No nos entusiasman las marchas "cicloturistas" (las entrecomillo en tu honor, Vicent ), si exceptuamos la Bilbao-Bilbao, pero ésa es otra historia. Sin embargo cuando sale alguna nueva que nos parezca interesante por alguna razón pues mira, nos animamos. Es lo que nos pasó con la marcha organizada por Arueda.com. Su trazado era precioso y, sobretodo, nos permitiría pasar por el Coll de Banyuls, al que hace tiempo que le teníamos ganas. Por eso nos fuimos a pasar el fin de semana a Roses. La marcha era el domingo así que, cómo no, aprovechamos el sábado para soltar un poco las piernas haciendo otra rutilla. Yo llevaba casi dos semanas sin poder coger la bici por culpa del mal tiempo y estaba que me subía por las paredes. Tras estas dos dosis de pedaleo ya me encuentro algo mejor, gracias
Cada vez que pasábamos por Girona me llamaba la atención lo que yo pensaba era una pequeña ermita blanca allí en lo alto de la montaña. Kim me explicó que no era una ermita sino un santuario, el Santuari de Els Àngels y siempre me decía, no te preocupes, algún día subiremos. El sábado era el día perfecto para cumplir mi deseo. Dejamos el coche en Quart y enseguida comenzamos la subida. Una subida sin grandes pendientes y bastante constante, muy agradable. De ésas en las que cuando llegas arriba piensas, ohhhh, ya se ha terminado. Allí pude comprobar que mi perspectiva había fallado, porque ¡anda que pensar que era una pequeña ermita!...
Además de la correspondiente visita al bar también fuimos a ver a la virgen, que no se diga que somos descorteses...
Tras una rápida bajada llegamos a un par de pueblos que me encantaron: Madremanya:
Y otra preciosidad de pueblo: Monells:
La vuelta la hicimos por otro puertecillo, el Coll de Sta. Pellaia:
Tras cerrar el círculo y llegar de nuevo a Quart decidimos alargar un poco la ruta para acercarnos a comer a Girona. La verdad es que pensar en un plato combinado de tapas en una de las terrazas de la Rambla era demasiada tentación:
Después de comer volvimos a Quart, cargamos las bicis en el coche y emprendimos camino a Roses, donde nos alojamos y pasamos una relajada tarde, guardando fuerzas para el día siguiente, las íbamos a necesitar...
Temíamos la lluvia, pero temíamos aún más la tramuntana, y viendo cómo se meneaba el arco que marcaba la salida, ¡ay madre! pensaba yo, aunque la gente por allí no parecía demasiado preocupada.
La cosa quedó en tramuntaneta, pero molestaba ¿eh? Como es habitual en estas marchas se salió a mil por hora, y como no queríamos quedarnos sin el resguardo del viento que proporcionan los demás ciclistas nos tocó apretar los dientes. Estos inicios de ruta a tope no me van bien, yo soy más diésel, pero bueno, un sofocón de vez en cuando no viene mal...
¡Con deciros que estaba deseando que empezara la subida a
Sant Pere de Rodes para descansar!, jajaja.
Nunca había subido a Sant Pere por esta vertiente y agradecí que fuera más suave que la otra, con el calentón que llevaba encima... Afortunadamente ya no tenía que seguir el ritmo de otros sino el mío propio.
Me acordé de la "Trobada tramuntana". Os imaginé subiendo por allí entre risas y pensando en el almuerzo que os esperaba... vamos, igualico que ayer, jajaja.
Disfrutamos de la bajada. ¿Cómo no hacerlo ante las preciosas vistas que se abrían ante nosotros? Entre foto y foto la gente nos adelantaba, supongo que pensarían que vaya bichos raros, con esas bicis en una marcha ¡y parándose a hacer fotos!
Tras unos kilómetros por la costa, peleando contra el viento, llegó la segunda dificultad montañosa: el Coll de Frare. Es una gozada lo tranquila que es la subida, teniendo en cuanta que todos los coches pasan por los túneles. Tampoco lo había subido nunca por esta vertiente, y me gustó hacerlo.
Tras subir otro coll, el de Belitres, pasamos a Francia, y en Cerbere nos adelantó el coche escoba y el conductor nos dijo que como ya íbamos pasados de tiempo, y sintiéndolo mucho, nos tenía que adelantar, jajajaja. ¡No problem! paradita en Cerbere a comer algo y rellenar los bidones y ¡hala! a seguir a nuestro aire. En Banyuls nos desviamos hacia el carretil que, en apenas ocho kilómetros, nos llevaría hasta el Coll de Banyuls. Era impresionante ver el cuidado que ponen en las viñas, lo perfecto de los muretes de piedra seca:
Podíamos regodearnos con el entorno porque la mayor parte de la subida es muy tendida. Eso sí, cuando llegan los dos kilómetros finales... ¡¡¡sálvese quien pueda!!! Qué rampones, madre mía, en el momento de la foto Kim estaba subiendo una bonita curva al 17% ¡y no era la más dura!
El Coll de Banyuls es tristemente famoso por haber huído por allí miles y miles de exiliados, durante la Guerra Civil. Una pequeña placa los recuerda en lo alto:
Los nubarrones eran amenazadores, pero allí en lo alto seguía sin caer ni una gota:
Nos había costado un buen esfuerzo la subidita, y nos hizo mucha gracia ver que no éramos los únicos, jajaja:
La parte catalana está perfectamente asfaltada. Sin embargo había que estar pendiente en la bajada, ya que se veía salpicada de pasos canadienses bastante botones y pequeñas cuestas arriba que nos obligaban a ponernos de pie sobre la bici, algo que por otra parte se agradecía después de haber subido anteriormente a golpe de riñón.
Una vez llegados a Espolla terminó la pista asfaltada y volvimos a la "civilización". Ya sólo nos quedaba coger la directa por el camino más directo a Roses (que nos ahorró seis kilómetros respecto al camino marcado por al organización). Pero teníamos hambre, oiga, y ya estábamos cansadillos.
Nuestra recompensa fue un chute de proteínas en el polideportivo de Roses (pensábamos que ya no nos quedaría butifarra, pero al final no llegamos tan tarde, jejeje).
Bueno, eso y una estupenda camiseta interior técnica (de la marca Sportful, patrocinadora de la marcha) que ¡¡¡señoras y señores, era de mi talla!!! Además tuvieron un detalle para las pocas chicas que participamos: unos calcetines de ciclismo. Les agradecí mucho el detalle pero... ¡¡¡por Dios, a qué vienen esas puntillas!!! No sé, será que soy poco femenina, pero es que esas puntillas, buffff...
En fin, si os he puesto esta crónica comprenderéis que no es para que os apuntéis otro año a la marcha, sé que estas cosas no gustan por aquí y lo entiendo. Pero es que es una ruta preciosa y haciéndola a vuestro aire disfrutaríais un montón. Sólo una recomendación: yo la haría desde Villajuïga: de esta manera os podéis ahorrar veinte kilómetros (diez de ida y diez de vuelta) sin demasiado interés.
No puedo terminar sin desear a todos los catalanes que hayan pasado un bonito día.
Sant Jordi es un día muy especial y esta mañana me ha dado pena tener que irme sin poder vivirlo, pero bueno, mis rosas me las he traído a Pamplona. No podía ser de otra forma
¡Bici, bizi, vici!