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Nuestro Camino por las tierras donde anduvo el Mio Cid. De Teruel a Burgos.
N
Nuestro periplo debía comenzar en Burgos, para emular la gesta de don Rodrigo Díaz de Vivar y transitar las tierras desde aquí a Teruel. Las previsiones del tiempo que los físicos y astrologos nos estaban vaticinando, nos aconsejaban realizarlo al revés, ya que de no ser así, acompañaríamos a un frente de nuves y tempestades que, a primeros de Setiembre, entraba en Iberia por el poniente y provocaría lluvias, granizos y otros fonomenos muy desaconsejables, en los páramos yertos de las mesetas y tierras que transitaríamos. Si emprendíamos nuestro periplo desde Teruel, nos cruzaríamos con el frente un solo día. Así lo fizimos y así nos aconteció.
La empresa la acometimos tres caballeros de larga experiencia en menesteres de viajes y aventuras. A saber, fuimos Don Pedro de Hortelano, caballero de la noble ciudad de Úbeda. Don Xesús de Cárdenas, caballero de la noble ciudad del Santo Reino y el que os habla, Don Andrés de Gómez, humilde sanador y herrero, de la villa de Mengíbar, xunto al Guadalquivir. Los pertrechos e impedimentas necesarios para aquesta empresa, fuímoslos colocando y acomodando en nuestros corceles y bestias de carga, cuidando mucho de procurar que estuviesen a buen guardo del calor y de las aguas que el tiempo amenazaba.
Aconteceres de la primera jornada
C
Con el medio del día y el sol en lo alto cayendo sobre nuestras cabezas, emprendimos nuestro viaje desde la Noble ciudad de Teruel. Teníamos por delante una tremenda semana. Iniciamos nuestra andadura por un camino, por donde los demás diligentes viajeros transitaban en carros y otras maquinarias de forma espectacular, la denominada en los códices como camino A1512 que pasando por un campo de yerros voladores nos llevó a Gea (la de Albarracín). Hasta esta villa no tuvimos mas vista que el horizonte limpido y un fuerte aire en nuestra cara. En aquesta villa, tras contemplar su colegiata nos adentramos en su fresca Calle Mayor, por donde nos encontramos solo algunas doncellas realizando los menesteres propios de acopio y conversación. En el pilar abrevamos a nuestras bestias y llenamos los odres por si en el transito a la mora Albarracín nos fiziera necesario.
A la salida de aquesta villa, y en unas suaves y continuas subidas fuimos acompañando por su izquierda al Río Guadalaviar. Por una senda fresca y placentera fuimos discurriendo y contemplando a nuestras derechas las obras de conducción de agua que fizieron los romanos para abastecer otros lugares remotos. Fue sorprendente la imagen del castillo de Guadalaviar que nos enfiló en un meandro y, majestuoso, nos recordó la grandiosidad de otros tiempos mas luciosos.
En un suave tran tran fuimosnos adentrando con los recodos del río que nos condujo a la mora Albarracin. Vestigios de otros tiempos, donde la convivencia entre las diferentes culturas y maneras de pensar fizieron que en aquestas tierras hayaranse las gentes felices y compartidas. En lo alto de Albarracín, se observaban las atalayas y defensas que de todas formas, al final de esta tranquila época, hubieronse de fortalecer para defensa de osados y perversos feudales.
La mesonera en donde nos proveímos de matanzas y cerveza, acompañado todo de un exquisito pan de horno candeal, nos explicó que allí podíamos reposar para luego proseguir por nuestro camino, para lo cual posamos un pequeño rato, tras yantar en un recoleto jardincillo a orillas del bonito riachuelo. Afianzamos los hatos de nuestras bestias y cambiamos el agua de los odres por aquesta, más fresca y fina que la de Teruel.
Una vez descansado, proseguimos nuestro periplo, retrocediendo desde Albarracín hasta una encrucijada de caminos que nos conduciera al denominado Pozo Ondón (Pozondón). Para ello, atravesamos una muy fresca y bonita serrezuela, que al coronarla, nos sorprendió con una fuerte tormenta, con toda clase de aparato de rayos y truenos. El cielo, oscurecido de repente, se veía iluminado por los tremendos rayos que de forma continua enderredor caían.
Temerosos de tener algún percance por tanto aparato eléctrico que se sentía, enfilamos una tremenda bajada que nos condujo a una milenaria ermita y después al Pozo Ondón. Desde lo alto, pudimos ver los desastres de la efímera tormenta, árboles sin su follaje, y pedruscos de yelo como guevos de paloma que se arrejuntaban en las cunetas de los caminos. Igual imagen pudimos contemplar en la villa de Ródenas, donde nuestras monturas hubieron de transitar por caminos llenos de aqueste pedrusco de yelo. La tormenta fue precediéndonos y nuestro paso por donde ella, fue de un ambiente fresco y húmedo. Desde Ródenas, donde posamos por unos instantes, nos dirigimos al Villar del Salz, a procurarnos posada. No hayamos tal y fuimos dirigidos a la comarca de Ojos Negros, donde vestigios de faceres mineros de sacar yerro nos recibieron por el camino.
En el Barrio llamado del Centro, hayamos una posada del concejo, en donde nos resguardamos de una tremenda tormenta que se precipitó en el mismo tiempo que habiamosnos acomodado, dejándonos sin luz en ocasiones. Fuerte aire y grande estruendo nos acompaño en toda la noche. El posadero nos procuro un magnífico yantar y yacimos toda la noche en celada, descansando nuestros huesos después de andar 90 Km por tierras yermas y secas.