Que pedazo de ruta, genial.
&tarr; PUBLICIDAD (lo que paga la factura)
Que pedazo de ruta, genial.
Wow!! ¡Vaya jornada de kilómetros!
Día 6: Benavente-León
·Distancia recorrida: 73,1 km (acumulada: 526,3 km)
·Tiempo en la bici: 4 h. 12´
El día no tiene mucha enjundia. Mi trayecto coincide (al revés) con el nombre de una de las bandas más interesantes del panorama indie español. Tras la pedalada de ayer, hoy me tomo el día con mucha calma. El trayecto es corto y llano. Desayuno en el hostal y vuelvo a la N-630. He descansado bien y me he recuperado totalmente del esfuerzo del día anterior.
El día transcurre plácido hasta que desgraciadamente pincho la rueda trasera. Y en una carretera nacional, que ya es mala suerte (este tramo ha quedado olvidado y el mantenimiento es mínimo). Al menos el destino ha sido benévolo y ha coincidido justo con una marquesina de autobús, que se convierte en mi improvisado taller. Mientras reparo la rueda pasa un hombre mayor en bicicleta. Me mira con cara de "qué le vamos a hacer" y me dice que, si le pasa a él, no lleva nada para arreglarlo.
Solucionado el pinchazo, el resto del viaje hasta León no tiene más historia. Supongo que en cualquier viaje hay siempre una parte más anodina, aunque he de decir que también disfruté de este paseo. La entrada a León (como en todas las ciudades) no es particularmente agradable, pero el polígono industrial que atravieso está dormido en este mediodía dominical, y el tráfico brilla por su ausencia. Alcanzo el caso antiguo y lo atravieso, cruzándome con peregrinos y bicigrinos, hasta llegar a casa de mi amigo. Parece que la sesión vermut aún no ha acabado, pese a que son las 4 y pico de la tarde. Una vez guardada la bici y aseado el ciclista, salimos a disfrutar del encuentro y de la increíble animación que ofrece la ciudad de los mil y un bares.
León y su bario húmedo... la bicha y su dueño de malas pulgas... ains, que recuerdos... una de mis ciudades favoritas.
Sí, es una bonita y agradable ciudad; y con un entorno (prácticamente en toda la provincia) muy interesante y bonito para recorrer en bici, con entornos variadísimo que van desde la montaña hasta lo mesetario.
@Angel y profesorbacterio:
Día 7: León-Torrebarrio (Babia)
·Distancia recorrida: 81,8 km (acumulada: 608,1 km)
·Tiempo en la bici: 4 h. 55´
La jornada promete mucho, y es de las que estaban marcadas en mi plan. No madrugo demasiado: no tengo necesidad de llegar muy pronto a mi destino y, sobre todo, quiero comprar una cámara para ir tranquilo (después del último pinchazo me quedé sin repuestos, y ayer era domingo), así que debo esperar hasta que abran las tiendas a las 10 de la mañana.
Ya con las espaldas cubiertas abandono León, por la carretera de La Magdalena, que a esas horas tiene un tráfico muy abundante. En Lorenzana me paro a cargar agua fresca y tomar un café (cafeína voy a necesitar). Nada más salir del pueblo comienza una de esas subidas traicioneras. No es mucho (unos 305 metros de desnivel, una tachuela), pero resultan ser 15 kilómetros de subida continua que parecen no terminar nunca. La bajada es mucho más corta, y La Magdalena resulta muy buen sitio para mi paradita del mediodía, con su plato de embutido y su cervecita correspondiente. Sentado en una terraza en el cruce del pueblo (dos caminos hacia Villablino: uno, por la comarca de Omaña; otro, por la de Babia), disfruto durante un buen rato mirando la actividad de la mañana: la gente que va a sus gestiones o a la compra, los chavales que se dirigen a la piscina, los repartidores…. Me gusta mucho observar, creo que tengo espíritu de voyeur.
