Rodadas. Una comunidad de cicloturismo y viajes en bicicleta
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"Tu viaje en camiseta interior de lana y sin cuentakilómetros" (Crónica-Relato)

&tarr; PUBLICIDAD (lo que paga la factura)

  1. Urbasa te ha vuelto a regalar su encanto y se ha portado bien contigo. La vez pasada te deleitó con un manto de nieve precioso, una alfombra blanca y luminosa, pero que al final acabó siendo también húmeda, fría y gélida desde el momento en el cual dejó de entrarte por los ojos y empezó a
    entrarte e infiltrarse por las zapatillas, calcetines, hasta helarte la piel y los huesos.
    Esta vez, verdes pastos primaverales y cencerros; muchos, muchos cencerros que se suenan con insistencia a lo lejos, cerca, y colgando de las vacas que se pasean a tu lado. Vacas y caballos, caballos y vacas, árboles en pleno brote de vitalidad. Una linea de asfalto, tímida entre ese paraíso de pastos y bosquecillos. Una bici cargada rueda lentamente por ella, y ahí encima vas tú, Paulo, disfrutando del momento. Pensativo como siempre, divagador, rumiador y con ganas de no serlo tanto. (Divagador, rumiante y pensativo, esta vez te has dejado llevar por ese libro que por curiosidad cogiste de la estantería en el desván en donde tenías la bici. Acaso no sabes aún que no es recomendable ojear libros de psicopatología antes de salir de viaje en bici?? Acaso todavía no te has dado cuenta de que cuando se lee un libro de patologías casi siempre se cree padecer lo que se lee?? Me rio entonces al ver que ahora te preocupas por si de repente padeces unos de esos transtornos de la personalidad, jajaja, HIPOCONDRÍACO es lo que eres!!! Eso sí!!! No te preocupes... pedalea, pedalea, que rumiando y rumiando ya entenderás que no padeces ningún transtorno... o eso esperemos!! Ja ja ja!!)
    Así que me cuentas que coges esa vieja bici de carreras del desván, le montas una socorrida cajita de frutas y venga pa' dentro esterilla, saquito, bolsa y tienda. Ya está! Pero haberle hecho una revisión antes, loco!! Así va ser que se te partirán dos radios ahí por la Rioja!! (Haberla revisado, hombre!!) Te bajas en ascensor y en el espejo te ves vestido con esa camiseta azul. Toda una sensación ver que por primera vez en años vistes con un color "frío". Pero el efecto parece el de una manzanilla con aditivo de valeriana: es relajante. Mírate qué sonrisa sosegada y entusiasta tienes. Los ojos también te sonríen tras esas gafas de sol. En cuanto llegues a la planta baja empieza la aventura, compadre!!


    Publicado hace 8 años #
  2. Qué cara más contenta se te ve, Paulo... lo de siempre, el mismo carril-bici hasta Beasain; después, los mismos kilometrillos de siempre tirando pa' arriba... Segura, Zegama y todo eso... En Olaberria te has sido "de compras": muesli, chocolate negro, manzanas, leche condensada... Madre mía, dónde vas a poner todo ese volumen de cosas?? Cómo la vas a cargar tanto esa cajita de fruta endeble?? Pero mejor ingeniárselas que quedar sin comida en medio de las montañas. El verde de las colinas que te rodean por Segura, su majestuosa iglesia románica... todos esos paisajes que han sido el atrezzo de la escena de tu vida hasta el día de hoy, esos preciosos tonos de verde que tienen el precio de la humedad. Hijo adoptivo de esas tierras, querido Paulo, mi querido mestizo, Ulises viajero de mente cosmopolita.

    Esa bici que llevas, una bici de carreras noventera, hecha con racores y tubos de carbono-composite... menudos desarrollos llevaban en esos tiempos. La sensaciones al pedalear son distintas esta vez, y pese a ese desarrollo duro, la bici sube este puerto empujada por algo de fuerza y la tenacidad de siempre. Si hay que bajarse, uno se baja. Si hay que echar a andar, mejor andar que que te de un infarto! (HIPOCONDRÍACO!! -te lo repito-).

    Pero quieres quitarte ya esa cara de feliciano!!?? Estás contento porque prevés unos quinientos kilómetros de aventura serena y desenfadada. Estás contento porque estás haciendo algo que te gusta: viajar en bici. No dudes de que esta vez también va a ser un viaje basado en el arte del encuentro, o del reencuentro. Volverás por tierras navarras a verte con Roberto, y con los amigos conocidos en ruta en tu viaje de febrero. Mismo itinerario, mismos paisajes, hoy aún más ganas de ver y abrazar a tu compañera.

    Parece ser que el tiempo atmosférico te respetará esta vez, pero no dejas de tener curiosidad y las matemáticas de los meteorólogos tienen signo negativo más que positivo: tormentas a la vista!! Kilos de plástico llevas entre el impermeable ciclista y el tres cuartos fosforito y reflectante (con eso no te mojarás, a lo sumo se te condensará algo de calor).

    Arte del encuentro y del reencuentro, arte de vivir y saber vivir. (Por cierto, leer que quien padece uno de esos transtorno de personalidad tiene dificultades para vivir sin atormentarse te ha tocado alguna tecla, pero no te preocupes ni te obsesiones, porque estás sano y relájate... que no padeces nada de eso!  Y por cierto, te doy un consejo... deja ya de hojear superficialmente los libros de ese tipo que tienes al alcance!! Si quieres que te diga algo, mi compadre Paulo, te veo como un romántico de hace ciento cinquenta años. Que seas un héroe (romántico) o no, depende de ti y sólo de ti, pero te recuerdo que muchos de esos héroes que aparecieron en la literatura romántica eran héroes trágicos, jaja, y tan trágico no te veo, Paulo).

    Un tercer plato o uno de esos compactos te iría bien, luego contaremos los dientes del plato, pero estás moviendo algo pesadito, a la vieja usanza. En un descanso aprovechas para llamarlo por teléfono, pero Roberto no te contesta... a lo mejor está trabajando... pero resultará que hoy es un día ajetreado para él, y en cierto modo difícil. Por eso no te contesta, pero cuando lo hace y os veréis, el arte del reencuentro se transformará en necesidad de ayudar a un querido amigo: y ahí cumplirás. Está claro que Roberto tiene recursos e imaginación de sobra para solventar su difícil situación, pero tú estarás ahí, en pleno viaje; le darás a la tecla del "pause" para parar tu viaje y pisarás la del "play" poniendo en marcha toda la ayuda que estará en tus manos darle. Pero eso será cosa del día de mañana. 

    (Hoy, ahora) la luz cambia, se hace todo más claro en esa carreterita ladeada de árboles; reconoces la curva y el primer puerto te lo has ventilado. A tu derecha el macizo del Aizkorri, fuerza rocosa, estable y equilibrada que se te transmite nada más verlo. [...]


    Publicado hace 8 años #
  3. Disfrutar de los paisajes y de la experiencia te empuja a viajar de nuevo por la misma ruta. Lo que hoy ves de día, la otra vez te tocó pedalearlo de noche, la vez anterior en invierno y ahora en primavera. Nada es igual, todo es distinto, nada es monótono, todo puede ser sorprendente. Como siempre, el viaje está en uno mismo, y lo sabes. Bajando hacia Altsasu la misma historia de siempre, pero esta vez no pones ni plato grande ni nada. Haberle revisado los frenos, hombre! Haberle cambiado los cables, por dios! Si por no revisar, no revisaste siquiera el cierre de la rueda. Anda que eres un poco dejado, permíteme que te lo diga, Paulo. Subir puertos con dificultad y luego no poder disfrutar de la bajada por miedo a algún fallo técnico es un poco masoca, o por lo menos es cosa de tontos. Si me dices que temías que se te desenganchase la caja de frutas de ese transportín de tija, entonces justifico tu cautela, que si no....

