Hay enfermedades que se curan con información, como la ignorancia, los prejuicios y el miedo.Â
Entrar en Irán es otro mundo por la energÃa que te transmite la gente. Es un cambio a mejor que se transmite ya desde la mirada, es como más limpia y honesta.
En la frontera me saluda uno de los cambiadores de dinero pero le ignoro lo que puedo y me descuido pasando la barrera llegando a la ciudad fronteriza...
Ostia! Pero dónde sello el pasaporte de entrada al pais?  DebÃa de ser donde el paisano. Aquà la oficina aduanera está al lateral y vuelvo a tope por la subida bajo el sol de justicia. Soy positivo pero, como no me admitan...
Precisamente el que me distrajo me llevó adentro como si fuese el dueño del lugar y todo listo. La aduanera me interrogó algo pero amistosamente. Además no me piden guÃa por ir con bici, tal como indican en Madrid para el visado.
Tras el susto como en la única sombra y descanso. Aquà también pitan lo suyo y saco el dedo a pasear (me imagino a Ivan diciendo " que toliño está " ). Cruzo toda la ciudad en bajada súper bacheada con el caos de coches y el miedo a que las señales no estén en inglés.
Veo un espejismo, un señor en bici como medio de transporte. Qué alegrÃa y riesgo! Me adelante y para. Es profesor y está emocionado como un chiquillo pese a su edad avanzada. Como está anocheciendo y le digo que no voy a hoteles se preocupa y me da un billete de 50.000 riales ( unos dos euros ) y busco mi primer cobijo con apuro. Carretera encañonada otra vez! Me meto al primer camino y llego a una huerta. Llamo y no hay nadie asà que no lo dudo. Cogo la poca leña que hay y cocino arroz invadido de mosquitos pero con la mosquitera se chinchan. Otra vez me acuerdo de Ivan pues que yo recuerde el robo está fuertemente penado en Iran. Me agencio unos tomates y una calabaza más.
El primer dÃa es duro por el calor y me aconsejan ir a Bandar Abbas por Isfahan en lugar de por el desierto. Será más seguro para lograr agua y comida. Voy preocupado porque no tengo dinero y donde contaba cambiarlo desapareció. Tras comer desanimado junto a un restaurante abandonado con un calor agotador y estrenar la hamaca, salgo pero al otro lado están 3 camioneros de Turkmenistán que me invitan a comer (yo hago como los hobbits, repito comidas, no solo desayunos) mientras ellos fuman opio de Afganistan.
Ahà comienza la felicidad en este paÃs, de hecho entré tranquilo recordando lo que decÃan tantos viajeros sobre el trato al viajero y al forastero en general en Irán.
No cesan de preguntar qué imagen tengo del paÃs y su gente. No es normal o mejor dicho habitual esa generosidad desprendida. La imagen del paÃs la dan los medios por lo que reflejan sus gobiernos pero quien hace paÃs es la gente, y de qué manera.
Yo siempre respondo que estoy feliz, que es la mejor gente que he conocido y que será difÃcil siquiera igualarlo.Todo empezó tras los del opio. Bajada con viento que disfruto a tope y me saludan unos pastores para tomar un chai, ni lo dudo. Sin idioma algo nos entendemos y sigo. Rechazo alguna invitacion más y empiezo a pensar en parar. Me llaman de un puesto de venta de fruta y dudo, pero acertè. Dos hermanos, Agbar y Akbar, con aceptable inglés y el protagonista de Up me permiten compartir una sandÃa fresca y mi primera cena con el tÃpico pan plano en el que enrollas la comida, en este caso con patatas, tomate y arroz. Un disfrute esa manera de compartir. Todos sentados alrededor de la comida pero con cuchara, con las manos será en la India.
El sitio de comer es siempre también el de dormir. Pues en ese pedestal, como siempre al lado de la carretera, tocó intentar descansar. Aunque Akbar apenas durmió vigilando la fruta toda la madrugada. Viven de ello. Desayuno con pan, tomate y huevo. Despedida con un abrazo merecido, pues era muy afable Akbar y además me carga con un melón que me alegrará toda la mañana.
Hablo de Dios con un señor que no entiende que no lo necesite. La religión es vital aquà aunque los jóvenes la van apartando. Se refieren a los gatos y perros como sucios pero ellos mismos son los que ensucian su paÃs tirando sin contemplaciones la basura al suelo. Tampoco hay mucho contenedor y ya me olvido de reciclar.
