Bonita historia. Todo lo que me recuerde que no hay porqué dejar los pedales me emociona. También recuerda lo relativo del material y la tecnología.
Lo que pasa que es que es un caso un tanto extremo:
Al fin de cada día de marcha los 50 jóvenes atletas, tenían una noche de descanso, pero el superabuelo pedaleó tres días y tres noches sin pegar ojo. Cuando paró por primera vez para descansar, quedó satisfecho con un sueñecito de tres horas en un banco de una estación de policía. Luego volvió a su bicicleta y prosiguió su marcha. No aceptó comidas regulares, pero aceptaba café, bollos y fresas de sus admiradores que le ofrecían por los lugares que pasaba.[i]
Yo, con algunos años menos, sólo aspiro a salír unos pocos días. Y, por supuesto, mis lomos ya no admiten otra cosa que no sea un colchón. Pero mira, coincidimos en que tampoco acepto comidas regulares, y que también tomo café, bollos y fruta... entre otras cosas, naturalmente.
"Quien un día se olvida de lo bien que lo ha pasado se ha hecho viejo ese mismo día". Epicuro.