A partir de aquí la carretera se vuelve muy atractiva: poco tráfico y paisajes extraordinarios que me acompañarán hasta el destino de hoy, Torrebarrio, pueblo leonés situado a 1.260 metros de altura a los pies de Peña Ubiña. Abandono La Magdalena por la carretera CL-426 que, paralela en todo momento al río Luna, me llevará hasta el embalse de Los Barrios de Luna. Para alcanzar la presa del embalse hay que salvar un desnivel apreciable, pero el camino se me hace agradable: a medida que asciendo, voy teniendo mejor vista del pueblo de Los Barrios de Luna, donde pasé unos veranos estupendos de campamento, cuando éramos capitanes intrépidos de unos 11 o 12 años y los montes de Luna eran un territorio desconocido en el que vivaquear en las marchas de dos o tres días (aún recuerdo las patatas asadas entre las brasas de la hoguera, y el chorizo rezumando su grasa sobre ellas después: hummmm).
Una vez alcanzada la presa, la carretera discurre en un continuo sube-baja siempre a la orilla del pantano durante 18 km. Las vistas ofrecen agua, vegetación y, al fondo, la autopista AP-66, con el magnífico puente del Ingeniero Carlos Fernández Casado, que durante algunos años fue el puente atirantado de mayor vano del mundo.
Afortunadamente, el aspecto que presenta el pantano no tiene nada que ver con el del año pasado, cuando una sequía extrema hizo aflorar todo lo que había quedado anegado por las aguas. Este año el nivel es muy alto, de lo que me congratulo. En cuanto nos separamos del embalse, los últimos topónimos de Luna (Pobladura, Sena, Rabanal) dan paso a la entrada en Babia, cruzando el arroyo de La Loba. ¡Estoy en Babia!
Estar en Babia en este momento es estar en la gloria: una carretera entretenida y casi sin tráfico, un paisaje fabuloso, una temperatura agradable, aire puro… En Puente Orugo abandono el curso del río Luna y me desvío hacia el norte camino del Puerto Ventana por el valle de San Emiliano, que acoge al río Torrestío. Paso la población de San Emiliano, capital del ayuntamiento y centro de servicios, y en muy poco alcanzo Torrebarrio, a los pies de Peña Ubiña, en cuyo albergue haré noche.
Como llego temprano, subo hasta la iglesia, desde donde las vistas son magníficas, y aprovecho la paz el lugar para hacer unos estiramientos y descansar un poco en un banco mientras disfruto del paisaje. La cena la compartiré con unos montañeros madrileños, y en la charla descubriremos que tenemos amigos comunes: el mundo es un pañuelo. A pesar de la altura (1.260 metros sobre el nivel del mar) la noche es templada y agradable, y mi paseo de después de cenar solo se ve limitado por los mosquitos.
¡Qué deliciosa crónica y que magníficas fotos!
Aquí otra que también disfruta mucho de leer esta crónica y ver las fotos. Ciudades con encanto, comarcas que a mí me resultan "exóticas" por lo desconocidas y un buen relato de las vicisitudes y recuerdos del camino... ¡con ganas de más!
Día 8: Torrebarrio-Xixón
·Distancia recorrida: 103,2 km (acumulada: 711,3 km)
·Tiempo en la bici: 5 h. 12´
Última etapa del viaje. Me levanto sin madrugar demasiado para desayunar tranquilamente. Antes, me asomo para comprobar el tiempo: afortunadamente, la previsión de lluvia y tormentas no se ha cumplido, al menos de momento.
Por la noche sí que han caído unas gotas, pero ahora el sol luce ya en el cielo, aunque a estas horas aún no haya sido capaz de superar las cumbres de la Cordillera Cantábrica que me rodean. Me pongo en marcha y una señal me advierte de lo que me espera: 7 km al 6% (la realidad es algo más benévola).
