Rodadas. Una comunidad de cicloturismo y viajes en bicicleta
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Las páginas dieciocho, diecinueve y veinte de mi atlas de carreteras

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  1. Si pude abrir la cortina es que ¡esa noche "él" no explotó!


     

    Publicado hace 7 años #

  2. El reactor seguía intacto, ahí, a escasos quinientos metros, con sus luces rojas de seguridad. Y yo, a dos metros de la portería de un campo de fútbol en construcción y a cincuenta de una fuente romana. Me encontraba cerca de Guardo.

    Llegué valiéndome de dos trenes de vía estrecha, primero uno hasta Bilbao y luego otro hasta Guardo. Bueno, en verdad allí llegué en autobus, puesto que a mitad de camino nos comunicaron que en esa línea faltaba un maquinista y por logística nos cambiaron al autocar (¡en donde mi bici cupo de milagro!)
    La línea que va de Bilbao al Ferrol ya la conocía, pero no esa que tiraba hacia Leon. La descubrí por casualidad y empezó a antojármese.
    Encima, el explorar esa zona me hacía más ilusión aún porque por fin iba a ver lo que una amiga que es de allí hace años me contó. 




    Publicado hace 7 años #

  3. En principio me propuse no mirar por la ventanilla, porque no lo quería ver sino montado en bici. Pero reprimirse fue tan difícil que pronto me dejé llevar con excusas como "total, de regreso este tramo no lo haré en bici" o recordándome a mi mismo que si algo de alma viajera tengo, se me forjó en esos tantos y tantos viaje en tren que hice en mi infancia, y en suma: que me dejase de tonterías, que más allá de la ventanilla había un mundo por observar y muchos pequeños mundillos para darle a la fantasía.
    Capitulé pronto, y ya a las afueras de Bilbao empecé a mirar...



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    Publicado hace 7 años #
  4. Serpenteando entre montañas duras y rocosas por valles llenos de huertas y pequeñas industrias llegué a Balmaseda y al final de Bizkaia.
    Reculé a mis posiciones anteriores y con mi oposicionismo radical no miré más afuera. Me concentré en lo que pasaba en los dos vagones: la joven madre que viajaba con su niña de un par de años; los tatuajes que se entreveían en la muñeca y en el tobillo de una mujer que estaba cerca; y los dos norteamericanos con atuendo hippy estereotipado y rebuscado que conversaban en voz alta, una y otro sentados en sendas ventanillas. 
    Dormí un rato. Pero fue duro resistirme a la tentación de mirar. 


    Publicado hace 7 años #
  5. En Mataporqueras nos hicieron montar en el autocar. Menos mal que la bici entró. A duras penas y con la rueda desmontada pero entró. Y eso hizo que me lo tomara con filosofía.
    Por lo menos, el autocar llevaba cortinas, con lo que se me hacía fácil seguir con mi ceguera voluntaria.
    Aguilar, Cervera, y por fin, a las 7.20 y con el sol a punto de irse, Guardo: ¡mi destino!

    Estaba oscureciendo, así que opté por tirar hacia las montañas. Una peña lejana reinaba al fondo del vial principal. Montaña magnética que me atrajo, pero no tanto como el supermercado que me encontré a mi izquierda, de un nombre que caería pronto víctima de su antagónica Noche. De hecho, entré de día y salí de ahí que ya no había luz. Me tragué las dos empanadillas de atún y tres napolitanas de chocolate además de algún sangüich de queso en lonchas y vertí una bebida isotónica en la botella de agua mineral.

     


    Publicado hace 7 años #
  6. Detalles --esos--, que cuento porque son parte de la aventura; son parte de esa utopia que uno va haciendo posible a golpe de pedal. Esa utopia del que uno es artífice, apreciado o criticado, envidiado o juzgado por aquellos que uno se encuentra por el camino.

    La montaña me llamaba pero le daba comunicando. Pues estaba ocupado buscando un lugar en donde poder acampar sin molestar a nadie ni ser molestado. El cansancio me llevó allí; el temor de la acampada libre me empujó a abandonar ese sitio demasiado cercano a las casas; y el sueño ganó.
    Y a la mañana, tanto el reactor como yo estábamos vivos y deseosos por empezar el día: él, currando; ¡y yo de aventurilla!


    Publicado hace 7 años #


  7.   


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  8. Pues de cerca ¡sí que parecía muy caliza esa roca! De hecho, resulta que en tiempos del pasado hubo cinco hornos que trabajaban la cal a cambio de otros bienes.

    Tocaba ir a explorar,  y de momento todo me atraía. Era sábado. Y me encontraba luchando contra el frío mañanero de la montaña palentina.