Sustos con otros vehÃculos, doble adelantamiento a mi altura, un camión que sale del parking y frena a tiempo, o el de la fruta que sale sin mirar y me da tiempo a apoyarme en el capó sin parar ni enfadarme. Todo es muy normal. Entro a una estación de servicio y resulta que está abandonada, o no. Me rodean 4 perros pero no me apresuro. Sigo lentamente con lo que hacÃa y, sin mirarlos, me voy andando. Respiro.
Paro a la entrada de Marand en un taller aceptando un chai tras haber visto 4 guadañas en circulación... Ya lo explicaré.
El del taller era un pillo de vuelta que se acercó a la bici y cogió la cadena de Sta Teresa que me regalaron en Croacia. Cuando veo que se la pone en la muñeca lo llevo a la bici de nuevo, cree que llevará mas regalos pero no. Le toco la cadena y se le suelta como por magia. Le cambio de tema hacia la comida  ( acababan de sacar la cabeza de una cabra de una bolsa para hacer a la brasa ) y me voy.
Limpio a Quiscolina para que vaya guapa a Tabriz y cocino al sol creando casi un incendio. Entrar en Marand son mas de 30 km en subida permanente pero con un atardecer a mi espalda espectacular. Es llamativo ver como se acumula la basura en la calle hasta que llega el camión a recogerlo a paladas.Â
Y otra vez saliendo a prisa de una ciudad pero cuesta arriba. Sin luz cogà el primer camino y es aceptable el campo para acampar, aunque en este paÃs hablar de hierba es complicado. A la mañana empieza otra sucesión de momentos hermosos.Â
Fue salir a la carretera y aparecen a mi espalda 3 ciclistas encabezados por Hamed. Me convence a ir a desayunar con ellos a una colina y casi no acepto. Sus amigos trabajan con productos ecológicos y es una alegrÃa. Café, chai, frutos secos, queso, pan ...me regalan parte del botÃn. Hamed en minutos me gestiona contactos por el paÃs, motel para la noche y más cosas. Quedamos en Tabriz.
Sigo solo, bueno, nunca me siento sólo. Paro a por agua en una gasolinera y Bachat me ofrece más chai, fruta y agua. Ah y aprendo a leer los números de los billetes. La misma cantidad se puede leer en Tumans o Riales. El primero lo leen quitándole un cero a la cifra del billete.
Lugares de olores intensos, humo, polvo, muerte (perros a la orilla ). Dos curiosos más se interesan por mi viaje y de pronto me adelanta Hamed, que salió del trabajo antes de tiempo para ayudarme. Va con su mujer que está a punto de salir de cuentas. Me regala una tarjeta SIM de Iran y unas patatas fritas de parte de Nooshim que me ayudarán en la larga entrada a Tabriz bajo el sol. UrgÃa cambiar dinero.
Casi en el centro de la ciudad, Chalal y Somalie, con cara de ilusión se acercan en pleno asfalto con su coche y otra vez sin idioma nos entendemos. Me llenan de frutos secos, agua y chai. Recién casados yo era como su hijo. Voy hacia donde me indicaron y pregunto al que paseaba. Era la persona que regenta el lugar de cambio de moneda, increÃble. Desconfió un poco pero creo que hasta salà bien parado según Xe.com.
Además me llama a Hamed que increÃblemente estaba al lado y me lleva al motel. Eso si, le pierdo y tengo que pedirle a un desconocido que llame por mi, dado que la SIM no funciona. Encuentro a Hamed y corriendo en el caos, porque tiene el coche mal estacionado, llegamos al motel que EL HA DECIDIDO PAGARME.
Abrazo y relax por fin. Ducha, WiFi y paseo entre coches. Hago la compra para el viaje y ceno Kebab. Apenas duermo escribiendo el blog ( para un dÃa que tengo cama!) y curioseo como fueron las olimpiadas. Me alegro por el baloncesto y los éxitos de las mujeres y lo siento por el triatleta gallego Javier Gomez Noya.
Me voy de Tabriz...pues no. Aún me quedan emociones que sentir en esta ciudad.
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Este capÃtulo va dedicado a Ivan, que pese a la distancia cercana empatizó inmediatamente.