Bueno, pues con cuatro días de retraso, pero por fin he partido. No os podéis imaginar la de comeduras de coco que he tenido últimamente, desde que me dio por anunciar que me iba de ruta y recibí vuestro apoyo y vuestros ánimos, hasta que por fin monté sobre mi sufrida tribanseta este mediodía y empecé a pedalear bajo la asombrada mirada de mis convecinos.
Y es que no es para menos: un tipo gordo y ya de cierta edad al que no se le ocurre mejor forma de pasar unas vacaciones que sufrir en solitaro por esos caminos de España. He aquí la foto de la partida del "intrépido aventurero" ¡Vaya pintas!
Y a este pobre diablo, con 59 tacos recién cumnplidos, no se le ocurre irse a dar un paseillo por los alrededores, no. Él tiene que irse todo lo lejos que pueda. 900 kilómetros lo contemplan y les da la risa.
No sé hasta donde llegaré. Tampoco sé por qué diantres estoy haciendo esta locura para la que sin duda no estoy preparado. Escribo aquí, donde lo hacen otros locos como yo, para así sentirme algo más comprometido a llegar al final. Ya me han advertido que voy a tener momentos de bajón y que no me dé por vencido, que si regreso sin haber alcanzado el objetivo será una derrota que me será difícil soportar.
No sé, victorias, derrotas... no, creo que no va de eso. Hace una temporada cuando crucé Asturias participando en La Espiral escribí algo en mi diario de viaje que debería darme una pista sobre la razón por la que me he metido en este lío. Copio aquí el texto por si alguien tiene la paciencia de leerlo. yo tendré que hacerlo en los momentos esos de bajón que me han dicho. Je, je, je... ¡cedila, el rey de los mensajes-tostón, ataca de nuevo!
Son casi las tres de la madrugada y acabo de despertarme. Me fui a dormir hacia las nueve y media porque se me cerraban los ojitos, ni siquiera lograba ver las fotos que saqué sin quedarme dormido. Y eso que tenía bastante interés. Eso sólo puede significar una cosa: estaba absolutamente agotado. El cuerpo tiene sus maneras de decir ¡basta!Ayer fue un día de viaje, viaje. Tragando kilómetros para acercarme a mi destino para que las dos jornadas que me quedan sean más relajadas y placenteras. De nuevo he recorrido 76 Km en un día, con el agravante de los 76 que pedaleé el día anterior y de que esta etapa, temida etapa, era la típica rompepiernas: contínuas subidas y bajadas por carretera nacional. Sin embargo no puedo decir que haya resultado tan terrible tortura como me esperaba. Hubo algunos momentos en los que pensé que mis piernas ya no respondían, pero sorprendentemente unas horas después pedaleaba a ritmo regular subiendo pendientes con soltura y la sensación de poder mantener el esfuerzo indefinidamente. Sensación engañosa, supongo, pero reconfortante.
Y ¿cómo me siento? ¿ha merecido la pena emprender esta viaje? Rotundamente sí. Bueno, no creo que le esté sacando todo el partido que debiera, pero también es verdad que aún me falta experiencia en esto. Por ahora estoy demasiado centrado en los problemas prácticos popios del viaje, como la rutina de buscar alojamiento, obtener comida y orientarme por las carreteras.
Sigo teniendo la impresión de tener los minutos contados en cada sitio por el que paso. Sigo teniendo demasiada prisa. Creo que debo aprender a viajar sin prisas aunque vaya rápido. Conceder su tiempo a cada experiencia de forma que el viaje transcurra a ritmo fluido. Lo más importante es sentir el viaje, encadenar las experiencias, los lugares, las sensaciones. Poder cerrar los ojos y recordar los lugares por los que has pasado y recordar también cómo te sentías en cada uno. Grabar. Absorber como una esponja cada ambiente, cada vivencia. Cada lugar debe dejarte su huella.
Anímicamente y emocionalmente estoy mejor de lo que esperaba. Estoy bastante satisfecho de haber conseguido vencer mis miedos y lanzarme a la carretera dejando atrás mi cómoda rutina diaria. Afortunadamente no he tenido hasta ahora experiencias negativas y he encontrado gente amable. Hecho de menos mi casa y sobre todo a mi familia pero no es un dolor lacerante sino un dolor amortiguado. No estoy ansioso por acabar cuanto antes para volver. Bueno, saber que los mios tampoco están desesperados por que vuelva, ayuda bastante.
El mejor momento del día sin duda es la salida. Una aventura renovada cada mañana. La ruta por delante, la curiosidad por saber qué hay detrás de cada curva, de cada horizonte. Las personas, los lugares por los que pasas, quedan atrás, tú sigues adelante, viajero. Saber que puedes irte, alcanzar cada nuevo horizonte, decidir tu rumbo, sentirte libre. Sentir que llevas contigo cuanto precisas. Comida y abrigo. Sentirte adaptado, superar las dificultades e incomodidades, ejercitar la paciencia y la constancia. Conocerte a tí mismo.