No sé si tres
horas califican para una micro-aventura, pero quizá sea una nano-aventura.
El sábado fui a
rodar mi bici sobre una pequeña montaña en
las cercanías de Ginebra que se llama el
Salève. Me temo que no fue una buena idea. En la tarde la carretera se había
secado y tenía ganas de ir a entrenarme un poco. Hacía mucho frío y aún más con el viento del norte.
De vez en cuando un chubasco de nieve oscurecía el horizonte, nada grave.
En la llanura a los 400m de altitud no era un inconveniente. El recorrido
por Reigner, Esery, La Muraz, fue muy agradable ya que llevaba bastante ropa
para subir. Casi que tenía demasiado
calor antes de llegar al col de la Croisette (1175m). Sólo quedaban 3 km para
llegar al punto más alto de mi ruta. Allí se complicó todo.
La nieve de los
prados, soplada por el viento se pegaba a la carretera. Como la temperatura
había bajado por debajo de cero grados, el asfaltado tenía una capa de hielo. Casi no era posible
pisar el suelo sin resbalar. ¡Imagínate como era sobre la bici! Tuve que andar tirando de la bici por unos 4 km. La cúspide
del Salève estaba casi desierta, lo que
con la cercanía de Ginebra es algo inverosímil. Sólo había un fulano, que no
podía ver, volando una cometa en la borrasca. Empezaba a tiritar de frío, y me
puse la única prenda que me quedaba, un corta-viento ligero para abrigarme del
soplo que me congelaba. La cremallera descarriló. No había forma de cerrar el
abrigo. Cuando bajé de nuevo a una altitud dónde no había hielo en el suelo, ya
no podía anclar el zapato al pedal. El
hueco de la suela dónde se halla la cala estaba atiborrado de nieve compactada y
congelada. No podía engancharlas. Los cuatro kilómetros de la cumbre, que
habitualmente se recorren en 12 minutos, los hice en casi una hora. Cuando monté en la
bici, estaba casi congelado. Mis guantes
estaban húmedos, porque había subido con
ellos puestos a causa del viento. La velocidad de mi cohete bajando (tengo una reclinada) no mejoraba la sensación de
frío. En vez de rodar entre 30 km/h por
la curvas y 50 km/h por la líneas rectas, debía tener cuidado de no resbalar al
girar o frenar y aún en la rectas no podía soportar aire frío a más de 20 km/h.
Fue un alivio
llegar a Monnetier (700m de altitud) dónde la temperatura era positiva y el
viento menos feroz. Ahí pude acelerar sobre el asfaltado seco sin riesgo de
derrapar. Llegué a casa de noche bien
entrada.