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Carretera Austral: Crónica de un viaje entre noviembre y diciembre de 2015

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  1. Carretera Austral: Crónica de un viaje entre noviembre y diciembre de 2015

    INTRODUCCIÓN

    Hola a todos/as

    Me gustaría poderos transmitir parte de lo vivido y sentido en este viaje pero soy

    consciente de lo limitado de mi capacidad narrativa, así que si consigo algo de

    interés por vuestra parte me daré por satisfecho.

    Este ha sido un viaje cocido a fuego lento. En el año 2011 empecé a recopilar información y su

    fecha prevista debía ser entre diciembre y febrero de 2013 coincidiendo con mi

    55 cumpleaños, inicialmente era un viaje de 3 meses partiendo desde Bariloche

    (Argentina) y terminando en Ushuaia; al final se ha quedado en un maravilloso

    viaje de cinco semanas entre Puerto Montt y El Calafate.

    También era un viaje para realizar en solitario y se ha convertido en la mejor experiencia

    compartida que un cicloviajero pueda desear. Así que daré comienzo a esta

    pequeña narración con un merecido homenaje y el reconocimiento público a una

    persona sin la cual este viaje hubiera sido otra cosa, mucho peor en todo caso.

    Mil gracias, por empujar cuesta arriba y sufrir cuesta abajo, por los días de lluvia y frío

    soportados con una gran sonrisa, por todo el cansancio acumulado, por

    administrar los suministros y no permitir que el pelotón muriera de hambre o

    cargara víveres como una acémila, y sobre todo por tu cariño, alegría y apoyo.

    ¡MIL GRACIAS ZUZU!

    Empecemos con los detalles operativos: Como parece que de la experiencia acumulada en viajes

    anteriores no hemos extraído ninguna enseñanza útil, en vez de un cómodo vuelo

    Barcelona – Puerto Montt en clase business optamos por una maratón

    aeroportuaria en clase turista con escalas en Sao Paulo, Santiago de Chile con

    noche en el aeropuerto incluida y llegada final a Puerto Montt 29 horas después

    de partir.


    Por lo demás nada especial, tienda de campaña, hornillo (merece un comentario aparte), cacharros

    de cocina y ropa de abrigo y de agua para afrontar el clima que esperábamos

    encontrar en la primavera austral. Teníamos la experiencia de Noruega y

    repetimos (acertadamente) vestuario y equipo. Sólo nos equivocamos en los sacos

    de dormir ya que las noches australes resultaron ser más frías que las noches

    en el norte de Europa, sea por las diferencias climáticas o por ser primavera y

    no verano, pese a que la latitud es mucho menos extrema en la Patagonia

    chilena. Sea como sea hubo que comprar tela de polar con la que apañamos unas

    mantas que resultaron el complemento idóneo a nuestros sacos (a cambio de más

    bulto en las alforjas por supuesto).

    Para cocinar nuestros alimentos apostamos por una solución “diferente”, nada de gas, nada de

    gasolina, ¡leña!


    El Biolite (https://www.bioliteenergy.com/products/biolite-campstove) es un hornillo que funciona con pequeñas ramitas y trocitos de madera, que además permite cargar cualquier artilugio

    conectado con USB. Doy fe de su excelente comportamiento, facilidad de uso y

    que carga el móvil de una forma eficiente. También tiene sus inconvenientes

    claro, como el humo cuando lo arrancas o la madera está húmeda y el requerir

    una cierta atención para alimentar el fuego y evitar que se apague antes de que

    la comida esté lista.

    Este año estrenamos una tienda Vango Spirit 300+, comprada en el foro, y que ha dado un

    resultado excelente, habitualmente solemos viajar con una carpa Quechua T2

    Ultraligth comprada en Decathlon muy ligera y resistente. Para este recorrido

    además de algo más de comodidad buscábamos una tienda con amplio espacio para

    dejar el material y poder quitarnos la ropa mojada antes de entrar en la

    tienda. Al final usamos el espacio para cocinar, guarecernos del frío y por

    supuesto de la lluvia. El precio a pagar ha sido pasar de 2 kilos a 4 y medio,

    pensamos que ha sido una buena inversión.

    El equipamiento “rodante” fueron las bicis de siempre con el único cambio de sustituir los

    neumáticos mixtos por unos de montaña más adecuados para los caminos de ripio.

    Buena decisión que nos dió más seguridad en los descensos y mejor agarre en las

    cuestas de piedra y tierra sueltas, al final en 1.350 km nos hemos “comimos” el

    neumático trasero. Señalar que los cicloviajeros de largo recorrido iban todos

    con neumáticos mixtos y aparentemente sin mayores problemas. En el apartado

    averías consignar dos pinchazos y una pequeña rotura en una cubierta que

    reparamos como si del neumático de un camión se tratara, total nada.

    En la documentación que llevamos con nosotros además de pasaportes y tarjetas de

    crédito incluimos los horarios de los ferrys, una guía de servicios por población

    indicando si tenía camping, tiendas, bancos, etc… y una tabla de conversión de

    moneda. En realidad  hay muchísimos más servicios de los que aparecen en las webs oficiales y en todos los pueblos por pequeños que fueran encontramos alojamiento y tiendas, poco más eso sí. Notar que en la Patagonia chilena el pan es esencialmente de factura casera y basta con preguntar para encontrar la casa donde se puede comprar y/o encargar. Lo que faltan no son servicios sino pueblos. Cajeros operativos con tarjetas extranjeras muy pocos fuera de las “capitales”.



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    Publicado hace 8 años #
  2. ETAPA 1: PUERTO
    MONTT A CHAITEN

    181 Km recorridos

    3 días en
    bicicleta + 1 día ferry

    Puerto Montt –
    Contao – Hornopirén – Caleta Gonzalo - Chaitén

    Desde el
    principio pensamos en recorrer la Carretera Austral completa así que entre la
    opción del ferry Puerto Montt – Chaitén y la opción de la “ruta bimodal”
    elegimos esta última que nos daba el recorrido completo de la ruta 7.


    Se conoce como
    ruta bimodal al recorrido de la Carretera Austral que se inicia en Puerto Montt
    y  precisa 3 ferrys para alcanzar
    Chaitén, cruzando el Parque Pumalín. Para los coches es imprescindible reservar
    con antelación para asegurar el cruce del segundo y tercer ferry, entre
    Hornopirén y Caleta Gonzalo. A principios de noviembre y estando fuera de
    temporada vimos a más de un vehículo quedarse en tierra por falta de espacio.

    El primer ferry
    lo encontramos entre Caleta La Arena (a escasos 56 Km de Puerto Montt) y Caleta
    Puelche, cruzando el estuario del Reloncavi.


    El segundo y
    mucho más problemático enlaza Hornopirén con Caleta Gonzalo, enclave que está
    situado en el corazón del parque Pumalín http://www.parquepumalin.cl, verdadera “joya” de las propiedades que
    Douglas Tomkins tenía en Chile (fallecido el 08/12/2015,  https://es.wikipedia.org/wiki/Douglas_Tompkins).


    Desde Hornopirén
    a Caleta Gonzalo hay que subir en dos barcos diferentes con conexión entre
    ellos por una lengua de tierra de 9 km, el primer tramo precisa de unas 4 horas
    de navegación y el segundo en torno a los 45 minutos a los que hay que sumar
    unas dos horas adicionales para “acomodar” los vehículos del primer ferry en el
    segundo. El trayecto se paga de forma conjunta (no hay otra posibilidad pues el
    tramo de enlace no tiene salida por tierra a ningún sitio, ni siquiera a pie).
    Las bicicletas no tienen ningún problema para “acomodarse” y no precisan
    reserva previa, la única sorpresa es que una vez estábamos a bordo nos
    indicaron que nos buscáramos la vida para subir las bicicletas a un vehículo
    porque no tendríamos tiempo suficiente para poder cruzar el tramo de enlace
    pedaleando. Conseguir vehículo no fue difícil y entre unos y otros acomodamos
    todas las bicis (4 en total en ese momento) en varios pickups, al final
    hubiésemos tenido tiempo más que suficiente para cruzar pedaleando, pero eso sí
    participando en una especie de carrera de los “autos locos” a ver quién llegaba
    antes al segundo ferry… y dependiendo del tiempo necesario para acomodar todos
    los vehículos en este segundo barco, algo más pequeño.


