Este año durante nuestras vacaciones veraniegas tan sólo hemos hecho un viaje cortito en bici. La razón es que teníamos ganas de hacer también otras cosas, como una travesía a pie y alguna ruta en kayak. Aunque esta entrada es para hacer una crónica de la ruta en bici, os pondré alguna fotico del resto de cosas que hicimos (muy pocas, tranquilos, jejeje), simplemente para justificar el diseño de la camiseta de este verano
Comenzamos con una ruta en kayak por el río Ebro. Era la segunda vez en mi vida que me montaba en un kayak, y nuevamente me encantó. Además, hacerlo en este río tenía un encanto especial para nosotros. Fue un día espectacular.
Desde Flix, y sin salir de Tarragona, nos desplazamos a Paüls donde comenzamos una preciosa travesía de cinco días a pie por el macizo dels Ports de Beseit, "Estels del Sud". Tuvimos suerte con el tiempo (el verano está siendo un poco rarito en Catalunya) y disfrutamos un montón, con cierto esfuerzo, eso sí, ya que es una travesía durilla, aunque totalmente recomendable para todo aquél al que le guste el trekking. La terminamos con éxito, por lo que nos ganamos la correspondiente camiseta.
Así pasamos la primera semana de vacaciones. La segunda, la que importa aquí, la empleamos haciendo una ruta a la que teníamos ganas desde hacía tiempo: La Ruta del Ter. Se trata de una ruta que está señalizada para hacer tanto en bici (señales granates) como a pie (señales verdes). Lógicamente ambas rutas sólo coinciden en ocasiones, ya que la ruta a pie discurre por caminos que a veces no son ciclables.
El inicio oficial de la ruta en bici es la estación de esquí de Vallter 2000 (al nacimiento verdadero del río Ter sólo se puede acceder a pie). Nosotros nos desplazamos hasta Ripoll en tren y desde allí, el primer día, lo único que hicimos fue ir en bici hasta Setcases, donde nos alojamos (Hostal La Cabanya, 34 euros/persona, alojamiento y desayuno). La idea inicial era, por la tarde, subir hasta la estación de esquí para poder hacer el primer tramo de la ruta. Sin embargo el frío que hacía, los amenazadores nubarrones, la niebla de las cumbres y el miedo a sobrecargar la rodilla de Kim, cuyo menisco está fastidiadillo, nos hicieron desistir. Comenzaríamos la ruta en Setcases. De haber hecho un buen día me habría gustado subir, pero en esas circunstancias no me importó nada no hacerlo. Eso sí, los más puristas lo tienen muy fácil: no tienen más que seguir por la carretera que sube a la estación de esquí: son sólo 12 km más aunque, eso sí, bastante duros (se ascienden 900 metros).
ETAPA 1: SETCASES-RIPOLL: 38,76 Km y 157 m de desnivel.
La primera etapa fue muy sencilla. En realidad se trataba de deshacer el camino que habíamos hecho la víspera, pero en vez de hacerlo por carretera como entonces, hacerlo por la ruta oficial, más bonita, que evita en lo posible el asfalto.
