Justo hace diez años, en la Semana Santa de 2007, hicimos la Ruta del Cava, una ruta preciosa diseñada por mi chico. En aquella ocasión los días anteriores había diluviado, por lo que muchos caminos estaban impracticables por el barro. Eso nos obligó a hacer gran parte de la ruta por asfalto y obviamente no es lo mismo, porque no es lo mismo ver las viñas que sentirlas desde dentro... Me quedé con la espina clavada de hacerla entera tal y como la había pensado Quim y, aunque nos ha costado, diez años después lo hemos conseguido, y con pequeñas variantes que han hecho la ruta aún más interesante. Espero que os guste la crónica
La ruta está concebida para hacerse en tres días, entre la estación de tren de Castellbell i el Vilar y la de Vilanova i la Geltrú, desde la montaña de Montserrat hasta el mar Mediterráneo, pasando por cuatro comarcas (Bages, Anoia, Alt Penedès y Garraf) y acompañando a tres ríos, el Llobregat, l'Anoia y el Foix. Vamos, que no hay lugar para el aburrimiento. Eso sí, es una ruta bastante betetera, especialmente la primera y tercera etapas, por lo que decidimos dejar en casa las alforjas y cargar lo imprescindible en las mochilas (yo preferí repartir el peso entre la mochila y la bolsa del portabultos, para no cargar la espalda).
Las previsiones meteorológicas eran inmejorables, teníamos ante nosotros tres días de un tiempo espléndido, así que cuando bajamos del tren en la estación de Castellbell i el Vilar no podíamos estar más contentos. Buena señal cuando al empezar una ruta tengo que ponerme cacao de protección solar en los labios...
Nada más comenzar cumplimos con nuestro pequeño ritual, coger un poco de agua del Llobregat para, si todo iba bien, terminar 170 kilómetros después entregando este agua al Mediterráneo.
Esos primeros kilómetros fueron deliciosos, pedaleando a orillas del Llobregat, junto a la mole de Montserrat y bajo un sol de justicia, mmmmmm...
Tras este tramo precioso nos tocaba pasar al asfalto, pero antes teníamos que subir hasta el puente...
Un pequeño esfuerzo y ¡ale hop!, ya estábamos arriba, ahora tocaba disfrutar de seis kilómetros de carretera para llegar hasta Collbató. Es una carretera preciosa, discurre bajo las paredes imponentes de Montserrat y pasan como un suspiro...
Justo antes de llegar al pueblo está el desvío a las Coves de Collbató. No hicimos la visita porque ya las conocemos, pero es muy recomendable. Dicen que en su interior se inspiró Gaudí para hacer la Sagrada Familia, ni más ni menos...
Aunque si soy sincera en lo que pensaba yo en esos momentos era en la terraza de Collbató donde teníamos previsto hacer una parada, jejeje...
Porque pocas cosas hay que me gusten más cuando hacemos rutas en bici, que hacer la parada de las once para tomar un café con cruasán, jajaja... Da igual que sean las diez o que sean las doce, siempre es "la parada de las once", jejeje.
Después de reponer fuerzas volvimos a pedalear. Estábamos ya en la Anoia, una comarca complicada de atravesar porque continuamente te encuentras con barrancos. Yo prefería no pensar en las subidas y bajadas bestias a las que nos íbamos acercando y me dedicaba a contemplar el paisaje, como esta preciosa encina centenaria...
...o lo bonita que se veía mi bici con semejante marco.
Pero llegaron las cuestas... Para arriba no hay problema, poner todo el desarrollo que tengas y echarle riñones, pero había después un par de bajaditas... La primera la hice sin grandes sobresaltos, eso sí con tanta piedra suelta a la que tocabas un poco el freno la bici derrapaba y se desbocaba, pero bueno, la bajé...
Eso sí, cuando llegó la segunda, la salvaje (que yo bauticé como asesina, pero dice Quim que soy una exagerada, jajaja) y vi cómo él la bajaba sobre la bici pero con la rueda trasera cimbreando me dije, quita, quita, tú a pie, que el cementerio está lleno de valientes, jajajaja...
Bueno, se habían acabado los sobresaltos, así que cuando llegamos a una zona más sencilla y nos topamos con la primera viña mi alegría fue inmensa.
Avanzábamos a paso lento, pero a lo tonto cada vez teníamos Montserrat más lejos...
Dando vueltas y rodeos llegamos a Els Hostalets de Pierola, un tranquilo y cuidado pueblo, antiguo lugar de reposo de los viajeros (de ahí su nombre).
Sé que insisto mucho con el tema de Montserrat, pero el hecho de que sea una montaña mágica y que nos haya acompañado como referencia durante casi toda la travesía le ha dado un protagonismo extra en nuestras fotos.
