Esta crónica corresponde a un fin de semana largo que pasamos en la Cerdanya, hace ya más de dos años. ¿Por qué la pongo aquí y ahora? En primer lugar, porque es la primera ruta que colgué por internet, y como este bendito foro aún no existía, la puse en otro, pero pienso que éste es su sitio natural. En segundo lugar, porque las rutas fueron espectaculares y pienso que os pueden gustar. Y en tercer lugar, la razón principal, porque no se me ha ocurrido otra forma de agradecer a paco etiqueta, mhurtado, Xatu y Sir.Jhoan lo majos y buena gente que son... 
Así que, aquí tenéis la crónica, con más texto y más fotos que la original. Va por vosotros:
ENAMORADOS DE LA CERDANYA
Aquel martes era fiesta en Catalunya (Sant Joan) y mi chico tenía puente, así que yo también me cogí esos días de fiesta y el viernes me fui para Sabadell. Nuestra intención era pasar unos días pedaleando por la Cerdanya francesa, una zona que conocíamos de hacer BTT y excursiones a pie, pero en la que nunca habíamos hecho carretera. ¡Qué maravilloso fin de semana de cicloturismo pasamos!
El sábado madrugamos y viajamos desde Sabadell hasta Puigcerdà, donde nos alojamos. Sin sacar siquiera las cosas del coche, cogimos nuestras plegables y comenzamos nuestra plácida ruta. Fuimos hacia Llívia, Estavar, Saillagouse, y desde allí nos dirigimos a Llo (el caso era tratar de evitar en lo posible la nacional). Desde la misma salida la carretera iba picando hacia arriba, y ya nos íbamos dando cuenta de que no nos habíamos equivocado eligiendo la Cerdanya, ¡qué sol, qué paisajes, qué olores, qué tranquilidad de carreteras!
Continuamos pedaleando por la zona de Eyne, dejando a nuestra derecha su encantador valle, y llegamos hasta el Coll de Perche, donde no nos quedó más remedio que coger la nacional. Nuestro destino era Vilafranca de Conflent, un pueblo que queríamos visitar. Pero antes pasamos por Montlluís, un bonito pueblo amurallado que también visitamos, y como llegamos justo a tiempo de unirnos a una visita guiada por el horno solar (el primer horno solar del mundo), nos quedamos.
Fue una hora de visita con demostraciones muy interesantes, eso de ver cómo el sol es capaz de agujerear una chapa de acero de 1 cm de grosor en 34 segundos impacta, vaya si impacta. Mi mano apenas aguantó dos o tres segundos delante de la fuente de calor, así que nos quedamos sin saber en cuanto tiempo se consigue perforar el cuerpo humano, jejeje.
Para llegar a Vilafranca ya no nos quedaba más remedio que coger la nacional que, tras una bajada larga, rugosa y revirada pero, afortunadamente, con poco tráfico ese día, nos dejó en nuestro destino, a 1000 metros menos de desnivel. Desde la carretera se veía la vía del tren Groc, que pensábamos coger a la vuelta.
Vilafranca es un pueblo que, a pesar de estar "hipermegaturistizado" mantiene su encanto de pueblecito medieval. Tras la visita del pueblo y las murallas y comer en una terracita, emprendimos el camino de vuelta. Pero claro, todo lo que baja sube, así que para volver teníamos que enfrentarnos de nuevo a la nacional, pero esta vez cuesta arriba y, con un calor de justicia, volver a ascender esos 1000 metros... La ocasión perfecta para aprovecharnos de llevar unas bicis plegables. Las doblamos y nos subimos al encantador "tren groc" (tren amarillo), un trenecito que remonta altura por unos paisajes espectaculares. Fuimos en uno de los vagones descubiertos, dándonos la brisa en la cara y a una velocidad de tren antiguo. Una gozada, vamos.
