Mañana, día 25 a las 7.30 -vamos, dentro de unas horas- parto en tren hacia Oviedo junto a un colega de trabajo y compañero de otras rutas. Llegaremos sobre las 13.30 y ya mismo nos pondremos a los pedales para iniciar el Camino Primitivo a Santiago, desde donde seguiremos, esta vez en sentido inverso, el Camino Inglés hacia Ferrol, que será el final de esta escapada.
A la vuelta y con tiempo haré una pequeña crónica del viaje.
Ya estoy de vuelta!!! Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y vuestros ánimos.
Anteanoche llegué a casa después de un viaje de trece horas y 567 km. de tren (por cierto, bonito viaje para quien lo haga sin prisas, pues circula prácticamente bordeando la costa cantábrica).
En cuanto a la crónica, aún tengo que recopilar fotos de mi compañero y algunos datos y, lo más importante, ponerme a ello, pero sí os puedo adelantar unas cuantas impresiones.
El Camino Primitivo es duro (para valientes que se atrevan a seguir sólo las flechas amarillas) pero es más, yo diría que tiene muchos tramos absolutamente no ciclables, entendiendo por esto la imposibilidad de rodar por ellos con alforjas -a veces ni tan siquiera sin ellas- sin tener que empujar la bici. Hay zonas que, más que caminos, parecen lechos secos de ríos: auténticas torrenteras casi cegadas por la vegetación, en pendientes cercanas al 30%.
Yo he intentado seguir por camino todos los tramos más o menos accesibles, algunos días casi al completo y otros -la mayoría- alternándolo con la carretera, como el caso de la etapa de los puertos de El Palo y El Acebo y la larga bajada a la presa de Grandas.
La dureza de este Camino estriba en la agreste orografía de estos bellísimos valles asturianos, que no obstante se hace más benigno en las etapas que transcurren por Galicia.
El Camino Inglés, por contra, es mucho más asequible y ciclable prácticamente en su totalidad -al menos en el sentido en que nosotros lo recorrimos, es decir, a la inversa, más fácil-, atravesando parajes idílicos (exceptuando la salida de Santiago) por entornos puramente rurales.
En ninguno de los dos coincidimos con ningún ciclista aunque sí con algunos peregrinos, pocos comparados con la procesión que encontramos en la confluencia con el Francés, en Santa Irene. Por lo demás, un tiempo excelente los siete días y casi nada de barro.
Vaya este pequeño adelanto mientras intento hacer un relato a la altura de las circustancias.