No obstante, la subida no se me hace dura, porque acabo de empezar el día, tengo motivación de sobra, no hace calor y las vistas son inmejorables. Molinillo y en apenas una hora cubro los casi 10 km que tenía desde el albergue hasta el alto de Puerto Ventana. Antes de llegar a la cima, desde el mirador Ventana de Las Ubiñas, las vistas hacia la vertiente leonesa (que acabo de ascender) reconcilian a uno con el mundo.
Aprovecho la parada para ponerme la chaqueta, porque me esperan 30 km de bajada prácticamente continua, desde los 1.587 metros del puerto hasta los 300 metros aproximados de Caranga Baxu y, al contrario que en la vertiente leonesa, en la asturiana las zonas de umbría (la carretera serpentea entre el bosque) son mayoritarias. A veces, ir en bici también tiene sus ventajas; tras unos kilómetros de descenso espectacular, me encuentro un corte de carretera por obras. Una excavadora trabaja en la reparación de un “argayu” (un desprendimiento, algo muy habitual en las carreteras asturianas) ocupando toda la calzada. Adelanto la fila de coches parados y pregunto amablemente al encargado si puedo pasar al lado de la máquina caminando. Me da su visto bueno y sigo mi bajada mientras los vehículos a motor siguen esperando a la apertura de la carretera.
Aquí comienza (o termina, según perspectivas) la famosa Senda del Oso, aunque el poco tráfico y la velocidad que llevo me aconsejan seguir por la carretera, que corre paralela al río Teverga en medio de un paisaje fantástico de agua, bosque y paredes de roca. En Caranga Baxu el río Teverga vierte sus aguas al Trubia, y la carretera hace lo propio, siguiendo a partir de ahora el valle del Trubia. También aquí se divide la Senda del Oso en sus dos ramales, el que lleva a La Plaza (Teverga) y el que lleva embalse de Valdemuriu (Quirós). El recorrido sigue siendo precioso, con el paso por el desfiladero de Peñas Juntas poco antes de Proaza.
En Trubia, abandono la carretera para tomar la senda que conduce a Oviedo. Por alguna razón (la ausencia de señalización en zonas en las que ha habido obras de infraestructura), en Las Caldas pierdo la ruta y sigo por carretera hasta Oviedo, lo que supone bastante tráfico y una subida extra, con el consiguiente cabreo. En este estado de ánimo, mi plan de parar a comer se altera, y solo pienso en salir de la conurbación de Oviedo para volver a la tranquilidad. Resulta curioso que me haya despistado tan cerca de casa, pero así fue.
Pasado Oviedo, Lugones y la zona comercial el tráfico disminuye considerablemente, aunque ya estamos en zonas muy pobladas y seguirá presente hasta el final. Oviedo se toma su venganza (soy de Xixón jeje): cuando pude comer no quise, y ahora que quiero no puedo. Todos los bares/restaurantes de la carretera resultan estar cerrados, con la excepción de alguno de postín que ni entra en mis planes, ni me recibirían de buena gana en mi traje estrafalario de ciclista. Así que me conformo con una salvadora barrita de muesli y un plátano.
Gracias por vuestros comentarios.
M'ha prestau, ho!
Enhorabuena por esta primera experiencia después de tanto tiempo. Celebro que haya servido para empezar a soñar con las siguientes... y no me extraña. Cuando nos pica este gusanillo no tenemos (ni queremos) alternativa
Deliciosa crónica. Nos has hecho disfrutar con el relato de tu viaje así que gracias por compartirlo.
Se ha portado bien la Ortler, ¿eh?
Muchas gracias Javier por contarlo. He disfrutado muchísimo con tu viaje.
Gracias por vuestros comentarios y, por supuesto, por leerme (eso sí tiene mérito). Quiero recordar que Rodadas.net (es decir, vosotros) ha sido una gran ayuda en mi regreso a los viajes en bici, y eso hay que agradecerlo.
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