Alcázar de San Juan – Villarrubia de los Ojos… unos 90 kilómetros.
Sin duda, el Hostal Har Numancia de Alcázar de San Juan, definitivamente no es un local a recomendar para pernoctar, al menos la habitación número 5, muy pequeña, minicama con un colchón que necesita un cambio pero ya mismo y no sólo por los muchos ruiditos que emite al menor movimiento.
Puse el despertador a las siete de la mañana. Cosa extraña, hoy le hago caso al segundo intento de despertarme, de manera que a las 7:35 ya estoy desayunando un café con leche y cuatro churros gigantescos (Café con leche y cuatro churros gigantescos (2 euros en total) que tomo en una bonita y nueva churrería (Azúcar & Canela creo recordar que se llama) y que está casi al lado mismo de la estación del tren.
Vuelvo al hostal, recojo las cosas y salgo. Es todavía temprano y no encuentro ningún sitio para comprar algo de comida para el día; hago una foto al monumento a Don Quijote y Sancho panza, dos esculturas de bronce que ayer no pude fotografiar porque un grupito de niñas estaba muy divertido en subir y bajar de los animalillos de metal de manera que impedían hacer foto alguna además de manifestar bastante poco respeto por la cosa.
El camino es de tierra de muy cómodo rodar. Anoche cuando oía llover con cierta intensidad pensaba en cómo se embarrarían los caminos, pero no, apenas tierra húmeda y poco más. Se rueda cómodo a pesar de que el viento (cómo no en tierras de molinos de viento) ya empieza a hacer acto de presencia y es realmente fresco. Vaya, sin paños calientes, paso un frío del copón que ya más o menos no me dejará en toda la jornada a pesar de que en los últimos kilómetros la cosa mejorará.
El camino transcurre siempre entre campos de labor y algunas zonas de espacios plantados con unos arbolitos bajitos que de momento no he identificado (poca cultura forestal que tiene uno). Los conejos, que debe haber muchos, cruzan el camino disparados. Paso cerca de la Laguna de Cerro Mesado, seca, como la mayoría. Cruzo el río Cigüela, de cauce que aparenta estar seco.
Aquí y allá salpican el paisaje viejos edificios en ruinas, algunos aparentan pequeños corrales, alguno tiene pinta de explotación agropecuaria de mayor envergadura que me recuerdan a nuestras antiguas masías. Sigo un trecho largo por la ruta de las tablillas, que la mayoría están secas, apenas un hilillo de agua del que salen corriendo algunos patos asustados de mi presencia.
A lo lejos veo ya los primeros molinos de viento de la ruta, presumo que están parados a pesar del viento. Sigo el camino que se encuentra ahora jalonado de postes de madera con señales de la ruta de Don Quijote en color verde. Apenas a unos metros de Herencia paso por delante de la ermita de Cristóbal, encalada primorosamente de blanco y ya en gran bajada entro en el pueblo. Me sorprende, es bonito, limpio y en las calles hay mucho ambiente, especialmente de bicicletas, veo a muchas mujeres circulando con bicis de las de chica de toda la vida, esta misma imagen la veré también después en otros pueblos. Bonita iglesia y aún me sorprende más el Ayuntamiento tan nuevo pero tan bien integrado en el paisaje urbano. Tiene en el zaguán de entrada una gran cristalera tras la que hay unos gigantes, algo que me recuerda a mi tierra y la fiesta del Corpus.
Aquí mismo compro un poco de bollería (de la industrial) pan, salchichón, chorizo y fruta para pasar el día. Y almuerzo en un sitio bastante nuevo pero mal atendido y caro, muy caro, vaya un timo, ni lo nombro porque de ese nombre tampoco yo quiero acordarme.
En el borde entre las provincias de Toledo y Ciudad Real me cruzo con el Camino de Santiago; siguen los postes de la Ruta de Don Quijote, en este caso por La Cañada Real Soriana y el camino de la Laguna de Peñahueca, que a mi parecer está igualmente seca. Bordeo la Laguna de La Sal (eso, seca seca) hasta llegar a Las Lagunas Grande y Chica de Villafranca de los Caballeros. Esta vez sí que tienen agua y aves. Están muy turistizadas, con casas en sus orillas, espacio para actividad física al aire libre y juegos infantiles.
Por unos poquitos kilómetros de carretera (recta y solitaria) llego a Villafranca de los Caballeros. La carretera cruza el pueblo y en la fachada del ayuntamiento, no podía ser de otra manera, un monumento en bronce a Don Miguel de Cervantes Saavedra y frente a la iglesia un bonito monumento igualmente en bronce dedicado “A los Villafranqueros que con su caminar han contribuido a forjar el presente y futuro de su pueblo, la figura es si más no, por lo menos realista, un sujeto que aparenta simpaticón con una punta en los labios y un burrito alforjado.
A la salida del pueblo y por casualidad descubro gracias a un cartel que estoy en “Tierras de Dulcinea”. Ya va picando el hambre y me paro al borde de la carretera, busco el refugio de un olivo en un olivar primorosamente labrado y como de lo que compré esta mañana y sigo camino por la misma carretera hasta Camuñas, en donde como tampoco podía ser de otra manera en estas circunstancias horarias busco un lugar para tomar cortadito con leche natural, lo hago en el Bar San Remo, me lo sirven en una taza y plato serigrafiadas con el escudo municipal y el nombre del local, me resulta curioso. En el pueblo, en la plaza que lleva a la iglesia hay una curiosa torre de poca altura, encalada y ribeteada en azul en cuya cima hay una estructura de hierro que sujeta la campana del reloj porque la torre recibe el nombre de “Reloj Municipal” según informan unos azulejos. Corona la diminuta torre una veleta.
Salgo del pueblo y sigo por camino de tierra que me recuerda mucho a una vía verde. Ruedo por ella muy rápido aunque en contra tengo el polvo que levantan unos caminos enormes que va igualmente veloces y que no se que llevarán dentro de esas gigantescas bañeras. Cerca ya de Puerto Lápice vuelvo a ver molinos de viento en la cima de una colina y recto a la plaza del Ayuntamiento, que me recuerda a Almagro. Vigas de madera roja y teja, un pequeño corral de comedias sin ser corral, porque en realidad es una plaza porticada exenta, sin casas adosadas.
Tomo una Coca-Cola en el mesón que da vidilla a la plaza, justo en el otro extremo una noria, un monumento a las norias, de las que ya he visto unas cuantas en estado muy ruinoso y que lamento no haberle hecho fotos a ninguna de ellas. Después me paso por la Venta del Quijote, muy turistizado, totalmente turistizado (no lo critico, a fin de cuentas es turismo y es patrimonio), hay bastante gente transitando por ella, algunos tienen pinta de europeos de mas allá de los pirineos y también orientales. Justo detrás de la venta hay un patio vallado para aparcamiento de autobuses.
A partir de aquí, unos cuantos kilómetros de carretera recta y monótona pasando por Las Labores llego a Villarrubia de los Ojos donde me alojo en el Hostal Los Jijones (28 euros la habitación) y menuda habitación. Este sitio sí que es altamente recomendable. Antes de cenar (Restaurante Aldaba en Glorieta El Pato, muy bueno), callejeo por la ciudad. Urbanísticamente no me dice nada, pero es un pueblo grande y que aparenta bastante vidilla. En total han sido 90 kilómetros que he podido hacer con relativa facilidad, a pesar del viento y del frio, he pasado frío.