    Una vez
    arrancamos desde el aeropuerto y encontramos el inicio de la ruta 7 (Carretera
    Austral) la distancia entre Puerto Montt y La Arena es un recorrido por
    carretera asfaltada que bordea el mar (sur del Pacífico) en su mayor parte.

    Esto me pasa por jurarle a mi pareja de baile que el primer día “no tenía cuestas porque bordeaba el mar”, calladito estoy mucho más guapo.


    Después de pasar
    29 horas de viaje, un primer día de 79 km fue durillo y optamos por no montar
    la tienda y dormir “bajo techo” en una pequeña hostería de Contao (primer
    pueblo tras el ferry), recomendada por los muy amables Carabineros. Al día
    siguiente rico desayuno y parada en una tienda para proveernos de víveres para
    el viaje, allí fuimos “asaltados” amablemente por un grupo de muchachas que
    estaban cursando una capacitación sobre turismo y nos pidieron que pasáramos al
    aula y les habláramos sobre nuestro viaje y lo que esperábamos encontrar en
    Contao como turistas en bicicleta. Así que ya sabéis, si algún ciclista pasa
    por allí y se encuentra con instalaciones “bike friendly” bien puede enviarnos
    un detallito.


    Mañana seguiremos contando...

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    Publicado hace 8 años #
  3. Como os lo montais pareja...
    Buena crónica y fotos
    Seguir que estamos impacientes
    Ha y felicidades por los 55
    Sigue sigue, no pares.....

    Publicado hace 8 años #
  4. Hola parella,

    Más que interés ... emoción y admiración, seguro !!
    Un abrazo.

    Salut
    Publicado hace 8 años #
  5. Desde Contao a Hornopirén  las opciones son: 60 km de ripio (camino sin
    asfaltar más o menos “adecentado”) subiendo y bajando cuestas o bien 90 km casi
    planos por la costa contemplando el mar, a las foquitas, barcos pesqueros,
    pájaros mil y casi sin coches. ¡Adivinad nuestra elección!


    Y dale, que NO
    fuimos por la costa y nos enfrentamos a las cuestas...

    Llegados a
    Hornopirén y ya en la cola de embarque del ferry coincidimos con la familia
    Giraud con quienes tuvimos el honor y el placer de compartir 2 días de viaje
    desde Hornopirén hasta El Amarillo. Una familia francesa excepcional que venía
    viajando desde Lima (Perú) subiendo a Cuzco y cruzando Bolivia por los salares.
    Durante el trayecto sus hijos de 14 y 11 años seguían estudiando el curso escolar
    correspondiente a la vez que aprendían a vivir, a conocer el mundo donde
    vivirán y el español todo en una. ¡Geniales!



    Sólo habían
    transcurrido dos días de viaje y ya estábamos enamorados de Chile, de los
    chilenos y de las amistades fugaces con otros cicloviajeros. Unas pocas horas
    son suficientes para crear vínculos y compartir vivencias, ¡ah! Escuchando se
    aprende mucho.

    Desde Caleta
    Gonzalo a Chaitén el camino es en su mayor parte de ripio, cruzando el
    parque  Pumalín, y así hasta que no se
    alcanzamos un antiguo aeródromo que aprovecha el propio camino como pista, no
    se recupera el asfalto que habíamos dejado atrás al poco de salir de Contao.


    Chaitén es una
    población semi-abandonada desde la erupción del volcán del mismo nombre en
    2008. En la actualidad ha recuperado buena parte de su población y se puede
    encontrar toda clase de servicios, tiendas, bancos y alojamientos. Además es el
    destino de los ferrys que llegan desde Puerto Montt o desde la isla de Chiloé.
    Como explicaba al principio son muchos los viajeros que parten directamente
    desde Puerto Montt a Chaitén o cruzan la isla de Chiloé para tomar otro ferry a
    Chaitén, no opinamos sobre la mejor opción porque depende de los intereses de
    cada uno y del tiempo de que se dispone. A nosotros nos gustó mucho cruzar el
    parque Pumalín pero seguro que Chiloé también nos hubiera gustado.

    Para nosotros los
    cuatro días que empleamos en llegar a Chaitén representaron una pequeña toma de
    contacto y puesta a punto para enfrentar lo que vendría a continuación.

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    Publicado hace 8 años #

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    Publicado hace 8 años #
  7. ETAPA II: CHAITÉN
    A COYHAIQUE. DIAS DE LLUVIA Y FRIO.

    435 Km recorridos

    7 días en
    bicicleta + 1 día en Queulat + 1 día en Coyhaique.

    Chaitén – Villa
    Santa Lucía – La Junta – Parque Nacional Queulat – Villa Amengual – Villa
    Mañihuales – Camping Las Torres del Simpson – Coyhaique.

    Partir de Chaitén
    representó despedirnos de nuestros nuevos amigos y dar la bienvenida a nuevos
    compañeros de viaje: la lluvia y el frío.


    En la localidad
    de El Amarillo nos separamos de los Giraud que muy sabiamente optaron por poner
    al mal tiempo buena cara y se quedaron en el camping de las termas del mismo
    nombre.


    Leer (aunque sea
    atentamente) que en esa parte de Chile la exuberante vegetación es
    mayoritariamente de bosque lluvioso no es lo mismo que sentir esa lluvia sobre
    tu cabeza durante una semana completa. En resumen más o menos funciona así: los
    vientos predominantes soplan de oeste a este trayendo desde el Pacífico Sur
    masas de nubes cargadas de humedad, cuando chocan con los Andes descargan la
    lluvia y provocan el fenómeno del bosque lluvioso con el índice de
    precipitación más elevado de la tierra, por encima del tropical; las nubes que
    todavía retienen humedad siguen descargando en las cumbres de los montes
    Andinos en forma de nieve dando lugar a los grandes campos de hielo (el norte y
    el inmenso campo de hielo sur) que a su vez generan glaciares como el
    archifamoso Perito Moreno. La poca agua que todavía les queda a las nubes
    provenientes del Pacífico se queda en la vertiente Argentina de los Andes dando
    lugar a otro tipo de bosques menos húmedos pero todavía muy verdes. Finalmente
    queda un viento frio y seco que convierte a la Patagonia Argentina en un
    desierto y ya puestos en un infierno para el ciclista.

    Perdonad la
    perorata, pero me parecía importante. Repito que saber que encontrarás lluvia
    no es lo mismo que sufrirla días seguidos. Al final todo empapa y terminas
    mojado por dentro casi tanto como por fuera, lo mismo que la tienda. En
    anteriores experiencias con lluvia abundante (léase Noruega) a los pocos km
    siempre podías encontrar un refugio temporal, sea tienda, café, gasolinera o
    parada de autobús. En la Carretera Austral no es así, pedaleas bajo la lluvia,
    comes bajo la lluvia y acampas bajo la lluvia.


    Para no ponernos
    dramáticos diré que un buen Té (o café) caliente cuando lo encuentras sabe a
    gloria bendita.

    Siguiendo con el
    recorrido, a pocos km de El Amarillo llegas a Puerto Cárdenas y, cruzando un
    magnífico puente, se abandona el asfalto para afrontar el tramo que nos
    llevaría hasta Villa Santa Lucía, previo paso por la cuesta Moragas.


    Cruzado el puente
    y de nuevo en el ripio, lamentablemente para nosotros, encontramos las primeras
    obras de las infinitas que sufrimos. La combinación de lluvia y cuestas de
    tierra removida por las excavadoras y las voladuras, todo aderezado con un
    tráfico incesante de camiones es una buena representación de las pesadillas de
    un ciclista. El estado chileno quiere asfaltar la totalidad de la Carretera
    Austral al menos hasta Coyhaique y ha empezado por los tramos más difíciles de
    superar por los vehículos de transporte, es decir los puertos y las cuestas en
    general. El resultado es que al tráfico habitual se le suma un número infinito
    de camiones que transportan tierra y piedras de un lado a otro. En tramos
    largos de entre 20 y 30 km levantan los suelos para compactar y vuelan los
    márgenes para ampliar el espacio de la carretera. Resultado: barro, si llueve;
    polvo, si hace sol; arena y piedras, muchas piedras.