    La sierra de Urbasa te espera después de Altsasu. Esta vez creo que haces bien en guardar fuerzas para la subida. Claro que te bajas cuando hay que bajarse y empujar: hace tiempo que aprendiste que el amor propio es otra cosa; otra cosa que nada tiene que ver con decidir desistir y bajarse de una bici y empujarla. Ahora sería un buen momento para plantar tu tienda, pues luego, en el ascenso, será difícil de encontar un sitio adecuado. Pero subes y descubres o redescubres otras formas de pedaleo... que si menos molinillo y más fuerza, que si pedaleando así o asá. Todas esas sensaciones físicas son delicias a descubrir, maneras de no quedarse enajenado y ser más consciente de esa actividad aparentemente mecánica que es el pedaleo. Aprender nunca está de más. Te felicito. Ya sé --porque me lo imagino--, que la cementera del fondo lo quisieras eliminar del panorama cuando te paras tranquilo a gozar del paisaje. En unas diez o doce curvas estarás arriba, y ese microcosmos boscoso te abrirá sus puertas por enésima vez. No se te hace duro subir: me alegro por ti y por tu pedaleo "a la antigua usanza" que te sube sin problemas a nada que mantengas un mínimo de velocidad y ritmo. El sol va bajando y nacen a cada momento nuevas ideas sobre dónde plantar la tienda. Una vaca (luego te darás cuenta de que son dos) ha invadido un cercado en donde habías decidido plantarla, pero el usurpador del terreno eres tú, así que tiras para adelante, disfrutando de todos esos árboles a los que no le sabes dar nombre. Los bosques, tras unos cuantos kilómetros se convierten en largas y anchas praderas de pasto, en los que vacas y caballos encuentran su festín y tú tu goce y paz en medio de tanta naturaleza salvaje. [...]

    Publicado hace 8 años #
  4. Qué calma transmiten esas vacas en medio del camino, verdad? En coche no quisiera yo encontrármelas de frente, no sé tú... pero como vas en bici, todo lo ves más bonito!

    Las heladas que sufriste al bajar por la cara sur de la sierra de Urbasa en febrero deben de haberte dejado huella, porque aún piensas en ellas. Esta vez, lo más que te está cayendo son cuatro gotitas de lluvia (Habrá tiempo para temporales y tormentas eléctricas, y ya lo sabes).

    Lo de engranar el plato grande te da la velocidad necesaria para salir del aburrimiento y para llegar al pueblo de Roberto o por los alrededores. Esta noche no puedes dormir donde él, por las peculiares circunstancias que vive justo hoy. Este contratiempo te empuja a buscar una solución que no es otra que plantar la tienda y olvidarte de esos temores que tienes al acampar. Te sorprendes, lo sé, de la tranquilidad con la que vives esa acampada libre, pero tú también acabas de tener un día denso --ahora que lo pienso--, un día en que has resuelto por fin esos asuntos tan importantes y cruciales que te bloqueaban a nivel energético, que no te dejaban fluir del todo. La noche pasa rápida y sin sobresaltos en la tienda. No me lo creo que hayas podido dormir del tirón. A ver qué haces hoy y cómo vas a ayudarle a tu amigo. [...] 


    Publicado hace 8 años #
  5. Tu amigo Roberto tiene un ritmo que no puedes mantener, pero debes esforzarte para ayudarlo lo más que puedas. Un día entero quitando escombros y poniendo en marcha muchas cosas. Tú ya sabes a que me refiero, no es el caso de ahondar más. Te has portado, compadre, pero no te pongas más medallitas, que a un amigo se le ayuda y punto; y sin que acabe teniendo la sensación de quedarse en deuda contigo.

    Así que saliste el lunes al mediodía, te viste con él el martes y te marchas hoy miércoles a media mañana. Has tenido que llegar a Estella en donde siempre se te hace todo tan familiar y en donde los recuerdos muy vívidos se te disparan en cada rincón del pueblo. Conoces una tienda en donde te podrían centrar los radios para quitarte ese roce de la llanta con la zapata, pero lo dejas correr (imprudente!), así que unos cuarenta kilómetros más allá te darás cuenta de que has partido dos radios del lado del piñón: y la cosa se pondrá interesante!!

    Campos de trigo, algunos amarillos, otros aún verdes... algún bosquecito de vez en cuando, pero las muy leves colinas y la llanura son principalmente tierra de cultivo. El freno te roza cada vez más y lo mueves para que eso no pase, pero pronto te das cuenta de que no se trata del problema que esta bici siempre ha tenido. Te hará falta esos cuarenta kilómetros, después de Arnedo y una parada en serio para constatar la rotura de los radios. Se te ocurre entonces arrancar una zapata para que no te roce más, pero no es una solución... un apaño es, pero no una solución! [...]

    Publicado hace 8 años #
  6. No sé por qué tus amigos te toman el pelo por ir en verano en manga larga: acaso no ven que así te proteges los brazos de la radiación solar?! Desde ayer llevas puesta esa camiseta interior, la de lana. Fue una buena salida para no ensuciarte otras camisetas que llevas, que adonde Roberto tuviste que trabajar duro! Pero con esa camiseta interior puesta te quedaste, encima de la de manga corta. Te quedaste pues con esa prenda interior a la vista, pero te fuiste acostumbrando a la idea y de repente ya no te pareció extraño vestir de esa guisa. Con esa camiseta de lana ni sudaste ni hueles mal. Tal vez su tono de blanco roto quede un poco amarillento, pero como eres una persona que no le da mucha importancia a la manera de vestir ni a las pintas (ni a muchos aspectos ligado a la 'exterioridad', diría yo), te da un poco igual. Ni sudaste ni hueles mal.

    Viñedos, campos trigueros, arboles frutales, el Ebro, las plantaciones de pimientos de Lodosa y sus diferentes técnicas de cultivo atraen tu atención, y la fertilidad de esas tierras también. Ha caido una buena tormenta y te ha pillado de lleno. Con la humedad en el cuerpo te refugias, vuelves al ruedo y casualmente para de llover después de un par de minutos, que es casi una ley de Murphy al revés. En Arnedo te vuelve a encandilar esa peña de roca arcillosa y el color rojo de la tierra. Es una villa especializada en la producción de calzado y es algo irónico que tú en cambio tengas tan sólo un par de sandalias semicerradas, y encima mojadas hasta a más no poder. Tienes los pies mojados y las sandalias casi destrozadas, a tu alrededor miles y miles de zapatos de tu talla en las innumerables fábricas y tiendas al por mayor, pero aún así no tienes más zapatos que los tuyos... como la paradoja de quien está sólo en una gran ciudad repleta de gente.

    Los viñedos se multiplican y los ruidos también. Es ahí donde te das cuenta de que has roto un radio... "Oh, noo! Que he roto dos" --piensas--. Con cinta de carrocero intentas tensar lo intensable y arreglar el desaguisado... pero hay poco que hacer, sin llave de radios ni pinza, ni nada. Por lo menos se te ocurre quitar la zapata del freno trasero para que al menos deje de rozar. Con el freno trasero sacrificado no podrás ni disfrutar de las bajadas... pero en realidad no te quejas por ello... y haces bien en no quejarte al viento, que de poco serviría. [...]

