Entre el 27 y el 30 de septiembre de 2023.
Viajo tan poco que, cada vez que lo hago, lo vivo como si fuera la primera vez. Con mucha ilusión y algo de incertidumbre durante la preparación y muy feliz y con algún que otro momento de sufrimiento durante el viaje. En breve dispondré de más tiempo libre y, como espero mantenerme firme en la voluntad de seguir utilizando la bicicleta, confío en que la experiencia y algo más de entrenamiento vayan aliviando incertidumbres y sufrimientos. Sin dejar por el camino la ilusión porque eso es lo que realmente importa.
Empiezo relatando algunas características generales del viaje y también las sensaciones que he ido recibiendo mientras avanzaba por él.
El paisaje
Pedalear (o caminar) por el Canal de Castilla es como hacerlo dentro de una burbuja. Su trazado corre casi completamente por la comarca de Tierra de Campos, una inmensa llanura que en su momento fue considerada el granero de España porque todo su territorio estaba básicamente dedicado al cultivo de cereal. Pero no te das cuenta de que ese es el paisaje por el que viajas porque lo haces casi siempre a la vera de una vena de agua encapsulada por la vegetación que se ha asentado en sus orillas.
En ocasiones el pasillo verde se interrumpe y sí que puedes ver a tu alrededor campos de cultivo pero yo no fui capaz de apreciar su enorme dimensión hasta que abandoné completamente el Canal en el tramo de enlace entre el Ramal del Sur y el de Campos y me senté un rato a descansar a la sombra de una atalaya fantástica: el Castillo de Montealegre.
La Vía
La ruta (han sido en total unos 260 km) se puede considerar que es completamente offroad porque se circula por los antiguos caminos de sirga, los destinados a los animales que tiraban de las barcazas que transportaban mercancías por el Canal. En general son pistas de tierra compactada y piedrilla suelta por las que se rueda bastante ligero a ratos y no tanto en otros. El firme tiene una consistencia cambiante porque entiendo que los materiales disponibles en una vía que atraviesa tanto territorio han de ser forzosamente diferentes pero cuenta con bastantes tramos en los que la rugosidad (y la falta de mantenimiento) los hace algo pesados. Y eso que creo haber sido muy afortunado porque las lluvias de días pasados ha conferido a los caminos la textura perfecta. Ni embarrada ni todo lo polvorienta que estará en pleno verano.
La bicicleta
Es la primera vez que pongo a prueba la MTB que compré de segunda mano y he preparado para viajar. Por supuesto que había circulado con ella antes pero, ni cargada con equipaje, ni en caminos tan ásperos, ni en algo que pudiera llamarse una ruta seria. Se ha portado como una campeona. Y me felicito mucho por ello porque tener una avería viajando solo en un recorrido como este puede llegar a ser un problema bastante desagradable. Sobre todo si se produce en el medio de uno de esos largos tramos con muchos kilómetros por delante y otros tantos por detrás en los que viajas completamente encerrado por el canal y la vegetación de las orillas. O en alguna de las infinitas pistas a pleno sol del tramo de enlace, en las que no me crucé con NADIE porque supongo que habrá días enteros en los que nadie pasa por allí.
La bicicleta ha acabado bien sucia y va a necesitar de una buena limpieza. Supongo que en pleno verano los caminos estarán todavía más polvorientos y un pincel para repasar un poco de vez en cuando la transmisión no habría venido mal. En el resto de la bici no me importa. Llevar polvo de los caminos es señal de identidad del que los recorre.
Reluciente antes de comenzar el viaje. Alar del Rey.
Con las huellas del camino al final. Dársena de Palencia.
El pasajero
Que cuando se viaja en bicicleta es además el piloto y el motor (salvo en bicicletas eléctricas que llevan dos propulsores y a las que propongo la denominación: biciclo híbrido enchufable).
No sé si alguna vez me decidiré a viajar en autosuficiencia. De momento duermo en hostales y desayuno y ceno en bares o restaurantes. Para la comida, cuando tengo hambre y encuentro un sitio que me gusta, paro y me preparo un bocadillo y algo de fruta que voy comprando sobre la marcha. Es un estilo de viaje mucho más caro pero tiene algunas ventajas que yo valoro mucho. Una buena ducha al final de una jornada de cansancio, sudor y polvo me permite pasear de mejor ánimo por el pueblo o la ciudad en la que acabo el día. Tomar distancia de vez en cuando es bueno además para mantener una relación saludable. Yo quiero mucho más a mi bici por la mañana si me he despedido de ella en la tarde del día anterior.
Por lo demás he disfrutado mucho en este viaje. He tenido también momentos en los que me he sentido algo incómodo y bastante cansado. Lo achaco a mi edad, mi falta de entrenamiento y también al calor. Estamos ya en otoño y el sol no tiene tanta fuerza pero en estos últimos de septiembre las temperaturas han sido anormalmente altas. Las primeras horas de la mañana he pedaleado con un forro polar ligero encima del maillot y han sido una auténtica delicia. Las últimas (he llegado a los destinos entre las 3 y las 6 de la tarde), con la combinación de calor, cansancio y algo de dolor de culo me han costado un poco más. No está mal tampoco tener momentos “regulares” de vez en cuando. Estoy descubriendo que viajar en bici es una estupenda terapia contra la impaciencia.
El estatus del Canal
El Canal de Castilla está declarado como Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico. No sé muy bien a qué se obliga la Administración cuando realiza una declaración de estas características porque, la sensación que yo he tenido al recorrerlo, es que a muy poco. Señalización inexistente, deteriorada o confusa (en algunas de las entradas a lo caminos de sirga aparecen señales de prohibición de circular a todo tipo de vehículos -eso incluye bicicletas-). Todos los edificios relacionados con la actividad pasada del canal están en estado de ruina (en muchos casos irreversible). Y lo que me ha parecido el colmo es una actuación como la que se ha realizado en el Ramal de Campos a la altura de Castromocho. La carretera N-610 lo cruza perpendicularmente y se han eliminado los caminos de sirga a los dos lados del canal. Me comentaron que hay gente que pasa con su bici por encima del guardarrail y cruza la carretera. Yo no lo hice. Me pareció extremadamente peligroso. Fracturar así este recurso me parece sencillamente aberrante. Porque es evidente que, tras su construcción, otras carreteras o vías férreas han tenido que cruzar este canal. En algunas la solución adoptada ha sido simple y eficiente y en otras no tanto. Pero no establecer ninguna…
Cuando vaya describiendo las etapas ya os contaré la decisión que tomé para salvar este contratiempo.
No quiero decir que viajar por el Canal de Castilla no merezca la pena o sea una tortura. Nada de eso. Lo que opino es que la o las administraciones que lo tutelan no parecen estar a la altura del recurso. Quizá es que el poco interés que ponen en mantenerlo les parece suficiente para que disfruten de él cuatro “perroflautas” como nosotros.
El Romanticismo del Canal
Termino esta introducción con una pequeña serie de fotografías con la que pretendo reflejar la emoción que me transmite cualquier curso de agua. Y este en particular por ser una obra hidráulica colosal, construida además en una época en la que la tecnología no estaba ni mucho menos al nivel de la actual.
A ver si no me lío mucho con otras cosas y puedo publicar en breve los recorridos de las 4 etapas.