    Aunque la cuesta
    Moragas no alcanza una altitud excesiva (650 msnm) nos resultaba imposible
    pedalear con el barro acumulándose, al tiempo que compartíamos el único carril
    disponible, de paso alternativo, con los coches y camiones, así que tocaba
    empujar bajo la lluvia cada vez que la cuesta se acentuaba. Tan triste aspecto
    debíamos ofrecer que unos transportistas, en un camión, se apiadaron de nosotros
    e insistieron en llevarnos los últimos 9 km hasta Villa Santa Lucia. A veces 9
    km son todo un mundo.

    Pasamos la noche
    en una cabaña que los mismos transportistas nos recomendaron. Por un módico
    precio pudimos secar nuestras ropas y nuestras personas al calor de una
    agradable estufa. Claro que al día siguiente siguió lloviendo, y al otro, y al
    otro.


    Como anécdota
    curiosa os contaré que con la precipitación por bajar bicis y equipaje de la
    caja del camión uno de los pulpos que sujetaban la tienda al trasportín se
    enredó en el piñón trasero, el tensor y los radios. Aquello no hubo quién lo
    salvara y no nos quedó otra que cortar la goma y aun así tardamos mucho en
    quitarlo todo, pero por suerte la bici no sufrió daño. Estoy seguro que intento
    hacerlo aposta y no soy capaz de liarlo tanto.

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    Publicado hace 8 años #
  8. Al día siguiente
    un pequeño respiro en la intensidad de la lluvia y en el firme de la carretera
    nos permitió llegar, por asfalto, hasta la población de La Junta. Este fue el
    día de los encuentros ciclistas. Al final pudimos saludar a 7 cicloviajeros:
    brasileños, franceses, británicos y dos españoles en bici eléctrica que de
    lejos nos impresionaron con la forma olímpica que parecían demostrar subiendo
    pendientes, hasta que descubrimos el secreto.



    Seguimos la ruta
    nuestro objetivo siendo alcanzar el P.N. Queulat y dedicar al menos dos días a
    visitar el ventisquero colgante, el bosque secreto y cualquier otra maravilla
    que se nos pusiera a tiro. Llegados a Puerto Puyuhuapic descubrimos que nuestras
    indicaciones eran erróneas y que los 8 km que faltaban, según nuestras cuentas,
    eran en realidad 22 y quedarse allí para visitar el parque no era factible.
    Ningún problema pensamos nosotros, en el P.N. Queulat hay camping (2 según la
    guía) y como tenemos comida nos instalamos allí. Allá que vamos y la lluvia con
    nosotros, resultado: campings cerrados por no haberse iniciado la temporada, el
    camino al ventisquero cerrado por el mal tiempo y ningún lugar medio seco para
    instalarnos. Suerte que hay un angelito que protege (a veces) a los
    inconscientes en bicicleta y encontramos un camping abierto gracias a las
    indicaciones de un lugareño (Camping Las Toninas).


    Estábamos solos, por lo que nos permitieron montar la
    tienda en un “quincho”, allí pasamos dos noches y un día entero, sin otra
    alternativa que leer y ver llover. El lugar no tenía donde encender un fuego ni
    tampoco luz eléctrica, pero tampoco vamos a quejarnos con la que estaba cayendo
    fuera.

    Convencidos de que: 1º seguiría lloviendo durante
    varios días más y 2º no podríamos ver nada del P.N. Queulat, optamos por hacer
    de tripas corazón y seguir viaje bajo la lluvia y con la “cuesta Queulat” en
    nuestro horizonte inmediato.


    La foto muestra la mejor visión del parque que tuvimos
    ese día. Para resumirlo rápido: la cuesta Queulat demostró ser menos fiera de
    lo esperado (650 m.s.n.m) salvo que con una temperatura de apenas 5º
    centígrados, sólo Pau-i-amor encontraría el día “primaveral”. Subir, a pesar
    del ripio y la lluvia nos pareció asequible, pero bajar… ¡Ay! Ese fue otro
    cantar. Para cruzar la cuesta partimos desde el nivel del mar, para volver a buscarlo
    en 9 km de lluvia, ripio, barro, niebla y frío, muchísimo frío. La última parte
    de la etapa hasta alcanzar Villa Amengual, ateridos como estábamos, nos pareció
    dura e interminable. Cuando llegamos al pueblo estaba anocheciendo y en nuestra
    moral también anochecía. Es uno de esos momentos donde piensas, ¿qué puñetas
    hago yo aquí? Por suerte nada que no arreglase un techo y un buen fuego. Nos
    acercamos al hostal El Indio, lugar muy recomendado por los viajeros, llamamos
    y con la puerta entreabierta vislumbramos un panorama idílico, fuego, una larga
    mesa a rebosar de personas con aspecto interesante y un olor a comida
    delicioso, uhm… pensamos. Pues no, lleno. Encontramos otro hospedaje en la
    misma calle mucho menos atrayente pero que también sirvió. Digamos que
    coincidimos un grupo de viajeros (6 en bici) exiliados del Indio por falta de
    espacio, y es que no estaba el tiempo como para acampar si podías evitarlo.
    Después averiguamos que las sempiternas obras en la carretera habían llenado
    los alojamientos del pueblo y de las dos poblaciones siguientes.

    En el alojamiento de Villa Amengual coincidimos con Úrsula y Christoph una pareja austríaca
    que tras un periplo por Canadá y la costa oeste de USA venían desde Santiago de
    Chile con destino final en Ushuaia. Entonces no lo sabíamos pero un sinfín de
    coincidencias en la elección de alojamientos y hasta de sitios para acampar
    acabó convirtiéndonos en buenos amigos. Otra de esas amistades de la carretera
    que nos encantaría retomar.



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    Publicado hace 8 años #
  9. Ilusos de nosotros esperábamos que a un día de lluvia
    y frío siguiera otro de sol y ¿calorcito? Si quieres caldo, dos tazas.




    Como parece que Dios aprieta pero no ahoga antes de
    llegar a Villa Amengual se recupera el asfalto, que ya no dejaríamos hasta
    Villa Cerro Castillo, varios días y muchas aventuras después. Y al final sí que
    sí, la tenue nevada fue el final del episodio de lluvia y frío que veníamos
    sufriendo y pudimos disfrutar en los siguientes días y por el resto del viaje
    de un tiempo mucho mejor.

    El lago Las Torres, la laguna Pedro Aguirre, Villa
    Mañihuales, Villa Ortega, la cuesta Alvarado y finalmente Coyhaique fueron
    nuestro itinerario para los siguientes días. Lo más destacable del itinerario
    es la posibilidad, pocos km después de Mañihuales, de elegir entre continuar
    por la ruta 7 (de ripio) o tomar un desvió hacia Puerto Aysén que enlaza con la
    carretera a Coyhaique. Nos informamos del estado de la carretera y después de
    la nevada nuestra elección, fruto de la prudencia, fue seguir por el valle y la
    carretera asfaltada por tenor a que la ruta 7 tomaba altura muy
    rápidamente atravesando una zona especialmente despoblada y sin tránsito puesto
    que coches y camiones se desvían por la ruta que nosotros tomamos y la
    perspectiva de deber hacer camping en la nieve…

    A 7 km del enlace con la carretera de Puerto Aysén a
    Coyhaique se encuentra el camping Las Torres del Simpson. Este rincón del mundo
    está regentado por Nacho, un madrileño dedicado desde hace años a la
    agricultura ecológica (en invernadero por supuesto) y que en los últimos
    tiempos ha montado junto a su casa un espacio para acampar y futuro albergue
    con todos los servicios y una dosis inacabable de simpatía, amabilidad y buen
    hacer. Está situado a 65 km de Coyhaique y es por tanto el punto idóneo para
    terminar una etapa y encarar el tramo final a la capital de la región del
    Aysén.




    El grupo de la foto (todos ciclistas) tomamos nota
    aplicadamente de las indicaciones de Nacho sobre lo que podíamos esperar en la
    ruta que pensábamos seguir.

    Y por fin, Coyhaique tras subir la cuesta Alvarado.


    No sin antes haber tomado un refrigerio caliente en
    “El Gauchito Comilón”.