    Publicado hace 8 años #
  7. Miras al cielo. Miras al cielo continuamente; no lo haces para maldecir a nadie ni agradecer de que estás vivo a ningun ser supraterrenal. Miras al cielo obsesivamente, porque la luz, la humedad y la nubosidad cambian cada dos por tres y por capricho. Microclimas? Cambios de presiones y vientos extraños según que valle pilles? Parece siempre que vas a esquivar la tormenta, y en cierto modo es así, pero con ese aguacero que te ha pillado de lleno antes ya tienes bastante.

    Valles fértiles, gargantas estrechas, pinares y encinos. Las curvas que hace tres meses hiciste de noche ahora las ves de día. Precioso recorrido! El silencio y el tráfico cero te regalan esa sensación de soledad que te funde con la naturaleza. Subes, subes y subes con la misma técnica que usaste para Urbasa, la de "Paulo-no-pierdas-ese-mínimo-de-velocidad-que-si-no-te-atrancas". A la hora de bajar es una lástima no poder hacerlo agusto. Sin freno trasero y el delantero a punto de hacer clack y partirse el cable, son unos ingredientes perfectos para romperte los piños, así que con algo de técnica y mucha cautela bajas hacia esa población que está sobre el río Linares, para cruzarlo y remontar el río Alhama. De camino te encuentras con huellas de dinosaurio y varios centros de interpretación.

    Cruzas el Linares y te vas metiendo cada vez más en ese valle estrecho que no deja de ser otro micromundo más. Cervera, Aguilar y luego el puerto (que si no me equivoco se llama de Piqueras). Olivos, huertas familiares, muchas cabañas de caña de esas de para que trepen las tomateras. Llevas media península observando las técnicas de montaje de las cañas. Has visto de todo... de tres de cuatro, con refuerzo abajo, sin refuerzo, verticales de metal, de caña o de cable metálico... no sé cómo hasta ahora nunca te habías fijado en ellas!

    El micromundo de los huertitos y las casetas de campo te encanta, y hasta llegar a pie del puerto te hará disfrutar. En un área cerca de un antiguo asentamiento romano montarás la tienda, que --como todo tu material--, deja siempre que desear... y así te despertarás a la mañana siguiente con la tienda encharcada, y toda la ropa y la mochila mojadas o húmedas. La noche ha sido de tormenta y el día siguiente por las calles no se hablará otra cosa de cuánta agua cayó... y tú ahí en esa tienda "permeable", confundiendo la luz de los relámpagos con la linterna de algún guarda que te haría desmontar el campamento y el chiringuito. Mañana será otro día: jueves. [...]

    Publicado hace 8 años #
  8. Perdón por la interrupción, pero qué metáfora de la vida misma, rodar con sandalias destrozadas rodeado por millones de zapatos perfectamente guardados dentro de sus cajas pero fuera de tu alcance...

    Cuidado con ese freno trasero, arréglalo en cuanto puedas. Y sí, esas camisetas de lana van muy pero que muy bien cuando se plantean varios días de uso sin poder lavarlas.

    Y ahora ya me quito del medio de la carretera antes de que el gendarme de la moto me eche la bronca

    Gandulus maximus. Vires et Iniuriam acquirit eundo.
    Publicado hace 8 años #
  9. Me encantan esos viajes de bici ochentera recién rescatada del trastero: es cierto, lo importante es "lo interno". Con respecto a "lo externo", esos ropajes visibles, a menudo son  muy superficiales, efímeros y fugaces;  cuando no un innecesario despilfarro.


    Gracias por el relato.


    Salud/os


    J.J.

    "El grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria" (Milan Kundera)
    Publicado hace 8 años #
  10. [ De interrupción nada, Taff! Faltaría más!! Ahora tengo la bici a punto... menos mal. Claro, J.J., si lo importante al final es viajar y no tener miedo de tirarse a la pista a bailar. Sobre la ropa... hace tiempo leí algo sobre la lanolina y su efecto antibacteriano, y esta vez la verdad que me ha venido y me vendrá de perlas tener a mano esa camiseta de lana... 


    El relato lo ando improvisando a salto de mata mientras espero en casa de un amigo que se va a apuntar a la ruta... Como siempre, escribo sin muchas pretensiones literarias y dejándome llevar... Un abrazo a todo el mundo! ]  

    Publicado hace 8 años #
  11. Paulo que viaje tan apasionante. Me pongo en tu lugar y me tienta hacer un viaje asi con la camiseta de lana, tienda permeable, sandalia rotas, caja de fruta en vez de alforjas haciendo frente a las adversidades con lo imprescindible esperando que el dia a dia te lleve a tu destino, únicamente te recomendaría que no dejes de mantener a tu compañera sobretodo los frenos. Una fotillo se echa de menos  aunque así nos obligas a leerte para poder vivir tu viaje

    Adelante sigue disfrutando. 

    El unico simbolo de superioridad que conozco es la bondad.
    Beethoven.
    Publicado hace 8 años #
  12. [Qué tal Trisqui? Llegué vivo al final, gracias a algunos arreglos mecánicos. La verdad es que la seguridad mecánica no hay que dejarla de lado, por mucha improvisación que haya detrás de un viaje, es cierto lo que dices. Fotos no he sacado, pero la foto de la bici con caja de frutas sí la sacó un amigo con el que compartí un par de días de ruta, así que tarde o temprano llegará. Nos vemos!]
    _____


    [SIGO CON EL RELATO...]


    --- Deja ahora que cuente yo el resto, querido Facundo. Hasta ahora lo has contado bien… y además, con pelos y señales. Te repito: lo has hecho fenomenal. Pero permíteme que siga yo. Después de todo, fui yo quién vivió esto; y aunque tú lo cuentes, digamos, usando mi estilo… el caso es que ahora me apetece contarlo de primera mano. No es por nada. No te lo tomes a mal.