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  9. Días antes había estado mirando mi mapa de carreteras que compré en un super por menos de cinco euros. Seguí con el dedo la vía del tren, miré rutas panorámicas, busqué carreterillas con poco tráfico y empecé a soñar con aquellas tierras.

    Así que ese sábado me convertí en un punto de ese atlas, sin motor y con una bici.
    Dos pedales y dos piernas, una tienda de campaña, un saco de plumas, ropa para la lluvia, y poco más. Ganas, ¡muchas! 




        
     


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  10. Creo que el monte que vi desde el vial de Guardo era este: el pico del Espiguete que --según veo ahora en el mapa-- mide 2450 metros.



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  11. "¡Qué colores! ¡Qué silencio! ¡Qué paz!"

    Y sin la dureza del frío mañanero, ¡aún mejor!


     


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  12. Aves y pájaros cantaban. Nadie, ni ningún coche, por la carretera.
    Poblados pequeños como Otero y no tan pequeños como Camporredondo me encontré por el primer pantano, el llamado de Compuerto.
    El sol se escondía y volvía a aparecer mientras pedaleaba por las caprichosas curvas del embalse.
    Silencio y quietud.
    A medida que avanzaba la mañana empezaron a verse algunos coches que irrumpían en ese paisaje silencioso, pero desaparecían tan rápido que no molestaban.
    El Espiguete se bañó en el pantano:



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  13.  


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  14. Imponente también la hermana del Espiguete: la Sierra de Alba, con sus lenguas de nieve y su pico de 2525, el Curavacas:




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  15. Los repechos y la tortuosidad de un recorrido que se retorcía sobre sí mismo y que parecía no dejarme avanzar no lograron minarme la moral.
    Pinceladas de paisajes de ganadería y sobrias iglesias románicas embellecían el cuadro. Loz graznidos lo mejoraban y lo hacían vivo y tridimensional. 
    Embebido de tanta belleza, seguí pedaleando. El incentivo de descubrir qué ulteriores sorpresas me depararía ese Parque Natural me atizaba.




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  17. Tanta subida también tendría su recompensa. Desde ese alto pude entrever la meseta:






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    Publicado hace 7 años #

  18. Y bajando, fotografie un escorzo de un pueblo llamado Santibáñez, después de gozar de su iglesia románica...








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  19. ...y las aguas del embalse de Ruesga, justo antes de llegar a la risueña Cervera, en donde la primavera había dado ya sus primeros pasos.






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  22. esta guapisima esa comarca, 

    casi me puedo imaginar la mañana , pacifica, sin coches, sin gente..........
    el volumen del mundo se amplia , se hincha.............el aire huele a aire, el estress desaparece......

    Publicado hace 7 años #

  23. Ya me había gustado quedarme más en Cervera, pero mi destino era Aguilar y preferí proseguir.
    Los mapas los llevaba en la cabeza, tanto los había mirado y remirado los días anteriores.
    Sabía que debía alcanzar el camping del embalse de Aguilar por el lado sur y recordaba haber visto en la cartografía del IGN un camino que cruzaba un valle, y que resultó ser el Camino natural del Románico palentino y parte de la ruta del Carbon de Cok.

    El río Pisuerga me hizo compañía y me guió, y espero que mi visita le haya sido de agrado.








     

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    Publicado hace 7 años #
  25. Sí, Rafa, pedaleaba por el camino y el mundo se amplió dentro y fuera de mí, tan pacífico y tranquilo.


    Haberme equivocado de camino ni siquiera me molestó, pues pude ver de frente lo que antes dejaba a mis espaldas, una mañana serpenteando entre aquel pujante panorama que se veía a lo lejos:




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  26. Pues sí que aquel nombre de ruta del Románico era acertado.



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    Publicado hace 7 años #
  27. fantastico!!!

    Publicado hace 7 años #
  28. Le di a los pedales a trancas y barrancas, hasta llegar al camping que había en la playa del embalse de Aguilar. Me atendieron estupendamente, aunque les debí de parecer muy raro, entre las pintas que llevaba y que no lograba articular bien las palabras ni conectar las frases en un discurso que tuviese sentido a causa de la fatiga que arrastraba.
    El cansancio y la fatiga no me afectaron más que en el habla, pues los ojos todavía podían apreciar aquellas tierras, y con ellos, el corazón:



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    Publicado hace 7 años #
  29. esa region me la recomendo encarecidamente, un conocido que tiene una gran experiencia en recorrer lugares preciosos, y a quien doy una completa credibilidad y fiabilidad....................aunque aun no he encontrado el momento.......

    Publicado hace 7 años #
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    Publicado hace 7 años #