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    Publicado hace 8 años #
  10. Coyhaique, tras tantos días de viaje y tanto oír
    hablar de la capital no nos decepcionó. Es una pequeña gran metrópolis donde se
    puede descansar, disfrutar de pequeños placeres como restaurantes, cervecerías
    artesanas, tiendas, servicios y su intenso tráfico.
    Dispone además de varias tiendas de bicicletas que representan la última
    oportunidad para revisar las máquinas o adquirir repuestos; con un aviso
    importante, cierran los sábados. Más adelante, gracias a otros ciclistas
    aprendimos que si contactabas por teléfono o mail te pueden hacer llegar el
    repuesto que necesites, gracias a un transporte de los muchos que recorren la
    carretera, y hacer que en un par de días llegue a tus manos, si lo tienen en
    stock claro.

    En la capital del Aysén además de tomarnos un día de
    descanso revisamos nuestro equipo, lavamos la ropa, compramos víveres,
    repuestos y un termo, nos hicimos con una manta adicional para resistir el frío
    nocturno en las acampadas, visitamos unos cuantos cajeros automáticos,
    disfrutamos de una buena cena en un restaurante clásico, escribimos a la
    familia y salimos corriendo antes de que el agotamiento de parar a “descansar”
    pudiera con nosotros.




    Aunque sea en
    pequeño, Coyhaique es una ciudad con todos los servicios que acoge a una
    población de más de 30.000 habitantes y cuenta con industria, hospitales,
    aeropuerto, taxis, autobuses y en general todo lo que uno espera encontrar en
    una capital. Sin embargo además de representar para nosotros más o menos el
    punto medio en kilometraje es la antesala de una carreta Austral todavía más
    salvaje y pionera. Hasta este punto si necesitas algo o tienes algún problema
    puedes avanzar, retroceder o incluso cruzar a Argentina. En adelante sólo cabe
    retroceder o apechugar con lo que hay. Al retomar la ruta nuestra sensación era
    similar al día en que salimos del aeropuerto de Puerto Montt, nos acompañaba un
    cosquilleo en el estómago que auguraba aventura, sudor y cuestas. La ruta no
    nos defraudó.

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    Publicado hace 8 años #
  11. Menudo viaje pareja,por cierto,muy bien narrado.Que envidia,menos por el agua ,la lluvia y la nieve.A la espera del resto de la crónica,saludos y abrazos.

    Publicado hace 8 años #
  12. ETAPA III:
    COYHAIQUE A COCHRANE. INTO THE WILD.

    327 Km recorridos

    7 días en
    bicicleta + 1 día en Puerto Tranquilo

    Coyhaique –
    Parque Nacional Cerro Castillo – Estancia al sur de Villa Cerro Castillo –
    acampada en la Garganta del rio Ibáñez – Puerto Tranquilo – Puerto Bertrand –
    Cochrane


    Salimos de Coyhaique con la intención de alcanzar el
    punto más alto del recorrido, 1.200 m.s.n.m. en el parque nacional de Cerro
    Castillo a unos 70 km del punto de partida. Se recorren unos 30 o 40 km por la
    ruta que conduce al aeropuerto regional y enlaza con Argentina antes de
    desviarse y continuar por la ruta 7 propiamente dicha. La carretera va
    ascendiendo suavemente con poco tráfico y magníficos paisajes, estos no faltan
    a todo lo largo de la carretera Austral.


    Merece la pena detenerse un momento para comentaros
    otra de esas pequeñas anécdotas del viajero. En otro punto de la narración os
    comentaba la dificultad para encontrar refugio de la lluvia a la hora de parar
    a descansar o comer algo, lo mismo ocurre con el viento. Al final administras
    tus paradas a comer o descansar en función de lo que encuentras; si hay una
    parada de autobús cubierta, paras a comer o a descansar y tomar un té. No
    importa la hora, puede que por delante tengas 50 km sin ningún lugar a
    cubierto. Poco es mucho para el cicloturista y un té caliente con un trozo de
    pan y chocolate bajo el precario refugio de una cubierta de chapa sabe a gloria
    bendita. Un consejo, si no quieres andar encendiendo hornillo un termo de agua
    caliente es el complemento ideal.


    Nuestra ruta del día no nos llevó al punto más alto
    porque el camping del P.N. Cerro Castillo está ubicado algo más bajo, junto a
    un pequeño lago a unos 10 km del puerto. Por un precio módico montamos la
    tienda y disfrutamos de agua caliente, a leña, en plena naturaleza y soledad.


    A casi 1.000 m.s.n.m. la noche fue muy fría y por la
    mañana la espera hasta que arrancó la estufa y se calentó el agua resultó
    durilla. Aunque la leña la proporciona el personal del P.N. es a uno a quién le
    toca encender el fuego y alimentar la estufa.

    Además del paisaje, el P.N. Cerro Castillo tiene una
    de las reservas de huemules más importantes de Chile. Este animal que aparece
    en el escudo chileno es una variedad de ciervo que se encuentra en peligro de
    extinción y que por supuesto no conseguimos ver a pesar de que los guardas del
    parque nos aseguraron que la manada principal andaba muy cerca de la carretera.
    Al parecer pocos días antes, en un viaje organizado por las autoridades
    chilenas para el embajador de USA los tales bichos se habían paseado a escasos
    metros de tan ilustre visitante. Se ve que una pareja de cicloturistas no
    admitimos comparación con tan ilustre personaje…

    Finalmente alcanzamos la cumbre y como todo lo que
    sube tiene que bajar, llegamos a la Villa Cerro Castillo en uno de esos descensos
    vertiginosos por asfalto que disfrutamos sabiendo que será el último, aquí se
    termina el asfalto al que no volveremos a ver hasta llegar a Argentina.


    Justo en el punto donde termina el asfalto (y empiezan
    las obras para asfaltar un poquito más) el viajero puede disfrutar de uno de
    los restaurantes recomendados de la Carretera Austral, “La cocina de Sole”,
    montada sobre dos autobuses unidos y varados junto a la carretera. Preparan
    unos bocadillos deliciosos.

    Las cafeterías montadas aprovechando un viejo autobús
    son un gran clásico de la carretera Austral y, según nos contaron, es una de
    las formas más o menos económicas y sencillas de levantar un local abierto al
    público. Un tentempié a la sombra del imponente Cerro Castillo no nos vino nada
    mal.

     


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    Publicado hace 8 años #
  13. Retomado el camino, nuestras notas decían que los
    próximos dos días requerirían de camping “salvaje” ante la ausencia de
    poblaciones, la sorpresa agradable fue que a unos 20 km de la Villa de Cerro
    Castillo y en el terreno de una estancia han abierto un camping con servicios,
    agua caliente y quincho para cocinar. Nos vino de perlas habida cuenta de que
    la combinación de obras en la carretera y viento nos había convertido en una
    croqueta rodante.

    Sin duda el tramo entre Villa Cerro Castillo y el lago
    General Carrera es uno de los más hermosos y solitarios que tuvimos el placer
    de recorrer. A la primera noche de camping “inesperado” siguió otra en que
    plantamos la tienda junto al río Ibáñez y nuevamente disfrutamos de la
    naturaleza, del agua fría y de nuestra mutua compañía.

    Calculábamos que al cuarto día después de la partida
    de Coyhaique alcanzaríamos el lago General Carrera y así fue. Escogimos la
    población de Río Tranquilo como punto idóneo para visitar las cavernas de
    Marmol y aprovechar para descansar un día antes de continuar viaje. Rio
    Tranquilo es punto de destino habitual para ciclistas (y turistas en general),
    dispone de multitud de alojamientos sencillos, algún que otro hotel y hasta una
    especie de casa ciclista que ofrece un jardín donde montar la tienda. Aquí
    volvimos a coincidir con Úrsula y Cris (ya iban 5) aunque no los vimos y nos
    contaron días después que nos vieron salir a lo lejos la mañana en que retomamos
    la carretera. Aquí coincidimos también con una pareja ciclista norteamericana y
    con un trío francés que venía de Cartagena de Indias (Colombia).