    Sí, después de esa noche de tormenta me despierto y es jueves, una húmeda mañana de nubes y claros de un jueves cualquiera. El campamento lo desmonto con rapidez y empiezo a tirar, no sin antes tener curiosidad por ese antiguo asentamiento romano. La verdad es que no veo nada, no entiendo las referencias del mapa sobre el terreno. Pienso que es más el valor arqueológico y turístico que se le da al sitio, que lo que debe de haber realmente a la vista. Así que, como decía, empiezo a tirar.
    Un anciano desde una acera me ve hablar por teléfono bajo la llovizna, parado en el arcén, y eso despierta su curiosidad como sus ganas de ayudar, teniendo el detalle de preguntarme desde lejos si estoy en problemas o si me hace falta algo. Un detalle y un gran gesto hospitalario por su parte, a la entrada de su pueblo y de su casa, mientras --según me cuenta luego cuando empezamos a charlar--, está esperando a que una furgoneta le despache el pan.
    Hoy, ¡gran día! Tengo muchas ganas de subir el puerto que hace tres meses subí en la oscuridad de la madrugada. ¡Y yo que creía que me libraría de las lluvias en junio! Hoy me pilla justo en el cuarenta de mayo, y el sayo ya me lo he quitado, pero aún así he acabado vistiendo de nuevo un par de capas de impermeabilidad para aislarme de la mala suerte del cielo que llora lluvia de tristeza y se desahoga gritando truenos, atormentándose con capricho a sí mismo ahí en lo alto y teniéndome en ascuas aquí abajo.
    A pie de puerto un cartel que parece no incumbirme tanto, pues más que circular por carretera, mi sensación es que me aventuro por ella, dispuesto a salirme, dispuesto a cargar mi bici al hombro y llegar donde sea monte a través. Bueno, --como iba diciendo— a pie de puerto hay una señal temporal que me advierte en negro sobre amarillo que la carretera está cortada a la altura de la provincia de Soria. Sea por inercia, sea por una decisión aventada pensando que a malas malas monte a través rebasaría el tramo cortado, prosigo con esa confianza máxima que a ratos se me transforma en esperanza de no encontrarme con problemas y tener que dar media vuelta tras muchas pedaladas duras y sacrificadas.
    Ni una antena, ni una casa. Esta vez el río Alhama se distingue perfectamente y su hilera de árboles que acompaña su descenso hoy más rápido y copioso que de costumbre. Una casa, en verdad, sí la hay ahí abajo, con su tejado caído, abandonada quizás por la humedad, o tal vez por poderse inundar a la primera inesperada crecida. Me gustaría vivir ahí, aislado de todo y del mundo; no sé cuánto duraría, pero me gustaría vivir un tiempo en ese aislamiento voluntario.
    Se ve que no soy el único que disfruta del paisaje de la zona. Un hombre con una furgoneta escacharrada se ha parado y bajado, y se estira mirando el panorama subido a una roca. Le pregunto a ver si sabe algo del asunto de la carretera cortada y me contesta que ahí arriba la están asfaltando pero que a las bicis no cortan el paso; termina diciéndome que que mal lo voy a pasar con la gravilla suelta con mi bici de carreras. Pues el hombre no está alejado de la verdad. Encima, mis frenos están de un ajustado a las ruedas que cada grano (e incluso cada gramo) de grava molestará, frenará la rueda, será ruidoso.
    A veces me apeo, pero sigo tirando para arriba a golpe de pedal, acostumbrándome al crujido. Tras algún kilómetro llego al cartel que en febrero me pareció gritar que empezaba Castilla y de repente la carretera que siempre en febrero me dio la sensación de ser tierra de nadie, parece ser que hoy es tierra de alguien… la diputación que la está ensanchando y renovándole el firme.
    El camión del betún está parado y lo adelanto, quedándome con el saludo en la boca. Más adelante, mucha más grava y una apisonadora que trabaja nerviosa eruptando humo negro. El otro solitario que saludo es el obrero que maneja la máquina. Mientras juego azarosamente a ser un improvisado meteorólogo, calculando si la ira de esa nube caerá sobre mí o no, la charla con este hombre es más que interesante. De las diferentes técnicas de asfaltado y sus costes saltamos a hablar sobre la gravilla… y por supuesto sobre mis frenos tan ajustados… de los frenos a mis radios rotos y la llanta que bambolea.
    El estornudo airado de Zeus se manifestará dentro de cinco minutos en forma de aguacero tremendo, --y ahora que lo pienso, en el anterior viaje de febrero por estos mismos parajes también se me manifestó otro dios; en aquel caso, Morfeo. De momento calculo que me voy a librar de la enésima tormenta y, charlando charlando, me entero de este señor entiende muchísimo de mecánica de bicis. Sabe incluso que mis frenos son unas piezas que se retiraron del mercado por peligrosidad del diseño. (¡Así entiendo ahora el valor de “piezas únicas” que le dio aquel coleccionista que en el sur de Alemania me los quería comprar!)
    Me despido de él y prosigo. La nube cada vez más negra, la luz también, y mis últimas curvas las pedaleo con los pies empapados. El impermeable me salva, pero las sandalias se me mojan de nuevo. “No, gracias. ¡Tengo un amigo en el siguiente pueblo, a cuatro curvas de aquí!” contesto a los amables obreros que me ofrecían resguardarme de la lluvia antes de que empezara a caer.


    En esas cuatro curvas, la tormenta no me deja respiro, pero acabo finalmente en casa de Marcos. [...]


    Publicado hace 8 años #
  13. Si al final viajar en bici no es más que una manera de aventurarnos y escandallar los fondos arenosos o rocosos de nuestra alma; es un tiempo para hacernos preguntas, reflexionar, disfrutar de los paisajes, sentirnos fusionados con el mundo y sus colores, valorarlo aún mejor e incluso hacer las paces con él si hace falta.

    Hay toda una energía generada por esa tensión espiritual de fusión con el planeta a la que se contraponen, por otro lado, la lucha y el pedaleo por pendientes inesperadas e inexorablemente concretas, así como por otros fatigosos accidentes geográficos que el camino nos depara. Esforzarnos, conocer, disfrutar, ganarnos el placer de la aventura, explorar y sentirnos libres son causas y efectos habituales del viajar sobre un sillín.

    Miles de ciclistas, miles de aventureras y aventureros, millares de personas damos vueltas por el mundo buscando la sensación placentera de avanzar poco a poco por nuestra ruta mezclándonos con gente por encuentros fortuitos, visitando pueblos y parajes, probando gastronomías diversas o simplemente lo que un hornillo y un poco de fantasía pueden llegar a saciarnos.

    No hay dos viajeros iguales, pero una cultura compartida alrededor de la aventura en bicicleta sí. Cicloturistas, cicloviajeros, biciaventureros… nomenclaturas que no sirven de mucho al fin y al cabo. Personalmente, me gusta pensar que me muevo valiéndome de una bici, sin más bombo que ése; si fuera preciso darle el etiquetado de rigor, elegiría el de “viajador en bicicleta” (ni siquiera “viajero”, por eso de quitarle importancia, sino --con venia de aparente pedantería--…viajador). Más allá de conceptos, clasificaciones y subdivisiones, ¡la cultura del viajar en bicicleta está ahí! Hubo precursores, personas valientes que deliberaron un día de su vida que viajar en bici les era posible. Hoy en día es una actividad en boga y la comunidad va creciendo. No hay dos viajeros iguales, ni dos experiencias iguales, pero sin embargo quien viaja en bici experimenta un placer que, aunque no lo sepa explicar, coincide mucho con el que pedalea a su lado o delante de él, o con el de quienes hace tres días, años o lustros se aventuraron sobre dos ruedas.

    Y aquí estoy hoy, partícipe de esa cultura compartida del cicloviaje. Se ve que en este instante me toca a mí sufrir el chaparrón y su infalible acto de presencia como aguafiestas. Donde no estoy mojado arrastro aún humedad encima; donde en realidad estoy seco, me parece que tengo la ropa húmeda. En cuatro curvas y novecientos metros que me separaban de casa de Marcos me ha caído encima un diluvio de magnitud bíblica que cuando me ha abierto la puerta he visto en él todo un Noé.  […]

     

    Publicado hace 8 años #
  14. Genial como siempre oreja
    Me encanta!!

    Un saludo

    Publicado hace 8 años #
  15. [...gracias Zeque, ¡me alegro de que te guste! Sigo con el tema...]

