Esta es la crónica de un pequeño viaje en agosto, Una aventura de iniciación en el mundo del cicloturismo, saliendo de Roses y pasando por Figueres, Olot y Girona. Fue una ruta circular, y antes de salir Pau y Amor nos dio un montón de consejos interesantísimos. Si os interesa tener más información sobre el lugar y la ruta, no tenéis más que acceder a ese hilo pinchando AQUÍ.
DÍA 1
El primer día fuimos desde Roses hasta Esponellá. Nunca habíamos viajado con tanto peso en las alforjas, puesto que habíamos hecho tan solo rutas de dos o tres días. Los primeros cien metros fueron cómicos, porque la bici temblaba a cada metro y unos urbanitas ocioso-bicicleteros como nosotros nos sentíamos un tanto inseguros, pero en poco tiempo le cogimos el tranquillo y enfilamos hacia nuestro destino. La ruta: preciosa y tranquila. Tras pasar Figueres y atravesar el río por unos puentecitos de madera el camino comenzó a empedrarse. Pasamos por un par de bajadas destrozadas por las lluvias de primavera y seguimos por caminos un tanto abruptos para nuestras bicicletas híbridas.
El calor empezaba a machacar y paramos en Esponellá. Un camping chiquitito pero bonito y tranquilo.
DÍA 2
El segundo día nos
levantamos pronto sabiendo que iba a ser un día caluroso. Seguimos el río a la sombra de los árboles. Un paisaje con un par de presas y mágico. Tomamos un refrigerio en Besalú, un pueblo cuyo origen data de la Alta Edad Media. Tras salir del pueblo nos bajamos hacia el sur, adentrándonos por pistas entre colinas y campos.
Atravesamos el río Ser un par de veces. Y comenzamos a subir el monte, por pistas inclinadísimas que no tenían piedras, sino pedruscos… y terminamos empujando las bicicletas durante tres kilómetros. Apretó el calor y en el momento clave mi chica sacó el bidón barato del decathlon que habíamos comprado y se rasgó (¡tenía un par de usos!). Más calor… y mi otro botellín de decathlon se rasga de arriba abajo al sacarlo (no, no es broma). Poca agua, cansados a pesar de haber hecho pocos kilómetros… Habíamos ascendido en esos tres kilómetros 200 metros… Y paramos. Un poquito de bajón sí que teníamos y la verdad es que en cuanto llegamos al camping de Sant Miquel de Campmajor nos tomamos un par de litros del líquido elemento cada uno… bueno, también hubo cervecica, que nos puso a tono con el primer sorbo. En el mapa de la zona que nos dieron en el camping aparecía la ruta que habíamos hecho como “Para BTT y Muy Difícil”…
DÍA 3
Hidratarse es importante, y lo es más escoger una ruta adecuada a tus límites. Nos olvidamos del resto de La Transpirenaica de Miguel A. Acín y Fernando Lampre. Fue un pequeño golpe para nuestra autoestima, pero también nos ayudó a conocer nuestro nivel y el tipo de recorridos que podemos hacer con nuestras bicicletas. Así que por carretera salimos de Sant Miquel a Mieres (para probar uno de los croissants más ricos de nuestra vida en un garitillo llamado Can Met, justo a la entrada del pueblo) y seguir hasta Santa Pau, otra población preciosa de origen medieval.
Decidimos que fuera un día de medio descanso e interesante. Así que subimos al camping “Lava” y a disfrutar, tal y como nos había recomendado Pau, con los volcanes de Santa Margarida y Croscat.
Curiosa la ermita en mitad del cráter del primero, y cómo ha quedado seccionado el segundo. Tras un bañito en la piscina del camping, comiendo un par de helados, nos dijimos “¿por qué no tienen nombre nuestras bicis?”. Y así se llaman desde entonces: Margarida y Croscat. Qué narices, ¡había que bautizar a nuestras monturas en nuestro primer viaje cicloturistero de verdad!