    Poco puedo contar de las Cavernas de Mármol que no se
    sepa, es una de las mayores atracciones turísticas del sur de Chile. Las
    cavernas propiamente dichas son unas formaciones rocosas esculpidas por el agua
    y el viento a orillas del lago General Carrera, que por sí mismas bien merece
    una visita. Esta inmensa extensión de agua es la segunda de Sudamérica en
    tamaño, tras el lago Titicaca, y alcanza una profundidad de 800 m “y eso
    señores es harto agua”, parafraseando a nuestro guía.

    Aunque el punto de salida más conocido para visitar
    las cavernas es Rio Tranquilo, desde otras poblaciones como Puerto Guadal
    también pueden visitarse formaciones similares algo menos conocidas. El número
    de barcas que hacen el trayecto (un par de horas entre ir, visitar y volver) es
    muy elevado y con diferentes precios. En temporada baja ocupamos una barca para
    20 o 30 con una israelí y una japonesa que venían compartiendo viaje mochilero
    (en autobús) desde hacía varios días. Esa misma noche tuvimos ocasión de
    degustar la cerveza artesana local acompañada de un enooooorme plato de carne
    con patatas fritas. Ventajas de la bicicleta, comes todo lo que pillas y no
    engordas nada.

    Nos sorprendió la tradición de cerveza artesana
    presente en todo el sur de Chile, según nos contaron, algo tiene que ver con la
    numerosa colonia alemana que se asentó en la zona durante la primera mitad del
    siglo XX.

    En Villa Puerto Tranquilo nos ocurrió una de esas
    anécdotas leídas en los relatos de cicloviajeros pero que poco piensas pueda
    ocurrirte a ti. Nos paró un señor en la calle y nos invitó a su hotel para
    cenar y tomar una copa. Resultó ser un ingeniero jubilado que sentía curiosidad
    por nuestro viaje.


    Entre las labores del día de “descanso” se incluyó la
    reparación de una rueda que tenía un corte producido por una piedra. A la
    postre es una reparación tan habitual en toda clase de vehículos que por
    precario que parezca el taller (otra recomendación de los carabineros) te lo
    solucionan en un plis-plas, parche por el interior y vulcanizado exterior.


    Nuevamente en la carretera nos quedaban dos días para
    llegar a Cochrane, el primero de 80 km de ripio hasta llegar a Puerto Bertrand
    en la orilla del rio Baker o camping libre, llegamos. Para este tramo quiero
    expresar mi más sentido agradecimiento a la compañía de autobuses “Lobos
    Patagónicos” que con sus incesantes idas arriba y abajo de la carretera, a gran
    velocidad, contribuyeron a devolvernos rápidamente el aspecto de “croqueta
    polvorienta” que debe adoptar todo cicloturista que se precie.

    Ya instalados en la casa de los enanitos de Puerto
    Bertrand (di con la cabeza en todos los dinteles de las puertas y en todas las
    lámparas de la casa, además de que la alcachofa de la ducha me quedaba a la
    altura de la barbilla) recibimos uno de aquellos consejos para cicloturistas
    que no tienen desperdicio: “hasta Cochrane es fácil, sólo tienen dos cuestas
    sencillas y luego todo bajada”. Supongo que algo deberíamos haber sospechado
    habida cuenta de que estábamos a unos 200 m. de altura y por tanto mucho no
    podría bajar.

    Bien, las “cuestas sencillas” fueron dos puertos como
    la copa de un pino, separados por un descenso vertiginoso para cruzar el rio y
    subir por el otro lado. Claro que peor les fue a nuestros colegas franceses
    que, por indicación de un lugareño, no siguieron la carretera sino que cruzaron
    el rio Baker por una pasarela y se enfrentaron a un sendero para caballerías de
    varios kms cuesta arriba, que recorrieron a fuerza de empujar, resoplar y
    maldecir en varios idiomas (es lo que tiene ser políglota).

    Para rematar la jugada, la llegada a Cochrane nos
    deparó un fragmento de varios km con uno de los ripios peores de todo el
    recorrido con una calamina (las ondulaciones que produce el paso de camiones)
    de las de saltar los empastes de las muelas. Pero llegar, llegamos.


    ¡Bueno! pensamos, ¿si aquí está la última frontera a
    dónde demonios queremos ir? 

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    Publicado hace 8 años #
  14. ETAPA IV:
    COCHRANE A VILLA O’HIGGINS. LA ÚLTIMA FRONTERA.

    293 Km recorridos

    5 días en
    bicicleta + 1 día en Caleta Tortel + 2 días en Villa O’Higgins.

    Cochrane –
    acampada antes de Puerto El Vagabundo – Caleta Tortel – acampada en Puerto
    Yungay – acampada camino a Villa O’Higgins – Villa O’Higgins.


    Cochrane es una población inaugurada oficialmente en
    1.957 a la lumbre de un cuartel militar de la aviación que, durante muchos años
    y hasta que no llegó la carretera, representaba la única presencia del estado
    chileno en la región. La ciudad es un lugar tranquilo con las calles ocupadas
    por un sinnúmero de gallinas y volatería en general que campa a sus anchas ante
    la ausencia de automóviles o simples paseantes, no obstante puedes encontrar
    casi de todo siempre y cuando no sea una tienda de bicicletas.

    Veníamos de recorrer una zona remota del mundo pero lo
    que teníamos por delante era todavía más remoto. Si eres automovilista o
    mochilero desde Coyhaique hacia el sur tienes 2 enlaces con Argentina pero al
    sur de Cochrane no hay enlace por carretera con Argentina, si vas tienes que
    volver por el mismo camino. La última frontera.

    Desde Cochrane a Villa O’Higgins hay 293 km y la nada
    absoluta con la única excepción de Caleta Tortel, tomando un desvío de 22 km
    desde la ruta principal, desvío de ida y vuelta pues la carretera termina en
    Caleta Tortel.  Después de una dura
    jornada de puertos y una noche de acampada libre en un lugar “de libro”
    llegamos a Caleta Tortel por el tramo más calamitoso (de calamina, je, je) que
    habíamos encontrado hasta el momento.


    Caleta Tortel es una población cuando menos
    interesante, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se caracteriza
    por carecer de calles. Construido al borde del Pacífico Sur sobre la ladera de
    una montaña que se despeña directamente en el fiordo, el poblado está recorrido
    por un dédalo de pasarelas y escaleras, todo en madera, que permiten ir de un
    lado a otro de la población, ¡andando! Desde luego no está habilitado para
    minusválidos, ni para carretillas de transportes, ni ya puestos para
    bicicletas. En la parte alta de la villa hay un espacio para dejar los
    vehículos. Es un lugar muy bonito, pero a cambio vivir allí es muy duro, además
    del clima extremo con frío y humedad, cosas como repostar madera para
    calefacción requieren de un esfuerzo físico más que considerable, hay casas que
    distan más de dos km del acceso en coche.

    En Caleta Tortel coincidimos con varios ciclistas más,
    entre ellos una pareja de británicos (galeses) en tándem y dos viajeros
    solitarios que habían decidido continuar juntos, un bombero andaluz y un
    muchacho vasco-francés del que tuvimos abundantes noticias a lo largo del
    camino que nos faltaba hasta Argentina.



    El siguiente hito en nuestro recorrido era Puerto
    Yungay, a unos 60 km por carretera de Caleta Tortel. Por si nuestro destino
    final en Villa O’Higgins nos parecía poco remoto, el único modo de alcanzar
    este último tramo de carretera Austral es en ferry, uno en cada sentido de
    abril a diciembre y dos en cada sentido en temporada alta, a partir del 1 de
    diciembre. Habida cuenta del tamaño del barco, el tráfico de vehículos es
    bastante limitado.

    Puerto Yungay no es más que un pequeño embarcadero con
    una cafetería que sólo abre mientras opera el Ferry y no hay nada más (el nada
    más incluye a los baños, que son de la cafetería, y permanecen cerrados durante
    la noche). El ferry es gratuito para todos los vehículos: camiones, coches y
    bicicletas, en riguroso turno de llegada por supuesto. A los ciclistas nos
    dejan acampar en el interior de la sala de espera del ferry. Si puedes
    planificarlo casi es mejor salir en el último ferry de la tarde y pasar la
    noche en la sala de espera del otro lado en Rampa del Río Bravo, tampoco tiene
    nada pero al menos los baños están abiertos.

