Etapa 5. Fonsagrada - Lugo. 66 Km
Después del relativo descanso de la jornada anterior, hoy tenía ya ganas de viajar lejos. El objetivo era llegar a Lugo dejando por fin atrás la zona montañosa con sus altos y puertecitos. De hecho hoy me las prometía muy felices porque sólo me quedaban tres que pasar.
A las nueve de la mañana ya estaba sobre la bici. El viaje comenzó con una vertiginosa bajada pues Fonsagrada está en lo alto de una loma. A esas horas de la mañana y aunque el sol ya filtraba tímidamente su luz a través de la niebla, la experiencia fue... refrescante, por decirlo suavemente. Y es que esto es Galicia, tierra de brumas, como tendría ocasión de constatar muy pronto en esta etapa.
Por la carretera solitaria se circula muy bien pero ya hace tiempo que empiezo a cuestionar si lo que estoy haciendo es hacer el Camino de Santiago o sólo comprobar que existe. Miro con algo de envidia el auténtico camino que recorren los peregrinos y por el que yo no me atrevo a circular con esta bici tan cargada.
En fin, seguí por la carretera, subiendo hacia el primero de los altos que tendría que pasar hoy. A cierta altura van quedando abajo las capas de niebla y el sol luce sobre ellas con algo más de fuerza, pero aún no calienta demasiado. No importa, mientras se trate de subir, yo tengo mi propia calefacción. Sólo llevo una camiseta de verano de punto bastane abierto, casi como si fuera desnudo, pero a pesar de eso sudo copiosamente. Es la humedad, supongo.
Como ya llevo unos cuantos días rodando, la soledad empieza a hacer mella en mi ánimo. La idea de que no lo estoy haciendo bien empieza a rondarme la cabeza. No es que no disfrute de ir descubriendo nuevos paisajes y de la aventura de ir más allá con la sola fuerza de mis piernas, pero me temo que no era eso lo que yo pretendía en este viaje, todo lo que hago es, casi como siempre, tragar kilómetros. Estoy demasiado ocupado cubriendo distancias como para poder disfrutar del viaje. Eso tendría que cambiar.
Ya me voy acercando a mi primer objetivo. Subo tranquilamente disfrutando del espectacular mar de niebla. La carretera está prácticamente desierta.
Pero me entristece tener que pasar de largo los auténticos tramos de Camino como este, que sube hasta O Hospital, un paso emblemático en la parte del Camino por la montaña lucense. Yo debo resignarme a rodearlo siguiendo la carretera. Demasiada carretera para mi pequeña bicicleta.
Hay un parque eólico en el alto al que me dirijo. Siempre sopla el viento en estos montes. Y con su soplo a mí se me enfría un poco el alma además del cuerpo.
Y aquí estamos mi bici y yo. Otro alto para la colección. Muchos altos voy pasando pero estos son muy fáciles de pasar. A los puertos auténticamente duros, a los que no vienen en los mapas, aún no me he atrevido a enfrentarme. Si todo lo que puedo retratar es mi bici en un alto... sospecho que esto no va bien.
Me las prometía muy felices con ese cielo azul y ese sol radiante. Me había puesto pantalón corto esperando calor todo el día. Pero no contaba con un pequeño detalle: esos preciosos mares de niebla que veía desde las alturas, tendría que atravesarlos al bajar. Uy, uy, uy... Empecé la bajada y ¡Menudo frío que pasé! ¡Madre, qué frío! Si es que parezco tonto. Paré cuando dejé de sentir los dedos de las manos y abrí como pude la alforja de la ropa para buscar desesperadamente los guantes completos. Con la bufanda y la chaqueta impermeable sobre la otra, aguanté como pude hasta el final de la cuesta.
En fin, tras la bajada, nueva subida y a calentar otra vez. Increible: yo alegrándome de encontar una cuesta arriba ¡ni que fuera sargantana!
Afortunadamente la niebla se iba quedando atrás a medida que avanzaba el día. Subiendo por la carretera encontré un grupo de cuatro o cinco peregrinos. Caminaban silenciosos por el arcén izquierdo de la carretera, en fila india, a unos cuantos metros unos de otros ¡Buen Camino! me dijo el último cuando lo adelanté. Iban sin hablar entre ellos, ensimismados, concentrados en seguir caminando. Probablemente, como yo, se preguntaban por el sentido de su viaje. Yo había aminorado la marcha para ir a la par con ellos pero luego seguí adelante y los dejé atrás, como no podía ser de otra manera.
En esto caí en la cuenta de que no había desayunado hoy. Salí del hotel con prisas pensando en la larga etapa que me esperaba y en encontrar un sito bonito y apropiado para tomar algo caliente. Paré en un gran ensanche en una curva y en un minuto ya había extendido en el suelo mi toldo azul, sobre él mi trozo de gomaespuma tamaño culo y mi hornillo de gas. Calenté un poco de leche y me la bebí con unas galletas. Sentado en el suelo con mi bici al lado, en una simple curva de la carretera no parecía precisamente el Amo del Mundo. Pero me sentía bien, mejor de lo que hubiera estado en el comedor del hotel. Yo soy así de raro.
Los peregrinos no tardaron en alcanzarme y se alejaron nuevamente en silencio "¡Vaya deprisa que camináis!" le dije al que iba en cabeza. "Ya, hay que llegar", me dijo él sonriendo "¿A dónde tenemos que llegar realmente?" me pregunté yo yo para mis adentros.
