Nos levantamos y desayunamos sin prisa, nuestras amigas nos han dejado quedarnos durmiendo mientras ellas se iban a currar. Llueve bastante, es un día bastante gris, así que no apetece nada dejar la casa.
Nos dedicamos a pasear por Bergen tranquilamente, aunque llueve a mares. Dejamos las bicis en el puesto de pescado de Juan, ya que el otro día se ofreció a guardarlas allí mientras veíamos la ciudad. La verdad es que pasamos el día haciendo tiempo para coger el tren que nos llevará a Oslo a última hora de la tarde, vagando por la ciudad. El centro de Bergen es pequeño y se recorre rápido incluso a pie.
Por la noche recogemos los bártulos y cogemos el tren nocturno hacia Oslo.