Miércoles 19 de agosto.
Hoy el día es bastante tranquilo. La noche la
he pasado bien, pese al ruido que hacían unos plásticos que habían y que con el
fuerte viento que ha hecho toda la noche no paraban de moverse. Eso y los árboles
movidos por el viento. Además, había un foco potente iluminando la iglesia y me
daba indirectamente a mí. A pesar de eso, he descansado. Me levanto, desayuno y
me pongo a darle a los pedales. Voy por la nacional 634 que está bastante
tranquila, sin apenas tráfico. Así llego hasta Villalba a las cuatro y media de
la tarde y decido dejarlo ya por hoy; me busco un albergue de peregrinos y me
quedo ahí a descansar, lavar ropa y cargar baterías ya que parece que la placa
solar ha dejado de funcionar o no hay sol suficiente (que también puede ser,
porque solo ha salido un momentito desde hace ya bastantes días). Hoy hace un
mes que salí.
Jueves 20 de agosto,
Me levanto pronto y tras guardar todo en las
alforjas (menos la ropa húmeda que lavé ayer que la cuelgo de la bici para que
se seque) y desayunar me dispongo a emprender un nuevo día. Voy por la Nacional
634 que va muy tranquila hasta Baamonde, luego cojo la N VI dirección Guitiriz
y en seguida me desvío hacia la izquierda por la Lu 242 hacia Parga. Así llego
hasta Cruces, pasando al lado de unos gigantescos molinos de viento. Paro para
hacer una foto de la bici con ellos de fondo y la bici se cae. Mi reflejo es
cogerla y esto hace que me golpee el brazo con el manillar, con el consecuente
hinchazón y dolor que me dura el resto del día. Llego a Sobrado dos Montes, donde paro a comer.
Aprovecho para mirar el móvil y veo un mensaje de Isabela del grupo de música
Tantxungueiras. Por lo que me cuenta, ellas viven en Santiago y me ofrece pasar
la noche en su casa. Le digo que genial y que llego a Santinago al día siguiente.
Las conocí durante el confinamiento, a través de Instagram, su manager, amigo
mío, nos puso en contacto para hacer un vermut online en tiempos de
confinamiento.
Pensar que he llegado
hasta Galicia en bicicleta me da un subidón de alegría difícil de explicar.
Mañana estaré en Santiago, haciéndome la típica foto frente la catedral.
Los km me alejan de unas personas y me acercan a
otras, es un tira y afloja, un curioso juego que no me deja de sorprender. ¿A
quién conoceré mañana? ¿Qué me espera en el camino? Incertidumbre, ¡bienvenida
siempre seas!
La ropa se ha secado, la guardo en las
alforjas y continúo por la AC 234 hasta Arzua, allí paro a comprar algo en el súper
y meriendo sentado en el banco de una plaza, Y sigo por la N 547 hasta Salceda, lugar donde me quedo a dormir,
Cuando me dispongo a buscar sitio para
acampar, enseguida veo varios lugares pero ninguno me convence. Encuentro uno muy
bueno, pero hay algo que no me gusta, no sé qué es, quizá solo sea una
sensación, pero decido hacer caso a la intuición. Más adelante pregunto en una
casa si habría problema por acampar en el terreno de al lado de su casa y me dicen
que acababan de abonar y que no les haría mucha gracia a los dueños, pero que
unos 100 metros más adelante hay una casa a medio hacer, que lleva así 30 años
y que ahí puedo quedarme sin problema. Voy para allá y veo que hay otro
Cicloviajero dispuesto a pasar ahí la noche, Es mayor, alemán y parece que no
tiene ganas de compartir el lugar, así que sigo buscando otro sitio. Unos
minutos más adelante encuentro un lugar, al lado de la carretera donde pasar la
noche,
Viernes 21 de agosto.