Poco después llegamos a Piera, otro pueblo interesante, el típico pueblo-camino que se situaba en la ruta entre Barcelona y Aragón. Interesante pasarse un rato admirando los esgrafiados de Cal Sastre...
...o su bonito castillo.
Nos acercábamos al Penedès, y aquello ya olía a cava...
Pero aún nos faltaba atravesar otro de los barrancos que tanto abundan en la Anoia, así que después de cruzar el río ya sabíamos que nos tocaría volver a subir, y con las tripas ya quejándose por el hambre...
¡Madre mía, qué repechones, pero por donde me metes, Quimet!
Por allí abundan los saltos de agua, pero para visitarlos hay que desviarse un poco de la ruta, Quim eligió ir a echar un vistazo al Salt de la Mala Dona, ¿sería un mensaje subliminal?, jajajaja...
Por fin llegamos a Canaletes y pudimos reponer energías en el Casal municipal, un bocata de tortilla que nos supo a gloria. Con fuerzas renovadas y ya sin grandes dificultades por delante seguimos nuestro camino, qué gozada...
Estábamos en plena frontera de comarcas, a nuestra izquierda la boscosa Anoia, a nuestra derecha las viñas del Alt Penedès, dos comarcas claramente diferenciadas.
Nuestro siguiente pueblo fue Sant Pere de Riudebitlles, dimos una vuelta por el casco antiguo pasando por el Palau dels Marquesos de Llió.
Como os digo nos quedaban algunas cuestas pero lo más difícil ya estaba hecho, ahora llegaba la parte más contemplativa de la etapa, con miradores estupendos sobre la plana del Penedès, como éste, el de la Cadira (la Silla).
Ahora sí que estábamos ya en plenos viñedos. Es lo que os comentaba al principio, el Penedès hay que vivirlo desde dentro, no desde las carreteras, sólo así podremos sentir de verdad las viñas.
Porque no me digáis que no es enternecedor ver cómo la vida surge, espléndida, de los troncos viejos y arrugados...
Llegamos a Torrelavit, eso quería decir que estábamos ya muuuuy cerca de terminar nuestra primera etapa de la Ruta del Cava, una etapa durilla pero preciosa.
Nos alojamos en el Hotel Sol y Vi, al lado mismo de cavas y viñedos, fue una gozada despedir un día tan bonito desde su terraza...
La segunda etapa es un poco laberíntica, ya que hay que hacer algún bucle para hacer visitas y, sobretodo, hay que pedalear, pedalear y pedalear entre viñedos. Y es que, señoras y señores, esto es La Ruta del Cava.
Comenzamos el día tal y como acabamos el día anterior, echando un vistazo desde la terraza del hotel. Volvía a presentarse un día espléndido.
Nos despedimos del hotel...
...y emprendimos el camino.
Teníamos concertada visita a las bodegas Nadal, muy cerca de allí, a las diez y media, así que para hacer tiempo nos entretuvimos pedaleando entre iglesias (como la de Sant Joan Salerm)...
...rutas vitivinícolas...
...y caminos rurales.
Así, entretenidos, llegó la hora de nuestra visita.
Interesantísima toda la explicación del proceso de elaboración del cava.
Salimos de allí con aún más cariño hacia ese paisaje, así que no nos perdimos detalle de todo lo que encontrábamos de camino a de Sant Martí Sarroca, nuestro siguiente destino.
Seguíamos pedaleando entre cavas,
Junto a la iglesia de Santa María de Vallformosa,
Y allí donde no había viñas, había flores y más flores, cómo está la primavera, madre mía...
Por fin teníamos Sant Martí Sarroca a la vista.
Paramos a comer y después subimos al castillo, se disfruta mejor de la visita con el estómago lleno, jejeje.
El Castell dels Santmartí y la iglesia románica de Santa María forman un conjunto monumental precioso.
Tras la visita comenzamos la bajada hacia la riera de Pontons.
¡Qué rincón más bonito! No me esperaba semejante vergel situado bajo el castillo, fue precioso dejar el pueblo por ese sendero.
Tuvimos que atravesar tres o cuatro veces la riera, pero con el calor que hacía era una gozada que el agua nos salpicara las piernas.
Echando la vista atrás nos despedimos de Sant Martí Sarroca con una panorámica espectacular.
Volvíamos a la encantadora rutina de pedalear entre cavas...
Y viñedos...
No podíamos parar de hacer fotos.
Fue una parte de la ruta muy contemplativa, de la que guardo muy buen recuerdo.
Ya quedaba poco para acabar la etapa, pero seguía habiendo cosas que nos llamaban la atención, como la iglesia de Santa Margarida, en Cantallops...
