Hola! Añado otro escrito más y espero que también vosotros empecéis a animaros y a postear los vuestros.
Como de costumbre, el resultado no es gran cosa, pero me ha gustado escribirlo.
Hoy debo de haber sentado cabeza, porque de repente me han salido las cuatro muelas del juicio. De tener veintiocho dientes he pasado a tener de repente treinta y dos.
Pero no se ha tratado de un proceso natural, y ha sido todo por intervención de un mecánico más que de un dentista.
No os confundo más y me dejo de metáforas: el caso es que hoy he pasado de montar un 28 a montar un 32.
Esa corona, exuberante en todo su esplendor de metal nuevo y brillante, venía cargada de esperanza; esperanza de que esos cuatros dientes más me ayudarían a poder masticar más puertos de montaña y comerme la carretera sin que se me atragantara ni posteriores indigestiones. Esa corona ha sido sin duda la estrella del día, atrayendo la mirada como oasis en el desierto.
Dieciséis kilos pesa mi bici, y con un 22x28 la verdad es que iba justito para subir todos esos puertos que me rodean sin hacerle sufrir a la patata.
He querido probar en cuanto he tenido posibilidad. Necesidad de adaptación la he sentido ya en el primer kilómetro de subida y no sólo a nivel muscular. Las certezas con las que había pedaleado hasta el día de hoy se me derrumbaban una a una, mientras subía y subía la montaña, por cierto, rumiando la idea del "¿Habré hecho bien en comprar este desarrollo?"
La cadena y los piñones debía cambiarlos sin falta, y perdiéndome en el perfeccionismo obsesivo de la deliberación, engatusado por la ingeniería al servicio del consumo, antes de acudir a la tienda de bicis había intentado entender cómo habría afectado ese cambio mediante cálculos teóricos de los desarrollos y demás números.
Ahora, en cambio, lo he probado en mis carnes; todos esos números parecen no valer ya nada mientras pedaleo afanosamente y me observo. ¿Las sensaciones que busco o que encuentro interfieren con lo que me espero de esos cálculos hechos en despacho?
También ha habido que lamentar que en ese trajín me he quedado huérfano de mi amado piñón del 28. Y de ahí esa duda más grande que la montaña que estoy escalando: "¿Habré hecho bien o la habré cagado?"
No sé, no sé, del 24 me salta directo al 32, pues el salto es muy grande. ¡Entre el último y el penúltimo piñón ahora hay un verdadero barranco!
¡Deja ya de pensar en si has hecho una buena adquisición! ¡Déjalo ya! ¡Mira qué bonito es el valle desde aquí arriba, y déjate ya de esos pensamientos de persona caprichosa!
¿Acaso no quisiste tú arriesgarte? ¿Acaso no fuiste tú a quien le dio igual y frente al equívoco al final decidió decirle al mecánico: "Si al final es esto lo que hay en la tienda, pues eso es lo que voy a montar, ya que la piñonera 'progresiva' que tiene el 28 no la puedes traer"?
¿De qué te quejas? ¿Te parece que vas demasiado despacio, que no tienes apenas desarrollo? Pues sí, quizás tu cuadro y la llanta grande no te favorezcan en cuanto a estabilidad con esa velocidad de caracol; quizás tengas que ejercitar un poco más la cuestión del equilibrio; quizás dentro de cinco minutos ya estés acostumbrado, y asunto cerrado. ¿Por qué no piensas en las posibilidades que te abrirán esos treinta y dos dientazos? Vale... quizás si te hubieras quedado con un más comedido 30 habría sido un buen compromiso entre lo que siempre has tenido y lo que buscas, pero ¿qué prisa tienes? ¿Acaso es que te molesta ese desarrollo tan corto? Si te parece que vas marcha atrás de lo lento que vas, pues acostúmbrate o pedalea de otra manera y deja ya de ser derrotista.
Si al final va a ser más duro todo. Si no te gusta subir con el de 32, recuerda que ya no tienes el 28 y encima "se te han caído" cuatro dientes, así que tendrás que valerte del 24, gana fuerza, haz lo que puedas, acostúmbrate, ¡pero no te quejes más, tío!
En esa pérdida repentina del hábito de mi pedaleo no he dejado de pensar lo grande que ha sido el descubrir que esa rutina que llevaba años implantada en mí era venenosa y que necesitaba cambiar algo, algo que me hiciese renovar mi relación ciclista con el entorno. No sólo me parece que hoy tengo una nueva bici, porque la nueva transmisión anda de maravilla, también me siento diferente y no sé bien por qué. Quizás por tan poco, y gracias a tan sólo cuatro muelas más, mi boca se ha agrandado tanto que me dan ganas de comerme el mundo. Gracias al cambio de piñón puedo volver a descubrirme, adaptarme: y aunque parezca exagerado, ésas también son cosas que te hace sentir vivo.
Cuatro dientes más y cuatro dientes menos. Un espacio de ocho dientes entre el 32 y el 24, un abismo de sensaciones nuevas, ¡¡todo un espacio para Emocionarse!!