DÍA 4
Siguiente día: un paseo. Bajar hasta Olot. Me tenían que quitar unos puntos en un centro de salud, y no me dieron cita hasta bien tarde, así que como estábamos medio anclados en el lugar, tuvimos que cambiar los planes de ir hasta Ripoll. Para hacer tiempo subimos al puertecillo de Coll de Cannes.
Facilongo. Tras subirlo bajamos, me quitaron los puntos y emprendimos la Ruta del Carrillet en dirección a Girona. Un camino precioso, plagado de oficinas de información y de alquiler de bicicletas. Aquella noche descansamos en Sant Feliu de Pallerols. El camping es familiar y tranquilo. La piscina del pueblo está muy bien, y el pueblo es más grande y más bonito de lo que esperábamos. Allí se hacen llamar los Pescalunas, por una bonita leyenda del lugar.
DÍA 5
Bajamos, bajamos y bajamos en dirección a Girona. Pau: ¡Precioso Gorg del Molí del Murris! Seguimos bajando por la ruta del Carrillet. El paisaje de aquella zona es preciosa. La pista cómoda y bastante cuidada, aunque es tooooooodo bajar (si vas en ese sentido, ¡claro!) y a veces resulta incluso demasiado repetitivo.
A partir de Anglet la ruta se hace más horizontal. Nos adentramos en Girona a través de las huertas de Santa Eugenia (no sabía que podía haber taaaantas huertas junto a una ciudad) y aquella noche descansamos en el hotel Ibis de Girona (más que nada por cercanía y porque nos dejaban subir las bicicletas a la habitación). Salimos con nuestra ropa con olor a perro mojado (el jabón ecológico para viaje no hace maravillas y deja ese olor tan interesante) y nos hidratamos con mesura en el barrio antiguo rodeados de banderas esteladas.
Tal y como nos había advertido Pau, la salida de la ciudad para seguir la ruta del río Ter estaba cerrada por obras, pero nos liamos y acabamos frente a la valla de obras. Releímos las instrucciones del experienciado explorador, y reemprendimos la marcha. La verdad es que es una ruta muy bonita y agradable.
El río no estaba tan crecido como comentaba Sargantana en la crónica que colgó, pero llevaba bastante agua. Llegamos a la desembocadura del Ter y nos dirigimos a L´estarlit.
DÍA 7
El día siguiente atravesamos la montaña Gran y llegamos a L´Escala, para (tal y como nos había recomendado nuestro guía favorito: Pau) l’esmorzar de forquilla en el Posit de Pescadors.
Plenos de energía con aquel almuerzo energético, fuimos medio bordeando la costa . Para evitar la carretera nacional plagada de coches atravesamos el parque natural de Aigüamolls. No está permitido que lo hagas en bici, pero nos la jugamos… y tuvimos que sortear la barrera de la salida alzando nuestras queridas monturas. Fue un precio diminuto con tal de no estar aguantando a los conductores turisteros carentes de empatía que surcaban la carretera a toda leche. Empuria Brava, y Roses. ¡Llegamos a nuestro destino contentos y más felices que unas perdices!
La verdad es que ha sido una ruta bastante cortita y sin demasiados kilómetros. Dejando de lado el segundo día, el resto de jornadas no nos hemos machacado y hemos disfrutado haciendo turisteo por donde pasábamos y recalábamos. El calor apretaba y no bicicleteamos más que a la mañana. Eso sí, y fuimos cambiando la ruta ante imprevistos y según nos conocíamos mejor a nosotros mismos y a nuestras Margarida y Croscat. Ha sido un viaje maravilloso.
En la última foto, al fondo, aparece recortado en el cielo la mole de El Far. Se puede acceder hasta ahí en bicicleta por una carretera facilonga. O bién, subir hasta el pie de la roca y allí trepar por la pared (hay una via muy facilonga) hasta el rellano superior.
Justo al borde del precipicio hay un santuario con hospedería. Es el sitio ideal para una parada si re sula por los bosques de Les Guilleries.
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