La subida al puerto de Escandón no nos resultó tan dura desde Teruel, y el resto ya era bajada, sin embargo, el firme está en tan mal estado, que aún bajando, hay que pedalear. Además de ello, es un traqueteo constante debido a las irregularidades del asfalto, agradeciendo los tramos donde hay tierra compactada.
A medida que avanzábamos, veíamos como las nubes nos iban alcanzando y teníamos claro que en cualquier momento empezaría a llover. Aún así no me quería ir sin mis trofeos, fotografiar los viaductos y túneles, los grandes protagonistas de la ruta.
Me llamó la atención que muchos de los túneles estaban iluminados con sensores de movimiento, y en cambio otros factores de la ruta estaban totalmente desfasados y deteriorados. Resulta un poco chocante.
Además de ello, hay zonas donde los desprendimientos pueden ser habituales con mal tiempo, debido a que las laderas que encajonan la vía, muchas veces son simplemente de tierra. En alguna ocasión nos llegamos a encontrar verdaderas rocas en medio del camino.
Y nuevamente Barracas se convierte en protagonista de nuestra historia, ya que saliendo de este pueblo comienza a llover. Al principio de forma intermitente y con poca intensidad, pero a medida que las nubes nos iban alcanzando, la lluvia alcanzó mas fuerza. Fue el momento de ponernos los impermeables.
Pedalear en estas condiciones, lluvia y frío, obliga a combinar ropa térmica con impermeable, y ya sabemos que la transpiración y la ropa impermeable no son buenas compañeras, de tal forma, cada cierto tiempo debía estar parando para evitar sudar, regulando las prendas térmicas que debía llevar. El problema añadido es que descendiendo llegas a coger más frío. El sudor en condiciones de bajas temperaturas se enfría y llega a ser un verdadero problema.
Barajamos la posibilidad de quedarnos en alguna estación de tren abandonada, que abundan en la ruta, pero para ello hubiésemos necesitado un mazo, ya que la mayor parte de ellas tienen las puertas tapiadas, y las que no, directamente no tienen techo con el cual resguardarse.
Así, y a las pocas horas llegamos al pueblo de Caudiel. y viendo que la lluvia no cesaba y que se hacía de noche, decidimos buscar un sitio donde dormir. La primera opción fueron unos pórticos del ayuntamiento, estaban a resguardo de la lluvia, pero no así del viento, ya que su disposición norte-sur eran como una autopista por donde corría el viento.
Tras unos minutos buscando un sitio idóneo, encontramos un lavadero con disposición este-oeste, a resguardo del viento y la lluvia, y con agua corriente para lavarnos, eso si, congelada.
Para que os hagáis una idea de las temperaturas alcanzadas, os enseño un bocadillo de aceite de oliva "para untar" que nos preparamos. Nos pareció una idea tan buena (aceite congelado) que cuando regresé a casa lo primero que hice fue meter una botella de aceite en la nevera.