Etapa 3. Pola de Allande - Castro. 51 Km
No amaneció un día radiante hoy en Pola de Allande. El cielo totalmente encapotado no invitaba precisamente a ganar altura a golpe de pedal. Pero es lo que hay. Yo sabía perfectamente que esto no iba ser siempre un agradable paseo por el parque. De todas formas estaba muy animado a enfrentarme al coco feo del Alto del Palo, en buena medida gracias a vuestros ánimos, de verdad, gracias.
A eso de las nueve salí del hostal La Nueva Allandesa. Mañana de domingo, las calles del pueblo estaban desiertas. Con la moral muy alta ¡qué remedio! emprendí la subida al puerto rodando tan lentamente como me era posible. Poco a poco se quedó atrás, allá abajo, Pola de Allande y yo empecé a disfutar de lo que me gusta, escuchar música inspiradora mientras contemplo los mágníficos parajes naturales de esta tierrina a la que tanto amo.
A cierta altura ya, en la aldea de Peñaseita, se encuentra el albergue de peregrinos. Estaba desierto también: o no había ningún peregrino esa noche o ya se habían marchado siguiendo su camino a través del bosque, buscando como yo atravesar cuanto antes el paso en las alturas. Ese camino dicen que es precioso pero muy exigente. Por desgracia no es apto para que yo pueda seguirlo, y menos con tanta lluvia como ha caido últimamente. Yo sigo la carretera y asciendo poco a poco sin demasiado esfuerzo, conteniendo sabiamente el impulso de ir más deprisa. Sólo con ver en un mapa el trazado de la carretera ya permite adivinar lo espectacular de su recorrido. Por desgracia no puedo enseñaros gran cosa debido a la niebla.
Por fin, ya entre la niebla cerrada, empapado por dentro y por fuera y con un frío considerable, logré alcanzar el temido alto del Palo. Bueno ¡pues tampoco fue para tanto! ¿qué son 600 metrillos de desnivel para mí? ¡Ja! Esta ruta tiene la virtud de ir día a día curándote de espantos. 300 metros de La Cabruñana, 500 de La Espina y ahora 600 del alto del Palo... ¡naaaaa! Hala, hala, puertecitos a mí
Pero la altitud es suficiente como para que con el día que hace sean contados los minutos que uno puede permanecer allí sólo vestido con una camiseta de verano empapada en sudor. Además el viento arrecia y empezó a llover. Foto y pitando para abajo a buscar refugio. Y encontré uno enseguida justo antes de empezar a bajar. Es un refugio de montaña, sin ventanas y con la desvencijada puerta abierta. Dentro muchísima basura sobre el suelo cubierto de excrementos de vaca, creo. La chimenea destrozada y puede que alguna vez hubiera tenido una litera. La gente es imbécil ¿Por qué destrozar una instalación que puede salvarte la vida?
Mientras me cambiaba de ropa se juntaron allí, a atecharse de la lluvia, cuatro ciclistas de montaña. Resultaba cómico vernos allí haciendo estiramientos. Estuve charlando un rato con ellos sobre en qué consiste la extraña variedad de ciclismo que practico.
También les expliqué que no todos los que viajan en una bici con alforjas son peregrinos a Santiago, cosa que comprendieron perfectamente, aunque creo que no quedó muy claro si ellos están más chalados que nosotros o al revés. Da igual, somos todos de la familia.
Con tanto frío era imperativo para mí descender cuanto antes. Además no había comido nada y tras las más de tres horas que tardé en subir, necesitaba combustible. Me descolgué rápidamente hasta salir por debajo de la capa de niebla y paré luego a comer algo cerca de Montefurado. Luego me quedaba ascender de nuevo hasta pasar Lago y empezar la bajada en serio a partir de Berducedo. Más de 700 metros de bajada alucinante hasta alcanzar el embalse de Grandas, del río Navia. Como no podía pasar de 40Km/h, tuve que bajar a plazos para dar tiempo a que se enfriaran las llantas de las ruedas. Aproveché para hacer alguna foto:
El embalse me recordó al mar ¡Cómo echaba de menos las cálidas playas gallegas a las que me dirijo! Esta vez, cuando vea de nuevo el Atlántico en Muxía, lo voy a ver con otros ojos... mojados seguramente.