Como os he contado, nuestra Ruta del Ter comenzó en…
Setcases es un bonito pueblecito pirenaico, con casas de piedra, tejados de pizarra y agua, agua por todas partes:
A su paso por Setcases el Ter todavía es tan sólo un riachuelo saltarín:
Allí mismo vimos la primera señal de la Ruta del Ter, ¡qué ilusión! El primer tramo, entre Setcases y Camprodon, es por asfalto y no hay otra alternativa ni siquiera para los que hacen la ruta a pie. Por esta razón la señal era bicolor:
Aquel día nos despertaron los truenos y los relámpagos, buffff, más vale que la etapa era corta y podríamos salir tarde… ¡a ver si dejaba de llover! Pero no tuvimos que esperar mucho, empezó a soplar la tramontana y limpió el cielo en un plis-plas. Fue todo un placer poder comenzar con sol, con lo negro que estaba el cielo cuando nos levantamos…
Como os he dicho, lo primeros kilómetros eran por asfalto, pero por carretera muy tranquila. Tras pasar por Vilallonga de Ter llegamos a Llanars:
En Llanars pasa lo mismo que en Setcases, el agua es protagonista:
Como lo es la bonita iglesia románica:
Y así, casi sin enterarnos, llegamos a Camprodon. Camprodon es un pueblo precioso, muy turístico (eso sí, turismo del caro, en el bonito Paseo de Maristany ves unas mansiones que quitan el hipo), pero lo que nos ocupaba a nosotros era ir viendo como poco a poco el Ter iba ganando en caudal:
No podía faltar la “foto oficial” junto al famoso puente de Camprodon:
Tras el correspondiente paseo por el pueblo dejamos por fin el asfalto, que prácticamente no volveríamos a pisar hasta llegar a nuestro destino, Ripoll. La pista cementada por las que nos llevaban las señales todavía brillaba por la reciente lluvia, aunque para brillo el de todo el verdor que nos rodeaba:
Enseguida comenzamos a ver lo que fue una constante a lo largo de todo el río: construcciones que, de una forma u otra, se aprovechaban de la fuerza del agua:
Y también encontramos el primer panel con el mapa de la ruta:
Tras unos bonitos kilómetros por pista asfaltada el camino se hizo estrecho:
Fueron innumerables las veces que cruzamos el rio Ter, casi siempre por puentes:
Aunque ese primer día teníamos que cruzarlo en una ocasión a pelo, por un paso en el que normalmente hay poca agua, a la altura de la Colònia Llaudet, pero ese día bajaba bastante caudal (hacía pocas horas llovía con fuerza). Como habíamos visto que pocos metros atrás había un puente colgante en el que ponía “Paso privado”, nos arriesgamos a cruzarlo, viendo que todo estaba muy tranquilo y que por allí no había nadie… Madre mía, cómo se movía el puñetero puente, pero qué divertido fue atravesarlo:
Por fin empezó a hacer calor y pudimos quitarnos el jersey. Por una ondulante y bonita pista enlazamos con la última parte de la etapa, que transcurría enteramente por la Vía Verde de la Ruta del Ferro i del Carbó:
A la altura de Sant Joan de Les Abadesses nos desviamos de la ruta para visitar el bonito pueblo. El acceso a través de su espectacular puente es encantador:
El Palau de l’Abadia se merece una visita:
Tras callejear por el pueblo volvimos a la Vía Verde. Lo que quedaba hasta Ripoll era pan comido:
Al llegar a Ripoll las nubes nuevamente iban ganando terreno, pero no evitaran que la entrada a la ciudad fuera preciosa, directos hasta el Monasterio de Ripoll:
Ripoll es una ciudad que me ha encantado. Está considerada el bressol (la cuna) de Catalunya, ya que aquí Wilfredo el Velloso fundó la nación catalana. Y eso se nota en la gran cantidad de senyeras que hay por todas partes, incluido el interior del propio monasterio, que merece una detenida visita:
El casco antiguo tiene edificios preciosos:
Y desde el puente sobre el río Ter se tiene una estampa de la ciudad que recuerda, en escala pequeña, a Girona:
Nos alojamos en el Hostal Ca la Paula, cuyo dueño, Agustí, resultó encantador. Es un lugar sencillo pero su localización, junto al Monasterio y el Ayuntamiento, es inmejorable (26 euros/persona, sólo alojamiento, garaje para bicis incluido).
ETAPA 2: RIPOLL-COLÒNIA BORGONYÀ-PANTANO DE SAU: 51,31 Km y 911 m de desnivel.
