mirar el mapa para buscar alternativas a la nacional. Tranquiiiiila, me dijo Quimet, ya verás cómo convencemos al del autobús para que nos deje subir las bicis, al fin y al cabo son plegables. Y, efectivamente, lo conseguimos, bueno, lo consiguió Quimet, jajaja, yo me quedé abajo esperando mientras él le convencía. Bravo por él
Al día siguiente nos fuimos hacia el interior, hacia la zona de Alcoi, que aún no conocíamos. A seguir subiendo y bajando. Así es Alicante...
Nos acercamos en coche hasta Benilloba, y ya de salida nos tocó comenzar a subir. Eso sí, como siempre haciendo paradicas para hacer fotos, como ésta con el castillo de Penella.
Tras unos kilómetros de bajada llegamos a Alcoi, una ciudad con pinta interesante.
Todo allí huele a moros y cristianos. Tras una parada para comernos el croissant que había quedado pendiente la víspera, seguimos camino.
Una de las razones para elegir esta ruta fue que queríamos atravesar el Parc Natural de la Serra de Mariola. Siendo parque natural suponíamos que sería bonito.
Y la verdad es que sí, que pedalear por esa carreterica fue una gozada.
Lo que no sabíamos es que parte de la ruta discurría por tierras valencianas...
Era ya la hora de comer, así que aprovechamos nuestro paso por Bocairent para callejear un poco por el centro...
...Y encontrar un buen lugar para comer. El menú ofrecía la posibilidad de comer de primer plato lo que llaman un pimentó, que no es sino un gran pimiento relleno de paella que estaba de muerte. El problema fue que casi no nos quedó espacio en el estómago para el segundo plato y el postre, pero bueno, pudimos con todo.
Con el estómago bien lleno nos despedimos de Bocairent con una bonita silueta del pueblo.
Los siguientes kilómetros fueron más anodinos, pero el buen tiempo y el nulo tráfico nos hicieron disfrutar igualmente.
Y seguía habiendo excusas para hacer paradicas y tirar fotos.
Como ésta, luciendo nuestros nuevos maillots...
La última parte de la ruta fue más bonita. Dejábamos ya atrás la Serra de Mariola y nos adentramos en un tramo interesante...
...Entre restos de castillos...
...E inesperados desfiladeros. Buen final de ruta.
En fin, esto es lo que dio de sí la Semana Santa ciclista, el resto de días los dedicamos a hacer excursiones a pie. Pero no quiero acabar la crónica sin hablar un poco de Altea. Para mí es como una segunda casa y el cariño que le tengo es inmenso, pero soy objetiva cuando digo que es un pueblo precioso que merece una visita y perderse por sus calles (empinadas, muy empinadas) cuando se pasa por allí.
Merece la pena subir hasta la iglesia y disfrutar de las vistas hacia la Serra Gelada...
Sentarse en una de las terrazas a merendar un croissant de almendra...
Acercarse hasta la propia Serra Gelada y "colgarse" de sus acantilados...
Y bajar hasta la playa de cantos rodados.
Playa desde la cual se tienen bonitas vistas de la imponente Serra de Bernia.