Nuestros temores de que los muchachotes noruegos fueran muy madrugadores y empezaran la pachanga de fútbol dominguera muy temprano y nos colaran un gol por la puerta de la tienda eran infundados. Nos levantamos bajo un cielo encapotado y recogemos la tienda bajo la lluvia. Como habíamos previsto, cogemos el bus a Sogndal, metiendo las bicis de cualquier manera en el maletero. El bus va por la carretera 5, cruzando túneles larguísimos prohibidos para las bicis. La verdad es que vamos tan a gusto viendo los tremendos valles glaciares desde el sillón del bus. Fuera hace 11 ºC, llueve bastante y nosotros tan calentitos que me quedo frito un rato.
En Sogndal hace algo mejor día, se ve incluso algo de sol. Como hoy es día de poco pedaleo y de ir tranquilos, se me antoja comprar unos bollos, preparar café en el hornillo y ponernos ciegos en la sala de espera de la estación de buses. Pero es domingo y está todo cerrado, esto es Noruega y no la Comunidad de Madrid con sus horarios liberalizados de comercio a todo trapo. En realidad me parece bien, pero cuando tienes antojo de azúcar y andas recorriendo el pueblo en busca de un super cual yonki hacia chabola te pones de muy mal humor.
Para pasar la mala leche, nada mejor que apretar el culete sobre la bici. Nos dirigimos hacia Kaupanger, donde tenemos que coger un ferry. Sobre el mapa parece que es más o menos llano ya que la carretera va cerca del fiordo, pero no, hay una buena cuesta monte arriba, amenizada por un tráfico divertido.
En Kaupanger esperamos el ferry en el muelle, viendo como un grupo de niñas autóctonas se bañan en el fiordo, mientras yo como con la capucha de la chupa puesta, por el frío. Están locas estas vikingas... Me quedo helado solo de verlas tirarse al agua.
El ferry tarda dos horas en llegar a Gudvangen, recorriendo uno de los fiordos más famosos de Noruega. Pensamos que aún podemos coger hoy el ferry a Flam y para hacer tiempo damos un paseo con las bicis valle arriba. Es un lugar precioso, grandes paredones y cascadas. Al volver al muelle nos damos cuenta de que ya no quedan ferrys a Flam, con lo cual tendremos que esperar hasta mañana. Volvemos valle arriba hasta un pequeño camping junto a la carretera. Es sencillo pero la cocina está bastante bien surtida de cacharros para cocinar, lo que nos viene genial. Además tenemos una agradable charla con un belga que está viajando con toda la familia en su furgo.