A partir de Ripoll hay un problema con la ruta en bici: todavía no se han acabado las obras para acondicionar la ruta hasta la Colònia de Borgonyà. Por la nueva carretera, tipo autovía, no se puede pasar, y la ruta a pie no es ciclable. Por esta razón este tramo hay que hacerlo en tren (son apenas 15 minutos). Así que aunque la etapa comenzó en la estación de Ripoll:
No fue hasta la Colònia de Borgonyà donde comenzamos a pedalear. Me resulta muy interesante el fenómeno de las colonias textiles catalanas. Las fábricas textiles aprovechaban los saltos de agua de los ríos para mover sus máquinas y con el tiempo, alrededor de estas fábricas, se iban construyendo todos los servicios necesarios para que pudieran vivir los trabajadores y sus familias sin necesidad de salir al exterior. Esta autosuficiencia escondía, en realidad, una clara voluntad de control. Esta colonia en concreto pertenecía a la conocida marca textil Fabra i Coats:
De camino a Torelló volvimos a pedalear a la misma orilla del rio:
Nos desviamos un poco de la ruta, tras pasar Torelló, para visitar el Santuario de la Mare de Déu de Rocaprevera:
Y continuamos plácidamente la ruta, sin perder de vista las señales:
El paisaje de la segunda etapa ya era muy diferente al del primer día: nos encontrábamos en la plana de Vic. La ruta iba pasando por diferentes explotaciones ganaderas, de algún sitio tienen que salir las toneladas de embutidos catalanes ¿no?
Pero no, la plana no es tan plana…
Recorrimos Manlleu por el paseo fluvial, después de atravesar el canal industrial:
Y llegamos fácilmente a Roda de Ter:
Al dejar Roda de Ter la ruta discurrió por pistas rurales asfaltadas. No sólo fue sencillísimo el paso por ellas, sino que el paisaje era de lo más relajante:
A la altura de Tavèrnoles la ruta siguió por la carretera que lleva al Parador de Sau.
Nosotros decidimos, nuevamente, apartarnos momentáneamente de la ruta para acceder, tras una fuerte subida (con rampas de más del 15%) al Monasterio de Sant Pere de Casserres. Este monasterio está situado en un lugar muy curioso, en el extremo de un pronunciado meandro del río Ter, y es una pequeña joya del románico catalán por su buena conservación (está restaurado, pero de forma muy fiel a como fue en su época gloriosa). Mereció la pena la visita, no sólo por el santuario en sí sino por disfrutar de las vistas del Ter desde allá arriba:
Igual que mereció la pena quedarse a comer en el restaurante, ¡buaaahhhh, qué tranquilidad y qué bien se estaba!
De vuelta a la ruta oficial hicimos la pertinente paradita en el Parador de Sau, donde se firmó el Estatuto catalán de 1979, razón por la que hay una escultura conmemorativa:
Y entramos de lleno en la zona de los embalses del Ter. El primero de ellos, el de Sau, lo teníamos que recorrer en lo que quedaba de etapa, y no resultó demasiado complicado, a pesar de las subidillas:
Por aquella zona no es fácil encontrar alojamiento, casi todo son casas rurales de alquiler completo en Vilanova de Sau, así que no nos quedó más remedio que alojarnos en el Hotel La Riba. Se nos escapaba del presupuesto medio (55 euros/persona, alojamiento y desayuno), pero os aseguro que mereció la pena. Con el calor que hacía, ese baño en la piscina, con las vistas del Cabrerés delante, no tuvo precio:
Resultó ser la etapa más dura de toda la ruta (una ruta que, por otra parte, es de nivel medio-bajo). A pesar de que, al ir siguiendo un río, lógicamente en cada etapa hay más desnivel descendente que ascendente, ese día hicimos un desnivel positivo de 911 metros, lo cual da idea de que no todo fue descenso…
ETAPA 3: PANTANO DE SAU-GIRONA: 59,65 Km y 290 m de desnivel.