    Él en calzoncillos y yo con mi multicapa impermeable de un fosforito cantoso a más no poder. Me abre la puerta y me mira con los ojos aún pegajosos y entrecerrados de quien acaba de ser sacado de la cama, y me invita a pasar. Al tener yo planes, y habiendo quedado en Calatayud con otro amigo, meterme en casa de Marcos no sé si es la mejor jugada. Me alegro de verlo, pero siempre que meto la bici en su casa o en su furgo, la cosa se acaba liando y pierdo cierto control sobre cuando irme y proseguir ruta. En su casa, con él y su pareja pasaré el jueves y la mañana del viernes. "En su casa" es un decir, porque de hecho me llevan con ellos de aquí para allá, a visitar amigos, a ver su taller de artesanía y un negocio a punto de montar. Marcos es un todoterreno imparable que por lo visto debió de salir de fábrica sin marcha atrás; un tipo interesante y con un impulso vital envidiable al que conocí --¿cómo no?-- en el viaje anterior, en cuando a la mañana me propuso subir a su furgo para adelantarme unos kilómetros... y tomarnos un café. Aquella vez me dijo que en realidad me había confundido con Jacques, un cicloturista, cicloviajero o biciaventurero francés que ya una vez había pasado por su pueblo.
    Si no fuera porque conduce esta furgo con la formula "esta-carretera-no-la-conoce-nadie-tanto-como-yo", estaría yo más relajado, pero se me hace imposible y le invito a ser un poco más prudente. Por otro lado, a ratos me dejo llevar y que sea lo que tenga que ser. En los momentos en los que estamos en casa, me ocupo de secar la ropa, de colaborar, y también aprovecho para descansar o para llamar al mecánico de la zona y hablar de antemano con él de mi avería. Aunque tardan bastante en levantarse, la mañana del viernes Irene y Marcos cumplen lo prometido y me acompañan a tiempo con su furgo adonde el mecánico, le dejamos la bici y nos vamos a hacer la compra. (En una tienda de piensos para animales me sorprende ver como se exponen los sacos, es decir con su valor nutricional y con la cantidad porcentual de grasa y de proteínas que contiene cada tipo de pienso). Volvemos al taller de bicis... charleta de rigor... últimos retoques... y asunto arreglado: tengo dos radios nuevos y puedo ponerme en marcha otra vez camino de Calatayud.
    Los chicos y yo nos despedimos, con ganas de volver a vernos. Eso sí, les digo que ya no tengo más bici que bajar, ¡y no será fácil que repita por tercera vez el mismo itinerario!


    Esta camiseta de lana de manga larga me protege del sol, mientras alcanzo Ólvega y la dejo atrás coronando el puerto de la Carrascosa. [...]

    Publicado hace 8 años #
  16. Muy gráfico relato.me encanta.

    la pega es que las entregas llegan con cuentagotas.(en serio,  tú ponlas cuando puedas/quieras y ya está,gracias por tu generosidad

    Publicado hace 8 años #
  17. [...] Todas esas experiencias hacen que me replantee la idea de que viajar en bici es sólo pasar o visitar lugares. Las visitas se pueden hacer a amigos... personas, forjando relaciones de amistad, mimándolas y regándolas como si de flores se tratara. Siembra, riega, pedalea... relaciónate y vive. Una vez más Vida, Vivir... más que palabras, conceptos recurrentes en los viajes. Pedalean, descubren y viven los biciviajeros. Disfrutan, observan, exploran, y no por último, sueñan. Pedalear y soñar, eso es... soñar pedaleando, pedalear soñando: Vivir.
    Ahora que me he despedido de Marcos, me toca alcanzar a Javi en este Ólvega - Calatayud. Javi me invita a ir por Bijuesca, y siguiendo su consejo lo haré encantado, variando así la ruta que hice hace tres meses en el viaje invernal hecho en vaqueros. La ruta me deparará pueblitos interesantes. Pero ay, ¡maldito asfalto mal cuidado! Acabarás con mis manos estando como estoy en esta posición incómoda en la que el manillar me queda lejos, los hombros se tensan, mientras las vértebras de mi cuello acusan hasta el hartazgo golpes y baches.¡Ay, acabarás con mis manos y con mi paciencia!
    Pero antes de eso llego sediento a un pueblo, a un antigua fuente de piedra y mármol. Hasta ahora, cartelitos cada vez más técnicos y políticamente correctos me han ido avisando durante el camino acerca de la potabilidad de las aguas... "sin garantías sanitarias"... "agua no conectada a la red" han sido las frases hasta ahora en las fuentes en las que veía beber a todo el mundo. Inmerso en un mar de dudas, pero con la garganta seca aún y el bidón vacío y maloliente a plástico revenido, le pregunto a un anciano a ver si es potable o no. Se me acerca entonces una mujer, anciana ella también. Me mira y con un tono serio sentencia firmemente con voz de hechicera: "¡¡Quien bebe de esta fuente se muere!!" Le respondo de pronto con histrionismo, simulando un dramático envenenamiento, torciendo los ojos, ahogándome, llevándome las manos al corazón y a la garganta. (¡Dudo de que haya logrado hacerle gracia!). A continuación empieza a elogiar las bondades de ese agua, mientras remueve con la mano la que cae en la poza de la fuente y bebe desde ahí. La verdad es que es la primera vez de que una persona de tan avanzada edad me gasta una de este tipo: ¡qué graciosa!
    Más adelante me siento en el asfalto a la sombra de un árbol y me como mi muesli tranquilamente, hasta que llega un coche de paso y he de levantarme. (Veo en sus caras la perplejidad de aquellos que estaban dentro, que no entienden muy bien la situación de ver a un tipo sentado con chaleco de emergencia ahí en medio). Cuando prosigo mi ruta me encuentro con micromundos entre rocas arcillosas, leves descensos que se agradecen así como pueblitos sorpresa que agradezco aún más, en donde todo es más chico, más lento... más humano. [...]


    [Qué tal Rafa? Gracias. Pronto copiaré más de lo que voy escribiendo en papel... ]

    Publicado hace 8 años #
  18. Hola. Aquí tenéis foto de la bici de Oreja.

    El invento es genial, mientras yo tardaba un cuarto de hora en sacar algo de las alforjas, él lo tenía todo a mano

    Adjunto

    1. 2015-06-15_15.18.30.jpg (1167.6 KB, 0 descargas) 8 años antiguo
    Publicado hace 8 años #
  19. […] Esta tarde la carretera es como la vida misma: cambiante y llena de sorpresas. Y tanto en una como en otra, busco mi lugar, me adapto; tengo momentos de introspección en los pequeños caminos estrechos y solitarios, así como arrebatos de prisa y exaltación física en las grandes vías. Redescubro los placeres del plato grande y me dejo llevar por la organicidad de un pedaleo que se nota muy eficiente, rompiendo voluntariamente la barrera de la velocidad moderada y autoimpuesta por costumbre. Se ve que esta General me inspira para pedalear con fuerza, así lo hice también en el anterior viaje de febrero, y ahora pedaleo con fuerza y buena cadencia, con toda la potencia que mi ahínco me permite, rápidamente y con chispa, con regodeo, con brío, juventud, optimismo… viendo como mi voluntad se sobrepone a toda resistencia de asfalto o de aire, tanto que por momentos me siento sumamente indómito y absolutamente invencible. Todo un cóctel de Garra, Pujanza y Endorfinas, hormonas invisibles pero tangibles de la química de la felicidad. Aún y todo, todo esto nada tiene que ver con los piques a muerte que me echaba de niño con los amigos, cuando lo daba todo en esas pocas decenas de metros de explosión, desentendido de los cruces y del tráfico y en definitiva ignorante ante el peligro. Ahora se trata de golosos kilómetros de pedaleo potente en contra de nadie, pedaleo atrevido, liberador y catártico, en el cual dar rienda suelta al potencial agonístico, redescubriendo el brío de la velocidad, velocidad muchas veces sin motivo renegada, prejuiciosamente relegada y tratada con indiferencia, abandonada. […]


    Publicado hace 8 años #
  20. [Cagüen!!! Se me acaba de borrar un megapost en el que te agradecía la foto y la hospitalidad, Kentaur... en el que decía que al final de las entregas las uniré todas para que se pueda leer todo del tirón y sin este efecto de cuentagotas con el cual no se puede mantener el hilo......pero sobre todo dedicaba este escrito a un lector que suele apreciar mis relatos un tanto "exagerados": nuestro querido moderador Vicent, quien ha sufrido ese atropello y que está algo "averiado". Te lo dedico a ti, Vicent, con los augurios de una pronta recuperación!! Salud!!!]