O la capilla románica de Sant Sebastià dels Gorgs, una potxolada.
Últimas fotos, ya con luces de tarde...
Y nos plantamos en Vilafranca del Penedès, donde nos alojamos. Ducha rápida y a dar una vuelta por la ciudad, que cuenta con un casco histórico peatonalizado que merece mucho la pena, con espléndidos palacios...
La Basílica de Santa María...
Sus casas modernistas...
Y su pizzería donde repusimos energías, jajajaja... Seguimos callejeando un rato de vuelta al hotel, fotico al ayuntamiento y ¡hala!, a descansar.
Ya nos quedaba sólo la última etapa, la que nos llevaría hasta el mar.
Amaneció otro día espléndido. Con energías renovadas emprendimos camino hacia Moja, muy cerca de Vilafranca del Penedès.
Tocaba comenzar a despedirse de cavas...
...y viñas.
¡Adiós, Penedès!
Entrábamos en el Parc d'Olèrdola, entre las comarcas del Alt Penedès y el Garraf, volvían las subidas y bajadas, porque si complicado es atravesar la Anoia no lo es menos atravesar el Garraf.
Llegamos al conjunto monumental de Olèrdola, donde os aseguro que merece la pena pasarse un buen rato. Venga, Quim, pon tu mejor sonrisa, que ahí junto al castillo estás muy guapo...
¡Inmortalizado!
También visitamos la necrópolis del Pla dels Albats, con sus tumbas antropomorfas, qué penica daba ver unas tumbas tan chiquitinas...
Una última foto panorámica desde el Pla, un lugar especial...
Tocaba seguir subiendo porque queríamos conquistar dos cimas, la del Puig de l'Àliga y la del Puig dels Tres Partions . La primera nos hizo sudar de lo lindo...
Pero cuando la conquistamos, con esas vistas al mar, guaaaauuuu...
La segunda fue más fácil porque era muy corta, ahora, con tanta gravilla y luchando por mantener el equilibrio (era muy pendiente) como te despistaras un poco te desequilibrabas, pie a tierra, y a ver quién era el guapo que conseguía volverse a montar en la bici, jejeje...
La bajada fue pedregosa y divertida. Se notaba que estábamos ya en pleno Garraf, un paisaje que no tenía nada que ver con lo que habíamos dejado atrás.
Casi sin darnos cuenta nos plantamos en la presa del pantano de Foix.
Pantano que teníamos que bordear. Podíamos hacerlo por la parte fácil, por carretera, o por la difícil (y mucho más bonita), por el sendero. Yendo con Quimet no había duda de que iríamos por la difícil, ¡afortunadamente! Ese aparentemente inocente sendero tiene sus partes complicadas, pero es precioso y muy divertido.
Y vuelta a subir. En el Garraf, como dos días antes en la Anoia, si no subes, bajas y si no bajas, subes...
Por esos caminos empedrados tan típicos del Garraf nos ganamos la comida...
Y después de reponer fuerzas emprendimos con ganas la última subida de la etapa y, por tanto, la última subida de la Ruta del Cava. ¡Quién nos iba a decir que, después de las rampotas que habíamos superado esos días, iba a poder con nosotros una subida asfaltada en plena urbanización. Madre mía, vaya subida más criminal, más vale que apenas era de cien metros...
El resto de la subida, ya por sendero, también fue complicada por las piedras, por eso al llegar arriba estábamos exultantes por haberlo conseguido.
Y tras la última subida, la última bajada...
Y allí estábamos ya, en el Espai Natural de la desembocadura del riu Foix, junto al mar...
¡Lo habíamos conseguido!
Pero quedaba cumplir con el ritual. Echar al Mediterráneo el agua que, al inicio de la ruta, habíamos recogido del río Llobregat. Misión cumplida.
Tan sólo nos quedaba seguir el Camí vell de Cubelles a Vilanova i la Geltrú...
Continuar por antiguos caminos recuperados...
Y llegar a Vilanova i la Geltrú para hacer la foto oficial de fin de la Ruta del Cava, junto a Pasífae, la escultura que representa la unión de los pueblos del Mediterráneo.
Bueno, ésa era la última foto oficial, pero la última foto de verdad fue ésta, con nuestro premio de fin de ruta, jejeje...
En fin, eso fue todo. Una ruta que enamora, un tiempo espectacular y el mejor guía del mundo, no se puede pedir más. Como colofón dejo esta panorámica hecha desde el Puig de l'Àliga en la que se puede apreciar la ruta completa, desde Montserrat hasta el Mediterráneo, pasando por la plana del Penedès. Un resumen perfecto.
Sirva esta crónica para celebrar el Día Mundial de la Bicicleta. Espero que os haya gustado.