Volvió a amanecer un día radiante, ¡bien, podía volver a ponerme maillot sin mangas! Y encima estaba perfectamente conjuntada con las hortensias del jardín del hotel, jejeje:
Tras hacer la foto oficial en la presa del pantano de Sau…
Nos dispusimos a recorrer el segundo gran embalse del Ter, el de Susqueda. Lo hicimos por la larguísima pista que lo recorre, sin perder de vista los imponentes roquedales del Cabrerés:
Parecería que recorrer una pista que bordea un pantano, y con tendencia descendente, debería ser muy sencillo, pero no os creáis… A tramos la pista está bastante deteriorada, y en otros tramos la típica arenisca de la zona (sauló) nos daba la sensación de estar pedaleando por la arena de la playa. Vamos, que no era coser y cantar, pero a mí me resultó de lo más divertido. Eso sí, empleamos media mañana para recorrer los 20 Km de la pista:
Y por la cara que tiene Kim, parece que él tampoco se lo estaba pasando mal…
Pudimos contemplar la Illa del Mal Sopar (Isla de la Mala Cena). Estas tierras eran el hábitat del famoso bandolero Serrallonga. En una ocasión, mientras se disponía a cenar con su cuadrilla en lo alto de un cerro, se vio rodeado por sus enemigos, lo que le obligo a escapar como alma que lleva el diablo. Desde entonces ese lugar quedó bautizado como Turó del Mal Sopar (Cerro de la Mala Cena). Lógicamente, lo que antes de existir los embalses era un cerro, después de ellos quedó convertido en isla…
Por fin llegamos a la presa del pantano de Susqueda y, al igual que hicimos con la de Sau, la inmortalizamos:
Tras estos dos grandes pantanos el pobre río queda un poco raquítico, ¡y aún queda otro pequeño embalse, el del Pastoral!
Tras unos sencillos kilómetros por asfalto, siempre cuesta abajo, empalmamos con la Vía Verde del Carrilet que iba a llevarnos hasta nuestro destino, Girona:
Una vía verde que en muchos tramos discurre paralela a la nacional por lo que en principio no tiene mucho que reseñar…
Aunque siempre te puedes encontrar construcciones interesantes, como la Central Hidroeléctrica de Vilanna (modernista):
O el Pou del Glaç (Pozo del Hielo), también de Vilanna:
La llegada a Girona, atravesando la zona de huertas, fue sencillísima, sin necesidad de contactar con el tráfico de la ciudad:
Lo primero que vimos del centro de Girona fue la típica y bonita visión de la ciudad desde el río Onyar (por Girona pasan nada más y nada menos que cuatro ríos, el Ter, el Onyar, que es el que da carácter a la ciudad, el Güell y el Galligants):
¡Cómo me gusta Girona! Es una ciudad que conozco todavía sólo superficialmente, pero me encanta. Su casco antiguo está lleno de rincones con encanto, su barrio judío es precioso, su catedral, con sus 90 escalones que subí al trote, llama poderosamente la atención, su… Volveré, pero para estar más de un día conociéndola a fondo. Me supo a poco, pero al menos pude degustar, tras mucho buscarla, la curiosa butifarra dulce de Girona.
Nos alojamos en un hotel de la cadena Etap. Un hotel cómodo, funcional y barato (26,40 euros/persona, alojamiento y desayuno buffet), y que contaba con la gran ventaja de estar situado, a las afueras de Girona, al lado mismo de la Ruta del Ter.
ETAPA 4: GIRONA-L’ESTARTIT: 55,85 Km y 238 m de desnivel.
La última etapa de la Ruta del Ter es un paseo. Poco desnivel y caminos sencillos. Nada más salir de Girona se llega a Sarriá de Ter, por un tramo con bastante tráfico, aunque el paseo fluvial nos dio un respiro:
Pero después de Sarriá nos olvidamos del tráfico. Todo fueron pistas, caminos sencillos y carreteritas tranquilas.
