El día 3, llegué hasta Cazalla de la Sierra, pueblo paterno y lleno de sentimientos de infancia que me hizo recordar los buenos momentos de antaño, cuando la única preocupación era si mi madre me regañaría por haberme metido en charcos… Si me viera ahora, a mis 37 años y después de todo el día bajo la lluvia, se lamentaría con su frase típica: “a quien habrá salido este niño”.
Por el camino, atravesando el Pantano del Pintado, un conductor de todo-terreno reduce su velocidad hasta compartir la ventanilla del copiloto con mi mirada. En un idioma incomprensible me hace la misma pregunta una y otra vez. Su acompañante me mira con sorpresa y yo, más pendiente de no salirme por el terraplén a mi derecha al final me detengo y le pido que se aparte, que me va a arrollar… Entonces me doy cuenta que me estaba hablando en un inglés de libro y me preguntaba si era alemán… ¿Alemán?, ¡¡pero si vengo de Huelva!!
La casa de mi infancia hizo de maravilloso hospedaje. Lo que más agradecí: una ducha caliente.