Cuatro largos años han transcurrido desde que que pisé por última vez la tierra Argentina. Y he vuelto, esa es mi suerte, volver… Ya estoy en Salta, en este hostalito llamado Puesto Viejo, escribiendo estas líneas mientras miro de reojo las estrellas, en el patio de este hostal con sabor a caballeriza antigua. Y es que tengo jet lag… Hoy toca logística, armar la Greta, montar el carro, comprar cosas y dar un paseo por las calles de la capital salteña. Aunque ayer ya nos dimos una vueltilla, un bonaerense trotero y con ideas, y servidor. Ya cayó la primera Quilmes. Y es que Argentina siempre me huele a casa, que raro es que aún estando a miles de kilometros no te sientas lejos… El día de ayer se llama Unai, que me llevó a Madrid (eskerrik asko), se llama Lander, que hizo de la aburrida espera en el Aeroparque de BA un grato reencuentro y el primer atracón de empanadas y choripanes (otro soberano eskerrik asko), y se llama Alejandro, grata conversación compartida con una buena birra.