La abundancia de agua enla zona se notaba por la cantidad de campos de maíz:
Pero este verano está siendo más lluvioso de lo normal por esas tierras, y pasos por lo que podríamos pasar sin dificultad en situaciones normales, en esta ocasión nos obligaron a descalzarnos y hacerlos a pie:
Y en las choperas que tanto abundaban a orillas del río, los charcos eran inmensos. En muchas ocasiones nos veíamos obligados a salir de pista para esquivarlos (en uno de esos grandes charcos yo pretendí, toda chulica, atravesarlo por la parte central, que tenía un caminito de tierra y… ¡choffff!, terminé en el fondo del charco, llena de barro, con la rodilla magullada y mi orgullo herido, si es queeeee…, bueno, ahora Kim y yo nos reímos mucho al recordarlo):
Afortunadamente, aún había lugares en los que atravesar el río no nos suponía ninguna dificultad:
En la segunda parte de esta etapa la ruta se bifurca: se puede avanzar por el Ter por ambas orillas. Nosotros decidimos hacerlo por la orilla derecha hasta llegar a Torroella de Montgrí, allí cruzaríamos el río y llegaríamos a su desembocadura. Al día siguiente, como teníamos que trasladarnos en bici hasta la estación de tren de Flaçà, lo haríamos por la orilla izquierda. La ruta elegida discurría en gran parte por asfalto, por carreteras sin tráfico, como ésta que pasa por el bonito Molí de la Barca:
Por esas carreteras descubrí cómo se dice “Parking privado” en catalán
La ruta de la margen derecha discurre por carreteras que forman parte de la estupenda y extensa Red Ciclista del Baix Empordà:
Tras dejar el asfalto volvimos a las pistas. Pronto tuvimos al alcance de la vista el inconfundible Montgrí con su castillo, señal inequívoca de que nos estábamos acercando a la desembocadura, nuestro objetivo:
De nuevo a orillas del Ter ya veíamos el último puente que cruza el Ter, el de Torroella de Montgrí:
Puente que cruzamos, afortunadamente, separados del intenso tráfico:
Nos quedaban muy pocos kilómetros, ya olía a mar, se acercaba la meta…
Y la alcanzamos, allí estaba, la Gola del Ter, la desembocadura.
Allí apoyada, viendo las Illes Medes frente a mí y nuestro destino a la derecha, me quedé pensando, un poco melancólica, “qué ilusión y qué pena llegar a la meta, Kimet”, le dije a mi chico, “nunca sientas pena por llegar a la meta, maitia”, me contestó él. Y tenía razón. Pocos días antes de las vacaciones, por distintas circunstancias, no teníamos nada claro que pudiéramos hacer todo lo que habíamos pensado, pero lo habíamos conseguido. Teníamos que estar contentos.
Desde allí nos dirigimos a L’Estartit donde nos alojamos en el Hotel Les Illes (48 euros/persona, alojamiento y desayuno). Habíamos empezado el viaje en los Pirineos, en plena montaña, y lo terminábamos en el mar. Una gozada.
ETAPA 5: L’ESTARTIT-FLAÇÀ: 35 Km y 201 m de desnivel.
Aunque la Ruta del Ter había acabado, todavía nos quedaba un paseo para llegar hasta Flaçà y coger el tren que nos llevaría a Barcelona. Y lo aprovechamos. Como ya he comentado, tras llegar de nuevo a Torroella de Montgrí, en esta ocasión seguimos la orilla izquierda del río:
Esta variante de la ruta discurre menos por asfalto y más cerca del río:
Atravesamos inmensos campos de frutales:
Y pasamos junto a pueblos como Verges, muy conocido por su Semana Santa (seguro que muchos de vosotros conocéis su Danza de la Muerte):
A la altura de Colomers nos dirigimos hacia la presa:
Para cruzar por última vez el Ter, por el paso que se ha habilitado en la presa, específico para cicloturistas:
Pero queríamos despedirnos del río de una manera especial, ¿y qué mejor forma de hacerlo que desde dentro, desde un kayak? Acabaríamos las vacaciones tal y como las comenzamos, remando. Era como cerrar el círculo. Por eso alquilamos un kayak doble en Colomers e hicimos una rutilla de apenas una hora y media. Lo suficiente para despedirnos con alegría de nuestro compañero de viaje.
En fin, ¿qué decir de esta ruta? Es preciosa, interesante, accesible, variada… me ha encantado. Tengo la sensación de que siempre digo lo mismo en mis crónicas, todo me parece precioso, todo es interesante… pero bueno, lo digo como lo siento.
Si alguno de vosotros está interesado en tener más información, hay un libro editado sobre la Ruta del Ter, de la Editorial Alpina. Pero en la página web de la ruta hay tanta o más información, incluso te puedes descargar tracks y rutómetros. Si os decidís a hacerla, seguro que no os arrepentís. La ruta en sí es perfecta para hacer en cuatro etapas. Se puede hacer en menos, pero no le veo mucho sentido. Si queréis conocer el Ter en profundidad, no os bastará con hacerlo sobre la bici…
He dicho...