Lunes 5 de diciembre de 2011
Al abrir de mañana la puerta del refugio pensaba que me encontraría con la helada habitual. Pero no. Las nubes bajas han guardado el rescoldo del dia anterior. Vuelvo para dentro y me cambio de ropa.
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Antes de llegar a Asturianos he cruzado varias veces las obras del AVE. Ay! Pepiño! Campeón! Que no las vas a ver acabar desde tu despacho ministerial. Y según como vayan las cosas, desde tu casa tampoco... ¿Quien va ir en el AVE? ¿Los que circulan por la nueva autovía N-52?
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En las obras hay unos carteles que advierten de que se trabaja con explosivos: “ATENCIÓN. Un toque de sirena = Aviso de detonación. Póngase a cubierto. Dos toques cortos de sirena= Explosión inminente.... ¿Pero donde quieren que me ponga a cubierto? Soy capaz de salir corriendo asustado y ponerme de cuclillas, tapándome los oídos con las manos, justo encima del mismo barreno! Las máquinas pesadas han removido tanto la tierra que han convertido los caminos en barrizales. Por el peso de las alforjas se me hunde la bici hasta la caja de pedalier. Tengo trabajo en sacarla del barro.
Aún quedan manzanas en los árboles. Aquí y allá encuentro sabrosas manzanas que complementan mi dieta.
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El Bar de Asturianos Casa Carmen está cerrado. “Por defunción de un pariente, ¿sabe?” -me informa un vecino- “Mejor que vaya a Puebla de Sanabria, en la gasolinera ¿sabe?”
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El centro de Puebla es de un tipismo falso, un ruralismo postizo de mesones y embutidos caseros. Las casas lucen blasones de portlan pefabricado y bigas recubiertas con aglomerado chapado. A la salida de Puebla, en dirección a Requejo, le doy un baño a la burrita en un lavacoches y la libero del barro.
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Cerca de Requejo hay un bosque singular: El Tejedelo. Hay que ir hasta el cementerio, girar a la izquierda. Y pasado el puente, empieza un camino de tierra en subida hasta el parquing. Allí dejo la bici y sigo a pie hasta el bosque del Tejedelo. Eso sí, un potente antirrobo protegerá mis bienes.
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El Tejedelo es magnífico: Robles, tejos -en las vaguadas- y hayas en las partes altas. Las piedras aparecen recubiertas de musgo verdísimo y varios riachuelos recorren el jardín. Creo que se trata de uno de esos bosques en los que una vez se penetra en él uno empieza a vagar erráticamente mirando toda la belleza. En ese momento el bosque esconde la puerta por la que entraste. Y ya no puedes salir! Por suerte me acompaña San Gepesindo, patrón y guia de los desorientados, para que no me aparte del buen camino.
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Los tejos crean un bosque húmedo y oscura. Se ven grandes ejemplares con manos, ojos y bocas de espanto jarripotesco.
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He perdido más de tres horas en la visita al Tejedelo, pero mis pulmones y mi corazón me lo agradecen. Vuelvo hacia Requejo, pero evito perder la altura ganada cruzando el rio por un puente que comunica con una granja de abejas. El apicultor promueve las visitas escolares donde se puede ver la vida de las abejas (“Sin ningún peligro para Usted” afirma el cartel). Me recomiendan subir al puerto de el Padormelo por la carretera nacional N-252 y así lo hago. En toda la ascensión sólo he visto 7 coches. Bajando el puerto empieza a oscurecer. No creo que llegue a teiempo a Lubián. Encuentro un cartel que indica "Habitaciones para pelegrinos". Dispuesto a comprovar que tienen las habitaciones para pelegrinos que no tengan las otras me llego hasta un hotelito rural la mar de mono en Hedroso. Por 20 eur la noche es de lo más recomendable.