Bueno, pues hale, voy a ir escribiendo una pequeña crónica del cicloviaje de finde, no muy extensa, para no aburrir a las ovejas; pero va a ser poco a poco, porque mañana hay que ir al trabajo
Ruta: "Parque Natural Lagunas de Ruidera (I)"
- Dia 1. sábado, 9-Mayo-2015: Socuéllamos-Lagunas de Ruidera. 59,2 km.
Como es ya habitual, para hacer mis rutas, utilizo el tren para llegar a los lugares de acceso y regreso de las mismas. Me parece de lo más cómodo, lo más sostenible y coherente con el medio ambiente, siempre conduce otro y no hay nunca atascos. Inconvenientes, también los tiene, sobre todo cuándo quieres efectuar un viaje de grupo, ya que la nula sensibilidad y de oportunidad de negocio-servicio, que mantiene Renfe al respecto desde hace décadas, provoca que mucha gente, opte por cualquier otra alternativa. De todos modos, si te organizas un poco, puede que salgas del paso.
Foto 1.- Vestíbulo principal de la estación de Madrid-Chamartín
En esta ocasión saqué billetes hasta Socuéllamos, para los trenes MD nº 99204, que sale de Madrid-Chamartín a las 09.16´ y llega a Alcázar de S. Juan a las 11.00´, en dónde hay que realizar un transbordo para otro MD, el 18081, que parte a las 11.22´ y llega al destino a las 11.43´.
Para reservar el billete-bici, en vez de sacar el billete integrado, que te niega la posibilidad de obtenerlo, le indiqué al señor de ventanilla que me lo fraccionara en dos, pues de este modo el sistema si que lo permite. También le advertí que no iba a pagar dos veces por la bici, en un mismo trayecto, así que tan solo obtuve uno.
El trayecto en sí, estuvo de lo más divertido. Como compañero de asiento, me tocó un joven, de los de la gorra de beisbol puesta al revés, que iba pegando cabezazos contra mi hombro, cuando se dormía. Y enfrente, había como unas cuántas cosas, con cascos en las orejas.
Hasta hace poco tiempo, viajar en tren era una aventura llena de incógnitas. Podía ser que en tu departamento (si ésta era la forma de utilizar el tren) coincidieras con una o varias personas amables que te dieran ánimos con su conversación para seguir adelante; o acaso tenías como compañero uno de esos seres antipáticos que hacen incómoda la compañía. Ahora es distinto. La gente se sienta a tu lado sin pronunciar palabra alguna, aunque sean varias las horas de viaje. Lo habitual es aislarse mediante unos aparatos que se colocan en los oídos, lo que permite conversar con quienes se encuentran fuera del departamento del tren, a cientos o a miles de kilómetros de distancia. Todo el trayecto se hace ahora en solitario, si por tal se entiende la falta de convivencia auténtica. Los viajeros se aíslan y cada uno se las arregla como puede. No se conversa, sino que se coexiste vinculado a otras personas lejanas. En el tren ocurre así, y en todas las situaciones en las que antes se convivía.
Del anterior modo, ahora con las modernas tecnologías, puedes enterarte cuando pasas por Aranjuez, de la hora a la que irá la cuñá de la señora del moño que va enfrente, a la peluquería.