Me presento en la ventanilla de la Estación Sur y me dicen que NO ES POSIBLE EMBARCAR bicis. Insisto, preocupado, y el ventanillero habla con su jefe ( recluido en un despacho interior ) a voces a ver si es posible: QUE NO. Empleo a fondo todo mi don de gentes ( que, créeme, no es poco ), y que NO. Trato de averiguar las razones y creo adivinar ( no me lo dicen directamente ), que el problema tiene que ver con el temor de causar desperfectos en el resto de los equipajes. Pero no me lo aseguran, es una interpretación que yo hago. Opongo que la bici va embalada ( en realidad, va envuelta en dos bolsas, resistentes, eso sí, de recoger papel para reciclar que usan en mi empresa ) . Además, suelto las ruedas y "redondeo" el efecto de embalaje recio con metros y metros de cinta de embalar, hasta conseguir un aspecto compacto e inofensivo de mi trasto. Sin embargo, aunque el ventanillero estaba ya un poco blando y comprensivo, el jefe( en su cueva)no daba su brazo a torcer. Al final consigo que nombren al chófer "arbitro" de la cuestión. Bajo a los andenes y arreglo con el conductor 1) que seré el último en entrar y 2) que meteré la bici sólo si hay espacio y no ensucia, rompe, rasga o molesta... Al final la embarco pero me costó un kilo de peso y litros de saliva.
La vuelta fué distinta( también es verdad que había menos pasajeros ). En la estación de Arenas , mejor dicho en el Bar, trabé cierta confianza con el ventanillero y el conductor, que andaba por allí. No sólo no me pusieron impedimento alguno, si no que se portaron amabilísimamente.
Sería bueno que te dirigieras por anticipado a la empresa. Que garantizaras que llevas la bici embalada de forma segura , y que emplees todos tus encantos en la empresa. Por la vía de los derechos es difícil conseguir gran cosa, porque la normativa o es ambigua, o deja todo el poder de decisión en la autoridad: chófer o jefe de oficina, en su caso.