Pero ahora toca subir de nuevo. Hay más de 300 metros de desnivel hasta Grandas de Salime. Lo bueno es que al menos ahora hace calorcito. Empiezo a trepar ¿Véis la casa amarilla en esta foto?
Es un hotel que se llama Las Grandas. Me entraron ganas de quedarme en él pero pensando en lo que me iba a quedar para el día siguiente preferí sacar fuerzas de flaqueza y cotinuar subiendo.
Hay un mirador más arriba desde el que se puede contemplar desde lo alto el embalse y el pueblo de Vistalegre, donde está el hotelito de marras.
La carretera sigue subiendo, es mejor no ponerse nervioso y hacer alarde de paciencia. Desde algunos coches, al pasar me saludaban para darme ánimos. Claro, me ven tan gordo y en una bici tan cargada...
La subida es dura, sobre todo después del palo de lo del alto del Palo, pero me consuelo admirando el panorama. Me encantan las vistas aéreas.
Y por fin llegué a Grandas de Salime. Dí unas vueltas por el pueblo, todo cerrado por ser tarde de domingo. Hay un albergue de peregrinos pero yo quería más bien ir de hostal. Por desgracia estaban cerrados los dos hoteles que encontré y el único al que según San Google podía dirigirme era el hotel las Grandas, la casa amarilla ¿recordáis? Ya, ¡como para volver a bajar allí!
Paré un rato en el parque a buscar soluciones en internet. Y encontré una estupenda: Hotel Chao de San Martín, en Castro, a sólo 5 Km por la ruta que llevaba. Lláme por teléfono para reservar habitación y seguí pedaleando... cuesta arriba, claro. Adios a Grandas de Salime.
El hotelito rural está en el pueblo cerca del que se encuentra el famoso castro con su correspondiente Centro de Interpretación. Yo ya lo había visitado en cierta ocasión, así como el famoso, y con mucho más motivo, Museo Etnográfico de Grandas de Salime. Que sepáis que Grandas está en guerra. Carteles y pancartas reivindicativas en todas las ventanas y escaparates. En un piso llevaban un contador en grandes cifras: "459 días con el Museo secuestrado". El Museo es la obra de toda una vida, la de Pepe el Ferreiro, el hombre que lo creó de la nada y lo convirtió en lo que es: una muestra extensa, intensa y completa de lo que era la vida en el occidente asturiano. Al contrario que en la birria de Centro de Interpretación del castro, aquí sí que hay mucho que ver por la módica entrada que cobran. Visitarlo es más que aconsejable, es inexcusable. Por desgracia unos canallas políticos impresentables se las han arreglado para arrebatarle a Pepe la obra de su vida, su Museo, con el fin de explotarlo turísticamente. Aunque la Ley le ha dado la razón al Ferreiro y a casi la totalidad del pueblo que lo apoya, como lo hacen también cientos de miles de asturianos entre los que obviamente me incluyo, me temo que el conflicto aún no se ha solucionado.
En fin, como dice Pepe el Ferreiro: "Haxa salú". Y yo he encontrado la manera de disfrutar de la mía en este encantador alojamiento. Si alguna vez hacéis esta ruta, pasad de Grandas de Salime. En este hotelito rural he encontrado un trato magnífico, una habitación espaciosa y cómoda y absoluta tranquilidad por una cantidad ridícula. Por cierto, las ventanas de mi habitación son las que véis en la foto, todas las ventanas.
Mañana, el coco feo más feo de todos: el puerto del Acebo. Pero ya no me asusta, a estas alturas ya no.