Me despierto pensando: ¡qué bien, esta noche
no ha llovido! Y justo cuando estoy a punto de salir del saco de dormir,
empieza a llover. No sé qué hacer, si levantarme y recoger bajo la lluvia o
quedarme acostado hasta que pare. Mientras lo pienso, deja de llover por unos
minutos, los justos para que recoja el campamento y me ponga la ropa
impermeable. Empiezo a pedalear, rumbo Santiago, bajo una lluvia cada vez más
intensa, Por el camino un fotógrafo que me adelantó en su coche me está
esperando en un arcén, cámara en mano mirándome a través de su objetivo. Decido
parar y hablamos durante unos minutos bajo la lluvia. Llego a Santiago
empapado, no ha dejado de llover y me dirijo a la catedral para hacerme la foto
de rigor. Cuando estoy llegando deja de llover por unos minutos, luego vuelve a
llover interrumpidamente hasta las dos del mediodía. Es emocionante llegar
hasta el final de un camino de peregrinación, veo a mucha gente emocionada,
introspectiva, reflexiva sentada en el suelo de la plaza de la catedral, sin
importarles mucho que esté mojado.
Sigo dirección Teo, donde me están esperando
unas anfitrionas muy especiales. Se trata de Aida y Sábela, dos chicas
componentes del grupo de música Tanxungueras. Nos conocimos de manera virtual
durante el confinamiento. Resulta que Andrés es su manager y hace años era uno
de los encargados de mover por Galicia a un grupo con el que yo trabajaba, La
kinky.Beat. Aida y Sábela me tratan estupendamente y, después de comer y una
pequeña siesta, me llevan de paseo por lugares tan bonitos que casi hacen daño a los
ojos. Me cuentan cosas de su tierra, de las mareas y me acercan a la música
gallega con una buena sesión. Después, a la
noche, vamos a cenar a Caldas de Reís, porque ahí está Andrés y así nos vemos.
Hace unos dos años que no coincidimos. También, casualidades de la vida,
coincido con Roxo, un chico que conocí en Palestina y que trabaja con Cultura
Activa, una empresa encargada de promover la cultura.
Llegamos a casa a las dos de la mañana, yo con
el cuello torcido de sueño.
Sábado 22 de agosto.
POr la mañana, antes de partir, tengo el
privilegio de escuchar a estas dos chicas cantar, es una auténtica maravilla
poder gozar de su música y de su voz en el salón de su casa. Tras las siempre
tristes despedidas, sigo mi camino dirección Tui. Llego a Curro y ahí busco un
lugar para acampar y un lugar donde tomar un café, pues he quedado con
Mercedes, una chica que me escribió porque se interesó en mi proyecto del viaje
a India. Ella también iba a viajar hasta allí para montar un hospital en un
monasterio, pero igual que yo, tuvo que suspender su viaje. Pasamos un rato
agradable hablando un poco de todo y después, una vez más, toca despedirse.
Domingo 23 de agosto.
Como cada día, me despierto temprano. A las
ocho ya estoy en marcha. Hoy tengo especial interés en recorrer kilómetros a
mayor velocidad, he quedado con mi tío Ro en el camping de Cova, Portugal.
Tengo por delante algo más de 90 kilómetros. Los primeros de ellos se me hacen
algo difíciles, ya que son por caminos con una pendiente considerable, en algún
tramo, incluso, tengo que bajarme y empujar la bici. Voy haciendo el camino De
Santiago Portugués al revés. Me dirijo hacia Porriño y luego a Tui. Paso un
puente y cruzando el río Miño me despido de Galicia para entrar en Portugal,
que me recibe desafiante con mucho calor (enseguida añoro el clima de Galicia
de estos últimos días) y unas cuestas que me hacen sudar la gota gorda. Los
últimos kilómetros antes de llegar al camping son una gozada, una carretera pequeña,
cuesta abajo por la que me deslizo sonriente hacia el encuentro con mi tío.
El camping es amplio y está muy bien, además tiene
piscina. Después de darme un remojón, me doy una ducha larga y caliente, limpio
la ropa y cenamos con una cerveza fría (ventajas de viajar en furgo). Aprovecho
el camping para cargar todas las baterías de todos los aparatitos y para pasar
las fotos y vídeos, usando el ordenador de mi tío, a un disco duro externo.