    Salimos de Caleta Tortel casi al mediodía con la
    intención de pasar la noche en Puerto Yungay y embarcar en el primer ferry de
    la mañana que, coincidiendo con el 1 de diciembre, inauguraba los dos viajes
    diarios. Primera salida a las 9 de la mañana. En parte para evitar el mal
    estado del tramo que habíamos recorrido el día anterior y en parte para llegar
    de día a nuestro destino conseguimos que una camioneta nos diera un “aventón”
    hasta el cruce con la ruta 7, eso sí el puerto que hay que cruzar no nos lo
    quitó nadie.

    Ya pensábamos que tendríamos el lugar para nosotros
    solos cuando aparecieron nuestros nuevos conocidos, el bombero (Alejandro) y el
    chico vasco-francés (Willy para los amigos). Con ellos pasamos una muy
    agradable velada compartiendo un fuego, una botella de vino y un concierto de
    ronquidos…


    A la mañana siguiente, mientras esperábamos el ferry
    Willy nos contó que su intención era llegar ese mismo día a Villa O’Higgins
    para poder salir al día siguiente (miércoles) con el ferry que permite enlazar
    con la ruta a Argentina. Nosotros preferimos ir mucho más despacio, hacer noche
    en el camino y pasar un par de días descansando antes de continuar. Oímos
    hablar de ellos pero ya no los vimos más.



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    Publicado hace 8 años #
  15. El trayecto entre la Rampa del Río Bravo y Villa
    O’Higgins tiene todo lo que uno puede desear para ser feliz sobre una bici,
    ripio, puertos de montaña, paisajes inolvidables, muy poco tráfico y tábanos
    (muchos y muy agresivos). Pasamos el día prácticamente solos, algún coche de
    vez en cuando y un ciclista coreano-canadiense en sentido contrario. Sin duda
    uno de los mejores días del viaje.

    A la hora de acampar descubrimos otra de aquellas
    pequeñas cosas que hacen de la comunidad cicloturista algo único. Acampar en la
    carretera Austral es muy fácil, no hay impedimento alguno si encuentras el
    lugar. En ocasiones, como en el tramo entre Río Bravo y Villa O’Higgins, el
    espacio entre la montaña, el río y la carretera no ofrece casi lugar útil y en
    cuanto el paisaje se abre son las cercas que delimitan las propiedades
    (omnipresentes en toda Patagonia) las que te impiden acampar.  A primera hora de la tarde encontramos una
    señalización de ramas y una indicación en una piedra con una bici dibujada
    junto a una tienda de campaña, ¡genial! como era un poco temprano decidimos
    continuar con tan mala suerte que tardamos más kms de los previstos en encontrar
    otro lugar adecuado, éste no estaba señalado porque se veía perfectamente desde
    el camino, pero tenía el fuego preparado con sus piedras en círculo, su leña
    apilada y un cartón de avena preparado para prender (la avena, signo inequívoco
    de la presencia de ciclistas), todo organizado junto a un torrente de aguas
    cristalinas y heladas para lavarnos y cocinar.  


    Mil gracias a la comunidad ciclista, es lo menos que
    puedo decir.

    Para que no haya ninguna duda os cuento que cuando
    partimos a la mañana siguiente habíamos repuesto la leña y limpiado de piedras
    el césped donde montamos la tienda. Lamentablemente no pudimos hacer nada para
    alejar a los tábanos que reinaban en el lugar y que se entretuvieron en
    masacrar mis desnudas posaderas mientras me lavaba en el torrente.


    Y por fin, ¡Villa O’Higgins! el destino que de alguna
    manera representaba un sueño, la consecución de un reto y el final de nuestra
    pequeña epopeya ciclista (o eso pensábamos, ¡ilusos de nosotros!).


    Parece ser que todo cicloturista que se precie, si
    llega hasta Villa O’Higgins, debe alojarse en El Mosco. Este albergue – camping
    – hostería es un lugar emblemático en la carretera, refugio de viajeros de todas
    clases y en especial de ciclistas. Regentado por un español, ausente durante
    nuestra estancia, fuimos acogidos por Fili que nos trató como una mamá gallina
    a sus polluelos. Además de la comodidad y calidez de las instalaciones el
    ambiente que se respira en la sala común tiene mucho de la magia del viaje. Música,
    olores, conversaciones en mil idiomas, todo contribuye a querer prolongar tu
    estancia.


    Las paredes exteriores están llenas de piezas de
    bicicleta como ruedas, transportines, pedales, etc… todo muestras de la dureza
    del camino pues la mayoría están rotos o inutilizables por puro desgaste. En el
    año 2013 sustituí mi casco roto por uno olvidado en la bodega de un barco
    Noruego (Crónica del Norte del Norte publicada también en Rodadas), me pareció
    un gesto adecuado dejar ese mismo casco en la Patagonia como símbolo personal
    de un recorrido. Además siempre puede servirle a otro y quién sabe quizás algún
    día recorra el camino en sentido inverso y vuelva a Europa.


    Nos quedamos dos días completos en Villa O’Higgins
    dedicados a pasear, disfrutar de la compañía, leer y ¡por fin! a descansar
    después de un mes de viaje. El entorno ofrece una multitud de atractivos
    naturales, posibilidad de excursiones, una gastronomía razonable y la
    posibilidad de no hacer nada de nada. Al día siguiente de nuestra llegada se
    unieron a nosotros el trio francés y los austriacos Ursula y Christoph.

    Nosotros optamos por recorrer algún sendero y
    disfrutar de las impresionantes vistas del entorno desde lo alto, visitar el
    museo de los pioneros construido en el edificio de la antigua iglesia situada
    en la Plaza de Armas y poco más. El lugar respira pioneros, pensad que hasta
    1999 no llegó la comunicación por tierra hasta el lugar y aún hoy los cortes de
    la carretera durante días por derrumbes son habituales, el último mantuvo a la
    población aislada durante tres días y las consecuencias pueden verse (y
    sufrirse) en un tramo de 200 o 300 metros a unos 30 km de la población. Pero
    todo está cambiando y muy rápidamente, el estado chileno apuesta por ocupar la
    región y está invirtiendo en dotar a Villa O’Higgins de los mínimos necesarios
    para crecer, asfalto, alcantarillado, suministro de agua y electricidad,
    servicios administrativos y una nueva terminal de aeropuerto.

    Bueno, aeropuerto es mucho llamar a una pista de
    tierra apta para avionetas más o menos grandes. Eso sí, ¡donde puedes esperar
    el vuelo en el salón de tu casa!

    Anecdóticamente contaros que frente a EL Mosco se
    encuentra un resort de muchas estrellas y precio absurdo que puede que
    estuviera muy bien pero algunos de sus huéspedes cruzaban la calle para
    compartir veladas mucho más agradables que la frialdad de un hotel
    convencional.

    Llegamos a Villa O’Higgins un miércoles y nos
    marchábamos el sábado con el ritmo impuesto por el ferry (barco de paseo en
    realidad). La salida de Villa O’Higgins sólo es posible retrocediendo sobre tus
    pasos o embarcandose en el barco que lleva turistas al glaciar O’Higgins con
    escala de ida y vuelta en Candelario Mancilla. En ese momento sólo había dos
    barcos semanales (miércoles y sábado) así que o te vas o tienes otros 3 o 4
    días de espera.

    El embarcadero está a 7 km de la población y según
    indica el cartel ahí es donde termina realmente la Carretera Austral.



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    Publicado hace 8 años #
  16. ETAPA V: VILLA
    O’HIGGINS A EL CHALTÉN (ARGENTINA). EL CRUCE DEL LAGO DEL DESIERTO.

    64,6 Km recorridos

    3 días en
    bicicleta.

    Villa O’Higgins –
    Candelario Mancilla – acampada en Lago del Desierto – El Chaltén.


    Son muchas las historias contadas sobre el trayecto
    entre Villa O’Higgins y El Chaltén (Argentina) pero no estará de más recordar
    algunos hechos básicos. No existe un ferry como tal, en realidad se trata de un
    barco turístico concebido para la visita al glaciar O’Higgins, sólo accesible
    desde el lago. Además el mismo barco efectúa dos paradas por trayecto (a la ida
    y a la vuelta) en el embarcadero de Candelario Mancilla, donde hay un puesto de
    carabineros que es a la vez paso fronterizo e inicio del sendero que conduce a
    Argentina y la estancia Candelario Mancilla con espacio para acampar y algún
    servicio adicional como un sencillo hospedaje.

