Hola!… (recuperando hilo para no duplicar).
Soy de la misma opinión que Ignacio respecto a la posibilidad de uso en nuestras bicis de algo tan simple como un paraguas para protegernos de la lluvia. Evidentemente, no lo llevaría en todos los destinos, pero sí lo incorporaría a un viaje por Escocia, o a un Camino de Santiago en octubre, o…
Es más, como él bien advierte, no solamente nos protege de la lluvia sino que, con la misma importancia, también lo hace del sol. ¿Cuantos kms y kms hemos tenido que jamarnos atravesando alguna zona sin un triste arbolito pequeño en el que protegernos del amigo Lorenzo y poder descansar un poco o reponer energías?
Desde luego, sí, menudo bofetón que debió darse el que aparece en la cómica secuencia de fotos de unos mensajes atrás (bueno, cómica porque el pobre desdichado no nos lee), pero claro, a quien se le ocurre destinar una mano exclusivamente para sujetarlo. Hombree…
En esta breve escapada que he hecho estos días por el Moncayo (uff, orografía) he podido comprobar la bonanza de rodar, rodar, y rodar… lloviendo sin parar (nunca mejor dicho), gracias a un elemento tan popular como un simple paraguas. Está muy bien ir debidamente pertrechado, con tejidos impermeables que impidan que se meta o cale el agua por dentro, pero mucho mejor aún que, además, ni una sola gota llegue a tocar nada de "tu" superficie. Otro mundo.
Las opciones cuando llueve no son muchas, pero puedes elegir entre guarecerte bajo techo y esperar a que pare o amaine, o continuar, si la cantidad que cae es más o menos soportable. En cualquier caso, no es agradable que se nos mojen las manos, la cara, las gafas, o que se cuele algo de agua por el casco, o por alguna fisura en la costura de las prendas o alforjas.
El sábado pasado empezó a llover bien nada más salir de Calcena, pero de manera más intensa mientras subía el puerto de Purujosa a Beratón, que dicho sea de paso, lleva un rato laaaaargo hacerlo con alforjas (subes 400m en 8 kms). El caso es que me dije: “ésta es la mía”, y paré a un lado decidido a probar la novedad. Monté el adaptador, inserte un amplio paraguas de los de golf… y tira millas, feliz como una perdiz, bien protegido yo y gran parte de la bici (manillar hasta alforjas); en primera fila esbozando una sonrisa y disfrutando de la lluvia (vista, sonido y aroma), sin sentirme obligado a detenerme. Un muy buen recuerdo.
Pues eso, que para según que viajes, destinos, o épocas del año (en mi caso la posibilidad de lluvia era si o si) creo que no está de más la posibilidad de incorporar este accesorio al equipaje; son 500 gramos entre las 2 cosas que, en ocasiones, yo llevaré muy a gusto en el mío.
Láthe biosas.