Rodadas. Una comunidad de cicloturismo y viajes en bicicleta
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Me desperté a orillas del río cerca de un pueblo llamado Ljuves, y seguí mi ruta esta vez por el lado oeste de la gran lengua de agua. Como desayuno temprano, el primer pueblo que crucé me mostró que la llanura del río se había acabado y me ‘alegró’ la mañana con unas rampas en la que tuve que parar una vez para comprobar que las ruedas no estaban deshinchadas. Cuando las cuestas se hacer duras siempre se mira a las ruedas con la esperanza de que estén un poco bajas y de que ese sea el motivo de quedarse pegado al asfalto. Como aproximación puedo decir que el 99 % de las veces las ruedas están bien hinchadas, pero como las esperanza es lo último que se pierde, pues sin comprobarlo no nos vamos a quedar. Con los músculos ya en marcha continué por un bonito terreno rompe piernas hasta ir poco a poco descendiendo hacia el valle que crea el otro afluente importante del Gran Morava, el Južna Morava o Morava Occidental, que viene de las disputadas tierras de Kosovo. Cerca de la ciudad de Крушевац (Kruševac) crucé el río y otra vez las subidas y bajadas se convirtieron en mis compañeras de viaje. En esos momentos en la que la carretera es de todo menos plana empiezas a pensar el porqué del lugar de algunos pueblos ‘es que no los podían poner mas abajo?’ y también nos convertimos en críticos de la ingeniería civil ‘subir, bajar, subir, bajar…no seria mas fácil una carretera recta de aquí a allí?’.

Tras un duro día de pedaleo necesitaba un lugar tranquilo donde descansar. Cuando empecé a mirar sitios donde poder poner mi tienda de campaña me di cuenta de que estaba acercándome peligrosamente a la ciudad de Крагујевац (Kragujevac). Digo peligrosamente porque evito por todos los medios dormir cerca de una ciudad y más aun en la periferia. Siempre digo que los pueblos pequeños en sus alrededores tienen prados y cultivos (bueno) y que los pueblos grandes o ciudades tienen periferia (de malo a muy malo según la ciudad). Si buscando sitio donde dormir llegaba hasta la ciudad, tendría que cruzarla y alejarme lo suficiente como para dejar de sentir la influencia negativa de la jungla urbana, así que tenía poco tiempo para encontrar un sitio tranquilo y por el momento no me inspiraba ninguno. Un prado me dio al ojo y tenía muchos boletos para ser un lugar adecuado: tranquilo, con orientación sur y lo suficientemente escondido de la carretera como para no preocuparme de que a la noche los conductores vieran una nave espacial verde aterrizada en un prado. La única pega era que junto al lugar que había seleccionado se ubicaba una pequeña casa donde sus propietarios disfrutaban en la terraza de una agradable tarde de domingo. A mí en principio no me supone ningún problema tener vecinos a la noche, pero he tenido alguna mala experiencia en la que me vinieron a quejarse una vez que tenia todo el chiringuito montado. Para evitarme problemas dejé la bici apoyada a un árbol y me acerqué a los ociosos serbios con intención de preguntarles si había algún problema en que pusiera mi tienda en frente. A veces parece que la gente es un poco cerrada y que te mira con mala cara, pero todo esto suele cambiar en cuanto te acercas a ellos a preguntarles algo. Ese momento fue la demostración de este hecho.

La pareja de unos sesenta años se despidió de su amigo justo en el momento en el que llegué a la valla de su jardín. Todos me miraron con cara de 'que querrá este chaval vestido con una camiseta verde fluorescente y con un casco en la cabeza?'. Les pregunté si sabían ingles. Caras de incomprensión fueron su respuesta. 'spanish?'. La misma cara. 'italian?'. Caras arrugadas a más no poder. 'euskera?'. Esto lo pregunté por sentirme poliglota sobre todo, aunque nunca se sabe con quien te puedes encontrar por el mundo. Visto que no había ningún idioma en común, preparé mi cara y mis brazos para gesticular exageradamente y saqué el librito de distintos idiomas del este de Europa que tenía en el bolsillo del manillar. Con la palabra 'San' (dormir) y con unos precisos gestos señalando mi tienda, el prado y el gesto de la almohada en la oreja, les pregunte claramente 'podría montar mi tienda en el prado que se sitúa delante de vuestra casa para asi poder dormir y proseguir mi viaje mañana?' Tras repetir los gestos unas cuantas veces, me dijeron de que el prado no era suyo y que no se hacían responsable de mis actos, pues no tenían ninguna autoridad para aceptar o negar mi permanencia en el prado durante una noche. Todo esto en estricto lenguaje de gestos (que no de signos). Tras un rato les debí dar pena y me invitaron a poner la tienda en su jardín. El señor me trajo una manzana y me enseño su carnet de federado ciclista orgullosamente. No sé si el señor viajó alguna vez en bicicleta (mis gestos no daban para preguntas tan concretas), pero siendo ciclista sé que el podía entender mi necesidad de descansar bien para poder afrontar el día siguiente una jornada con le culo en el sillín.

