La mañana del viernes 11, pasamos un buen rato ajustando los cambios de la bici, que con el cariño que le habÃan dedicado los lanzadores del aeropuerto, también llevó su tiempo. Yo descarté usar el 8º piño e incluso el cambio dualdrive de la Dahon no acababa de asentar bien y saltaba. Rosa no lo tuvo mucho mejor y su cambio, que ya venÃa tocado de España, empeoró sensiblemente. La salida de Londres no resultó demasiado complicada. Es cierto que tenÃamos el elemento desconcertante de la conducción al revés y en ciertas ocasiones nos apartábamos a la acera para pensar cómo realizar una maniobra, pero por suerte habÃa bastante carril bici atravesando grandes parques y eso nos ayudaba a adelantar tramos largos que nos apartaran del centro. TenÃamos una sensación extraña al pasar, por ejemplo, por el arco de Wellington, donde hacÃa poco habÃamos estado haciendo turismo de paisanos, pero esta vez disfrazados y a lomos de nuestras bicicletas :-) Poco a poco, parándonos para ver hacia qué dirección nos convenÃa rodar para llegar a enganchar con el track que llevábamos marcado, llegamos a la abadia de Westminster y con ella a atravesar el rio Tamesis (con bastante tráfico, por cierto). Una vez cruzado el rio la ciudad se convirtió en menos monumental y al enganchar el track fuimos callejeando entre zonas residenciales y universitarias hasta que tomamos un carril bici que tomaba rumbo directo hacia el sur de Inglaterra. Jejjeje, hasta estaba señalizado con la denominación 'Cycle Superhighway - C57'. Vamos... A pocos Kms del centro paramos para aprovisionarnos en un Tesco que nos pilló de camino y justo al salir empezaban a hacer acto de presencia las primeras chispas de agua: el chirimiri hacÃa acto de presencia. Continuamos rodando sin avanzar demasiado debido al tráfico en ciudad, ya que, al ser pardillos, ya nos parecÃa bastante chungo ir al revés como para ir saltándonos encima los semáforos. Y justo al llegar cerca de Tooting, a pocos kms del final de la zona metropolitana, Rosa pincha y nos toca lo peor de esta gran aficion: Pára, desmonta alforjas, saca rueda, repara, ensúciate... y aprovechando que se habÃa afinado la lluvia optamos por preparanos nuestro primer sandwich perro-flauta chispas y asà hacer un poco de tiempo, a ver cómo evolucionaba aquello. Al parecer, las previsiones eran ciertas y aquella lluvia quedó establecida y sin ánimo de relajarse. Asà que no tuvimos más remedio que equiparnos con todo lo que llevábamos y rodar bajo la lluvia (esto me suena a canción). Las cosas seguÃan torciéndose... además de la lluvia, el cambio iba a peor y hasta mi bici que lleva algunas marchas con engranaje en el buje me hacÃa cosas raras, pero no era plan de pararse, habÃa que seguir. La parte buena era, una vez abandonada la zona urbana, la cantidad de parajes verdes y bonitos parques que se atravesaban. De vez en cuando nos encontrábamos algun desvÃo complicado, pero por suerte, el track trazado estaba bien grabado y con la ayuda del GPS no habÃa problema en seguirlo. Tras los parques venÃan carreteras rurales sin tráfico, pero ningún sitio donde parar a resguardarse un poco de la lluvia, que seguÃa en aumento. La población que nos habÃamos marcado como fin de etapa seguia distante y parecÃamos seguir estando en el medio de ninguna parte. Esto, unido a que van apareciendo subiditas que hay que remontar, cansancio y lluvia, cambian el humor a Rosa, que se está empezando a derrumbar (ya conozco por dónde respira cuando esta agotada) y esto implica que hay que encontrar algo como sea. En un intento desesperado por encontrar algo, encontramos un campo de golf y nos paramos en recepción. Imaginad el espectáculo: un campo lleno de señoritos ingleses en la campiña y dos bultos humanos calados hasta el tope pidiendo ayuda en un inglés de albacete :-) Jajaj. Por suerte el chico que nos atendió nos alivió indicándonos que a pocos cientos de metros se encontraba el pueblo y que habÃan dos hoteles! (la cara de Rosa cambió de inmediato), de hecho hasta llamó para asegurarse que tenÃamos sitio y nos dió las señas para llegar. Le hubiéramos besado el culo si hubiera hecho falta :-) Llegamos al Whyte Harte, donde, a pesar de lo que les dirÃa el de recepción, igual se asustaron al vernos llegar. Nos acomodaron y nos dijeron dónde podÃamos guardar las bicicletas (a pesar de que lo entendimos mal). Ya en la habitación nos dimos una ducha que nos devolvió a la vida y montamos en campamento gitano para secar la ropa con cuerdas tendidas por toda la habitación y radiadores cubiertos de guantes, zapatillas, etc. Como ya venÃa siendo habitual, la habitación contaba con hervidor de agua y set de té, que arrasamos para acabar de entrar en calor. Y una vez calentitos, a buscar un pub, que la cerveza nos la habÃamos ganado, costara lo que costara.El pueblo era pequeño, por lo que sólo habÃa un pub, el Prince Albert, donde nos arreamos un par de pintas de Kronenbourg y no cenamos porque no entendimos porqué no podÃan hacernos cena... (cosas del inglés negao), asà que nos volvimos al hotel, que a las ocho en punto ya estaba lleno y compartimos mesa (algo, que es habitual) para no comer en la barra. La liamos pidiendo un plato de pescado para compartir (que al final resulta que estaba estofado) y con eso, unas pataticas y unas Sagres, calmamos la tripa. Luego salimos a una pequeña tiendecita que permanecÃa abierta y compramos un poco de pan y fiambre para la ruta del dia siguiente. Ya en la habitación Rosa tardó unos segundos en caer rendida y yo intenté seguir diez minutos la peli que echaban (el código da Vinci) antes de caer frito soñando que a la mañana siguiente lo primero que debÃa recordar era ajustar el cambio.