    Publicado hace 8 años #
  21. Enhorabuena viajador, me alegro que todo te vaya bien.
    Otra ventaja de esa caja es que la puedes aprovechar para poner la mesa.
    Mas sencillo imposible, el que no viaja es porque no quiere.


    Publicado hace 8 años #
  22. [...] Tanta velocidad, ¿para qué? ¿Para qué tanta potencia?


    Más allá de la sensación de placer, ¿acaso hay algo que quieres demostrarte, como --por ejemplo-- que no estás acabado y que todavía estás en condiciones de expresar potencia y vigor físico? Seguro que sí. Seguro que algo animal y atávico te instiga hacia esa masturbación de los sentidos y que por lo que sea te impulsa a demostrarte que aún eres válido para sobrevivir a cualquier depredador salvaje, aunque sea huyendo.


    Por mucha sensación de plenitud, de vigor, fuerza o poderío, recuerda también que estás pedaleando así de rápido precisamente por temor a ser hoy una presa, la presa fácil de un camión distraído que no te vea o que no te respete: y que te atropelle. Tienes “miedo a la muerte”, y, sin embargo, por la otra cara de esa moneda que cotiza el precio de tu vida, están tus “ganas de vivir”, de vivir a tope como sea y donde sea… y hoy toca desde un sillín a golpe de pedaladas enérgicas y vitales. En ese ideal masturbatorio tus piernas son de mármol, o mejor dicho son dos pistones de acero, dos pistones emparejados y artífices de la proeza agonística de la cual el único espectador eres tú. Tu bici vuela sobre el asfalto, y la idea de que vuele incluso con ese cestón de plástico que llevas atado “de aquella manera”, te lleva a pensar una vez más que el ideal deportivo yace en el corazón y el ahínco de cada uno, más allá de todo posible postureo, más allá de la vestimenta o de ciertos uniformes usados a menudo a modo de estandarte para atestiguar la pertenencia a esta o a aquella tribu (tribu ciclista, por supuesto). Tú crees que el ideal deportivo es algo que tampoco depende del tipo de bici que tengas. En absoluto. Más dependerá del momento, más bien de las motivaciones que vayan surgiendo, así como de las facilidades que cada uno tenga para sacarlo a relucir (si es que en alguna ocasión le interesa). Monte lo que monte, vista lo que vista.


    Pero te repito, Paulo… ¡no te crezcas tanto! ¿Acaso has olvidado que gran parte de ese pedaleo excitado proviene del temor a ser atropellado y que es por quitarte lo antes posible de la N-234? Y ahora no me vengas con que los Hedonistas profesaban el culto a la vida gracias a la conciencia de la muerte, porque ya sé que tú en tus viajes en bici cumples con la filosofía del Carpe Diem. Ya sé también que en los viajes eres todo Eros y nada Thanatos… eres utopia.


    Por cierto, ¿quién eres durante los viajes en bici? ¿Eres tú? ¿O quién? Cuando no hay público, cuando el único espectador social eres tú, viajador solitario, ¿quién eres? ¿Cómo te comportas? ¿Jovial o serio?


    Kilómetros y kilómetros, días y días tienes para observarte, y de repente descubres que eres eficiente, organizado; redescubres tu determinación que por lo que sea en tu vida cotidiana se te agua y diluye. ¿Por qué se diluye? Me pregunto cómo es que en el viaje en bici no te dejas escapar ni un solo momento… “Vives el Día”… pero por qué tu impulso hacia la vida y el amor no lo vives, en cambio, todos y cada uno de los días de tu limitada existencia. ¿Qué te lo impide? ¡Despierta! ¡¡Despierta de una vez!!


    Tender hacia Eros y alejarse de Thanatos es algo en lo que no dudaría ni Hamlet. Tú siempre has votado por el “Ser” y has descartado el “No ser”, y no hay dilema. Siempre has abogado por el Eros aunque a veces el Thanatos cenizo y demoledor haya llamado a tu puerta.


    ¿De qué te vale –dime tú-- la sensación de vigor siendo como es tan fugaz? La verdadera fuerza que te permite vivir es la fuerza edificante del Amor que hace que estés en armonía con el mundo. La potencia física de dos piernas de mármol o de acero no resuelve más que fútilmente el asunto. Sobrevivir no es vivir. Una vez tras otra te has dado cuenta con la experiencia que la exaltación que vives durante los viajes en bici es sólo pasajera: ¿por qué no la usas entonces como trampolín para dar el salto definitivo hacia el culto a la vida? ¿De qué te sirven dos piernas de mármol mientras sigas en la indecisión que huele a mediocre cobardía? Incertidumbre, indecisión, miedo… esos son los verdaderos depredadores a los que darles una patada con esas piernas de mármol y arrojarlos al río de una vez por todas.


    Tú que tanto hablas de vida y de vivir… ¡pues vive!


    […]


      


     


     



    Publicado hace 8 años #
  23. [Lo has dicho Trisqui... "el que no viaja es porque no quiere" jejeje]

    Publicado hace 8 años #
  24. Kilómetros y kilómetros, días y días tienes para observarte, y de repente descubres que eres eficiente, organizado; redescubres tu determinación que por lo que sea en tu vida cotidiana se te agua y diluye. ¿Por qué se diluye? Me pregunto cómo es que en el viaje en bici no te dejas escapar ni un solo momento… “Vives el Día”… pero por qué tu impulso hacia la vida y el amor no lo vives, en cambio, todos y cada uno de los días de tu limitada existencia. ¿Qué te lo impide? ¡Despierta! ¡¡Despierta de una vez!!

    Paulo me ha gustado en especial esta reflexion.


    Publicado hace 8 años #
  25. espero que , con unas horas,(hasta la próxima entrega), me de tiempo a asimilar todos los conceptos que transmites en esta,(aunque , algo de lo expuesto, lo he pillado, y son ideas que había intuido, y veo que mas gente, también)

    ¡¡¡¡magnifico, Oreja!!!!

    Publicado hace 8 años #

  26. […¡Gracias Rafa! Sigo con el tema...]

    Todo ese sermón imaginario me habría podido soltar mi conciencia si se hubiese puesto a escandallar entre las irregularidades de mi fondo rocoso, o si le hubiera dado por cuestionarme así como así. Pero por una vez me ha dejado en paz y tranquilo; sin preguntas, sin reproches ni inútiles comeduras de coco.



    Por cierto, ¡qué auténtica gozada estas chicanes a orillas del Jiloca! El firme de esta carreterilla por la que me he desviado está parcheado de mala manera, así que el manillar no hace más que rebotar durante kilómetros y kilómetros de vibraciones inaguantables.  Aun y todo, la verdad es que no me molestan unas vibraciones de más si es que por otro lado van acompañadas de esta quietud; las tolero mucho mejor si puedo oír el canto cercano de los pájaros. Hasta que el tráfico cero de esta carreterilla me regale la posibilidad de contemplar los alrededores mientras avanzo, soportaré los baches. Pájaros, exploración, paisajes, ritmo lento y saboreado. ¡Placeres, al fin y al cabo! Pequeños placeres gracias a los cuales llego a sentirme fusionado con este comedido universo campestre, el enésimo con el que me topo en ruta y que --como siempre--, me atrapa.
    Ya casi he olvidado la ancha tabla homogénea y rodadora que iba directa hasta el destino: esa Nacional en la que sacarle partido a la rapidez de mi cornuda gacela de dos ruedas. Es más, la he olvidado del todo, como del todo se le olvida a un amor que te ha herido. Ninguna preocupación por los posibles camiones. Ninguna necesidad de estar pendiente del retrovisor todo el rato. Ahora ni siquiera me dan ganas de pedalear rápido: pues todo lo contrario.