Al poco, recogí mis cosas y seguí mi camino. Pronto alcancé el segundo alto del día. Definitivamente voy a hacer colección. Diréis que qué aburrido, que si no había otra cosa que retratar. Pues no, la verdad es que no había gran cosa. Sólo la carretera.
Por eso cuando empecé la bajada, pasando a toda velocidad por Fontaneira, clavé los frenos y di la vuelta para parar en el pueblecito a hacer al menos algo de turismo. Poco.
Y luego seguí bajando y bajando saltándome con pena lugares que podrían ser interesantes si parara, pero por no frenar... Eso tiene de malo la bicicleta. Si vas andando siempre vas a la misma velocidad más o menos tanto subiendo como bajando. Pero en bici, después de la tortura de la subida... cualquiera se resiste a la gozada de dejarse caer cuesta abajo por una buena carretera. Y claro, así se pierde uno muchas cosas.
Con estas llegue a O Cádabo y lo atravesé y salí por el otro lado. Y menos mal que sabía que ahora venía otro puertecillo que si no, no hubiera parado en el pequeño parque que hay a la salida, desde donde se ve así el pueblo:
Los auténticos peregrinos suelen hacer aquí final de etapa. Seguro que hay algo interesante que ver, pero a mi sólo me preocupa que tengo que trepar al alto de la Baqueriza, el último. Al menos descanso un poco en el parque. Por cierto, premio al que sea capaz de decirme qué es esa extraña escultura. Lo dice en el cartelito pero no creo que podáis leerlo por mucho que ampliéis
Ya os decía que la soledad empezaba a pesarme. Llamé a casa para hablar un poco con mi amada esposa y compañera (salvo para este tipo de aventurillas), pero no estaba. Hablé con mi hijo mayor. Al preguntarle si había vuelto a salir con mi vieja bici me respondió que no, que tenía que estudiar. De repente me di cuenta de que el resto del mundo ya no está de vacaciones, que ya están haciendo "vida normal" ¿Y es normal lo que estoy haciendo yo? Me imaginé qué estaría haciendo yo en una semana "normal". No me gustó demasiado la idea. Pero ser consciente de que la gente "normal" estaría dedicada a sus labores habituales mientras yo estaba embarcado en esta "locura" me hizo sentirme aún más solo y aislado. Excluido. Por propia voluntad disfrutando temporalmente de una ilusión de libertad, pero ajeno, raro, fuera de mi sitio ¿y por qué hay que tener "un sitio"?
Y con estas comeduras de coco llegué al Alto, el último de esta colección, creía yo.
Una bajada fabulosa hasta llegar a Castroverde. En este pueblo sí que paré para buscar un buen sitio para comer. Lo encontré al dejar la carretera para internarme por el Camino. Un lugar muy agradable con una fuente y mesas y bancos a la sombra de los árboles. Ningún peregrino se resistiria a parar aquí. Y además desde este lugar se ve el pueblo.
No sé qué puede haber tras esa puerta ¿Las minas de Moria quizá?
Con la tripa llena se anda mejor el Camino. Seguí por él un corto trecho, hasta que se cruzó de nuevo la carretera. Con las dificultades que tuve para no caerme con las piedras y el barro, volví al asfalto muy aliviado y pedaleé alegremente hasta Lugo. Esta es la primera vista que tuve de la ciudad.
Lugo es como Fonsagrada pero a lo bestia. Es que también está en lo alto de una loma. Al acercarte, la carretera baja hasta el río, donde hay un hermoso parque:
Pero si levantas la vista, alucinas de lo que tienes que subir. Pensé que las famosas murallas de Lugo bien podrían ser estas:
Y por fin después de mucho bregar por las empinadas calles de Lugo llegué a la famosa puerta por donde según esta inscripción pasó el ilustre monarca cuyos pasos vengo supuestamente siguiendo.
Típica foto de las murallas... No, lo de retratar monumentos no es lo mío. Y menos en una ciudad.
La catedral... que no sale entera por mucho gran angular que pongas...
Y esta hermosa plaza en medio de una espaciosa zona peatonal donde se puede pasear en bicicleta a velocidad de peatón. Lugo está muy guapa ahora. Me recuerda a Oviedo. Alfonso II el Casto me daría la razón seguramente.
Me hubiera gustado alojarme en la ciudad para pasearme por la noche por sus calles y hacer fotos de los monumentos iluminados. O recorrer la muralla completa. Pero ya os digo que no me gustan nada las ciudades por bonitas que las pongan. Buscando un lugar para reposar u rato y decidir qué hacer a continuación, acabé en un parque que hay en el suroeste de la ciudad. Es un parque precioso pero está situado en plena ladera de la loma sobre la que se alza Lugo. Las calles del parque bajan haciendo zig-zag. Y bajan mucho. Para cuando me di cuenta de cuánto, ya era tarde. Ya estaba casi junto al río. Ese es el famoso Puente Romano, la salida de la ciudad para peregrinos.
Así que ¡cualquiera vuelve a subir lo bajado! Ni hablar. Ultreia ¿no? Pues eso. Atravesé el puente. Seguí mi camino.
Claro que, detrás lo que venía era otra subidita infernal. Y ya no tenía yo las piernas para muchas alegrías. En fin, que al final, a la desesperada, acabé otra vez en un hotel... de cuatro estrellas. Si es que no tengo remedio. Después de gastarme el presupuesto tan estúpìdamente sí que me va a venir bien el haber venido cargando con el material de acampada, sí.