Alguno de vosotros la conoceréis. Seguro que si habéis pasado por la Autovía del Pirineo o habéis hecho el Camino de Santiago aragonés os habrá llamado la atención. Se trata de una montaña picuda, que al carecer de montañas altas a su alrededor destaca poderosamente. Hacía ya cuatro años que no la subía y hoy en la cama, antes de levantarme, pensando hacia dónde podía tirar hoy, me ha venido a la cabeza en forma de flash... Es una subida dura y, la verdad, en esta época del año nunca me encuentro demasiado en forma, pero cuando se me mete una cosa en la cabeza... Así que, nada, me he levantado con brío y para allí me he ido, en dirección a Monreal.
Los 23 kilómetros que separan mi casa de Monreal han pasado como un suspiro ya que se llega por una carretera bastante llana, la antigua nacional, que al ir paralela a la nueva autovía permite pedalear muy tranquilamente, sin tráfico. Y el hecho de tener ante mí constantemente mi objetivo, la Higa, que me atraía como un imán, también ayudaba al pedaleo alegre. Así que sin casi darme cuenta he llegado a Monreal, justo debajo de la montaña que lleva su nombre y que me miraba desafiante.
No tenía muy claro que pudiera llegar hasta arriba ya que no tenía ninguna intención de echar el hígado por la boca. Si veía que la subida se me hacía tan dura que no me dejaba disfrutar, pues media vuelta y tan contenta. Pero bueno, no me iba a rendir fácilmente, así que he parado para llenar el depósito: un plátano y una barrita que, allí sentada con el sol dándome en la cara y mi objetivo delante de las narices, me han sentado de maravilla.
Como os digo, es una subida dura, lo podéis ver en el perfil (fuente: altimetrias.com).
Los dos primeros kilómetros no son complicados. Ya comienza a haber rampones, pero el hecho de que este tramo sea asfaltado facilita mucho el pedaleo. En un plis-plas se va dejando el pueblo abajo...
Pero cuando termina el asfalto... entonces empieza el tramo más duro, el de la parte central del puerto: pista pedregosa y curvas criminales que dan paso a rectas aún más criminales. Pero mis sensaciones eran buenas.
Habría hecho la mitad de la subida más o menos y la nieve ha comenzado a hacer acto de presencia. No me preocupaba porque desde abajo ya he visto que en la cumbre no había gran cosa.
Curvas y más curvas, aunque no estén peraltadas me da igual, porque donde esté un puerto con curvas que se quite uno de grandes rectas ¿que no?
En la parte final de la subida, los dos o tres últimos kilómetros, el antiguo asfalto asoma de vez en cuando, y aunque se mantenga la pendiente eso se agradece, y mucho.
Quedaba poco, muy poco. Ya asomaba la ermita de Santa Bárbara, patrona de Monreal, y algo más arriba las antenas imponentes de la cima, ¡guau, había subido mucho mejor de lo que esperaba!
Desde la ermita mirando hacia abajo se ve Monreal tan chiquitín... es entonces cuando te das cuenta de la categoría de la subida.
No sólo el pueblo es una referencia, la Peña Izaga (la montaña nevada que se ve en el centro), que desde Monreal se ve muy alta, desde la Higa se ve como un montículo allí abajo (referencia totalmente engañosa, ya que es más alta).
Incluso el parque eólico de la Sierra de Alaiz, que desde la nacional se veia muy alto, ahora lo tenía a mis pies.
No os voy a engañar. Cuando he decidido hacer esta ruta es porque, después de dos meses sin apenas ver el sol por esta bendita tierra, tenía ganas de vistas panorámicas y horizontes azules. Pero no, las vistas no han sido espectaculares debido a la neblina que me ha impedido ver los Pirineos (ni siquiera se divisaba Pamplona). Por eso me he concentrado en los paisajes cercanos, y la verdad es que son vertiginosos... Allí abajo se aprecia perfectamente tanto la Autovía del Pirineo como el Canal de Navarra.
El frío viento de allí arriba ha hecho que no me entretenga demasiado. Al mirar hacia arriba se veía cómo las nubes pasaban a gran velocidad. Sí, se acababa esta pequeña tregua de sol, mañana volverán las nubes y la lluvia, lástima...
Tras un descenso de los de no descansar precisamente ya estaba de nuevo en la nacional (tan abajo que se veía hacía apenas media hora y ya estaba de nuevo allí...) y no he podido evitar mirar hacia atrás y hacer una nueva fotico de despedida. Volveré en primavera, en un día azul y nítido, cuando todo esté verde y aún quede nieve en los Pirineos, y entonces, desde lo alto, sacaré las fotos que merece esta montaña tan bonita, la Higa de Monreal. Palabra de sargantana.
En fin, este fin de semana me ha cargado las pilas. Llevamos un invierno muy crudo, con mucha lluvia y mucha nieve, y ya tenía ganas de tener un finde de bici como Dios manda. Ayer hice una bonita ruta con la flaca,
"¿Por quién doblan las campanas?", y hoy una ruta exigente. ¡Buaahhh, qué bien me he quedado!
¡Bici, bizi, vici!