Bueno, pues como ha dicho Txapa, L ya está en Burgos.
Este pequeño viaje ha consistido en dos etapas con L a través del Camino de Santiago (más otra de vuelta en solitario). Tengo que decir que me ha hecho bastante ilusión colaborar con el proyecto de la Espiral; habiéndome incorporado además en el último momento.
Aquí va una pequeña crónica.
Viernes 15 de septiembre: Logroño-San Juan de Ortega (provincia de Burgos).
Al poco de salir, en el Pantano de la Grajera, coincidí con un simpático cicloturista de Pamplona (Tito), que se dirigía a Santiago, y empezamos a charlar. Él nada sabía de la página de la web de Rodadas ni del proyecto de la Espiral, pero ha tenido el honor de acompañar a L en buena parte de su viaje hacia Burgos. Los tres juntos pasamos y visitamos localidades como Navarrete, Nájera, Santo Domingo de la Calzada, Belorado... Al norte se sucedían la Sierra de Cantabria, el Toloño y los Montes Obarenses. Como el día fue un poco caluroso y no faltaron los repechos, hubo que beber mucha agua y cerveza con limón; y la verdad es los Km se consumieron con relativa rapidez.
Tito se quedó a pernoctar en Villafranca de Oca, a donde llegamos ya entrada la tarde, pero yo me sentía con ganas de continuar un poco más. Así ascendí el alto de la Pedraja, tramo del recorrido que más bonito me pareció, y que atraviesa una zona de la Sierra de la Demanda que yo no conocía. En una ocasión pude adivinar la cumbre de San Lorenzo, la cual hace años subía tradicionalmente en invierno. Bastante cansado tras el azote de la Pedraja, decidí descansar en el agradable albergue del Monasterio de San Juan de Ortega, relativamente cerca de la capital burgalesa.
Sábado 16 de septiembre: San Juan de Ortega-Burgos-San Juan de Ortega.
En el albergue, muchos peregrinos se levantaron tempranísimo y me despertaron; y así entonces decidí salir un par de horas antes de lo esperado. L, el alce viajero, me miraba con sus ojillos de susto desde la oscuridad de una de mis alforjas. Todavía era de noche, aunque afortunadamente la luna alumbraba nuestro camino a través de Atapuerca, así como un paso elevado con muy mal firme (que tuve que atravesar arrastrando la bici a pie), y un par de pueblos más... El amanecer teñía de púrpura las escasas nubes, y veinte minutos más tarde estabamos ya internándonos por la ciudad de Burgos.
A medio día quedé con Guille, un amigo de allí (obviamente sorprendido con el objetivo de mi viaje), y un rato después llegó Tito desde Villafranca junto con otro cicloturista. Todos juntos tomamos unos pinchos en el caso histórico, que hasta hoy nunca había visitado con detalle. A las 13.50, frente a la imponente catedral de Burgos, apareció Txapa (un placer por cierto) en bicicleta para recoger a L. Así concluía exitosamente mi breve misión en la Espiral.
Pero todavía tenía que volver a Logroño, así que por la tarde, tras despedirme de esta gente, inicié mi regreso al Monasterio de San Juan de Ortega, en donde pasaría otra vez la noche.
17 de septiembre (hoy): San Juan de Ortega-Logroño.
Esta mañana me he vuelto a levantar muy temprano. He atravesado La Pedraja bastante despacio, debido a que una oscura y densa niebla me ha dificultado bastante la visibilidad.
Recorrer un tramo del Camino de Santiago en sentido contrario tiene su dificultad: las flechas amarillas ya no son tan obvias y, sobre todo en los pueblos, hay que fijarse bien por donde van los peregrinos. De todas formas he recordado tramos; y además existe un segundo tipo de flechas de color azul (curiosamente con forma de espiral) que aunque no muy numerosas, indican el trayecto de retorno. Esta mañana, me he cansado un poco de tanto decir "buen camino" a los numerosos peregrinos y ciclistas que se dirigían hacia Santiago, y así también he tenido que aguantar algunas bromas: ¡Que por ahí no se va santiago! ¿De que te has olvidao hombre?, etc.
El tiempo ha cambiado desde mi perspectiva de oeste a este, y así la llovizna de Villafranca se ha convertido en el soleado cielo de Nájera (localidad que hoy estaba en plena festividad). A partir de Nájera, el terreno ha sido muy familiar para mí.
Finalmente, después de varias horas seguidas de pedaleo y ya muy cansado, he alcanzado el alto de Navarrete, con vistas a La Grajera y Logroño (ahora en plena fiesta de San Mateo), y su valla de alambre adornada con innumerables cruces compostelanas.
Y bueno, tras esta discreta crónica colgaré algunas fotos. Muchas gracias por leerme.
Bastian.