Ayer conocí a una pareja de holandeses (hay que ver lo que se mueve esta gente) que están recorriendo las zonas costeras de la Península a lomos de dos preciosas Look de carretera. Eran muy simpáticos y su ilusión por el viaje era contagiosa, pero, cuando salió el tema de los autobuses, les cambió el gesto totalmente. Con tono de enfado, me contaron cómo les han chafado los planes dos veces en dos semanas.
La primera vez, tras llegar con el tiempo justo y comprar los billetes a toda prisa, se encuentran con que el conductor les informa que deben pagar una tasa extra por las bicis, de la cual no habían sido informados por la chica de la ventanilla (a pesar de hablar un español perfecto y de haberle remarcado que iban con bicis). El resultado fue que perdieron el autobús y tuvieron que esperar al siguiente; o sea, pagaron dos veces por el mismo trayecto.
En la última ocasión, llegaron a la estación con las bicis y, nada más bajarse de ellas, se encontraron con un conductor que, más que hablarles, les ladró que debían desmontar las ruedas "por respeto a las maletas de los demás", todo ello a gritos y dejándoles en evidencia ante el resto de pasajeros.
Pues, en la parada siguiente, el mismo conductor dejó que un chico metiera su MTB (¡¡con alforjas!!) sin desmontar, tal cual. Lógicamente, la pareja le pidió explicaciones al conductor y se encontraron con un: "Es que los extranjeros no saben una m***** cómo funciona este país". Una vez en su destino (Murcia), nada más bajar del autobús, pusieron una reclamación. En verdad, yo más que una reclamación, le hubiera puesto una denuncia.
Por lo que pude observar, puedo decir que su equipaje no es muy abultado (dividen las noches entre albergues y hostales, con sólo unas pocas paradas al raso si el tiempo lo permite).
En los años que llevo en esto del cicloturismo, nunca he tenido problemas con llevar la bici (alguna vez he tenido que desmontar la rueda delantera, pero nada más), pero no es la primera vez que me cuentan algo así (sobretodo extranjeros) y me da qué pensar...