    Resulta que no ví la cascada en Bijuesca, porque no me di cuenta. Pero debía de estar muy a la vista porque Javi se maravilló y mucho de que hubiese pasado por ahí sin verla ni oírla. Qué curioso se me hizo pedalear entre las casas de paja y barro que el camino me iba deparando. Qué magia la de un pueblo jovial llamado Torrijo, lleno de cuevas y casas adosadas a la montaña. ¡Gran acierto lo de desviarme y seguir el consejo de Javi!

    Él me espera en Calatayud y como sabe que voy con la de carreras, en principio cree que esta etapa me la voy a ventilar muy pronto. Pero no será así. Después de hacerme el Indurain sin serlo, no tengo ahora muchas opciones de librarme de la pájara de rigor. ¿Es que aún no he entendido que uno no se improvisa corredor de un momento para otro por un simple arrebato caprichoso? No, no se puede lograr eso, aunque a uno le guste, aunque en esos momentos uno se vea indómito e invencible. Pues la velocidad va bajando, las fuerzas también, no sabes ni lo que quieres. Estás confuso, veinte kilómetros te pesan como una transiberiana, sabes que estás llegando pero todavía no has llegado. No tienes más opciones que pedalear. Alienándote si acaso, pero es lo que hay: pedalea, Paulo, ¡no dejes de pedalear!



    Todavía estoy atravesando Torrijo cuando veo jugar a unos niños en la calle principal. En mi opinión de forastero de mero paso esa es una carretera en toda regla y potencialmente peligrosa como para jugar con despreocupación ahí en medio, pero se ve que es algo habitual: será que el tiempo en este valle es permisivo con quienes se lo toman con calma. ¿Acaso no buscaba yo más calma y tranquilidad? Desde ese grupito una niña me observa curiosa y me saluda con deferencia al pasar, así que mientras voy alejándome suelto en voz alta que “¡¡VIAJAR EN BICI ES POSIBLE!!”. Lo he gritado por un arrebato educativo, es que me han dado ganas de hacérselo saber, erigiéndome momentáneamente a cónsul honorífico de la cicloaventura e intentando ensanchar los horizontes de cuantos más niños de ese grupo llegasen a oírlo. Quería que lo supiesen.



    […]





     



    Publicado hace 8 años #
  27. Al pasar por los pueblos,son los chavales los que mas saludan,curiosos preguntan:¿de dónde venís? ¿hasta dónde vais?

    -son como esponjas,se apuntan en la cabeza ésto,y en unos años habrá mucha gente(por éstas tierras) gozando de todo lo que es viajar en bici,y no contribuiran a envenenar el aire

    Publicado hace 8 años #

  28. [...¡Hola! Cuelgo otro trocito que acabo de escribir…]
     


    La calma de los alrededores y el aliciente de ser otro recorrido que el de hace cuatro meses marcan la diferencia. El itinerario me propone preguntas (¿Qué serán esos plásticos blancos tirados sobre los árboles? ¿Esos bloques de arcilla de los que están hechas esas casetas de aperos estarán cocidos en un horno o no? Parecen blandos. ¿Será la lluvia lo que los va deshaciendo?)


    Sigo acumulando cansancio, y eso no es nada agradable. Así que decido tirar del kit de supervivencia: saco uno de los dos azucarillos que tengo guardados en la bolsita del cuadro para emergencias de este tipo. Lo miro, lo examino. El estuche de papel es el que llevo viendo desde hace más de quince años: un estuche azul y blanco con un tema de tradición rural vasca del XIX mezclado con la temática del sabor, olor y calor de un par de tacitas de un buen café. Granos de café salen de un par de cestapuntas como si de una cornucopia se tratara. El mito griego de la abundancia ahora vasquizado: de la copiosidad que mana de un cuerno, a la capacidad de carga de la cestapunta; de ideal mitológico a pragmatismo puro y duro. Aun y todo, una unión sobria entre pelota vasca y café en esta pequeña alegoría.
    El dibujo está desvaído, debido a que lleva tiempo en el bolsito. De hecho la pareja de campesinos ahí representados no parece siquiera vestir con el acostumbrado traje tradicional. Quizás esté alucinando, pero me parece oírles decir “¡Cómete el azucarillo! ¡Cómetelo!” “Pero cuando rasgues el papel, por favor, ¡no nos separes! Que llevamos muchos años juntos… Empezamos como modelos hace mucho, y luego --entre café y café--, el roce acabó haciendo el cariño. No nos separe señor viajero alucinado y a punto de desmayarse… respete nuestra última voluntad por favor. Se lo rogamos.”
    La verdad es que el papel está todo pegado al terrón, se ve que el azúcar en algún momento debió de chupar lluvia o humedad. Lo examino sin poner tantas pegas, la verdad. No lo voy a descartar por eso. Esa capa exterior medio fundida, medio caramelizada y medio encolada me echaría para atrás en una situación normal, pero ahora mismo no tengo ninguna intención de desaprovechar esta inyección de calorías en vena.  
    […]


     

    Publicado hace 8 años #
  29. Plas

    Plas

    Plas

    Plas

    Plas

    ...

    en moderato.

    Publicado hace 8 años #
  30. [¡Hola de nuevo! Cuelgo por fin otro párrafo. La próxima entrega será la última y definitiva con la que terminaré este relato que estoy escribiendo muy poco a poco... pero al menos esta vez conseguiré describir todo el viaje, que nunca consigo hacerlo. Gracias Soul, supongo que lo del "moderato" tiene que ver con la velocidad del compás de los aplausos... Espero en cambio que el relato tenga el suficiente "ritmo" como para no aburrir o que no canse tanto la manera martilleante de dar demasiado "bombo" a los sentimientos internos. Y siempre quedando en metáfora musical, me parece que al escribir estoy aprendiendo que no todo se puede tocar siempre en "fortísimo" y son necesarios algunos "decrescendos" de vez en cuando, jeje. Copio y pego]



    [...]
    Ya se las oí cantar a Mary Poppins las bondades del azúcar, y treinta años después tengo que darle la razón. La verdad es que nunca lo tomo. Lo evito. Las veces que hago una excepción, nada más tomarlo empiezo a notar que la boca se me vuelve pastosa. Ni para tragar píldoras lo gasto.

    Si me tomo ahora este “azucarillo de emergencia” seguramente me recuperaré, pero la neura de causar sin querer justo el efecto contrario está ahí, por eso de meterle al cuerpo demasiado azúcar de golpe. No entiendo nada de luchas insulínicas: supongo que todo va a depender de la dosis. Lo adecuado quizás sería ir tanteando comedidamente el asunto comiéndome primero la mitad, pero… hala: ¡todo de golpe y sin medias tintas! Umh… lo parto, muelo y mastico, oyendo y sintiendo el crish crish entre las muelas, dejándome trozos debajo de la lengua como si fuera una pastilla a asimilar lo más rápidamente posible. En sangre tengo la glucosa en números rojos; tanto que la sangre misma la debo de tener más amarga que un pomelo… ¡y me está amargando estos últimos kilómetros!
    Crish crish, Crush, Crish. Ñam.
    ¡Glup!