    Al tratarse de un barco para turistas es muy caro, en
    torno a los 80 US$ para el circuito completo y unos 60 US$ para el recorrido
    corto. Se necesitan unas 3 horas para llegar a Candelario Mancilla y unas 6 si
    incluyes la visita al glaciar. Aunque en teoría debes estar en el puerto a las
    siete de la mañana demora unas dos horas en partir y ya es mediodía cuando
    llegas a Candelario Mancilla por primera vez. En esta primera parada todos los
    ciclistas deben bajar sus bicis y equipos, continúen o no el trayecto hasta el
    glaciar, al fin y al cabo ¿a dónde iría el posible ladrón?

    Aunque la diferencia de precio no es moco de pavo,
    hacer el recorrido completo no defrauda y posiblemente no volverás a tener en
    tu vida la posibilidad de acercarse al glaciar O’Higgins.

    En algún relato se oye hablar del barco de vialidad
    como alternativa al barco turístico, lo cierto es que más vale olvidarse. El
    barco de vialidad utilizado para trasladar el personal que mantiene los accesos
    a las estancias que hay alrededor del lago no tiene horario ni día de salida y
    desde luego no admite pasajeros si hay alternativa en el otro barco.


    Como no podía ser de otra manera en el barco
    coincidimos todos los ciclistas y backpackers que estábamos regados por Villa
    O’Higgins, algunos optaron por el recorrido corto e intentar enlazar con
    Argentina el mismo día pero la mayoría seguimos para la visita completa que
    repito no defrauda nada.


    Bueno, hacer un poquito el guiri de vez en cuando
    tampoco hace mal a nadie. El barco ofrece servicios como café pero nada de
    comer y una de las gracias de la expedición consiste en tomarse un lingotazo de
    wiski servido con hielo milenario del glaciar que contribuyó y mucho a los
    bandazos que daba el barco sobre un lago de lo más reposado. En fin…


    El cruce completo en bici con alforjas demora unas 6
    horas a las que hay que sumar el tiempo de gestión fronteriza en el puesto de
    carabineros y las paradas técnicas para comer, reparaciones, fotos, etc… así
    que aunque optes por el recorrido corto del ferry es bastante probable una
    acampada por el camino. Si ese es el caso lo mejor es avanzar hasta la línea de
    frontera y acampar “en tierra de nadie” entre Chile y Argentina, hacerlo en
    Argentina con lo tupido que es el bosque se nos antoja bastante complicado.

    Si haces el recorrido largo del ferry se puede avanzar
    lo máximo posible y aunque sea muy tarde ir a acampar también antes de entrar
    en Argentina, la otra opción es hacer los trámites fronterizos el día de tu
    llegada en ferry, hacer noche en la estancia de Candelario Mancilla y cruzar al
    día siguiente. Esta opción te permite además gestionar el traslado del equipaje
    a caballo (en la estancia) para cruzar con más facilidad o incluso para las
    familias que van con niños que estos hagan el recorrido completo a caballo. Todo
    lo que cuentan sobre la dureza y dificultad de cruzar con una bici cargada es
    cierto y si tu camino es el inverso (de Argentina a Chile) simplemente es un
    infierno.

    La estancia ofrece espacio para acampar (muy básico,
    sin servicios) y unas habitaciones en la propia casa gestionadas por una
    persona entrañable y parte de la historia viva de Villa O’Higgins, doña Justa
    Mancilla. Conocimos a doña Justa porque optamos por pasar la noche en la
    estancia después de acercarnos con las bicicletas hasta el puesto de carabineros,
    tramitar la salida de Chile y descubrir que nos daba una pereza infinita
    desandar los dos km de piedra y tierra suelta para volver al embarcadero y a la
    estancia, arrastrando la bicis por el mal estado del camino. Gracias a la
    amabilidad de los carabineros les confiamos las bicicletas y la carga y armados
    con lo mínimo para pasar la noche nos encaminamos a la hostería.

    La hostería en realidad no es más que la propia casa
    de doña Justa y del único de sus hijos que vive allí. Luz eléctrica proveniente
    de unas células solares, comunicación por radio, un pequeño huerto y unas
    cuantas gallinas es todo lo que ofrece el lugar, además siempre puedes
    encontrar un plato de sopa y unos huevos con pan casero.

    Doña Justa tenía 87 años el día de nuestra visita y
    seguía ocupándose de la casa como había hecho toda su vida. Éramos los únicos
    huéspedes y en una velada que sólo puedo calificar como mágica nos contó
    mientras trajinaba con las camas y la cena que su padre fue don Candelario
    Mancilla uno de los fundadores de Villa O’Higgins, propietario de la estancia
    de su mismo nombre y protagonista destacado de las fotos y pequeñas historias
    que el día anterior habíamos tenido oportunidad de leer en el museo de historia
    de la Villa. Su padre fue el primero en navegar el lago de forma habitual y con
    su bote mantenía más o menos comunicadas las estancias que habían nacido
    alrededor del lago después de la marcha de las compañías ganaderas Argentinas
    que trajeron a los primeros pobladores al lugar. Después un conflicto fronterizo
    entre Chile y Argentina trajo a los militares hasta allí, se fundó la ciudad y
    hasta 1.999 no llegó la comunicación por tierra con la construcción de la
    carreta Austral. Hoy todo es muy distinto, nos contaba, cuando doña Justa era
    joven iba a caballo con su padre hasta Argentina para conseguir suministros y
    víveres, una jornada cabalgando de ida, un día en la ciudad y otra jornada para
    volver siempre a caballo. Ese mismo día su hijo había salido a caballo a buscar
    un animal que matar para carne y ya anochecido todavía no estaba en casa, puede
    que las cosas no hayan cambiado tanto por aquellos lugares.


    Mientras escuchábamos a doña Justa pensaba que en
    realidad éramos unos extraños que íbamos y veníamos totalmente ajenos a la realidad
    de una gente que apenas unos años atrás sólo contaban con ellos mismos para
    salir adelante. Pioneros en toda la extensión de la palabra. El museo de Villa
    O’Higgins (recomiendo su visita) reúne una colección de fotos y recuerdos
    conservando en la medida de lo posible la memoria de estos pobladores
    originales, historia viva como doña Justa.

    Para los que no creen en el cambio climático contarles
    que doña Justa también nos contó que en su juventud el glaciar O’Higgins estaba
    en la puerta de su casa, formaba parte del paisaje diario, hoy está a una hora
    de navegación. Un retroceso de unos 12 km durante la vida de una persona.

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    Publicado hace 8 años #
  17. Y así tras una noche especial encaramos el cruce de
    las dos lagunas, que es como se conoce oficialmente al sendero del lago del desierto.
    Poco puedo decir y prefiero que hablen las imágenes. Más o menos consiste en
    remontar una pendiente por el lado Chileno y descender por el lago Argentino (o
    al revés según tu sentido de marcha). Por el lado Chileno hay un camino, se
    supone mantenido, que permite la circulación de vehículos siempre y cuando sean
    4*4 y sepan saltar por encima de árboles y piedras en los numerosos derrumbes
    que amenizan el paso. El camino se convierte en sendero ya en Argentina y los
    últimos 5 o 6 km se convierten en puro mountain bike, entre piedras, raíces,
    ríos, barrizales y pasos estrechos donde rozas con las alforjas a lado y lado
    del sendero excavado por el agua en la tierra. No quiero ni pensar como
    hubieses sido de encontrarnos un día lluvioso.


    En total empleamos más de siete horas en completar el
    recorrido incluyendo la reparación de un pinchazo y la parada obligada a comer.
    Según nuestra información (falsa) una vez llegados a Argentina debíamos tomar
    un barco hasta el inicio de la carretera a El Chaltén con arribada al
    embarcadero del Lago del desierto a las 12 de mediodía y a las cinco de la
    tarde. No llegamos a tiempo para ninguno de los dos.



