Viendo esas fotos, viéndoos a todos vosotros, tan equipados, tan duros... uno siente una envidia enorme y tiene la sensación de no haber acertado ni una en la vida. ¿cuántas veces necesitaría uno nacer de nuevo?
Apenas llevo tres semanas de ciclista, prácticamente sin tiempo a equiparme ni nada. Veo mi imagen y veo la vuestra y salta a la vista un montón de diferencias (a vuestro favor claro). ¡Qué capacidad! ¡Cuánto valor! Y uno se resigna a encaquetarse el casco (que eso nunca falta), los guantitos con los dedos al aire, una chaquetilla roja comprada hace años para el Camino de Santiago y unas zapatillas de las de andar (por cualquier parte corriente y moliente), un cuentakilómetros que yo creo que marca demasiado y pedalear. Hasta hoy... pedalear por pedalear a ver si desaparece o al menos alfoja el dolor de culo.
Sin dudadarlo, en mis salidas que alguna ya ha superado los 70 kilómetros... tan sólo pedalear. Pero al leeros, uno lucha para que se esfume la primera impresión que no es otra cosa que una enorme frustración... (lo de la envidia que nunca puede ser sana) y sigo pedaleando... por lo menos aún no habéis hecho polvo la ilusión que me hace leer vuestras crónicas, ver vuestras fotos... Y sigo lleno de admiración resignada... lo dicho, espero volver a nacer... por si en esa nueva ocasión puedo ir tras vuestros pasos.
Umm... sigo leyendo, entro en la habitación y miro mi Orbea Ravel (correntita) y pienso... ¿cómo le quito el polvo yo a esto? y El Aceite para la cadena... buf... qué aceite? en la tienda no me dijeron nada... Mi mujer me mira, adivina lo que pienso y sale corriendo como posesa para clavarse con los brazos eztendidos en la puerta de la cocina... ¡Ni lo toques! Se pone seria... que me vas a poner perdida la casa... Me resigno... a ver quien me dice a mí eso del aceite para la cadena... Con lo bienque me vendría, porque yo, cada vez que cambio de marcha... noto una cierta brusquedad que me mosquea. Cuando me noto lejos de casa y pienso en la posibilidad de tirar a pie de la bici por romper algo de la cadena, el cambio, los piñones... qué se yo... me entran la temblequeras de la muerte... Mi mujer sigue de cancerbera del aceite en la puerta de la cocina... La miro de reojo... como disimulando... es que no se mueve un àpice la tia... A ver si luego cuando me toque hacer el pescado a la plancha le escamoteo algunas goticas en una servilleta de papel...
Envidia... qué mala es la envidia...