El tren groc nos dejó de nuevo en Montlluís, y desde allí volvimos hacia Puigcerdà pasando por el Coll del Calvari, un puerto que como nos pilló descansados subimos como si nada.
Tras pasar por Font Romeu ya sólo nos quedaba el vertiginoso descenso del Coll de Egat hasta Estavar, Llívia y Puigcerdà.
En definitiva, fue un día precioso. Volvimos al camping de Puigcerdà, a descansar en nuestro diminuto pero simpático bungalow de madera
Claro que el domingo aún fue más espectacular. La primera parte de la ruta, hasta Montlluís, la hicimos por las mismas carreteras que tanto nos habían gustado la víspera, pero una vez aquí nos dirigimos hacia La Llagonne.
Al llegar al pueblo hay un hotelito pequeño con una terraza y unas vistas... no nos quedó más remedio que parar a "redesayunar". A partir de allí nos dirigimos hacia el Coll de la Llose, el punto más alto de nuestra ruta, uno de esos puertos en los que el paisaje es tan bonito que no te enteras de que estás subiendo.
Sin embargo aún no había llegado lo mejor: la carretera que, por Caudíes de Conflent y el Coll de la Creu, nos llevó hasta Matemale. Carreteras estrechas, desiertas de tráfico, con un asfalto rugoso pero que no se hacía incómodo, unos paisajes espectaculares y unos olores... bufff, qué pena que las fotos no vengan con aroma incorporado...
¡Qué bonito era todo! Ese fin de semana aprovechamos para sacar unas cuantas fotos para un concurso de fotografía que organizaba el programa "Temps d'aventura", de la TV3 (la televisión catalana): la única condición era que en las fotos saliera el libro que había editado el programa, y que estuvieran hechas a ser posible durante alguna activadad al aire libre. No podíamos imaginar un entorno mejor para hacer fotos.
Eran carreteras preciosas, pero exigentes. El Coll de la Creu tiene algunas rampas fuertes, pero el cansancio quedó sobradamente compensado con la sensación de estar pedaleando por unas carreteras que parecen no conocer los coches.
Una vez coronado sólo quedaba disfrutar del descenso y de las nuevas perspectivas. En poco kilómetros apareció ante nosotros Matemale con su coqueto lago.
Paramos a comer en un restaurante a orillas del lago y después nos echamos una cabezadita en unas hamacas, entre sol y sombra. Eso era vida...
La vuelta a casa la hicimos de nuevo por el Coll del Calvari, pero esta vez en vez de descender por el Coll de Egat lo hicimos por Targassonne, ya que nuestra intención era acercarnos hasta los baños termales de Dorres. Allí nos pusimos el traje de baño y nos dimos un relajante chapuzón, ¿os podéis imaginar algo mejor que, a más de 30ºC fuera, meternos en una piscinita de aguas sulfurosas, a 40ºC, con olor a huevos batuecos?, jejeje, no suena muy sugerente, pero no sabéis lo bien que nos sentó.
Desde allí hasta Puigcerdà sólo nos quedaban unos pocos kilómetros cuesta abajo. Fue una de las jornadas de cicloturismo por carretera más bonitas del las que he hecho en los últimos años.
Al día siguiente tocaba excursión a pie por la zona de Les Bouillouses, espectacular también. Y a la noche, celebramos la Nit de Sant Joan como Dios manda, con cava, coca y hogueras de Sant Joan, que para eso estábamos en Catalunya.
En definitiva, fue un fin de semana perfecto por tres razones: porque las rutas fueron guapísimas y el tiempo excelente, por una razón personal que queda entre Kim y yo, y porque ¿quién sabe si las fotos que hicimos entonces fueron las responsables de que ganáramos el concurso de la TV3? Porque sí, lo ganamos, jejeje, y hablo en plural porque, aunque el principal responsable fue Kim, los dos disfrutamos del premio: un viaje de multiaventura a Zermatt (Suiza) con todos los gastos pagados... ¡Guau! Pero esa es otra historia...
)