Con la tranquilidad de tener un sitio para dormir con mullidita hierba, monté mi casa de poliéster y varillas de fibra de vidrio en la parte delantera de la casa y me di cuenta de que mis nuevos amigos serbios estaban metiendo cosas en su coche. El señor vino a donde mí y me dijo que volvían a la ciudad pues solo venían a pasar el fin de semana. Me indicó que le acompañara y me enseñó una mesa llena de manzanas y le dije que eran muchas, pero me respondió que eran mías y que las metiera en el bolsillo trasero del cortavientos o en las alforjas o donde fuera, pero que eran mías. A continuación me hizo unos gestos que no entendí y pensé que le pasaba algo al señor, pero estaba bien, lo que quería indicarme era que no tenían ducha pero que había una solución. Entro en la casa y salió con un balde lleno de agua caliente y un platito con una pastilla de jabón. Una ducha! O por lo menos lo más parecido a una ducha que había tenido en la última semana. Le agradecí mucho el detalle al señor, aunque luego tuve la duda de si fue un bonito detalle de mi amigo ciclista o es que mi cuerpo desprendía un olor a queso viejo y no quería que le espantase los pajaritos de su jardín. Antes de que oscureciera empecé con mi ducha campestre apoyado a un viejo tractor de fabricación polaca que creaba una atmosfera de postal. La mujer que en ningún momento me había dirigido ‘la palabra’ y ni siquiera la mirada, andaba de un lado a otro a mi alrededor recogiendo cosas que tenían que dejar dentro de la casa o tenían que llevar en el coche. A mi que me encanta estar desnudo en la playa y sentirme cual corderito recién nacido, me daba un poco de respeto desnudarme al lado de la señora mientras ella buscaba algo que estaba justo a mis pies. Por evitar una situación embarazosa, me quite la camiseta y me lavé de cintura para arriba. Mejor medio guarro que guarro entero. Cuando la pareja tenían todo preparado para marcharse, el señor me enseñó donde estaba el interruptor de la luz del jardín y sacó otro balde de agua caliente que lo dejó junto al jabón. Con una sonrisa de complicidad me hizo entender que era para dejar de ser medio guarro y ser un hombre limpio por una vez. Hvala i zbogom! (gracias y adiós).

De nuevo me puse en ruta tras dejar un mensaje de agradecimiento escrito en serbio gracias al las frases y vocabulario de mi libro de idiomas de Europa del este. Dudo de que pudieran entender las frases, aunque si la intención, que dicen que es lo importante. Unos kilómetros de descenso por una zona de colinas con verdes prados y algún que otro cultivo me acercaron a la ciudad de Kragujevac. Con sus alrededor de 155.000 habitantes es la cuarta ciudad más grande del país y fue la primera capital de la Serbia moderna (1818-1839) tras la primera insurrección contra el poder ottomano. Más adelante durante la segunda guerra mundial la ciudad sufrió una de las mayores masacres en territorio Serbio como respuesta a un ataque que realizaron los partisanos a los soldados nazis. En octubre del 1941 los dirigentes del tercer reich decidieron que debían responder contundentemente y dictaminaron que por cada militar alemán herido se debía ejecutar 50 comunistas y por cada militar asesinado 100. El resultado fue de 2.796 personas ejecutadas. Hoy en día el parque Šumarice Memorial Park recuerda a sus nuevos ciudadanos los sufrimientos del pasado.

Con mi obsesión por evitar las carreteras de gran tráfico, me perdí en el centro de la ciudad intentando encontrar la dirección hacia una pequeña carretera que se adentraba otra vez en las colinas. Subí a la acera para consultar mi mapa y nada más sacarlo un señor se acerco a mí, ‘necesitas ayuda?’’si, gracias’. Tras unas precisas indicaciones me dirigí hacia el norte de la ciudad recordando que tras dos veces a la derecha debía girar a la izquierda. De repente me encontré entre una multitud de gente eufórica que se dirigían hacía un lugar en mi misma dirección. ‘Que bien, algún evento popular’ pensé tras ver que la gente estaba marchando contenta. Al rato apareció gente con banderas Serbias y algún que otro pantalón de camuflaje como el de los militares. Antes de entrar en el país había leído que en las ciudades solían haber manifestaciones de la extrema derecha a favor de Radovan Karadžić, el que fue presidente de la República Srpska entre 1992 y 1996 y que tras ser acusado por crímenes de guerra vivió en Belgrado bajo falsa identidad hasta que le cogieron en 2008. Por evitar problemas quise escaparme de allí lo antes posible, pero para ello tenía que cruzar toda la marea de gente pues ya estaba dentro. Al final resultó no ser una manifestación sino una bienvenida a un gran grupo de militares Serbios que supuse estaban de vuelta a casa tras infundir ‘el bien’ por algún sitio. Mientras deliberaba si era peor encontrarme en medio de una manifestación de extrema derecha o entre militares, subí el plato y desaparecí de ese lugar. La verdad, no me infunden mucho cariño los que visten de arriba abajo con estampados verdosos, ya sean militares u horteras.

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