    Lo que da un terrón de azúcar estuchado, ¿verdad? Primero lo del envoltorio y sus alegorías, ahora el ritual libatorio del contenido… luego serán mis reacciones, o sea las de mi cuerpo, o más bien ciertas reacciones del organismo y de esos músculos que necesitan comer (que a la mínima que les dejo sin provisiones me montan una huelga que me paraliza todo).
    Un simple azucarillo: un par de valiosos centímetros cúbicos de crujientes granitos blancos prensados. Qué bien me va a venir. Me entrará como agua de mayo ofrecida por una mano de santo en un vaso medio lleno: todo un antídoto contra el desvanecimiento… por una vez el granulado blanco es un antídoto más que veneno dulzón.


    El paisaje cambia, esfumándose ese pequeño mundillo por el que he estado pedaleando hasta ahora. Los terrenos de cultivo son ahora grandes extensiones de frutales y viñedos. Cambia incluso la carretera y se ensancha; se abren los horizontes. El cambio me gusta al principio pero luego el entorno dejará de ser sugerente y perderá ese aspecto mágico. Es que en aquel útero del valle lento y estrecho de antes estaba yo a gustito y me sentía muy bien resguardado, pedaleando en esa posición fetal de ciclista agachado, soñando libremente en el vientre de Madre Naturaleza.
    Llaneando llego a un cruce que a primera vista parece importante, así que me da por ubicarme y ver las posibilidades que la ruta me abre: desdoblo la hoja del mapa y la consulto. Tan cansado como estoy se me van a juntar un problema de aritmética con uno de geometría que no sé si la fatiga misma me permitirá resolver. Estudiando el mapa, veo que me encuentro en un extremo de una especie de trapecio rectángulo: si tuerzo a la izquierda alcanzaré de nuevo la Nacional gorda de la que antes me desvié a propósito, la que me hará bajar directo a Calatayud. Si prosigo recto iré a parar a otra carretera Nacional: la antigua N-II que viene de Madrid y pasa por “Calata”, como la llama Javi, entrando por el oeste de la ciudad. Se me presenta el dilema. Y en las circunstancias en las que estoy casi no cabe el desacierto: debo optimizarlo todo, no puedo equivocarme. El caso es que quiero llegar a su casa: me falta “poco” (en cuanto a distancia por lo menos), pero en realidad aún puedo estar muy lejos. La geometría irregular del trapecio me lleva a confusión, así que es mejor que me tome mi tiempo para calcular la suma de los kilómetros y ya está. Me salen cuatro más si vuelvo hacia la N-234. Pero hay algo más crucial que quiero saber, y justo al caso viene una furgoneta con dos agricultores que coincide conmigo en ese cruce (que para mí se ha vuelto en toda una encrucijada). O recto o a la izquierda, para empezar. Hacia lo desconocido y tal vez monótono si prosigo recto, mientras que si que cojo este ramal de la izquierda llegaré a la nacional gorda: desde luego llegaría así a lo malo conocido de la ecuación y del trillado refrán.

    «Perdona –les grito de lejos--. ¿Para llegar a Calatayud por dónde hay menos subidas, por aquí o por allí?»
    No me oyen. Me acerco y menos mal que deciden esperarme, porque la verdad es que estábamos bastante separados y ya habían dado la curva. Vamos… que habrían podido hacerse los longuis y pasar de mí sin llegar a infringir ninguna convención social. Pero ni el aislamiento del habitáculo, ni la inercia de pisar el acelerador han podido evitar que se parasen en seco para hacerle caso a un ciclista desorientado que pide ayuda. El conductor era nuevo en la zona y no conocía aún el lugar… ni la lengua española en verdad. El acompañante dudaba sin saberse decantar por ninguna de las dos opciones. Con gestos más que indecisos acompañados de unos cuantos “yocreos”, me aconsejaba --con muchas reservas-- torcer hacia la N-234.
    En el marco de la geometría del trazado, a la variable aritmética de la simple suma de kilómetros le acabo de añadir quizás la variable más física de todas: ¡la pendiente! ¿Será que los planos inclinados son parte de la Física por el esfuerzo físico que supone subir un repecho, una rampa… un puerto? ¿Habrá un nexo conceptual o acaso etimológico entre las dos palabras? Por algo será que llego a preguntármelo ahora.
    Desde su perspectiva iban a ser como mucho un par de repechos ligeros. Según mis piernas, ya el primero me ha dejado casi K.O. No sé de qué me quejo: ¡seguro que no seré yo el primer cicloviajero al que le pasa eso! En este mismo instante seguro que en el mundo habrá otra persona viajando en bici que haya recibido indicaciones y esté pensando “Vaya vaya… ¡menos mal que según él era todo llano, que si no vete tú a saber!”
    Justo en ese momento recibo un mensaje de Javi preguntándome qué tal voy. Contestarle a él es en cierto modo contestarme a mi mismo, y necesito contestarme con sinceridad. Le pongo que tardaré mucho en llegar aunque me falten poco más de una veintena de kilómetros porque tengo encima un pajarón de la leche. “Enviar Mensaje”… “Mensaje Enviado”… cuatro pedaladas más y empieza el repecho que me dejará casi K.O. Pero por lo menos Javi está avisado de que voy a llegar tarde, así que prisa ninguna. Una curva más y desde lo alto puedo ver lo que me espera. Así que las dos rayas curvilíneas del mapa se transforman de repente en paisajes, en caminos para rodear o subir colinas y lo que queda de milenarias montañas erosionadas. Cervera (la segunda Cervera que me encuentro en el camino) está ahí delante a mi izquierda, bajando el leve descenso de esta carreterilla. Luego, otra vez en la Nacional me esperará ese último repecho largo y regular cuya longitud aprecio ahora de canto. Pasada esa colina --y aunque no se vea-- debe de estar Calata. No hay más: un último esfuerzo y llegaré a casa de los familiares de Javi, poniendo fin a esta sensación de nomadismo. Una noche normal, en una casa normal con una familia normal, o en todo caso especial. Si la historia se repite, esta vez volveré a gozar de la hospitalidad que me ofrecieron en invierno. Tres generaciones de pura hospitalidad, de quienes abren la puerta de su casa sin esperar nada a cambio, tratándote como uno más… si eso, con interés e incluso cariño. Por casualidad coincidiré justo el día de una celebración familiar, la  del sábado, a la que me uno gratamente (que eso también es viajar). El domingo tardaremos en desclavarnos de su casa, al no encontrarse él bien del todo y dudando de poder emprender el viaje. Así que en el tiempo libre del sábado y domingo improvisaré un relato sobre el viaje que estoy haciendo. Empezaré a escribir sin ton ni son intentando revivir la intensidad de las sensaciones del viaje aún en curso.   


    De todos modos, hoy es viernes aún… y todavía no he llegado a Calatayud.
    Como iba contando, me falta aún un puñado de kilómetros, y después del repecho nadie me parará. Volveré a correr de nuevo por la N-234, una vez más a plato, quemando voluntariamente el segundo azucarillo (el que en principio era para emergencias). El ver claro el terreno, el temor a los camiones así como las ganas de llegar o el rodar sobre un buen firme son unos cuantos factores que soplan a mi favor como el más potente de los vientos. Llego adonde Javi en un tiempo impensable para mí quien lo único que tengo que ver con la velocidad es ser pariente lejano de uno de los velocistas más célebres de la historia de las pistas (de otras pistas, las que no tienen peralte y por las que no se pedalea). Si en principio preveía llegar en dos horas y media, en poco más de hora y media resulta que ya estoy tocando al timbre de su casa.

    […] 


     

    Publicado hace 8 años #