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    Publicado hace 8 años #

  18. La llegada al Lago del Desierto que se empieza a
    divisar unos km antes de llegar a destino representa el final de un trayecto,
    corto en distancia recorrida pero muy intenso en sensaciones y muy, muy, muy,
    divertido… parece absurdo pero todo lo que sufres empujando, cruzando
    riachuelos, patinando entre el barro y adivinando el camino por las huellas de
    las bicis que nos habían precedido te deja una maravillosa sensación de
    aventura. Cada vez que llegábamos a un torrente tocaba cruzar por unos troncos
    o quitarse zapatos y pantalones y disfrutar del agua helada mientras empujas
    las bicis, ¡es fantástico!

    Uno de los cruces de riachuelo más divertidos fue
    cuando Zuzu llevada por la desesperación y el hartazgo decidió pasar a la brava
    sin descalzarse y claro el torrente era mucho más profundo de lo esperado,
    lamentablemente no tengo fotos de la mojadura.


    Llegados a Lago del Desierto y cumplidos los trámites
    fronterizos con los muy amables gendarmes Argentinos nos indicaron que podíamos
    acampar donde quisiéramos, que no se podía encender fuego por el riesgo de
    incendio y que el monte era un baño de gran extensión y ecológicamente
    sostenible (sic). En la zona de acampada ya estaban instaladas dos tiendas, una
    de ellas ocupada por una pareja de País de Gales que viajaba en tándem y con
    quienes coincidimos días atrás en Caleta Tortel.

    Uno de los gendarmes con quienes compartimos mate y
    conversación era muy aficionado a la bicicleta, nos dio noticia de los
    conocidos que nos precedían en el camino y tuvo la amabilidad de regalarnos
    unos huevos para el desayuno que nos tomamos a su salud. ¡Gracias, estaban muy
    ricos!

    Reconocer la amabilidad de los gendarmes que están
    allí y que no solo se limitan a realizar los trámites administrativos, sino que
    se preocupan por al bienestar de todos aquellos “locos” (como nosotros) que
    deciden cruzar la frontera por este remoto y solitario lugar.


    La noche pasada junto al lago nos deparó una sorpresa,
    el monte Fitz Roy nos mostró su cara oeste ya bien entrada la noche. Algo a lo
    que parece bastante inhabitual.


    Unos párrafos más atrás contaba que el barco para
    cruzar el lago y acercarse a la carretera de El Chaltén debía llegar todos los
    días a las 12 y a las 5 de la tarde, en realidad no es así. De nuevo se trata
    de un barco turístico que realiza diversas travesías por el lago dejando y
    recogiendo senderistas en diversos puntos y si no tiene clientela para el
    desembarcadero de la gendarmería, pues no va. Todo el día esperando el barco y
    menos mal que fuimos alcanzados por un numerosisimo grupo de ciclistas (más de
    40) que venían desde Cartagena de Indias (Colombia) en una especie de viaje
    organizado – carrera de largo recorrido que debía finalizar 12 días después en
    Ushuaia, su organización había contactado con el barco y se habían asegurado el
    transporte. El primero en llegar a Lago del Desierto tardó 1 hora y 54 minutos
    en hacer un recorrido que para nosotros representó 7 horas de esfuerzos y
    trabajos. En nuestro favor diré que iban con la bici descargada y eran
    deportistas más que entrenados después de 14.000 km y 144 días de viaje. Los
    últimos, también sin carga, emplearon unas 4 horas.

    El barco vuelve a ser caro, unos 20 US$ por persona.
    Una vez al otro lado El Chaltén está a apenas 30 km por una pista de ripio y
    calamina aunque si quieres esperar al día siguiente hay un camping con
    servicios, duchas y un pequeño bar.

    Entre que el barco apareció pasadas las cinco de la
    tarde y que además del tiempo de navegación el embarque y posterior descarga de
    casi 50 bicis empleó mucho tiempo, dudamos entre pasar la noche en la otra
    orilla o arriesgarnos a que la noche nos alcanzara en la carretera. Finalmente
    ni una cosa ni la otra, aceptamos el amable ofrecimiento de un pasajero del
    barco de acercarnos a El Chaltén en su furgo. Oficialmente se acababa nuestro
    viaje en bicicleta.



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    Publicado hace 8 años #
  19. ETAPA VI: EL
    CHALTÉN – EL CALAFATE – USHUAIA. EPÍLOGO.

    0 Km recorridos

    0 días en
    bicicleta + 4 días en El Calafate + 1 día en Ushuaia (escala) + 2 días avión.

    El Chaltén – El
    Calafate – Ushuaia – Buenos Aires - Barcelona.

    Después de la
    soledad aventurera del caminos hasta el Lago del desierto, desembarcar en
    Argentina es como regresar, a pesar nuestro, a la “civilización”, y en este
    momento no faltó la tentación de dar media vuelta, pues no queríamos que esta
    extraordinaria aventura llegara a su fin…

    Desde el principio
    pensamos en terminar el recorrido en bici en El Chaltén y aunque nuestro punto
    de salida era el aeropuerto de El Calafate 
    no teníamos intención de pedalear la Pampa y lidiar con sus vientos y
    soledades. Los últimos días eran nuestras vacaciones “convencionales”. Nada os
    contaré de los días en El Calafate, excepto que nos llevamos una alegría
    inmensa cuando volvimos a coincidir con nuestros amigos Austriacos y lo
    celebramos con una cena memorable y que los dos estuvimos muy de acuerdo en que
    ¡echábamos de menos las bicis!, y que hacer el turista definitivamente no era
    lo nuestro.


    El dios de los transportes aéreos quiso que un viaje a
    Buenos Aires para enlazar con el vuelo a BCN debiera tener una escala de 24
    horas en Ushuaia y así aquel viaje que debía terminar en el Fin del Mundo llegó
    a su destino.


    ¡Ah, en el vuelo de regreso a casa ya estábamos
    planeando la próxima!

    Besos y abrazos para todos, con un recuerdo especial
    para todos aquellos viajeros con los que compartimos unos días inolvidables,
    nos sentimos por unas semanas parte de algo mucho más grande que nosotros, la
    comunidad cicloviajera.


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    Publicado hace 8 años #
  20. ¡Cómo he disfrutado con vuestra crónica!

    Bien narrado, bien ilustrado, lleno de interés... Un perfecto relato viajero.

    Gracias.

    Publicado hace 8 años #
  21. Felicidades por la crónica y las fotos!!

    Gracias por compartirlo.

    He disfrutando viendo las fotos y  recordando el viaje q hice por esas tierras hace veinticinco años con mis hijos. Ha llovido mucho desde entonces. Espero poder volver algún día. 

    Lo dicho,  muchas felicidades Mustaros y Zuzu.


    Publicado hace 8 años #
  22. Genial!!!

    Publicado hace 8 años #
  23. Gracias a todos por los comentarios, ya sabéis que los viajes se disfrutan varias veces y una de ellas es recordarlo, escribirlo y contarlo.  

    Publicado hace 8 años #
  24. En dos palabras: Im presionante.


    Vale más un "por si acaso" que un "quien lo iba a pensar".
    Publicado hace 8 años #
  25. Preciosos lugares y precioso relato y fotos 

    Publicado hace 8 años #
  26. Preciosos lugares y precioso relato y fotos 

    Publicado hace 8 años #
  27. Ramon y Zuzu, gracias por compartir esta AVENTURA (así, en mayúsculas!). Después de leer vuestra ruta por Noruega y ahora esta por la Carretera Austral... creo que volveré a copiaros el viaje... 

    Leonor, tu serás SIEMPRE la princesa...
    Publicado hace 8 años #
  28. Un placer el volver a veros ......... disfrutando....... un abrazo   :wink:

    non gogoa, han zangoa ( donde van tus pensamientos .van tus pasos ).....
    Publicado hace 8 años #
  29. Qué rato mas agradable he pasado leyendo vuestro relato
    Enhorabuena por "el disfrute" Zuzu y Ramón, y muchas gracias por compartirlo.
    ... y una duda sobre el el hornillo, ¿cuánto tarda, +ó-,  en cargar una batería de móvil?
    Gracias!.

    Publicado hace 8 años #
  30. Enhorabuena, un viaje muy bonito lleno de aventuras.


    El unico simbolo de superioridad que conozco es la bondad.
    Beethoven.
    Publicado hace 8 años #