Dejamos el coche allí y empezamos nuestra aventura saliendo del pueblo por la primera cuesta, en dirección a Valdesotos. Aquí ya nos asamos de calor. El día prometía. Antes de llegar a Valdesotos bajamos un puerto pequeño y…
A mi me pasa que cuando tengo un percance en una ruta y no la puedo terminar tiendo a pensar que el recorrido en sí, está gafado. Pues bien, bajando este primer puerto del día, de pronto, se me desintegran las pastillas de freno de la rueda delantera y poco más adelante, claro, las de la rueda trasera. Lo dicho: este recorrido está gafado. Todo parece ponerse de acuerdo para que no lo podamos realizar -pienso-, mientras mi bicicleta se transforma en un cacharro que chirría y gime y al que cuesta un triunfo parar.
Sigo bajando unos metros más. El ruido de hierro contra hierro en los discos de freno es descomunal. La bicicleta apenas frena y parece que se va a desmontar y a romperse todo en cualquier momento. Paro en mitad de la bajada. Pilar me mira con cara preocupada.
-Me he quedado sin pastillas de frenos… -digo.
-¿Qué hacemos? –me dice Pilar.
Miro hacia atrás pensativo. Miro hacia abajo –la carretera desciende entre curvas de herradura-, luego miro las montañas. Lo pienso. “Mierda, mierda”, soy un imbécil: acabo de cargarme la excursión…
-¿Volvemos?.. –murmuro con rabia. Indecisión.
Pero ¡qué demonios! No vamos a dejarnos impresionar. Miro hacia las montañas,,, ¿Se podrá cruzar todo eso sin frenos? ¿Se romperá todo por el camino?.. Dudas, dudas, dudas…
-A la mierda con todo: ¡seguimos!
Pilar me mira y dice que de acuerdo. Le respondo que tendremos que bajar cada cuesta despacio, muy despacito.
Así que seguimos bajando. Bajar los puertos como si fueran trialeras no es muy divertido.
La carretera sigue y en un punto hay que desviarse a la derecha. La carretera por la que queremos ir es una pequeñísima carretera de servicio del Canal de Isabel II, que va hacia la Presa del Vado. Es tan pequeña que parece una pista, nos la pasamos en el desvío, y tenemos que volver.
El recorrido de esta carretera es espectacular. A media ladera de la montaña, en medio de una soledad inmensa, disfrutamos de lo lindo.
